Logo
Imprimir esta página

El sueño de Miconio

Cuando Martín Lutero emprendió la obra que estremeció al mundo, su amigo Miconio expresó simpatía, y dijo, “Pero... Puedo ayudarte mejor en donde estoy.  Permaneceré orando mientras tú trabajas duro”.  Miconio oró día por día, pero conforme oraba comenzaba a sentirse incómodo.

Una noche tuvo un sueño.  Sintió que el propio Salvador se le acercaba y le mostraba sus manos y pies.  Vio la fuente en la cual había sido limpio del pecado.  Luego mirando seriamente a sus ojos, el Salvador le dijo: “Sígueme”.  El Señor lo llevó a una montaña elevada y señaló en dirección al este.  Mirando en esa dirección Miconio vio una planicie que se extendía en el horizonte.  Estaba salpicada con ovejas blancas - miles y miles de ellas.  Un hombre estaba tratando de pastorearlas.  El hombre era Lutero.  El Salvador señaló hacia el occidente.  Miconio vio un gran campo sembrado de maíz.  Un segador estaba tratando de recoger toda la cosecha. El solitario labrador estaba completamente exhausto, pero todavía persistía en su labor.  Miconio reconoció que el solitario segador era su viejo amigo Lutero.

“No es suficiente con que ore” - dijo Miconio cuando se despertó - “Las ovejas necesitan ser pastoreadas; los campos tienen que ser segados.  Aquí estoy, envíame”.  Y fue y comenzó a compartir la labor con su amigo.

Diseño © Radio América