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¿Qué es el movimiento de las raíces hebreas?

  • Fecha de publicación: Jueves, 29 Junio 2017, 15:13 horas

La premisa del movimiento de las Raíces Hebreas es la creencia de que la Iglesia se ha apartado de las enseñanzas verdaderas y de los conceptos hebreos de la Biblia.  Esta doctrina sostiene que el cristianismo ha sido adoctrinado con la cultura y las creencias de la filosofía greco romana y que finalmente, el cristianismo bíblico que se practica en las iglesias de hoy, se prostituyó y es una imitación pagana de los evangelios del Nuevo Testamento.

Esos creyentes de las Raíces Hebreas sostienen la enseñanza de que la muerte de Cristo en la cruz no le puso fin al Pacto Mosaico, sino que en lugar de eso lo renovó, expandió su mensaje y lo escribió en los corazones de sus verdaderos seguidores. Aseguran que la comprensión del Nuevo Testamento sólo puede provenir de una perspectiva hebrea, y que las enseñanzas del Apóstol Pablo no son entendidas claramente ni orientadas correctamente por los pastores cristianos de hoy.

Muchos incluso afirman, que existe un Nuevo Testamento en la lengua hebrea original, y en algunos casos denigran el contenido existente en el Nuevo Testamento escrito en griego.  Esto se convierte en un ataque sutil contra la confiabilidad del contenido de nuestra Biblia, porque si el texto griego no es confiable y ha sido pervertido, tal como afirma este grupo, entonces la Iglesia ya no tiene un patrón de referencia verdadero.

Aunque hay muchas y diferentes asambleas hebreas con variaciones en sus enseñanzas, todas ellas se adhieren al énfasis común de la recuperación de la “originalidad” del cristianismo.  Su suposición es que la Iglesia ha perdido sus raíces judías, ignorando que el Señor Jesucristo y sus discípulos eran judíos que vivían en obediencia al Tora - los cinco primeros libros de la Biblia que escribió Moisés.

En su mayor parte, los involucrados defienden la necesidad de que cada cristiano siga una conducta en observación al Tora, lo cual significa que las ordenanzas del Pacto Mosaico deben ser el foco central en el estilo de vida de los creyentes hoy, tal como lo fuera para los judíos del Antiguo Testamento en Israel. 
Observar el Tora incluye guardar el Sábado - el séptimo día de la semana, celebrar las fiestas solemnes judías, mantener las leyes dietéticas, evitar el paganismo practicado por el cristianismo - tal como conmemorar la Navidad, Pascua, etc. y aprender a entender las Escrituras con una mentalidad hebrea.

Enseñan que los cristianos gentiles han sido injertados en Israel, y que esta es la razón por la cual cada creyente nacido de nuevo en Jesús el Mesías, debe  participar y guardar todas estas cosas.  Expresan que para hacer esto no se requiere de la esclavitud legalista, sino de un corazón amante y obediente. Sin embargo, enfatizan que para vivir una vida que agrade a Dios, es necesario caminar y hacer parte integral de nuestra conducta, la observación de las leyes del Tora.

Las asambleas de las Raíces Hebreas mayormente están integradas por gentiles, incluyendo a rabinos gentiles.  Por lo general, prefieren ser identificados como “cristianos mesiánicos”.  Muchos han llegado a la conclusión de que Dios los ha “llamado” a ser judíos y han aceptado la posición teológica de que el Tora - la ley del Antiguo Testamento, es igualmente obligatoria tanto para los gentiles como para los judíos.

Usan a menudo prendas de vestir de la ropa judía tradicional, practican el baile davídico, e incorporan nombres y frases hebreas en sus escritos y conversaciones. La mayoría rechaza el uso del nombre “Jesús” en favor de “Yeshua o YHWH (Yavé)”, afirmando que estos son los nombres “verdaderos” que Dios desea para sí mismo.

En la mayoría de los casos, elevan el Tora como la enseñanza fundamental para la Iglesia, lo que provoca la degradación del Nuevo Testamento, haciéndolo secundario en importancia y sólo para ser entendido a la luz del Antiguo Testamento.  La idea de que el Nuevo Testamento es defectuoso y relevante sólo a la luz del Antiguo Testamento, también ha conllevado a que la doctrina de la Trinidad sea atacada por muchos defensores de las creencias de las Raíces Hebreas.

A diferencia de lo que ellos afirman, las enseñanzas en el Nuevo Testamento del apóstol Pablo son perfectamente claras y se explican por sí mismas.  Colosenses 2:16,17 dice: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”.  Asimismo afirma  Romanos 14:5: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días.  Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”.

Las Escrituras indican claramente que estos temas son un asunto de elección personal.  Estos versículos y muchos otros dan evidencia, de que las leyes y ordenanzas del Pacto Mosaico han terminado.  Continuar enseñando que el Antiguo Pacto sigue vigente a pesar de lo que declara el Nuevo Testamento, o torcer el Nuevo Testamento para hacer que esté de acuerdo con las creencias de las Raíces Hebreas, es una enseñanza falsa.

Sin embargo, hay que reconocer, que hay aspectos de las doctrinas de las Raíces Hebreas que ciertamente pueden ser beneficiosos.   El examinar y explorar la cultura y la perspectiva judías, dentro de las cuales se escribió la mayor parte de la Biblia, abre y enriquece nuestra comprensión de las Escrituras, añadiendo perspicacia y profundidad a muchos de los pasajes, parábolas y modismos.

No hay nada malo en que los gentiles y los judíos se unan para celebrar las fiestas y disfrutar de un estilo de culto mesiánico.  Participar en estos eventos y aprender la manera cómo los judíos entendían las enseñanzas de nuestro Señor, puede ser una buena herramienta, dándonos una mayor efectividad para acercarnos al judío incrédulo con el Evangelio.  Es bueno que los gentiles en el cuerpo de Cristo, nos identifiquemos en nuestra comunión con Israel.  Sin embargo, identificarse con Israel es diferente a identificarnos como judíos.

Los creyentes gentiles no hemos sido injertados en el judaísmo del Pacto Mosaico, sino que fuimos injertados en la simiente de la fe de Abraham, que precedió a la ley y a las costumbres judías.   Somos conciudadanos con los santos, tal como declara  Efesios 2:19, pero no somos judíos.  “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”.

Pablo explica esto claramente cuando le dice a los que fueron circuncidados - es decir a los judíos, que se queden como están, mientras que los incircuncisos, los gentiles, no busquen circuncidarse: “¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso?  No se circuncide” (1 Corintios 7:18).

No hay necesidad de que ninguno de los grupos sienta que debe convertirse en lo que no es.  En cambio, Dios ha hecho de los judíos y gentiles un solo hombre nuevo en Cristo Jesús.  “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.  En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.  Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.  Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz” (Efesios 2:11–15).

Este “nuevo hombre” se refiere a la Iglesia, al cuerpo de Cristo, que no está compuesto ni por judíos ni por gentiles: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.  Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.  Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:27–29).

Es importante que tanto los judíos como los gentiles sigan siendo auténticos en su propia identidad.  De esta manera se puede ver un cuadro claro de la unidad del cuerpo de Cristo: a judíos y gentiles unidos por un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.  Si los gentiles son injertados en Israel, convirtiéndose en judíos, el propósito y la imagen de judíos y gentiles, reunidos como un hombre nuevo, se pierde.  Dios nunca quiso que los gentiles fueran uno en Israel, sino uno en Cristo.

La influencia de este movimiento está entrando en nuestras iglesias y seminarios. Es muy peligroso en su implicación, de que quien guarda la Ley del Pacto Antiguo está avanzando por “un camino más alto” y que es la única manera de agradar a Dios y recibir sus bendiciones.  En ninguna parte de la Biblia encontramos que se instruya a los creyentes gentiles para que sigan las leyes levíticas o las costumbres judías; de hecho, se enseña exactamente lo contrario. Romanos 7:6 dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”.

El Señor Jesucristo satisfizo perfectamente todas las ordenanzas de la Ley Mosaica, las cumplió por completo.  Tal como cuando se hace el pago final en el contrato de una casa y se termina la obligación para con él, así también el Señor hizo el pago final y cumplió con la Ley, haciendo que finalizara para todos nosotros.

Fue Dios mismo quien creó un mundo con personas de diferentes culturas, idiomas y tradiciones.  Él es glorificado cuando nos aceptamos unos a otros en su amor y nos unimos como “uno” en Cristo Jesús.  Es importante entender que no hay superioridad por nacer judío o gentil.  Nosotros, los que somos seguidores de Cristo, quienes somos integrantes de diferentes culturas y estilos de vida, somos de valor y amados grandemente porque hemos entrado en la familia de Dios.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:19–22).

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13).

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