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El perdón de Dios y la seguridad de la salvación

  • Fecha de publicación: Miércoles, 25 Febrero 2015, 22:46 horas

Lo que creemos y por qué

Para resolver la cuestión del pecado, necesitamos ser perdonados.  Nuestro problema, no solamente es con nosotros mismos y con nuestros semejantes, sino muy especialmente con Dios, es aquí donde comienza todo.  Hemos pecado contra Él y debemos recordar siempre esto.  Necesitamos perdón y el único que puede perdonarnos es Aquel contra quien hemos pecado.

 En la cuestión perdón hay una parte que corresponde al penitente, y la otra corresponde a Dios.  Es muy necesario que cada cristiano sepa qué dice la Biblia sobre esta doctrina llamada «el perdón», cuál es el mecanismo del perdón.  Porque la religión ha derivado supuestos poderes que sólo pertenecen a Dios, los ha derivado a los hombres, pero tenemos que distinguir lo que dicen y enseñan los hombres, de lo que enseña la Biblia

¿Qué debe hacer el pecador para ser perdonado?

Primero que todo, el pecador debe arrepentirse.  Dice la Biblia y éste es el texto que debe tener en cuenta: “Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.  Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.  Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…” (Hch. 3:17-19).  Este texto no necesita ningún tipo de explicación.  Nadie podrá jamás recibir perdón si no se arrepiente y se acerca al Único que tiene autoridad para perdonar pecados.

Si un pecador acude a un religioso para que le perdone y le absuelva, puede que sienta algo de alivio, pero es una terapia engañosa.  Es un engaño, porque aún no ha recibido perdón Divino, aunque piense que ha recibido perdón.  Juan el Bautista comenzó su ministerio con… “arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado…” (Mt. 3:2).  Y luego agregó: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:8).

Lucas relata cómo Jesús se presentó antes sus discípulos después de su resurrección y dice: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:45-47).

Si alguien tiene problema para entender qué significa arrepentimiento, debe recordar las palabras del profeta, y usando sus palabras le daré la explicación de… qué es «arrepentimiento», “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:7).  Cuando hay arrepentimiento se cumple lo «de dejar» lo que uno vivía y hacía antes.  Cuando usted se arrepiente de algo, deja de hacerlo.

•  Si creía en la iglesia, ahora ya no cree más en la iglesia, sino en Cristo.
•  Si se confesaba ante un hombre, ahora ya no lo hace más, porque sabe que la Biblia no enseña eso.
•  Si era un religioso, ahora ya es un regenerado.  Sin religión pero con salvación.

Tenga mucho cuidado de no enfatizar demasiado en «recibir a Cristo» y dejar a un lado el “arrepentíos”.  No es posible «recibirle» sin el verdadero «arrepentimiento», es que mediante el arrepentimiento comienza en realidad la vida de todo cristiano.

He aquí algunos obstáculos para el perdón

Tenemos que conocer también, por lo menos algunos de los muchos obstáculos, los más comunes que impiden al pecador obtener el perdón.  ¿Existen?  ¡Sí, existen serias barreras a veces!

Si su costumbre es confesarse con un religioso, digamos un católico ante un sacerdote, y piensa que realmente, ese hombre tiene autoridad para perdonar pecados.  Está profundamente equivocado, y aunque sienta cierto alivio y hasta cierta paz, usted todavía sigue con todos sus pecados y no ha sido perdonado de uno solo.  La Biblia dice: ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?... Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mr. 2:7, 10).  Si se confiesa con su líder religioso, usted nunca será perdonado, porque esto es prerrogativa únicamente de Dios.  Nadie se puede postular en lugar de Dios y decir: «yo soy representante de Dios aquí».

Es probable que usted haya pasado muchos años gimiendo y confesando pecados en el confesionario auricular, aceptando penitencias y convencido o convencida de que todo está bien, porque su líder religioso se lo dijo.  Pero… ¿consultó a Dios leyendo su Palabra?  ¿Todavía no llegó a la prueba que si es o no válido ese perdón?  Porque llegará el día cuando usted partirá de este cuerpo y se encontrará horrorizado al ver lo que le espera más allá, y se dará cuenta que esos “perdones” y “penitencias”, de nada le sirven en la hora de la muerte.  El mismo religioso que siempre le estuvo engañando le dará la extremaunción.  ¡Nadie puede dar lo que no tiene!  Él tampoco sabe lo que es ser salvo, aunque es religioso, esto no tiene ninguna importancia.  Hay mucha gente religiosa, “cristianamente” religiosa; sin jamás haber entendido lo que significa el perdón de Dios.  Así que, si no confiesa sus pecados directamente a Dios, usted mismo se pone ese obstáculo y no hay perdón.

El segundo obstáculo, si usted no se arrepiente.  Si usted no quiere arrepentirse, no hay perdón.  El arrepentimiento, además de admitir uno su culpabilidad delante de Dios, es cuando uno decide no continuar en ese pecado que acaba de confesar.  La Biblia lo pone así, “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13).  ¡Qué formidable declaración!
El arrepentimiento es lo mismo que el alejamiento del pecado en cuestión.  No habrá perdón aunque haya un momento de angustia y tristeza, a menos que el penitente esté totalmente decidido dejar aquello que está confesando y se aleje de verdad.  Entonces Dios interviene y es la sangre de Cristo, el secreto del perdón que obtiene.  ¿Por qué?  Porque el sacrificio de Cristo se nos atribuye a nosotros.

Cuando con Dios tratamos la cuestión pecado, Él nunca nos impone ninguna penitencia.  ¿Por qué?  Porque todas las penitencias, todas las cuentas por nuestras transgresiones, Él mismo la sufrió en el Calvario; en la Persona de su bendito Hijo Jesucristo.  Por eso la Biblia dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9).  Él está mucho más interesado en perdonarnos, que nosotros en buscar Su perdón.  Así que, si no se arrepiente, éste es otro obstáculo para obtener el perdón.

El tercer obstáculo, cuando uno mismo no perdona a quien le ofende.  Si no está dispuesto a perdonar, olvídese.  Es la tercera razón que impide el perdón de Dios.  Cuando usted tiene algún resentimiento contra alguien, y no está dispuesto a perdonar.  Si ése es el caso, entonces, no importa cuánto llore, confiese incluso a Dios, y… como que se arrepiente, de nada le servirá.

Cuando Jesús ofreció la oración modelo, conocida como el «Padre nuestro», dice en la parte final, “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mt. 6:14, 15).  Estas palabras de Jesús, no necesitan comentario, ni explicación alguna.  Si usted no es de aquellos que perdonan, no espere perdón tampoco.  De nada vale, que incluso confiese sus pecados al mismo Señor y lo haga correctamente, no hay perdón si usted guarda rencor, está resentido, enemistado y no quiere ceder, sino que continúa así contra alguien.

Recordemos además, que no solamente se debe perdonar a quienes nos ofenden, si se quiere el perdón de Dios, sino que, debe hacerse esto de verdad, de todo corazón.  Porque Dios también al perdonar, nos perdona de todo corazón, absolutamente todo y definitivamente no queda pecado pendiente, algo que nunca nos traerá en cara.  Por eso Él exige que sepamos perdonar de todo corazón.  Jesús dice, “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mt. 18:35).

Cuarto obstáculo.  Si cree que usted no tiene pecado.  Si pretende no tener nada que confesar, entonces tampoco será perdonado.  En realidad no puede orar siguiendo las enseñanzas del Señor, porque Él dice en la oración modelo, que nuestro deber es incluir el pedido de perdón, “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt. 6:12).  Esto es para los cristianos, porque la oración comienza con “Padre nuestro”, y Dios es Padre solamente de aquellos que ya son salvos.

Existen enseñanzas que afirman que el cristiano ya no peca.  Y ciertamente así es, pero el cristiano que ya no peca… ya está con Cristo, es decir ya murió.  Mientras estamos aquí en este cuerpo, la Biblia nos provee recursos para no pecar.  Pero también provee recursos para cuando pecamos.  Muy claro lo de 1 Juan 1:10-2:2, “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.  Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.  Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.

Debe establecerse una clara diferencia entre «pecar»y«practicar el pecado», decir que «pecamos», no es lo mismo que decir que «practicamos el pecado».  Lo primero es accidental, está fuera de nuestro programa de vida.  Es algo que no nos corresponde, pero más de una vez, lamentamos que el pecado sí, tiene lugar en nuestra vida.  En cambio «practicar el pecado», es un modo de vida, es vivir diariamente en base a una conducta dominada por el pecado.

“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Jn. 5:18).  Dicho en otras palabras, el cristiano obtuvo perdón completo mediante Aquel que fue engendrado sin pecado, Jesucristo; quien pagó nuestras culpas con su muerte.  Ya hemos visto que Pablo se incluyó en el dilema del pecado (Ro. 7).  Y Juan hace lo mismo cuando dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Jn. 1:8).  Definitivamente si usted es de aquellos que gritan a los cuatro vientos que ya no peca, lógicamente no tiene perdón.  Usted no considera necesario pedir perdón a Dios por los pecados que no los tiene.
A continuación veremos otra doctrina…

DOCTRINA LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN

     Cuántas veces hemos hablado sobre la seguridad de la salvación y pareciera que no hemos avanzado mucho o superado las dudas de tanta gente.

A diferencia de otros estudios sobre esto y otras doctrinas, no vamos a abundar en textos bíblicos, para evitar que se desamine y piense que es una montaña muy alta para escalar.  Usted debe y puede combatir los errores que se exhiben para convertir al salvo en un miserable.  Tiene todo el “arsenal” necesario para pelear contra la corrupción doctrinal.  Debe tener valor para enfrentar a quien le viene con ideas de un evangelio que no es evangelio.

Es su deber saber lo que la Biblia dice en cuanto a la salvación y su seguridad.  Es su responsabilidad despojarse de la ignorancia y muñirse de conocimientos que están a su alcance.  Si no sabe qué contestar a quien le dice que usted puede perder su salvación, es porque usted desprecia el estudio de la Palabra de Dios.

Cuando usted compra una póliza de seguro, deberá examinarla en todos sus detalles, para ver si llena su necesidad.  Usted quiere estar seguro qué es lo que cubre en determinadas circunstancias.

Dios nos dice que nosotros podemos ser salvos, pero nosotros queremos saber cuáles son los requisitos para ser salvos.  Bueno, para eso tenemos que leer lo que el Dueño de la salvación nos dice sobre la misma salvación.  Él no es un vendedor de seguro falso, Él sabe lo que dice.  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).  Este texto merece un examen…

•  Dios es el que habla y Él es el que amó a todos los habitantes de la tierra, a todo el mundo, es decir a todos los hombres; sabiendo que todos son pecadores.
•  Él cobró la cuenta de todos en la Persona de su Hijo Jesucristo, ya que Cristo murió por los pecados nuestros y no por los suyos, pues Él no tenía pecado.  Pagó nuestra cuenta, porque Él no tenía cuenta alguna.
•  Lo único que Él pide, es que creamos en Él.  Aquí la palabra «creer» abarca mucho más que el mero acuerdo de decirle: «Bueno sí, está bien».  Porque para poder tener esa fe, ese «creer» que salva, se necesita oír la Palabra de Dios, arrepentirse de sus pecados y depositar su fe en Jesucristo, esto lo vemos en todos los casos donde la gente creyó.  Pero eso sí, la salvación es por la fe en Él, y se la obtiene en el momento de recibir a Jesucristo.

Ahora, cuando uno cree tal como la Biblia dice… ¿Cuánta vida obtiene o por cuánto tiempo es salvo?  Dios dice, “…para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16b).  Usted obtiene vida eterna en el momento de creer en Él.  ¿Qué clase de vida eterna es aquella que luego termina, porque usted la perdió?  Cuando se nos ocurre que la salvación se pierde, debemos recordar que semejante pensamiento siempre proviene de Satanás, porque si esto fuera así, Dios no nos dice la verdad.  «Está escondiendo ciertos aspectos de la salvación, ciertas ‘armas’ muy peligrosas, pero pinta la salvación como algo seguro, bueno y que no hay que preocuparse».  Si la salvación fuera algo que pudiéramos perderla, Juan 3:16, diría más o menos así: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.  A menos que debido a algún pecado deje de ser salvo”.

Yo no quiero cargarle con muchos textos, es uno de los propósitos de este artículo.  Solamente algunos pocos, para que usted tenga la respuesta correcta cuando alguien comienza a dudar de la seguridad de la salvación y hasta se burla de usted.  Lo que sigue son Palabras de Jesús: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).  Aquí encontramos algunas cosas interesantes:

•  ¿Cuándo el creyente pasa de muerte a vida?
•  ¿Cuándo el creyente pasa a ser salvo eternamente?
•  ¿Desde cuándo el creyente no vendrá a condenación?  Desde el momento en que oye la Palabra de Dios y cree en Él, que incluye arrepentimiento y confesión de pecado también.

Creer en Cristo, no es la simple aceptación de que Él existió, que nació en Belén, que luego creció en Nazaret, que enseñó a tanta gente y que hizo todos esos milagros en cumplimiento de las profecías.  Y que finalmente murió crucificado, fue sepultado y resucitó al tercer día para ascender a la vista de ciento veinte testigos, cuarenta días después.  Y que está ahora en el cielo hasta el día cuando regrese para establecer Su reino de paz aquí en la tierra.

Usted puede creer todo esto, pero no ser salvo, puede creer en un Cristo histórico, etc.  Para aceptar o creer en un hecho histórico, no es necesario el arrepentimiento y la fe, debemos saber bien que no estamos hablando de la fe intelectual, fe de la mente.  Fe como la que necesitamos para aceptar todos los hechos históricos que leemos en los libros.  ¡No!  Recibirle por Salvador es realmente entregarle a Él nuestra alma, haciéndole a Él nuestro Salvador y nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Redentor eterno.  “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios (regalo) es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23).

Todos nosotros somos descendientes de la primera pareja, Adán y Eva.  Y ellos recibieron la maldición de la muerte.  Dios les dijo que si le desobedecían morirían y así fue.  Esta vida, la vida presente tiene como fin la muerte, pero las personas que recibieron a Jesucristo, recibieron “la dádiva de Dios”, que es la vida eterna.  Así como es natural la muerte en la condición presente del hombre, así es natural la certeza de la salvación, para quienes obtuvieron esa vida, mediante su fe puesta en Jesucristo.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Co. 5:17-19).  Para Dios todos los cristianos son nuevas criaturas, para Él todas las cosas viejas quedaron atrás.  Incluyendo los fracasos, los altibajos, las imperfecciones y todo aquello que no es lo mejor.  Todo cuanto tiene que ver con la salvación, proviene de Dios, en otras palabras, «Dios es el Autor de nuestra salvación», no lo es mi comportamiento, mi conducta ni mi bondad o mi maldad.  La cuestión «obras» tiene otro lugar, ciertamente Dios las tendrá muy en cuenta, y cada uno recibirá lo que le corresponde o corresponda con su conducta.

Pero aquí estamos hablando de la salvación eterna, y ésta completamente pertenece a Dios.  No es que Dios nos salva en la primera etapa y luego nosotros tenemos que ir más o menos salvándonos cada día un poco hasta completarla.  “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”.  Entonces aquí… ¿a qué pecado se refiere?  Bueno, tal vez usted me dirá que se refiere a los pecados pasados.  Entonces los nuestros eran muy futuros, porque faltaban casi dos milenios para que naciéramos.  No habíamos hecho nada en el pasado.  ¡Por favor! Dios nos perdonó a todos completamente mediante Jesucristo.

¿Entonces todos son salvos?  ¡No!  Porque para que el perdón de Dios tenga vigencia en mi vida, para mí, personalmente; yo debo acercarme a Él, arrepentido y recibirle por Salvador mío.  Si yo no lo hago, aún teniendo a mi alcance todo el perdón de Dios, no se me perdona un solo pecado.  La cuestión es, o todos los pecados perdonados, o ninguno de ellos.

El apóstol Juan habla bastante sobre la condición pecaminosa y cómo resolver esta cuestión del pecado: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos (no que sentimos) que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).  Antes de esto, él dice que el Señor nos limpia de todo pecado en el capítulo 1.  También dice lo siguiente:

•  “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos”…
•  “Si confesamos nuestros pecados, él (nos perdona)
•  “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso”…
•  “Si alguno hubiere pecado, (o el que ha pecado tiene a su favor al) abogado (a Cristo Jesús, el Justo)”.

Al apóstol Juan nunca se le ocurrió siquiera, que los cristianos aún en sus cuerpos ya no pecan más.  Al contrario, dice que… quien pretenda tal cosa, le hace a Dios mentiroso.

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