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El próximo Presidente de Estados Unidos

  • Fecha de publicación: Viernes, 30 Septiembre 2016, 10:35 horas

Sea cual fuere el candidato presidencial que sea elegido en Estados Unidos, este país será el único perdedor, porque su secularización y paganización continuará y no se detendrá. 

Estados Unidos nunca volverá a ser una gran nación, mientras continué asesinando diariamente a tres mil niños que aún no han nacido y siga inundando al mundo entero con pornografía, blasfemia, películas y programas de televisión violentos e inmorales.  Este país se ha convertido en el contaminador moral del planeta y la única preocupación de su pueblo y líderes políticos es la economía y los puestos de trabajo.

 Son incapaces de enfrentar la verdad: de que Dios no va a bendecir la economía, mientras continúen ignorando y despreciando a Él y a su Palabra.

Están cosechando lo que han sembrado. Se están enfrentando a una elección entre una humanista deshonesta, incapaz de decir la verdad cuando tiene que hacerlo y un hedonista hambriento de poder, ego-maníaco con una boca de letrina, y un estilo de vida pervertido y disoluto.

 El doctor Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky, en un editorial reciente, presentó una observación detallada sobre la forma cómo han decaído los valores morales de esta nación.

  Señaló que durante la campaña presidencial de 1976 entre Jimmy Carter y Gerald Ford, los líderes evangélicos de Estados Unidos se indignaron cuando el señor Carter se convirtió en el primer candidato presidencial en la historia, en conceder una entrevista para la revista Playboy.

Cuarenta años más tarde, nos encontramos con líderes evangélicos reconocidos, que están apoyando abiertamente la candidatura presidencial de Donald Trump - ¡un hombre cuya fotografía con las famosas “conejitas de Playboy” fueron la portada de esta misma revista!

  Una vez más, independientemente de quién gane las elecciones, Estados Unidos continuará desintegrándose.  La única pregunta que nos queda es: ¿A qué velocidad?  Si triunfa la señora Clinton, el descenso hacia las tinieblas se acelerará, porque es una mujer “que le llama a lo malo bueno y a lo bueno malo”.  Y si es el señor Trump, la desintegración tal vez pueda ser un poco más lenta, pero continuará, porque... ¿Qué cosa buena puede provenir de un líder inicuo?

Como ya hemos dicho en repetidas ocasiones antes: La única esperanza para Estados Unidos es el Señor Jesucristo.  Y eso quiere decir que esta nación no tiene ninguna esperanza, porque le ha dado la espalda a Jesús. Han abandonado al mismo que los bendijo tan poderosamente. Han entregado el corazón de la nación al dios del dinero, y en el proceso, se convirtieron en materialistas, hedonistas, en  gente codiciosa que clama por el juicio de Dios.

En el primer capítulo de la epístola a los Romanos, Pablo revela cómo Dios trata con un pueblo rebelde.  Primero da un paso atrás.  Baja el cerco de protección y permite que el mal prospere. “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos.  Amén.” (Romanos 1:24–25).  El resultado de esa acción fue el estallido de una revolución sexual, lo cual ya tuvo lugar en la década de 1960.

Si la nación o la humanidad rehúsa arrepentirse, Dios retrocederá otro paso, bajará el cerco de protección una vez más y se desatará la plaga de la homosexualidad.  “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:26–27). Eso ocurrió en Estados Unidos, la nación más cristiana del mundo en la década de 1980, se aceleró en 1990 y llegó a su clímax en el año 2003, cuando la Corte Suprema derogó todas las leyes en contra de sodomía y legalizó el comportamiento homosexual.

Si la nación persiste en su rebelión, Dios dará un tercer paso, bajará el cerco de protección un poco más y la nación será entregada a una mente reprobada.  “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:28–32).  A eso fue donde ya llegaron el 26 de junio del 2015, cuando la Corte Suprema legalizó la abominación del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Los días de gloria de esta nación han concluido.  Su ocaso es inminente.  Ningún político puede hacerla grande otra vez, excepto el Señor Jesucristo a quien han rechazado.  Ya no están marchando hacia Sión, sino que se precipitan en una carrera desbocada hacia la destrucción.

  A nadie le gusta escuchar tales palabras.  Desde el principio del tiempo, las personas han odiado las voces proféticas que les proclaman la verdad.  Nosotros no estamos diciendo que somos profetas y que Dios nos da mensajes especiales, sino que sólo repetimos lo que dice su Palabra, y lo que enseña respecto a las naciones rebeldes.

 Los estadounidenses podrán votar por el menor de los males, pero se engañan si creen que con esto estarán salvando a la nación.  Porque “el menor de los males” bien puede convertirse “en el mayor de los engaños”.

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