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En el nombre del Padre

En el nombre del Padre

Más de una vez hemos sido claros en la denuncia que hace el Espíritu Santo acerca de la prostituta pretendiendo, no solamente ser la iglesia de Cristo, sino que el romanismo siempre insistió y sigue haciéndolo, afirmando que su iglesia es la única verdadera y que es ella la que conduce a los pecadores al cielo. La verdad es que se trata de la peligrosa guarida de espíritus siniestros (Ap. 16:12-14; 17:3-5).

      Una serie de libros recientemente publicados indagan en los claroscuros de una de las corporaciones más antiguas del mundo, la Iglesia Católica.  Y al hacerlo, tocan temas urticantes como las finanzas del Vaticano, su influencia en la política italiana y su rol durante la Segunda Guerra Mundial.  El Vaticano es noticia no tanto por su voz evangélica y pastoral, que tiene peso, sino por sus escándalos de todo linaje como lo revela la proliferación de textos que hurgan sobre todas las lacras de la cabeza de la Iglesia Católica.  Esos textos inquisidores son frecuentes en Europa Occidental con títulos como Secretos Vaticanos: de San Pedro a Benedicto XVI (2003), La Santa Alianza: cinco siglos de espionaje vaticano (2004), Los papas y el sexo (2010), todos ellos del ensayista y periodista peruano Eric Frattini y muchos otros, de seriedad variada.  Ahora, acaban de aparecer Secretos de Vaticano (El Ateneo) del reconocido especialista francés Bernard Lecomte y Las cartas secretas de Benedicto XVI (Ediciones Martínez Roca) de Gianluigi Nuzzi, presentado como «el libro que destapó el escándalo vaticano».  Los títulos son ilustrativos.

Nuzzi es el autor de Vaticano S.A., ensayo sobre los secretos de las finanzas vaticanas en épocas de Juan Pablo II, lo que ratifica que cada papado lega a la historia alguno o muchos escándalos.  Los que salpican a Benedicto XVI son esos centenares de documentos que fueron extraídos en sus aposentos por su infiel colaborador, Paolo Gabrielli, que Nuzzi llevó con destreza al lenguaje periodístico.  En rigor, el periodista tuvo los documentos antes que Gabrielli fuera descubierto y figura como «María» en el libro.  Volveremos sobre el texto.  El Papa finalmente indultó al infiel.

En el año 2000 se conoció del británico John Cornwell El papa de Hitler: La verdadera historia de Pío XII (Planeta) que viene al recuerdo porque, como en otros trabajos, también Lecomte intenta “salvar” la figura de monseñor Pacelli.  Cornwell se dio a la tarea de salir al paso a la pieza teatral del dramaturgo alemán Rolf Hochhuth, El Vicario (1963), que desató una enorme polémica acerca de la culpabilidad de la Iglesia Católica en la Solución Final, nombre del plan de la Alemania nazi para ejecutar el genocidio sistemático de la población judía durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué le pasó a Cornwell?  En los archivos vaticanos encontró lo contrario a lo que esperaba para enfrentar a Hochhuth y planteó acusaciones acerca del papel de la Iglesia en los acontecimientos más terribles del siglo, difíciles de refutar.  Más aún: el inglés afirma que, desde el papado de Juan Pablo II, el espíritu del Concilio Vaticano II quedó diluido venciendo el criterio de Iglesia de Pío XII.  De todas maneras, en el trabajo de Lecomte se sostiene que «Pío XII no fue pronazi ni antisemita», aunque no enfrentó las leyes raciales de Mussolini que su antecesor no aceptó.  Sus encíclicas fueron tibias frente al nazismo y sus políticas represivas.  Ocultó numerosos informes sobre las cámaras de gas y la matanza sistemática de judíos.

En contraposición, aseguran sus defensores, dio albergue a judíos italianos, tanto en el mismo Vaticano como en diferentes órdenes religiosas.

Muchos religiosos o católicos ocultaron a judíos.  Lecomte relata entre los “secretos” lo ocurrido con los hermanos Finaly, cuidados durante la tragedia por los religiosos franceses de Nuestra Señora de Sión en Grenoble.  Pese a ser circuncisos, fueron bautizados y al finalizar la guerra, negados, con apoyo del Vaticano, a sus familiares que deseaban llevarlos a Palestina.  Tras años de peripecias, que incluyó ocultar a los chicos en la España de Franco y por intervención judicial, los hermanos viajaron con sus parientes al Medio Oriente.
Los resabios antisemitas a la derecha del río Tíber siguen siendo fuertes.  Nuzzi se detiene en algunos casos, como el del obispo lefebvrista Richard Williamson, un negacionista del Holocausto.  El caso es que sus declaraciones a la televisión sueca en esa melodía las dijo en pleno tiempo de gestiones para la “reunificación” y cuando se le retiró la excomunión a él y a los obispos consagrados por Marcel Lefebvre.  Dentro de la propia tropa, el presbítero polaco Tadeusz Rydzyk, líder de la Familia de Radio Maryja, bajo el lema «Dios, Iglesia, Patria», con cinco millones de fieles, propala, según Nuzzi, un discurso «antieuropeo, creacionista y antisemita».
El Stato della Città del Vaticano (Estado de la Ciudad del Vaticano) fue así designado por el Acuerdo de Letrán de 1929, que dio fin a la «cuestión romana», ese resabio del fin de los Estados Pontificios y la consiguiente reunificación italiana en 1870.  Bernard Lecomte asegura que la designación fue obra de Benito Mussolini.  El Concordato se mantiene en la actualidad con los mismos términos y no fue obstáculo para que persistiera, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, la influencia vaticana sobre la política italiana.  Los papeles que propala Nuzzi, dan cuenta de vínculos estrechos del papado con los gobiernos de Silvio Berlusconi, a quien eximió de criticarlos por los numerosos escándalos sexuales que lo llevaron a dimitir.  El apoyo se extendió a Mario Monti y “recomendados por cardenales influyentes los acompañaron durante su gobierno”, entre ellos, prominentes figuras del Opus Dei.

Opus Dei, Comunión y Liberación (CL), Focolares, Legionarios de Cristo y las tantas almas de la Iglesia se han convertido cada vez más estratégicas para incorporar fieles.  Ahora con Ratzinger, la Obra, el Opus, claro, consolida “su área de influencia” pudiendo contar con laicos amigos en el gobierno italiano y también en la cúpula de entes vaticanos, como el economista Gotti Tedeschi, presidente del IOR, la banca papal sacudida por escándalos.  Ratzinger recurrió a hombres del Opus cuando necesitó indagar el VatiLeaks, ese cúmulo de documentos que «reconoce la existencia de enfrentamientos y alianzas tanto en el presente como en el pasado, evidenciando a todos las miserias y ciertos humanos confines de la actuación de la orilla derecha del Tíber» (Nuzzi).

«Los legionarios de Cristo acaban comisariados después de las acusaciones de pedofilia y el alejamiento de su fundador Marcial Maciel», escribe Nuzzi.  Pese a la gravedad del caso, Benedicto XVI se negó a hablar del escándalo cuando realizó su viaje pastoral a México; los Legionarios entre el escándalo y el silencio, pierden adeptos fuertes.

¿Y el movimiento Comunión y Liberación (CL), tan adiestrado con Juan Pablo II, fortaleza de Lech Walesa y el Sindicato Solidaridad?  Cuenta Nuzzi que varios de sus representantes se ven implicados en las encuestas por corrupción y desviaciones de fondos a Italia, empezando por la quiebra del hospital San Rafael, la joya de la mitra sanitaria del Vaticano, y la red de cuentas corrientes de intermediarios de CL.

«La Iglesia no se administra con avemarías» se le atribuye a Paul Marcinkus, el arzobispo norteamericano que fue presidente del IOR (Instituto para las Obras Religiosas) entre 1971 y 1989.  Tres décadas después del affaire del Banco Ambrosiano que dejó al descubierto una intrincada trama de reciclaje de fondos sucios y lavado de dinero de la mafia, el VatiLeaks desnuda embrollos que atrapan en una maraña de acusaciones y sospechas a prelados de Roma.  En Los cuervos del Vaticano, sin editar en Argentina, Eric Frattini revela lavado de dinero, relaciones de altos miembros de la mafia siciliana con “el banco de Dios”.  En el Estado de la Ciudad del Vaticano, la realidad siempre supera a la ficción.  Pero, «sin justicia, ¿qué son los reinos sino una gran banda de ladrones?», dijo Benedicto XVI citando una frase de San Agustín en su primera encíclica Deus caritas est (2005).

Lo concreto es que luego de intervenciones judiciales italianas y numerosos artículos de prensa, Federico Lombardi, portavoz papal, declaró que «se está dedicando con gran empeño a asegurar la absoluta transparencia de las actividades del IOR y su respeto de las normas y procedimientos que permitan incluir a la Santa Sede en la Lista Blanca» del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional).

Las finanzas vaticanas no pasan por su mejor momento y la grave crisis económica europea tiene que ver: bajan las donaciones.  Pero suceden hechos contradictorios.  Uno es el caso del obispo Carlos María Viganò, titular de la Oficina de la Gobernación, una especie de Intendente de la Santa Sede, que fue “promovido” a la sede en Washington luego de exhibir balances con ganancias con respecto a su antecesor, porque desbarató negocios.  En 2010, la Gobernación dejó un superávit de 34.451.797 euros – contra un déficit de 7.815,183 del año anterior – pero Benedicto XVI no escuchó éxitos y súplicas y lo envió a Estados Unidos cuya Iglesia atraviesa por una crisis moral y financiera, con el destape de numerosos casos de pedofilia y resoluciones financieras de tribunales que deben atender.
No sólo de donaciones se integran los fondos fiduciarios.  En la Iglesia alemana, el país natal de Ratzinger, estalló el escándalo de la editorial Weltbild, un gigante con dos mil millones de euros de facturación y propiedad de las doce diócesis, que edita miles de títulos de publicaciones pornográficas y esotéricas, como La prostituta del abogado, Iglesia y erotismo, El conde porno, y otros ilustrativos.  «En los sagrados palacios, la cuestión retumba como una granada lanzada en un estanque… vista la dura condena a la pornografía», cuenta Nuzzi.  Gracias a los documentos del Vaticano se puede contar cómo se gestionó esta emergencia por parte de las más altas esferas incluso intentando vender el emporio, algo complejo en tiempos de crisis económica.  Se encontró un ardid con cambio de accionistas, pero el catálogo no se cambió.

Benedicto XVI se ganaba el sustento.  Recibía enormes ingresos por sus numerosos libros, uno de ellos, La infancia de Jesús (Planeta), que salió a la venta hace poco tiempo.  Las famosas audiencias privadas de los miércoles son una fuente muy estimable de ingresos.  Una foto con el Papa es bien cotizada.

El Vaticano ha actuado en diversas situaciones complejas con sus buenos oficios – liberación de presos suecos en Etiopía o en la resolución de ETA de terminar con sus acciones – y, en el pasado, en conflictos como el chileno-argentino.  La meta vaticana es ser un poder internacional y difundir urbi et orbi las actividades pastorales, políticas y económicas por los nuncios en cualquier país del mundo.  «Son nada menos que 179 representaciones diplomáticas esparcidas por todos los rincones de la tierra».  Se considera que la red diplomática del Pontífice «sólo va por detrás de Estados Unidos», deseo de «mantener una posición destacada en la escena geopolítica mundial».  En 1900 había una veintena de nunciaturas y desde los 70 hasta Benedicto XVI se han convertido en 179, según Nuzzi.

Lecomte revela que en febrero de 1917, al producirse la caída del zar, el secretario de Estado, cardenal Gaspari manifestaba «la admiración y alegría» del Sumo Pontífice por esa revolución.  Es que, bajo el zar, la situación de los católicos era difícil y acaso la nueva realidad le permitiría al Vaticano tener más fuerza frente a la Iglesia Ortodoxa.  Incluso la llegada de los bolcheviques al poder, suscitó más expectativas que rechazo y hubo encuentros entre las dos partes que la evolución de los acontecimientos enterró y convirtieron a los muros de Roma en puntal del anticomunismo.  No obstante, Benedicto XV, en 1922, frente a la hambruna rusa y ucraniana, hizo un llamado de solidaridad y ofreció ayuda que Lenin aceptó y más tarde en un hecho extraño se suscribió un acuerdo entre Roma y Moscú que tuvo alguna permanencia e ilusionó con la aceptación de obispos en el país de los sóviets.  Pero todo se hundió después de la muerte de Lenin.

Tanto despliegue diplomático no es proporcional a influencia.  Según Jorge Castro (Ñ 482), Ratzinger pretendía ubicar a la Iglesia como protagonista de la globalización e imponerse problemáticas de todo el mundo.  Por lo que se ve, ha tenido más eco el affaire por un discurso que irritó a los musulmanes o sus admoniciones contra el divorcio, aborto o matrimonio gay, a contramano de las tendencias culturales del mundo globalizado.  Eutanasia, aborto y matrimonio gay son, para el Papa, graves amenazas para la paz.

Los libros consultados no dan cuenta de reclamos especiales para acabar con el celibato, pero esa reivindicación corresponde a movimientos profundos en todo el mundo.  Nuzzi cuenta en cambio, lo que llama «el método Boffo, copyright del Vaticano».  Se trata del caso del ex director de la publicación católica Avvenire, Dino Boffo, acusado de homosexual por quienes querían sacarlo del medio y el Pontífice no lo auxilió.  Fue rehabilitado con un cargo en la TV del episcopado italiano «como compromiso vaticano sobre una cuestión que, después de haber producido enormes daños, podía acabar fuera de control».

La obsesión de Ratzinger era China, donde hay un obispado oficial (Asociación Patrística Católica) y otro clandestino, y no encuentra cómo romper este equilibrio que afecta a 67 millones de fieles, con incremento de 100 mil por año.  Benedicto XVI pedía en algún momento el reconocimiento entre la Iglesia oficial y la clandestina, pero paradójicamente considera que la Asociación Patriótica «continúa siendo irreconciliable con la fe católica».  Aparentemente, el secretario de Estado, Tarcio Bertone, es “más flexible” en el abordaje de los obispos “oficiales”.

Revela Nuzzi con los documentos sustraídos a mano que «en los sagrados palacios se teme (que el crecimiento chino) vaya acompañado por una difusión del nihilismo y del ateísmo presente en la doctrina y la cultura de los Estados».  Sus asesores laicos son conservadores y difícilmente lo pueden ayudar a comprender el mundo actual, menos aun con el lenguaje de “guerra fría” con que Benedicto XVI aborda el fenómeno chino y asiático en general.

Pese a algunos conflictos fronterizos, en Latinoamérica los Estados han preferido recurrir al Tribunal Internacional de La Haya, antes que a los buenos oficios del Papa como lo hicieron Argentina y Chile a finales de los 70.  El escaso prestigio del Vaticano actual y el hecho de que el catolicismo está en retroceso en América Latina, hace improbable que su diplomacia extendida juegue algún rol en los conflictos que afloran sobre el medio ambiente, derecho del mar, etc., que tienen tribunales propios y pertinentes.

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