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¿Santos de los Últimos Días... o Mormones?

¿Santos de los Últimos Días... o Mormones?

Tal vez, usted habrá visto en alguna ocasión a dos jóvenes, con el cabello bien recortado, limpios, rasurados, vestidos en ocasiones con pantalón azul oscuro, camisa blanca y corbata azul.  Otras veces luciendo vestido entero y sombrero.  Van caminando con paso rápido y enérgico por las aceras.

  Tienen un aspecto limpio y saludable.  Hay vehemencia en sus ademanes y determinación en su forma de caminar.  Cuando los ve aproximarse a la casa más cercana, usted piensa de inmediato, ¡misioneros mormones!

Ellos verdaderamente se encuentran en todas partes.  En las ciudades, en los suburbios, en pueblos pequeños, en poblaciones grandes, en las áreas metropolitanas densamente pobladas y en lugares rurales de pocos habitantes.  Pero... ¿Quiénes son estos mormones, tal como se les conoce popularmente?  ¿Qué creen?  ¿Qué es lo que persiguen?  ¿Cómo se originaron?

La Iglesia Mormona, o más exactamente la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tuvo sus raíces en la parte nororiental de Estados Unidos y se remonta a principios de los 1800.  Este fue un tiempo de gran fervor religioso.  El Gran Despertar, que comenzara en la década de 1740, bajo el liderato de hombres tales, como Jonathan Edwards, había pasado dejando tras sí muerte espiritual.  La guerra de la Revolución, dejó a Estados Unidos en un estado religioso descrito como el más bajo de su historia nacional.

La respuesta a esto fue el segundo Gran Despertamiento.  Las reuniones en el campo se convirtieron en la característica principal de este movimiento.  La religión emocional en la que las personas ladraban como perro y caían con ataques de espasmos incontrolables, pateando, era algo común.

Thomas F. O’Dea, escribe en su libro Los Mormones, que «Cuando Nueva Inglaterra se levantó por este segundo gran despertar espiritual volcando su urgencia de hermandad en actividades misioneras más allá de sus propias fronteras, el occidente de Nueva York recibió atención especial».  Los predicadores literalmente inundaron el área con Biblias, folletos y periódicos.  Evangelista tras evangelista visitó el área y cientos de personas fueron convertidas y vueltas a convertir, primero por un evangelista y luego por otro.  Cada uno asegurando, que su “marca” particular de religión era la verdadera.

Charles Finney había “incendiado” al país con sus llamadas, “Nueva medidas” y sus dramáticos métodos de reavivamiento.  Alexander Campbell estaba integrando sus Discípulos de Cristo, basado en el orden de cosas del Nuevo Testamento, en un intento por restaurar la Iglesia, para que volviera a capturar sus orígenes primitivos.  Los Shakers, Jemima Wilkinson o Wilkerson y otros habían establecido grupos comunitarios y había un énfasis creciente en que el hombre podía lograr por sí mismo la salvación eterna.  También estaban los “Perfeccionistas de Oneida”, los milleritas y los espiritualistas.  Tantas ideas prendieron en el área, que la misma era locamente conocida como “el distrito incendiado”.

Este era el mundo religioso, en el cual creció Joseph Smith Junior, cerca de Paimyra, Nueva York.  Joseph nació en Vermont, en 1805, hijo de unos labradores pobres de Vermont llamados Joseph Smith y Lucy Mack Smith.  Smith era aún muy joven cuando su familia se mudó a Manchester, en el Condado de Oneida, ahora Condado de Ontario, en el oeste del Estado de Nueva York, sólo tenía unos once años de edad.  Los Smith eran de sólida estirpe yanqui y habían estado en Nueva Inglaterra desde 1683.  Los Macks, los antepasados maternos de Joseph, eran descendientes de disidentes escoceses y estaban en Nueva Inglaterra desde 1669.

Joseph parece haber sido un joven adaptable y simpático.  Era inteligente y amante de la aventura.  Tal parece que cuando joven no estuvo muy interesado en la religión, pero no pudo escapar de ser influido por el furor religioso de los tiempos. Él no se asociaba con los jóvenes más “industriosos” de la villa.  Era conocido como un buscador de tesoros, intentando con esto suplir el ingreso familiar.

Usaba una especie de piedra adivinatoria, un cristal para localizar supuestos tesoros enterrados.  Muchas de las excavaciones eran llevadas a cabo durante la noche y los cazadores a menudo se veían frustrados por “influencias diabólicas” terminando por no adquirir el esperado tesoro.  Es obvio que durante su juventud se sintió atraído por el ocultismo.

Según su propio relato, Smith se sintió muy conmocionado por el conflicto religioso de su tiempo.  ¿Cuál de estos despertares religiosos era el correcto?  ¿Cuál representaba la verdad?  Aceptando literalmente las palabras de Santiago de que, “si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios... y le será dada”,Smith se retiró al bosque para pedirle sabiduría a Dios.  En ese tiempo tenía 15 años.  Luego de pasar un tiempo en oración, su petición fue respondida.

Estas son sus propias palabras registradas en su testimonio: «Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mí derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios los deseos de mi corazón.  Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó completamente, y surtió una influencia tan asombrosa en mí que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar.  Una espesa niebla se formó alrededor de mí, y por un tiempo me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.

     Mas esforzándome, con todo mi aliento pude pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y en el momento preciso en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción - no a una ruina imaginaria - sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible, que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser, precisamente en este momento de tan gran alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza, y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

     Ni bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado.  Al reposar sobre mi la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción.  Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: ‘¡Éste es mi Hijo amado: Escúchalo!’».
Smith recibió el consejo de no unirse a ninguna iglesia, porque todas estaban en error.  El personaje que le habló le dijo que «todas eran una abominación a su vista» y que esperara, porque le iba a ser confiada una labor muy importante para el futuro.

Las láminas de oro

Luego siguieron una serie de supuestas revelaciones, las que culminaron en 1820, con la visita del ángel Moroni, el hijo de Mormón.  Moroni le habló a Joseph de unas planchas de oro con escritos significativos, ocultas en una pequeña colina cerca de Paimyra, lugar que hoy se llama Colina Cumorah.

Moroni le contó a Smith, que él había ayudado a redactar y luego a enterrar una historia escrita en láminas de oro por su padre mormón, acerca de un pueblo antiguo descendiente de Israel, que vivió y murió en Norte América.  Le dijo a Smith, que Cristo había aparecido ante este pueblo después de su resurrección para establecer la iglesia, pero que el conocimiento del evangelio se había perdido en una gran guerra fratricida.  Dios había escogido a Smith para recuperar estas láminas y traducir sus historias con las piedras del vaticinio, para así resucitar la iglesia y prepararla para los últimos días antes del Segundo Advenimiento.

Dice textualmente en el libro Cristo en América, escrito por el élder Mark E. Petersen, del Consejo de los Doce: «El gran Dios Blanco de la antigua América vive aún.  Su existencia se ha convertido en una realidad por medio de los descubrimientos y documentos de arqueólogos e historiadores.  El misterio que, por tanto tiempo se cubrió como un velo las enigmáticas tradiciones de los indígenas, ahora cede paso a la investigación moderna y a documentos recién descubiertos, pero de fecha antiquísima, los cuales dejan a la vista con gran claridad las características de este Dios y sus obras en el hemisferio occidental.

     ¡Sin duda, este Dios existió!  De acuerdo con los descubrimientos de los eruditos en este campo, vino al hemisferio americano mucho antes de la época de Colón, enseñó su religión verdadera a los antiguos, resucitó a algunos de sus muertos, sanó a muchos de sus enfermos, les enseñó métodos nuevos y más eficaces de agricultura, y estableció un gobierno de igualdad y paz.

     Llegó repentinamente de una manera sobrenatural, y en igual forma partió.  Los antiguos creían que era el Creador, venido a la tierra en forma humana».
A Smith se le prohibió remover estas planchas de oro de su lugar de escondite hasta el momento en que Dios le dirigiera para hacer esto.  También se le enseñó los medios “mágicos” por medio de los cuales podría interpretar y traducir el mensaje escrito en esas planchas, valiéndose de las piedras del vaticinio.  Sólo después que pasaron cuatro años más, durante los cuales Joseph pasó por un tiempo de tentaciones y pruebas, se le permitió tomar posesión de las planchas.

En 1827, Joseph estaba casado con Emma Hale, una joven de la vecindad.  Fue poco después de su matrimonio que tuvo otra visión, en la cual, según él, se le dio permiso para tomar las planchas y traducirlas.  Fue así cómo el 22 de septiembre de 1827, extrajo las láminas doradas, las piedras del vaticinio llamadas Urim y Tumim, y la coraza pectoral a la que estaban atadas.

Smith presuntamente causó sensación cuando trajo a su hogar las láminas, las cuales estaban cubiertas con jeroglíficos parecidos a los de los egipcios.  Para evitar cualquier hostigamiento, Smith y su esposa Emma se trasladaron a Harmony, Pennsylvania, para traducir las láminas, documentos que más tarde llegaron a ser conocidos como, El Libro del Mormón.  Sin embargo, tuvieron que pasar muchos meses y muchas dificultades, antes que la traducción fuera concluida en junio de 1829.

Smith se colocaba las piedras en el sombrero y acercaba éste a su rostro para simular oscuridad.  Entonces aparecía una señal, como si estuviera en el pergamino, acompañada por la traducción en inglés.  Smith le leía la traducción a Cowdery, quien la anotaba y después otra palabra aparecía en el sombrero.  Moroni supuestamente recuperó las láminas y las piedras preciosas con muchas láminas aún selladas.

Surgieron dificultades adicionales para poder imprimir el libro.  Se hicieron amenazas en contra de Joseph y en contra de una imprenta que estuvo de acuerdo en publicar el documento.  Finalmente un amigo, Martín Harris, vendió parte de su granja para que se comenzara el trabajo de impresión.  A principios de 1830, El Libro del Mormón se convirtió en una realidad.

     «¡Aquí está una nueva ‘biblia’», declaró Smith, «traducida milagrosamente de unas planchas de oro!».  Aquí estaba una nueva revelación para suplir las demandas de una sociedad cambiante y poner “la religión al día”.  ¡Aquí estaba la “palabra final” para completar la confusión religiosa del día!

Una iglesia fundada

Durante los tres años aproximados que se necesitaron para traducir las planchas de oro al inglés, tuvieron lugar otros dos eventos de importancia.  Se dice que en un acontecimiento ocurrido en mayo de 1829, Joseph Smith, junto con un compañero, Oliver Cowdery, recibieron el sacerdocio Aarónico de Juan el Bautista.  En otra fecha algo incierta, estos mismos hombres aseguraron haber sido visitados por Pedro, Santiago y Juan.  De los apóstoles recibieron el sacerdocio de Melquisedec.

Es en estos dos sacerdocios que descansa el poder oficial de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.  En el sacerdocio está la autoridad para predicar, enseñar, bautizar y realizar los muchos otros actos y ordenanzas que son parte del sistema religioso mormón de creencias y prácticas.  El poder para ejecutar estos sacerdocios es recibido por la imposición de las manos y es pasado de la misma manera.

     El Libro del Mormón, el sacerdocio Aarónico y el sacerdocio de Melquisedec, constituyeron la fundación sobre la cual se organizó la nueva iglesia.  Joseph Smith logró reunir algunos seguidores mientras estaba traduciendo El Libro del Mormón.  Confiaba profundamente en la revelación directa de Dios para solucionar varios problemas que surgieron durante los años formativos.

Para el tiempo en que se organizó la iglesia, el fundador aseguraba haber recibido no menos de 20 revelaciones, que abarcaban desde unos pocos versículos hasta 84.  Siguiendo la supuesta revelación directa, según el libro Doctrinas y Pactos, la incorporación formal de la iglesia tuvo lugar el 6 de abril de 1830, teniendo las seis firmas de varones que requería por la ley el Estado de Nueva York.

En la reunión de incorporación se supo de otra revelación, en la cual se nombraba a Joseph Smith Junior, como “el vidente, traductor, profeta y apóstol de Jesucristo, un anciano de la iglesia”. Oliver Cowdery fue dirigido para ordenar a Joseph Smith como tal.  La revelación, además, instruía a Joseph Smith a ordenar a Oliver Cowdery como “un anciano de esta iglesia de Cristo”.  Después de la administración del sacramento, de la cena del Señor, los otros hombres presentes recibieron el otorgamiento del Espíritu Santo y la membresía en la iglesia a través de la imposición de las manos.

Comienza la persecución

Aunque «El Libro del Mormón fue la catapulta que lanzó a Joseph Smith hasta un lugar en el sol», el sendero no estaba todo iluminado ni el camino era fácil.  Por cada persona que bautizó, muchos recordaban su pasado como cazador de tesoros.  Le veían sólo como un fraudulento y endurecido blasfemo.  Se expidieron varias órdenes de aprehensión que lo obligaron a presentarse en la Corte; fue acosado por sus actividades religiosas y la desgracia sobrevino sobre toda la familia Smith.

El padre de Joseph fue puesto en prisión acusado de deudas.  La quiebra lo dejó sumido en la ruina y hasta Emma, la esposa de Joseph estaba llena de dudas y de miedo por las amenazas hechas en contra de su esposo, rehusó convertirse en “miembro” oficial de la iglesia y urgió a Joseph a regresar al cultivo de la tierra, la única seguridad para el matrimonio de ambos.

Un buen ejemplo del uso que hizo Joseph Smith de la “revelación”, es la respuesta que recibió sobre la preocupación de Emma.  “Dios” supuestamente le dijo: «Presta atención a la voz del Señor tu Dios, mientras te hablo a ti, Emma Smith, mi hija... tú eres una dama elegida a quien yo he llamado.  Murmura no debido a las cosas que tú no has visto... Y el oficio de tu llamado será para consuelo de mi siervo, Joseph Smith, Junior, tu esposo, en sus aflicciones y con las palabras consoladoras, en el espíritu de humildad... No tengas temor, porque tu esposo te apoyará desde la iglesia... adhiérete a los pactos que has hecho.  Continúa en el espíritu de humildad y cuídate del orgullo.  Que tu alma se deleite en tu esposo...».

A pesar de un “mensaje tan claro” y una amenaza tan directa, Emma no dio su consentimiento para unirse a la iglesia hasta que transcurrió otro mes.  Con ese logro, Joseph abandonó el cultivo de la tierra para siempre.

Una amenaza momentánea de parte de Oliver Cowdery e Hiram Page contra la autoridad de Joseph en la iglesia, fue fácilmente eliminada por otra revelación: «He aquí, te digo a ti, Oliver... nadie ha sido designado para recibir mandamientos y revelaciones en esta iglesia, excepto mi siervo Joseph Smith, Junior, porque él las ha recibido tal como Moisés... Y nuevamente tú deberás tomar a tu hermano, Hiram Page, entre él y tú solos, para que le digas que esas cosas que él ha escrito de esa piedra, no son de mí, y que Satanás lo engañó».

Más que familia

La iglesia mormona ha trabajado en forma diligente y con mucho éxito no sólo para proyectar una imagen mundial de una completa familia, sino para presentarse a sí misma como la única representante verdadera del cristianismo sobre la tierra.  Aunque la mayoría de las personas rechazan este reclamo como extravagante, ellos quedan con la impresión de que el mormonismo es simplemente una forma extrema del cristianismo fundamentalista.

Nada está más lejos de la verdad.  El mormonismo por el contrario, es una forma modificada de paganismo, el cual es cuidadosamente camuflado con una fachada de terminología cristiana, que incluso engaña a los propios mormones.  El paganismo es la religión naturalista universal de la raza humana.  Usualmente involucra comunicación con los espíritus, una jerarquía de muchos dioses y el apaciguamiento de esos seres poderosos mediante rituales ocultistas que, supuestamente otorgan la habilidad para manipular las fuerzas inherentes en la naturaleza.

Paganismo, mormonismo y la caída del hombre

Por extraño que pueda parecer, en lugar de sentirse avergonzados por el hecho obvio de que el mormonismo es el paganismo revivido, los líderes mormones destacan este hecho.  Milton R. Hunter, una autoridad entre los mormones, dice en la página 110 de su libro, El evangelio a través de las edades: «Los profetas mormones han enseñado de continuo la sublime verdad que Dios el Padre Eterno fue una vez un hombre mortal... Él llegó a ser Dios, un ser exaltado, mediante obediencia a las mismas verdades eternas del Evangelio, que a nosotros se nos da hoy la oportunidad de obedecer.  Las Religiones Misteriosas, los paganos rivales del cristianismo, enseñan de manera enfática la doctrina de que ‘los hombres pueden llegar a convertirse en dioses».

     Hermes declaró: ‘Nosotros no debemos empequeñecernos al decir, que un hombre sobre la tierra es un dios mortal, y que Dios en los cielos es un hombre inmortal’.  Este pensamiento se asemeja mucho a las enseñanzas del profeta Joseph Smith y al del presidente Lorenzo Snow».

Vemos entonces, que el mormonismo abiertamente se sitúa con esos que sus propios líderes identifican como «paganos rivales del cristianismo».  La creencia central tanto en el mormonismo como en el paganismo, es el antiguo sueño de que los hombres pueden convertirse en dioses.  El Señor Jesucristo le llamó a Satanás “mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8:44).

Él no pudo concebir otra mentira más grande que esa que los seres humanos pueden llegar a ser dioses.  Eva fue engañada por la serpiente al ofrecerle la divinidad.  Adán no fue engañado, a pesar de todo se unió a la rebelión instigado por el que sedujo a Eva, porque no deseaba perder a su esposa, “Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:14).

La Biblia deja claro que este pecado destruyó la relación de Adán y Eva con Dios, acarreando con esto la muerte espiritual y finalmente la muerte física sobre ellos y sus descendientes.  “Por lo tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12).

No obstante, ninguno de nosotros puede quejarse, porque cada uno en diferente forma se ha revelado en contra de Dios y todos merecemos el castigo, “Porque la paga del pecado es muerte...” (Ro. 6:23).

En contraste con las enseñanzas consistentes de las Escrituras judeo-cristianas, las tradiciones pagano-ocultistas, consideran el engaño de Eva como una bendición disfrazada.  Esto supuestamente hizo posible que Adán y Eva tuvieran hijos y abrió la puerta hacia la divinidad para ellos y para sus descendientes.

Sterling W. Sill, Asistente del Concilio de los doce Apóstoles, expresó el acuerdo del mormonismo con la mitología pagano-ocultista, cuando dijo, en la página 7 de la publicación Deseret News, del 31 de julio de 1957: «Adán cayó, pero cayó en la dirección correcta... hacia la meta... se desplomó en dirección hacia arriba».
En la doctrina de la Iglesia de los Santos de los Últimos días, la antigua mentira que destruyó a la raza humana se ha transformado para convertirse en una verdad central.  Es proclamada a grandes voces por las autoridades principales de los mormones una y otra vez.  El presidente Joseph Fielding Smith, declaró estas palabras registradas en la página 113, del volumen uno de las Doctrinas de la salvación, dijo: «La caída del hombre llegó como una bendición en disfraz... Yo nunca hablo de la parte que desempeñó Eva en esta caída como un pecado, tampoco acuso a Adán de pecado... Nosotros difícilmente podemos mirar como pecado, a algo que trajo tantos beneficios...»

Habiendo aceptado la caída del hombre tanto necesaria como benéfica, los mormones al igual que los paganos honran la mentira con que fuera engañada Eva y ávidamente buscan esa divinidad prometida por la serpiente.  El propósito central del ocultismo es alcanzar el poder, para controlar varias técnicas sicoespirituales que llevan a la “realización” de esa divinidad que prometiera la serpiente.  El mormonismo tiene su propia fórmula que involucra rituales secretos que deben ser ejecutados en forma repetida en el templo mormón, pero la misma se deriva básicamente de las antiguas tradiciones paganas.

Dioses en embriones, espíritus a la espera

El mormonismo declara que todos nosotros somos «dioses en embrión» no creados, quienes eternamente hemos estado avanzando en dirección ascendente en varias formas y etapas de desarrollo siempre superior en el reino espiritual.  Dice Bruce McConkie en la página 117 del libro Doctrina Mormona, que aunque literalmente somos hijos e hijas de “Una Madre y Padre Dios”, por alguna razón inexplicable no somos dioses por nacimiento, sino que se nos requiere venir a esta tierra para tomar un cuerpo físico humano a fin de demostrar si somos dignos de la divinidad.

También leemos en la página 306, del volumen VI de la Historia de la Iglesia: «Un número infinito de nuestros antepasados espirituales han ganado exitosamente su completa divinidad en esta misma forma y ahora gobiernan como dioses y diosas sobre un número incalculable de mundos como el nuestro».
A pesar de que las partes más lejanas del universo están ahora supuestamente habitadas por dioses y diosas con cuerpos físicos resucitados que fueron en un tiempo mortales, el mormonismo enseña en la página 87, de una de sus publicaciones, que todavía hay multitudes de espíritus completamente adultos que están allí esperando por cuerpos para habitarlos a fin de que ellos también puedan ser dioses.

El señor Joseph Smith enseñó que “posiblemente no hay mayor pecado” que cualquier forma de control de la natalidad.  Es por esta razón que cada pareja fiel mormona debe tener tantos hijos como sea posible.  Sólo entonces pueden esos espíritus que están esperando venir a la tierra, alcanzar su plena y legítima deidad.

Aunque incapaces de recordar cualquier cosa acerca de una fabulosa “preexistencia” en el mundo espiritual, cada mormón verdadero debe a pesar de todo creer en ella, ya que ha jurado apoyar al padre fundador del mormonismo, el profeta Joseph Smith.  Fue Smith quien aseguró haber recibido revelaciones acerca de este estado premortal de dioses-hombres, quienes supuestamente nos pusieron aquí y viven en un planeta distante cerca de una estrella gigantesca llamada Koiob.

Según Joseph, uno de sus visitantes extraterrestres, un dios-hombre con un cuerpo físico, algunas veces llamado Elhoim, aseguraba ser el propio Padre de los espíritus de todos los humanos, y afirmaba que habíamos vivido con él en su planeta-hogar antes de ser enviados a la tierra.

Para apoyar su doctrina de la preexistencia usan este texto de la Escritura que dice: “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.  Y dicen en el librito: El Plan de Salvación, “Preguntémonos a nosotros mismos, cómo sería posible volver a un lugar, punto o localidad donde nunca hubiésemos estado. ¿Cómo podemos volver a Dios a menos que hubiésemos estado ya en su presencia?  Es inevitable la lógica conclusión de que para volver a él, debimos haber gozado ya de su compañía, la cual debe haber sido en un estado preexistente, antes de ser revestidos con este cuerpo de carne y huesos”.

Pero... ¿Por qué no recordamos nada de esta supuesta preexistencia?  Uno de los primeros mormones, el apóstol Orson Pratt, dice en el volumen XVI, página 334 de la publicación Diario, de discursos: «Cuando todos estos espíritus fueron enviados desde los mundos eternos, ellos a no dudar, no eran infantes, pero cuando entraron al tabernáculo infante [es decir, el cuerpo], estaban en necesidad, la misma que tuvo nuestro Señor y Salvador, de reducirse o rebajarse en tamaño para que así los espíritus de ellos pudieran estar encerrados en tabernáculos infantes...’

     Cuando el hombre entra en un cuerpo de carne, su espíritu está tan comprimido y contraído en la infancia que olvida su antigua existencia...»
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enseña en la página 3, de la publicación The Ensign, páginas: 37, 38, 50 y 54 de la publicación The Seer, que fue en ese mundo preexistente que Jesús y Lucero, “dos hermanos” mayores, hijos sexualmente engendrados por Dios, tal como nosotros, contendieron ante “el concilio de los dioses” por el honor de convertirse en salvador de la humanidad.  El plan propuesto por Jesús fue aprobado por el voto mayoritario del concilio.  En su furia, Lucero arrastró a un tercio de los hermanos y hermanas, y se rebeló en contra de la decisión del concilio. Él entonces se convirtió en el diablo y sus seguidores en los demonios.

El mormonismo cree en esta fábula asombrosa debido al testimonio de Joseph Smith, a quien consideran un verdadero profeta inspirado por la visita de un dios-hombre.  Esos que tienen alguna duda es muy probable que no sean admitidos, porque tal cosa les costaría su pasaporte al cielo.  La mayoría de los mormones descansan felizmente en su confianza del asombroso y eterno futuro que Joseph Smith les prometió, el cual es tan incierto como el fabuloso pasado eterno descrito por él mismo.

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