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El camino a Damasco

  • Fecha de publicación: Miércoles, 29 Febrero 2012, 23:52 horas

El libro de Hechos registra cómo el apóstol Pablo fue reclutado para ser un testigo para el Señor Jesucristo. En el camino a Damasco, Saulo de Tarso un perseguidor hostil del cristianismo, fue nombrado soberanamente para convertirse en Pablo, el evangelista celoso, promotor de Jesucristo.

Pero... ¿Qué cualidades tenía Pablo que lo hacían apto para ser un testigo? ¿No sería posible que usted tuviera las mismas cualidades?

El apóstol Pablo fue un tremendo testigo para nuestro Señor y salvador Jesucristo. La Escritura nos dice que Jesús llamó a Pablo para que fuera un creyente y misionero evangelista al mismo tiempo. Es obvio que Jesús no escogió a Pablo por sus buenas obras, porque sabemos que Pablo era enemigo del cristianismo. La designación se basó únicamente en la gracia de Dios. Pablo escribió: "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús" (1 Ti. 1:12-14).

Cada creyente que ha experimentado el nuevo nacimiento, puede dar el mismo testimonio. Nadie entra a ser miembro de la familia de Dios por algo bueno que haya hecho. Es sólo por la gracia de Dios.

La experiencia que tuvo Pablo en el camino a Damasco también revela el plan de acción que tiene Jesús para cada creyente, tal como el Señor Jesucristo le dijo a Pablo: "...porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti" (Hch. 26:16).

Jesús entonces le declaró el propósito exacto de su misión de testimonio. Le dijo, te he llamado: "Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados" (Hch. 26:18).

Es interesante notar que cuando Pablo dio su testimonio al rey Agripa, vemos cuán estrechamente guardó las instrucciones de Jesús sobre la Gran Comisión para evangelismo. Le dijo a Agripa: "Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento" (Hch. 26:19, 20). La estrategia de Pablo para testificar fue exactamente la que Jesús proclamó en el Monte de los Olivos en su último discurso antes de ascender al cielo: testificar primero en Jerusalén, luego en las áreas de los alrededores y después en los confines de la tierra.

La responsabilidad de cada cristiano es advertir a las personas sobre el reino de las tinieblas y mostrarles el reino de la luz. Creer en Jesús y testificar no son temas separados, van mano a mano.

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