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El caballo de troya

El caballo de troya

 “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15).

El derrocamiento de la ciudad de Troya

Por diez largos años el asedio de Troya continuó. Algunas veces los troyanos derrotaban a los griegos y los hacían retroceder hacia el mar, y en otras ocasiones los griegos empujaban a los troyanos hacia su ciudad. Entonces dijo Odiseo, el astuto griego. ‘Si no podemos tomar a Troya por la fuerza, lo haremos con astucia’,...y así lo hicieron.

Esto que acabo de mencionar es una breve porción tomada de la Troya, la desafortunada ciudad que fue derrocada y destruida por sus enemigos más encarnizados, los griegos. La astucia de los griegos en el audaz derrocamiento de Troya, ha sido considerada en la historia legendaria como una de las mayores perfidias jamás llevada a cabo, convirtiéndose en una especie de alegoría, para referirse al derrocamiento del enemigo mediante la infiltración. Para esos que no están muy familiarizados con la historia, permítame resumírsela muy brevemente. Fue así... Después de diez largos años en que no había ganador, los griegos se dieron cuenta que la única forma como podían derrotar a Troya sería valiéndose de astucia y habilidad, no por la fuerza. Se decidió que seguirían el plan de Odiseo y que construirían un gigantesco caballo de madera. Cuando el caballo estuviera listo, dejarían un espía, quemarían sus campos y luego pretenderían que abordaban sus embarcaciones, desplegaban las velas y partían para su casa, dejando a los troyanos con el caballo y con un espía para que contara la historia. Fue así como hicieron el caballo y dentro de él se escondieron Odiseo y los mejores guerreros griegos, su entrada fue cuidadosamente cubierta y finalmente se hicieron todas las preparaciones. En un tiempo predeterminado se le prendió fuego al campamento, los griegos abordaron sus embarcaciones y procedieron a desplegar sus velas para partir a casa, todo ante la mirada hasta cierto punto confundida de los troyanos, quienes los observaban desde sus muros fortificados. Los troyanos no perdieron tiempo y se apresuraron a acercarse al monstruoso caballo de madera, dejándose ganar por su curiosidad. Acuclillado debajo del caballo se encontraba Sinon el griego. En principio Sinon pretendió que no iba a decir nada, pero después de una golpiza les confió el mensaje falso maquinado previamente, “De que el caballo había sido construido por los griegos en honor a la diosa Atenas”, añadiendo: “Le pidieron a la diosa que los llevara a salvo en sus embarcaciones, iban a sacrificarme a ella, pero escapé y me escondí debajo del caballo, desde donde no se atrevieron a sacarme arrastrado, fue así como me dejaron pensando que moriría en manos de los troyanos”. “Pero... ¿Por qué hicieron el caballo tan grande?”, preguntaban los troyanos asombrados. “Tenían miedo que si no lo hacían así, ustedes lo arrastrarían y lo llevarían a la ciudad”, replicó Sinon. “Sabían que si tal cosa ocurría Atenas se enfurecería y enviaría una tormenta que destruiría sus embarcaciones”. Los ingenuos troyanos creyeron la historia de Sinon, y sin hacer alboroto adicional, procedieron a dispersarse y agrandar la abertura de las puertas de la ciudad a fin de que hubiera espacio suficiente para poder meter adentro el gran caballo de madera. El resto de la historia sigue diciendo, que los troyanos debido a su gran fortuna y nueva libertad, comenzaron a festejar, a divertirse y “Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra”(Dn. 5:4), tal como hiciera el rey Belsasar la noche memorable en que cayó el reino de Babilonia.

Después de mucha borrachera y juerga, los troyanos sucumbieron víctimas del sopor, pero muy poco sabían que habían estado celebrando el día de su propia muerte, y como el antiguo rey Belsasar, se estaban engordando para la matanza. Sinon esperó pacientemente el momento de la traición planeada en forma tan inteligente y hábil y ahora había llegado, como dijo el Señor Jesucristo en su parábola, “mientras dormían los hombres”. Primero se encendió una luz aquí, luego allá y al mismo tiempo se dio la señal y una puerta especie de escotilla se abrió debajo del gran Caballo de Troya. Odiseo y sus hombres estaban afuera ante las puertas sin que siquiera el primer troyano se advirtiera que se avecinaba la traición. Los griegos habían regresado en sus embarcaciones sin ser notados, amparados por las sombras de la noche y estaban esperando a las puertas cuando el valiente Odiseo y sus hombres las derribaron para abrirlas. Así la ciudad de Troya fue saqueada, y como la historia en Nehemías 1:3 “el muro... (fue) derribado, y sus puertas quemadas a fuego”. Ni un solo troyano quedó vivo, la mayoría de ellos, soldados avezados fueron asesinados mientras dormían, ¿y a quién podían culpar? ¿Acaso no fueron ellos mismos quienes derribaron los muros y llevaron al enemigo adentro? Pero... ¿Qué era ese caballo que el enemigo abandonó?

 

Nuestros hogares y la ciudad de Troya

Sin necesidad de tener mucha imaginación, nuestros hogares cristianos podríamos compararlos con la ciudad de Troya, y nosotros, los cristianos en el hogar, como los propios troyanos. Como ellos, somos personas que estamos al tanto de la realidad de la guerra, aunque la nuestra sea espiritual, pese a todo es guerra, y una continua. Los intereses son altos, porque si perdemos la batalla la ciudad terminará por quedar destruida e incluso nuestra propia vida.

Nuestro enemigo, como Odiseo y los griegos hace mucho tiempo, se dio cuenta que la batalla por lo menos en esta ocasión, no se ganará por confrontación abierta y asalto, sino más bien por infiltración, introduciendo a alguien que luciera como un “amigo” en el interior. Nuestro enemigo, siendo quien es, es de hecho el padre de la mentira y la traición. “Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8:44). Su método es el engaño sutil y la mentira, es “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...” (Ap. 12:9).

La infiltración siempre ha sido la especialidad de Satanás, por eso pensó y planeó, cuidadosa y astutamente una estrategia para ganar entrada en los hogares cristianos. Mediante un Caballo de Troya del día moderno, Satanás ha ganado acceso a la mayoría de hogares cristianos y tristemente la historia luce muy parecida a la de los días de Troya. El caballo se yergue en un lugar central, colocado estratégicamente para que todos lo vean y lo admiren, mientras los espectadores encantados están lamentablemente inadvertidos de los instrumentos de muerte que están ocultos dentro de su impresionante estructura. Los troyanos vieron el caballo como un objeto que debía venerarse y admirarse, ciertamente era impresionante contemplarlo, hacía que el ego se sintiera bien, al verlo allí en todo su esplendor, como una especie de símbolo de su inteligencia superior ante el enemigo derrotado, así pensaban ellos. Y así, “Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Ro. 1:22), porque se olvidaron que “Un enemigo ha[bía] hecho esto” (Mt. 13:28). “¡Oh troyanos insensatos! ¿quién os fascinó...?” (Gá. 3:1), ¿acaso no fue vuestro enemigo, el astuto Odiseo quien hizo el caballo y a qué precio? “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3).

Las similitudes entre el trágico derrocamiento de la ciudad de Troya y la aún más trágica caída de muchos hogares cristianos, son demasiado obvias para ser pasadas por alto. Satanás hace ya mucho tiempo que aprendió, que la confrontación directa con personas llenas del Espíritu Santo, inevitablemente lo pone en una desventaja marcada. Lea cuidadosamente la historia de los hechos maravillosos de Dios con su pueblo, particularmente a través del libro de Hechos de los Apóstoles y verá que esto es cierto. Por ejemplo, dice en Éxodo 1:12 refiriéndose al pueblo de Israel bajo persecución en Egipto. “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel”. Y ese es el mismo principio que vemos claramente a través del libro de Hechos. Entre más la iglesia era confrontada y atacada abiertamente, más prosperaba y crecía.

Para nuestro detrimento espiritual, es muy poca la oposición exterior o confrontación que debemos enfrentar hoy, podemos considerarlo como bendición, pero trágicamente para muchos de nosotros, es de hecho una gran maldición. Hemos fallado en discernir la presencia del enemigo que tenemos en el interior. Cuando toda la oposición externa cesa, el pueblo espiritual de Dios haría muy bien en redoblar sus esfuerzos para velar y orar, “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Co. 2:11). ¿O será acaso que las ignoramos? Porque si no es así, ¿cómo es entonces que el enemigo se ha infiltrado en nuestros hogares? Se ha dicho respecto al asedio de Troya, que una pequeña minoría se opuso en forma implacable a que permitieran que el Caballo de Troya lo llevaran hasta el interior de la ciudad, asegurando que “podían detectar el olor del enemigo”. Sin embargo, esta minoría fue ridiculizada y despreciada por su ignorancia y mentalidad estrecha, sus súplicas ante el populacho fueron acalladas. La impresionante naturaleza y belleza del caballo había “cautivado” a los troyanos, ¡e iban a conservarlo cualquiera fuese su costo! ¿No le suena todo esto familiar?

 

La televisión es un tema muy delicado

Cualquier mención que se le haga a la mayoría de cristianos, de los peligros inherentes en la televisión, trae consigo una hueste de razonamientos, argumentos y protestas, exponiendo sus muchas virtudes y haciendo una sólida defensa por la continuación de su existencia. Dicen que es el aparato más maravilloso y virtuoso, capaz de hacer toda clase de cosas para el mejoramiento y progreso social de nuestras familias. Algunos se sienten horriblemente insultados y ofendidos, incluso se enfurecen cuando se les hace alusión a la naturaleza cuestionable de ver televisión. Los cristianos que no tienen televisor y tratan de animar a otros para que se deshagan de los suyos, los llaman y consideran necios, de mente estrecha, orgullosos, santurrones y otra serie de obscenidades puritanas. El no tener o tolerar la televisión, lo coloca a uno en la categoría de ser un fanático y desconsiderado con las necesidades de la familia. También se interpreta como orgullo espiritual y como querer mirar por encima de la nariz espiritual a quienes optan por tener uno. Esa es una reacción típica que hay que esperar en un día de apostasía y ceguera espiritual. “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is. 5:20), es la respuesta de Dios por medio del profeta a una reacción tan antibíblica.

Retrocediendo a nuestro punto original, la carencia de algo que se asemeje a oposición externa, nos ha impedido que nos advirtamos de que “mientras dormía(mos)” (Mt. 13:25), hubo un cambio de táctica. De que la estrategia cambió de una confrontación abierta, a esa de infiltración sutil. La amenaza mayor ya no es desde afuera, sino desde el interior. Nos encontramos viviendo en la era de Laodicea, la edad de la apatía, de la indiferencia, de la auto complacencia, de la sabiduría humana y el orgullo de la vida, todo esto a expensas de una relación correcta con Cristo, quien según Apocalipsis 3:20, “est(á) a la puerta...”, excluido debido a “esta sabiduría [que] no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Stg. 3:15).

Pero, entonces... ¿Qué tenemos que hacer con la televisión? Muy simple, la televisión es el vehículo, el medio de que Satanás se está valiendo para infiltrarse en nuestros hogares. Es el amigo que Satanás tiene en el interior, su Caballo de Troya, si así lo prefiere. El hogar, desde los días de Adán y Eva, ha sido la institución escogida por Dios para revelar su gloria y propósito a la humanidad, así fue, y así es en este día. Es un lugar santo, bendito, en donde el padre, la madre y los hijos viven juntos en amor y disciplina, bajo la autoridad directa y bendiciones de Dios, conforme revela su voluntad a ellos mediante su Palabra escrita, la Biblia. El hogar debe ser un santuario en donde todos los miembros de la familia sin influencias e interrupciones exteriores puedan crecer juntos en gracia y en conocimiento del Señor Jesucristo. También es el lugar en el que estamos libres de todas las tentaciones y perversidades.

David dijo en Salmos 101:2b: “En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa”. Un hombre sólo se encuentra muy cerca de Dios, cuando se encuentra en su propia casa. Cuando está alejado de la presión de los hermanos cristianos, que lo hacen comportarse como alguien que en realidad no es. El único lugar en el Nuevo Testamento en donde se nos ordena explícitamente que seamos llenos del Espíritu Santo, aunque se infiera en otros lugares, es en el contexto de la relación familiar y en la vida del hogar. Como leemos en Efesios 5:18-33: “ No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.

He dicho todo esto para dejar claro una cosa: El hogar es el lugar en donde verdaderamente somos lo que somos delante de Dios. No hay máscaras en el hogar. Por eso es el lugar de verdadera evaluación espiritual. Y porque es así, el hogar es el sitio que Dios ha escogido para trabajar en nosotros, para hacer su voluntad en nuestras vidas. Los principios más básicos y al mismo tiempo los más profundos y necesarios que el Señor tiene para nosotros en el reino de la vida espiritual, no los enseña en el contexto del hogar, tal como dice en el capítulo 5 de Efesios. Los principios de liderazgo, sometimiento a la autoridad, amor, pureza, etc., son preceptos bíblicos que se aprenden y practican en el hogar cristiano y nos preparan a nosotros y a nuestros hijos para librar la buena batalla de la fe contra “el demonio, el mundo y la carne”, pero “Si fueren destruidos los fundamentos,

 

¿Qué ha de hacer el justo?” (Sal. 11:3).

Si estas verdades fundamentales no se aprenden, practican y preservan en el hogar, ciertamente no se manifestarán en la iglesia, o como un testimonio al mundo exterior que nos rodea, siendo su resultado una falla obvia en el entero reino de la vida y ministerio cristianos. ¿Cómo entonces se destruyeron los fundamentos? Bueno, temo que aquí es donde llega la televisión.

 

El hombre es más vulnerable cuando se encuentra más cómodo

Satanás sabe que el hombre es más vulnerable cuando se encuentra más cómodo. Conociendo esto ha buscado una forma de esconderse detrás de las líneas a fin de aprovecharse de la vulnerabilidad de su enemigo y aquí es donde llega el Caballo de Troya. Bajo el disfraz de un artefacto útil para satisfacer las necesidades educacionales, sociales y de entretenimiento de la familia, el impresionante monstruo ha encontrado su camino en el centro de la mayoría de hogares cristianos. Iniciando así la erosión espiritual. La televisión comienza muy sutilmente a usurpar su autoridad sobre los miembros de la familia, su meta es dividir y conquistar. El Señor Jesucristo dice en Mateo 12:25: “toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. La manipulación es lenta y difícil de detectar, y la razón principal es porque toda la familia está siendo envenenada lentamente y por consiguiente cada miembro falla en notar la condición pálida de los otros, debido a su propia condición. La temperatura espiritual del hogar lentamente se enfría, cada uno excusa la apatía e indiferencia de los otros, mientras todos continúan inadvertidos del lento proceso de envenenamiento. Cada miembro de la familia tiene su debilidad particular, la televisión claramente discierne estas debilidades y comienza a tentar y provocar esa facultad en particular que es más vulnerable. Esto conduce inevitablemente al televidente cristiano a satisfacer la carne en su capricho particular, mientras que al mismo tiempo busca justificarse a sí mismo porque es el único espectador, o al menos eso piensa.

 

Ver televisión es de hecho participar en el pecado.

El hecho es, que cada vez que el cristiano ve televisión, está violando un principio de la Escritura, uno de muchos. 1 Timoteo 5:22 dice: “No... participes en pecados ajenos. Consérvate puro”. Al ver televisión estamos violando ambos principios bíblicos. Ver televisión es mucho más que ser un espectador casual. Estar observando es lo mismo que participar, cualquier persona razonable tiene que estar de acuerdo con esto. Por consiguiente, cuando se comete un pecado en el programa de televisión que estamos viendo, como espectador atento, de hecho estamos participando de ese pecado. La razón es, porque al ver el acto lo aprobamos, aunque en el corazón sabemos que está mal, al continuar viendo y oyendo, le estamos diciendo a nuestros hijos que lo que vemos es un material aceptable.

Si por ejemplo, usted estuviera caminando por el parque con su familia y se tropieza con una pareja que se está comportando en forma inmoral, ¿se quedaría parado a observar el espectáculo, o quizá por ser demasiado crudo para los niños, los enviaría a jugar lejos mientras usted y su esposa se quedan esperando para ver que sigue después? ¿Cuál sería la diferencia? No hay diferencia de ninguna clase entre contemplar un hecho pecaminoso en la vida real o verlo como espectador en la televisión. El pecado nos rodea a diario en la sociedad y en el mundo en que vivimos, eso es diferente a sentarse, ser un espectador y observarlo. El observar a otros pecando por ninguna otra razón más que el entretenimiento, es en realidad una forma de perversión. Una persona que gusta de observar a los demás a través de su ventana por las noches, se le llama curioso, mirón, alguien que gusta de observar la vida ajena, un pervertido, luego entonces... ¿cuál es la diferencia cuando la televisión es la ventana y yo soy el que está observando? Aunque los caracteres sean ficticios, son personas reales cuyo comportamiento y forma de vestirse o desvestirse no es asunto para que esté contemplando. Estas son cosas en la que los adictos a la televisión no les gusta pensar, porque consideran que están viendo desde un punto de vista neutral, sin ser afectados. Honestamente creen que no hay pecado en estar presente cuando está teniendo lugar toda esa iniquidad. David dijo en Salmos 101:3: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí” (Sal. 101:3). El patriarca Job declaró: “Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?” (Job 31:1). Estos hombres a diferencia de la gran mayoría hoy, conocían su vulnerabilidad y debilidad en lo que respecta a estímulo visual. Jeremías dijo en Lamentaciones 3:51: “Mis ojos contristaron mi alma...” (Lm. 3:51). Aquí hay sabiduría, lo que veo afecta mi corazón. Es imposible, sí, literalmente imposible, ver sin ser afectados, para no decir mejor infectados. El hombre sabio del libro de Proverbios dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). El camino de acceso de Satanás al corazón es por medio de los ojos, ¿acaso el Señor Jesucristo no dijo?: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28).

Observar con los ojos, es hacerlo con el corazón, porque los dos están conectados directamente. Por consiguiente, tenga en mente este principio: ¿No afecta mi corazón todo lo que observó en la televisión? ¡Ciertamente sí! ¿Acaso la televisión no anima más que ningún otro medio el adulterio? Esta infiltración mental inevitablemente conlleva al propio acto, el que terminan cometiendo incontables miles de cristianos en todo el mundo. El deseo sexual, particularmente en los hombres, se despierta a través del estímulo visual. Como Satanás sabe esto ha causado la caída de muchos siervos de Dios. ¿Acaso el vergonzoso episodio del rey David con Betsabé no ilustra nuestro punto? “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa” (2 S. 11:1-4).

David en lugar de estar en la batalla, se encontraba cómodamente en Sion, a pesar de que el profeta había dicho: “¡Ay de los reposados en Sion, y de los confiados en el monte de Samaria, los notables y principales entre las naciones, a los cuales acude la casa de Israel! Pasad a Calne, y mirad; y de allí id a la gran Hamat; descended luego a Gat de los filisteos; ved si son aquellos reinos mejores que estos reinos, si su extensión es mayor que la vuestra, oh vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad” (Am. 6:1-3). Al encontrarse tan descansado y cómodo, paseando por el terrado de su casa, terminó por darle pie a la tentación. Vio a la mujer sin ropa y el estímulo visual fue algo más de lo que pudo soportar, la mirada se convirtió en adulterio, lo demás de este hecho vergonzoso, es historia.

Muchos, como David, en el día moderno siguen el mismo sendero de ruina moral y espiritual. Ahora es el momento en que los cristianos que están completamente comprometidos libran una batalla de consecuencias espirituales y eternas. Tristemente, muchos de los hombres de Dios, como David se “encuentran reposando en Sion”. Están solos en su hogar, van al terrado de su castillo, a la habitación en donde tienen el televisor, y en su tiempo libre se dedican a presionar los botones del control remoto del televisor, mirando uno y otro canal hasta que finalmente encuentran programas que les satisfagan, y allí está, la mujer de sus sueños, la mujer extraña de Proverbios 7:10: “Una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón”, pero he aquí “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura...” (Pr. 31:30).

Además de todo, “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace” (Pr. 6:32). El hermano A. W. Tozer se refirió a estas bellezas en la televisión como “personas insignificantes con cuerpos sinuosos, con el rostro de ángel, promiscuas y sin ningún tipo de moral”. Salomón dijo: “No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón” (Pr. 6:25,26). Para un hombre, ver a estas mujeres peligrosamente hermosas, vestidas para asesinar, es una tentación que no puede resistir,”Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”(Jer. 17:9). Ningún hombre puede ver con sus ojos sin que el corazón se vea afectado, por muy grandes personas que seamos sucumbimos a tentaciones menores que estas. “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti. 2:22). Esa es la Palabra de Dios para cada hombre moderno que piensa que es capaz de ver sin caer. La pureza del corazón se mantiene huyendo de las pasiones, recuerde la dura prueba por la que pasó José con la esposa de Potifar: “Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió” (Gn. 39:7-12). José, a diferencia de muchos soldados de chocolate de hoy, conocía sus limitaciones, la única esperanza para la preservación de la santidad moral era huir. Muchos hoy, en lugar de huir de las pasiones juveniles, las provocan y estimulan al ver televisión de continuo, hasta que terminan por convertirse en pecados repugnantes de la carne. No asombra que la gloria de Dios se haya apartado de nuestras iglesias cuando la mayoría de cristianos pasan más tiempo viendo televisión que el que pasan leyendo la Biblia.

 

Los argumentos sutiles en favor de la televisión

El argumento obvio que surge en este punto por los defensores ávidos de esta máquina diabólica, es que podemos seleccionar lo que vemos, que sólo debemos ver lo que es bueno y saludable, que no hay necesidad de exagerar y tirar el bebé con el agua del baño. No tenemos porque botar al bebé fuera de la casa, todo lo que tenemos que hacer es desconectarlo. Hay violaciones a los principios de la Escritura de principio a fin. Primero que todo es imposible ser completamente selectivo cuando uno ve. Para comenzar, no podemos realmente saber el contenido un programa en particular. Segundo, a menos que el programa haya sido escrito, filmado, dirigido y editado por cristianos creyentes y comprometidos con la Biblia, siempre habrá elementos perjudiciales en él. La única razón para que no estemos de acuerdo con esto es “porque hemos andado en consejo de malos, hemos estado en camino de pecadores” por tanto tiempo y hemos sido influenciados por las filosofías humanistas en forma tan completa, que honestamente no podemos discernir entre lo que es bueno y lo que es malo. “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (He. 5:14). Esos programas que parecen ser buenos en la televisión o tal vez inofensivos, son sólo para carnada. Satanás, quien conoce la curiosidad del hombre, ha colocado su caballo de madera sabiendo muy bien que la mayoría no serán capaces de resistir la tentación de derribar sus puertas espirituales a fin de hacerle un espacio en sus vidas.

 

La televisión y el árbol de la ciencia del bien y del mal

La televisión es un “árbol de la ciencia del bien y del mal” (Gn. 2:17). Por favor, considere este paralelo. El fruto del árbol era prohibido, así son la mayoría de programas de televisión. El justificar o tolerar la televisión en base al poco valor bueno y educacional que tiene, es lo mismo que decir que no hay nada de malo con la revista Playboy, porque hay mucho en ella que no es de naturaleza ofensiva. El material no ofensivo en la televisión es sólo una sutil versión disfrazada de la oferta satánica original de que seremos “como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5). La búsqueda por conocimiento aparte de los medios escogidos por Dios, es de hecho una tentación satánica. Estos medios están claramente dados así en 2 Pedro 1:5-9: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”.

¿Se dio cuenta del orden divino? “Fe... virtud [y]... conocimiento”. Esto es de importancia vital cuando argumentamos en defensa de la televisión como un instrumento educacional. El conocimiento que la televisión imparte está manchado y en el mejor de los casos es “terrenal” y en el peor “animal, diabólico” (Stg. 3:15). No añade fe, ni mucho menos virtud, por el contrario es a expensas de la fe y la virtud. Aunque ganemos algún conocimiento bueno, es perjudicial y no ayuda, y tal como dice 1 Corintios 8:1, “El conocimiento envanece...” El conocimiento ganado a expensas de la fe y la virtud, lo cual incidentalmente es excelencia moral, no es la clase de conocimiento que Dios quiere que aprendamos y la razón es que nos deja expuestos a una serie de tentaciones y males. Permítame explicarle: A menudo el deseo de saber no es otra cosa más que curiosidad pecaminosa. La curiosidad puede ser una cosa buena y saludable, pero en la mayoría de los casos, es un deseo pecaminoso por probar el fruto prohibido. La industria de la televisión prospera, debido a la codicia del hombre por el fruto prohibido. El televidente es bombardeado de continuo con escenas de las futuras atracciones, las cuales prometen satisfacer sus sueños y deseos más desenfrenados por emociones fuertes, derramamiento de sangre, eso sin mencionar las pasiones sexuales, la lascivia, la fascinación mórbida por sangre, asesinatos y pandemónium.

Cada nuevo programa tiene que ser más excitante que el anterior, para que así el televidente no pierda rápidamente el interés, esta es la explicación obvia para el florecimiento multimillonario de la industria del video, pero si no es más bien el reino de las tentaciones satánicas por conocer el bien y el mal, entonces no sé que es. Los primeros que vieron televisión a finales de la década de 1950 y comienzos de 1960, se impactaban por cualquiera indecencia o lenguaje cuestionable. Eso era en los días cuando las personas todavía se ruborizaban. Hoy, esas mismas personas se sientan por horas frente al televisor, sin que nada les afecte, o les preocupe, ni siquiera la corriente continua de pornografía, vulgaridad, blasfemia y sadismo, lo cual se derrama a borbollones en su sala familiar, desde el suelo hasta el regazo de sus hijos. Pero... ¿Qué ha ocurrido?, podríamos preguntar. La respuesta es simple: Un Caballo de Troya se encuentra entre nosotros sin que lo hayamos detectado.

Satanás ha tenido éxito en su diabólica maquinación. Nos ha atraído por medio de nuestro deseo de saber “el bien y el mal”. La promesa, “seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”, todavía permanece para los hijos e hijas modernas de Adán y Eva. Aunque tal vez no nos guste la idea, hay ciertas cosas que Dios no quiere que sepamos. Entre ellas “Qué programa presentan esta noche por televisión”. Muchos cristianos resienten abiertamente las restricciones impuestas por Dios en su Palabra, como por ejemplo esta que dice: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17). Ellos, como Adán en el huerto del Edén, han optado por creer esta mentira, “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:4,5). Y así tristemente, multitudes han sucumbido “en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Ti. 6:9). El pueblo de Dios hoy, ha optado por querer ser “como Dios, sabiendo el bien y el mal”, en lugar de prestar atención a las amonestaciones de Pedro, quien nos dice:

“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (1 P. 1:14).

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 P. 2:11).

“Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 P. 2:19). Esto nos lleva al otro mal que se origina de ver televisión.

Cautiverio y esclavitud

Cuando se demuestra clara y bíblicamente que ver televisión no es sólo dañino, peligroso y destructivo, sino que por encima de todo lo demás es desobediencia, pero pese a todo, los cristianos continúan viéndola, hay que concluir que existe un elemento espiritual de cautiverio y esclavitud involucrado. Podemos incluso ir más allá y agregar, que para algunos, este es un territorio sobre el cual Satanás tiene completo control en sus vidas. Quiero aclarar, que sé muy bien que no todos los que ven televisión son necesariamente adictos. Sin embargo, la prueba viene cuando uno es capaz de vencer o no, el hábito. Después de orar y estudiar cuidadosamente la Escritura, sólo podemos concluir afirmando que la televisión es un instrumento del Anticristo, colocado cuidadosa y estratégicamente en nuestros hogares, para destruir nuestra efectividad para Dios. Como este es el caso, el propósito de estos mensajes es demostrar que es así, entonces podemos concluir que esos que continúan satisfaciendo la carne al ver televisión, lo están haciendo en obediencia a otro amo, así sea terrenal o demoníaco “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Ro. 6:16).

Hay una obediencia que es pecado, tal como se ve claramente en el versículo que acabo de citar. Cuando cedemos de continuo y en forma obediente a un deseo pecaminoso, dice Romanos 6:16 que somos “esclavos de aquel a quien obedecemos”.

Dice Romanos 6:17-23: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Sólo tenemos que estudiar este texto para demostrar que la esclavitud involucra obediencia a un amo, no importa si es voluntaria o involuntariamente. A decir verdad, creo que muchos cristianos saben que la televisión es mala y honestamente desean verse libres de su esclavitud, a pesar de todo la adicción es demasiado fuerte, los afectos y deseos han estado profundamente arraigados por demasiado tiempo, de tal forma que la carne clama por ellos y la voz de la conciencia es silenciada, eso sin decir que estamos apagando el Espíritu Santo. Esto es una especie de adicción involuntaria o esclavitud, aunque hay otros a quien nada les importa y su deseo sólo es sensual, no les preocupa las cosas espirituales, “Estos son los. . . sensuales, que no tienen al Espíritu” (Jud. 19). Hombres y mujeres “que goza[n] de los deleites temporales del pecado” (He. 11:25). “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 P. 2:20-22).

La televisión no es nada más que una ventana hacia el mundo, es un vehículo o medio, a través del cual, miembros del pueblo de Dios que han sido comprados con su sangre, pueden una vez más enredarse y ser vencidos por el mismo pecado de que fueron salvos. Cuántos individuos pecadores y esclavizados han sido gloriosamente salvados, sólo para enredarse nuevamente por ese perverso aparato que domina “Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia. . . ” (Ap. 13:12). Es necesario que veamos la televisión por lo que realmente es. . .

 

Un instrumento perverso del Anticristo

El hogar cristiano, por no decir mejor todos los hogares en el hemisferio occidental, han sido saqueados por este enemigo, el que se encuentra entre nosotros, en un lugar estratégico, e intenta permanecer allí hasta llevar a cabo su obra diabólica. “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)” (Mt. 24:15). Satanás está preparando una generación para el Anticristo, un pueblo programado y preparado, apto para el uso de su amo. La televisión ha hecho más que ningún otro medio, en preparar y perjudicar a esta generación en ideología satánica. La televisión es la voz de Satanás clamando en el desierto, “¡Preparen el camino del señor Belcebú, dios de las moscas”. La televisión a no dudar, desempeñará un papel importante al capacitar a la bestia, primero para prepararse y luego para proseguir con su plan brillante y satánico de entronizarse a sí mismo como el hombre de pecado, el hombre del 666. La televisión junto con las computadoras, son los únicos medios de comunicación disponibles, por medio de los cuales, toda la humanidad puede ver cualquier evento simultáneamente. Cuando uno considera esto y luego lo que dice la Biblia acerca del reino de los últimos días del Anticristo, es obvio que el diablo usará la televisión para promover y luego presentarle al mundo el hombre de pecado. Considere estos versículos:

“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Ap. 13:3).

“Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Ap. 13:4).

“Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap. 13:8).

“Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió” (Ap. 13:14).

Al leer estos pasajes de la Escritura, es obvio que el Anticristo necesitará de varios medios mundiales de comunicación para dictarle sus términos a “todos los moradores de la tierra”. La televisión a no dudar desempeñará un papel de importancia para ese tiempo cuando “. . . Hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Ap. 13:16,17). El propósito principal de la televisión ha sido preparar por propaganda. La indoctrinación, desensibilización y control de la mente, ha sido la agenda por las últimas tres décadas. Uno tendría que ignorar voluntariamente para no ver la conexión entre la aparición de la televisión y el gran colapso moral y espiritual de esta última generación. Esto es lo que dice Proverbios 30:11-14 sobre la generación para el Anticristo: “Hay generación que maldice a su padre y a su madre no bendice. Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia. Hay generación cuyos ojos son altivos y cuyos párpados están levantados en alto. Hay generación cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, para devorar a los pobres de la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres”.

La televisión ha sido el medio de que se ha valido Satanás para lograr su propósito, en este caso para preparar a las personas anunciando por opinión popular a la bestia y su nuevo orden mundial, ateo y humanista. Como dice Proverbios, “Hay generación que maldice a su padre. . . ”, especialmente al Padre Celestial. Esa generación es la nuestra, la de los adictos a la televisión, la de esos hombres “amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella. . . ” (2 Ti. 3:4,5). La mente detrás de la televisión, o el cerebro si así lo prefiere, es el mismo que está detrás de la institución de un gobierno mundial para el Anticristo. No es otro que el propio Satanás “Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad” (Ap. 13:2).

“Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Ap. 13:4). Note que estos versículos dicen que el Anticristo, la bestia, recibe su poder, trono y grande autoridad del propio diablo. Satanás es la mente detrás de todo esto y sus intenciones siguen siendo las mismas que tenía cuando dijo por primera vez: “Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:14). Satanás intenta alcanzar completamente su meta. La televisión ha desempeñado y continúa ejerciendo un papel principal en la realización de esa conjura. Pero antes que Satanás pueda ser entronizado, Dios debe ser destronado y la televisión ha ayudado en gran manera a llevar a cabo esta meta. La gran mayoría de cristianos ven televisión en una base regular, día a día, semana a semana, año tras año. Dios sin duda es destronado poco a poco en los corazones de esas personas. La oración, el ayuno, la lectura de la Biblia, la memorización de versículos, esto sin mencionar la asistencia a la iglesia, todo ha venido ha ocupar un segundo lugar para cederle un primer lugar “A la bestia que sube del piso, que tiene siete películas y diez antenas, y en sus antenas diez canales, y en cada película un nombre blasfemo”. Antes que Dios pueda ser destronado en el mundo, primero tiene que ser destronado en los corazones de su pueblo. Cuando la iglesia esté en silencio porque las arterias de su corazón están obstruidas con la inmundicia moral, entonces vendrá “El reino del Anticristo y se hará su voluntad en la tierra como entre todos sus demonios”.

A este punto debo hacer notar que nada de esto ha tomado a Dios por sorpresa. Hablar de destronar a Dios, es imposible, porque es Todopoderoso, Omnisciente, Omnipresente, eso sin mencionar que es eternamente perfecto y glorioso. Realmente a él no le afecta para nada, todo este frenético y tortuoso clamor de Satanás. El destronamiento de Dios es simplemente en apariencia, él en su sabiduría permite que las cosas sean como son, a fin de revelar en forma más plena su gloria y poder en el derrocamiento final del diablo y su reino.

“Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Ap. 19:20).

“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap. 20:10).

Aunque Dios es más grande que todo esto, el punto completo que quiero dejar claro, es que Satanás desea un reino y un reino debe tener súbditos a los cuales hay que enseñarles las reglas, y la televisión es la regla. Es una de las más grandes tragedias espirituales de todos los tiempos que tantos hijos de Dios, en lugar de prestar atención a esta amonestación del apóstol Pablo, quien dijo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2), por “el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26), se están conformando sutilmente a la imagen del Anticristo, mediante la ingestión constante del dogma malsano y dañino de la televisión. La televisión como Absalón se ha robado los corazones del pueblo de Dios, apartándolos de su Rey verdadero. Muchos cristianos son envenenados y corrompidos casi hasta el punto de ser irreconocibles, porque su lealtad radica, no en el gobierno verdadero de Dios, sino en Babilonia y su rey falsificado, “. . . la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas!” (Ap. 18:16). La semejanza de Cristo ya no se refleja en nosotros, el ver televisión nos ha sometido tanto al mundo que ya no podemos discernir más entre la oscuridad y la luz. En lugar de eso vivimos en un mundo de compromiso enfermizo y estamos como Sansón, quien no “sabía que Jehová ya se había apartado de él”. La mayoría de cristianos ya no identifican el mundo por lo que realmente es, sino que más bien lo ven como un amigo, como un amigo íntimo, tan íntimo de hecho, que le permitimos la entrada y lo colocamos en el lugar más íntimo y privado del hogar, ¡en la habitación en que dormimos!¡Y hasta en la habitación de los niños!¿Y cómo es el que mundo ha penetrado en esos lugares tan sagrados? Claro está, por medio de la televisión. Tanto confiamos en el televisor, que muchos padres ahora le han encomendado la más sagrada de todas las obligaciones maternales, la de niñera.

 

¿Qué efecto tiene la televisión en los niños?

Esa es una buena pregunta, una que cada padre cristiano necesita saber y responder. Sin consultar a los expertos del mundo, y examinando las estadísticas, la ciencia del comportamiento y demás, trataremos de exponer algunos de los efectos más obvios que tiene la televisión en nuestros hijos, quienes incidentalmente son “. . . herencia de Jehová. . . ” (Sal. 127:3) y por quienes tendremos que rendir cuentas a Dios. No tenemos que consultar a expertos seculares, la Palabra de Dios es completamente clara respecto al efecto que tiene el ver televisión en nuestra preciosa descendencia. Dice 1 Corintios 15:33: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. Esto lo resume todo en forma bien clara. La televisión impedirá el crecimiento espiritual de los niños. Su comportamiento espiritual se corromperá por la comunicación constante de cosas diabólicas en su sensible y pequeño espíritu. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (Pr. 14:1).

La televisión básicamente deshace cada cosa que hacemos moral y espiritualmente para ayudar a nuestros hijos. Cuando oramos por ellos, los enseñamos, amonestamos y disciplinamos, los niños comienzan a “. . . crece(r) en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). Pero todo lo bueno que hacemos por medio de la gracia que Dios les imparte, se destruye de inmediato cada vez que encendemos el receptor de televisión. Cuando los padres permiten y aprueban la televisión, los niños se ven confrontados con valores en conflicto. Como les permiten que se sometan al mal en la televisión, suponen que sus padres lo aprueban y esa es la causa que rechacen los valores espirituales como pura hipocresía. Muchos hijos ven a sus padres como religiosos hipócritas, porque les enseñan que rechacen el mal, mientras que permiten que lo vean de continuo en la televisión en el hogar.

A menudo cuando el mal se escapa de las manos, en lugar de que el padre o la madre lo rechacen, mandan a dormir a los niños quienes obedecen enojados y quejándose porque sus deseos sexuales se han excitado por los avances cinematográficos y no pueden satisfacer sus necesidades viendo toda la película. Esos deseos que ya fueron estimulados tendrán que ser satisfechos de una forma u otra. Esta es la plataforma de lanzamiento para toda clase de iniquidad en la vida de nuestros hijos, quienes se sienten frustados por las restricciones inconsistentes que imponemos sobre ellos, en respuesta a la culpa que sentimos debido a la lujuria de muchos programas. Sin embargo, a pesar de todo seguimos conservando el televisor. “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4).

La televisión, a este punto de la experiencia de un niño, constituye una fuente de gran tentación para él. Le promete la forma de realizarse sexualmente, ¡pero sus padres se la prohíben! Esto es “provo(car) a ira a [n]uestros hijos”. Muchas veces no es la preocupación auténtica paterna lo que obliga a los padres a mandar a los niños a dormir, sino la vergüenza y el pudor por la naturaleza tan pecaminosa y perversa de los programas. Así le impongamos o no reglas a nuestros hijos para ver la televisión, el resultado es el mismo, porque de todas maneras permitimos que se estimulen sus deseos y curiosidad, sin estar equipado para tratar con estas cosas. Es decir que los hemos llevado de regreso “al árbol de la ciencia del bien y del mal”. Los niños que están expuestos de continuo al mal, imitarán el mal, incluso el viejo dicho mundano dice “Que los niños imitan lo que ven”. Y como nuestros queridos hijos niños son bombardeados con la inmundicia de la televisión, llegan a contaminarse en el espíritu, sus preciosas mentes se contaminan y pervierten. Sus cuerpos, en lugar de ser “templo de Dios” se convierten en “. . . habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible” (Ap. 18:2).

Muchos niños de hogares cristianos están condenándose más por la televisión, que por cualquier otra cosa. Si su niño ya se ha descarriado, pregúntese a sí mismo, ¿a quién debe culpar? No culpe a Dios, a la iglesia o al grupo de jóvenes, ni siquiera culpe al mundo, acuérdese de la ciudad de Troya. Los troyanos con sus propias manos arrastraron el caballo hacia la ciudad y lo colocaron en un lugar central, fueron advertidos, pero la naturaleza fascinante del caballo los desarmó. Ellos mismos provocaron su propia ruina porque fallaron en discernir la mano del enemigo. Cuántos miles de hogares cristianos están en tormento y en ruina hoy. Cuántos de las preciosas ovejas de Dios se han estropeado de por vida debido a los efectos ponzoñosos de los programas perversos en la televisión, ¿y quién se atreve a decir una palabra? Los púlpitos a través del mundo permanecen silenciosos ante el peligro obvio de una máquina tan malvada, y la razón es porque muchos pastores del rebaño de Dios también han sido seducidos por la “extraña que ablanda sus palabras” (Pr. 7:5). ¿Podrán nuestros hijos soportar estos días diabólicos en que los líderes de la iglesia han sucumbido víctimas de los cánticos seductores del mundo?

La televisión no sólo tienta a nuestros niños y los provoca a ira, sino que los inicia en las filosofías de la Nueva Era de sabiduría satánica, hechicería y ocultismo. Les enseña a rechazar todo lo que es bíblico y pertenece a Dios. Delante de sus propios ojos convierte a sus hijos en ateos, que se burlan y hacen mofa de todas las cosas que conciernen a “. . . la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). Se convierten en escépticos y ridiculizan todo lo que es sano y bueno ante los ojos de Dios. El humanismo crudo y ateo que ingieren en dosis constantes termina por endurecer las arterias espirituales de ellos hasta que se convierten en paganos y ateos quienes no desean nada más que una vida de placer y egoísmo, terminando finalmente en destrucción y perdición. Se tornan rebeldes e incontrolables, primero en su corazón y luego terminan exteriorizándolo. Esto va aumentando en forma constante hasta que las cosas de Dios les llegan a ser detestables, pierden interés en la iglesia, no leen la Biblia ni oran, se tornan amargados porque a veces tienen que ocultar sus verdaderos sentimientos bajo el disfraz obligado de la religiosidad, incluso mucho más cuando el tiempo que tienen que pasar en la iglesia les usurpa la libertad y el tiempo que podrían pasar con amigos mundanos. Algunos hasta dicen: “Ya estamos llevando las cosas demasiado lejos, ¿cierto?”. Pregúntele a cualquier padre con adolescentes que se han convertido en pecadores reincidentes, que ellos podrán darle testimonio del escenario. No todos los jóvenes responden de la misma forma, algunos son más lentos que otros para mostrar las señales mortales, no obstante una vez que ha comenzado el proceso de envenenamiento, continuará y llevará a cabo su mortal labor, a menos que se le haga un alto a la ingestión diaria y el joven reciba en su lugar una dieta espiritual sana. El ver diariamente comedias inmorales, morbosas y blasfemas, relaciones adúlteras, asesinatos y violencia de naturaleza demoníaca, eso sin mencionar la evolución, el humanismo, ateísmo, rebelión, etc., es más de lo que una mente joven puede soportar sin ser afectada en forma permanente, incluso dañada.

La televisión también estimula la pereza y la haraganería en los niños. Sus facultades creativas quedan en estado latente, y en lugar de ser personas constructivas que desarrollan los talentos y habilidades que les ha otorgado Dios, se convierten en individuos que no producen, incluso destructivos. Como la televisión es la que piensa por ellos, se convierten en seres sin inteligencia incapaces de adoptar decisiones razonables, programados y carentes de vida. Su creatividad se extingue por el entretenimiento centrado en una programación no constructiva. No se les enseña a pensar, sino que más bien que otros lo hagan por ellos. En lugar de usar sus recursos, aprenden a abusar de ellos, muchos van por la vida fallando incluso en reconocer que Dios les ha dado esos dones y talentos para que los utilicen para la gloria de su Creador. La televisión le enseña a los niños de que el mundo le pertenece a los hermosos y ricos, y cuando comparan su existencia con la de la televisión, se dan cuenta que la suya está muy distante. La televisión promueve de continuo el descontento en la vida de los niños, quienes primero llegan a sentirse molestos consigo mismo porque no pueden competir con la belleza, éxito y talentos abundantes de los magnates de Hollywood. Un mundo de fantasía se convierte en algo real para ellos y se engañan pensando que hay una vida tal como la que presentan en la televisión. La vida en el hogar se torna aburrida e irreal y el niño se siente una vez más tentado a rechazar la voluntad de Dios para él a cambio de la falsificación satánica que les ofrece la televisión.

La mayor parte de esta tortuosa labor se lleva a cabo sin conocimiento de los padres, incluso ni el propio niño sabe siquiera lo que está ocurriendo, todo lo que sabe es que no se siente contento en el hogar, y que la iglesia y Dios ciertamente no son la respuesta para él. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Que “. . . Un enemigo ha hecho esto” (Mt. 13:28). Bajo nuestras propias narices Satanás se ha robado el corazón de nuestros hijos, ¿acaso no era ese el propósito del Caballo de Troya? Penetrar en el castillo con el beneplácito de sus propietarios y luego aprovecharse de que se le consideraba un amigo, incluso un objeto de veneración, para llevar a cabo la traición. Qué tristeza que los cristianos hayan fallado en detectar este gran enemigo de sus propias almas. Pero lo que es aún más triste, es que después que el Espíritu Santo ha aplicado la Palabra de Dios a esta herida dolorosa, muchos del pueblo de Dios todavía permiten que Satanás siga reinando. El Señor Jesucristo le dijo a la Iglesia de Pérgamo, “Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás. . . ” (Ap. 2:13). El trono de Satanás se encuentra hoy en la parte central de los hogares de muchos cristianos que han experimentado el nuevo nacimiento, incluso muchas veces esta imagen se encuentra en el lugar más importante de la casa, “. . . la imagen del celo, la que provoca a celos” (Ez. 8:3).

 

La televisión es el vocero de Satanás

Se dice de la bestia y también puede decirse de la televisión: “También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias. . . Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo” (Ap. 13:5,6). La televisión es el vocero de Satanás. Mediante esta moderna tecnología Satanás ha podido obtener un auditorio y una audiencia, quien no sólo escucha regocijada a su blasfemia, sino que incluso se divierte con ella. En la televisión se hace mofa de Dios y se blasfema su nombre diariamente, incluso cada hora. A pesar de todo, cristianos que aseguran amar a Dios, todavía continúan cometiendo adulterio espiritual con esta máquina insidiosa y lo que es peor, con su maestro aún más insidioso. Vergüenza debería sentir cualquier cristiano que continúa escuchando esta cadena interminable de blasfemia e inmundicia. Si la iglesia estuviera donde debería estar en su relación con Dios, los cristianos que continúan viendo televisión serían disciplinados por la iglesia, especialmente a esos que son tan fanáticos. El apóstol Santiago pregunta: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4).

El someternos de continuo a la inmundicia y blasfemia de la televisión implica que nuestra relación con ella no es de un simple conocido, sino más bien una de amistad íntima. ¿Acaso no es esa una de las formas como el mundo prueba la amistad, siendo tolerante y aceptando al amigo sin importar cómo se comporta? Así es como la mayoría de personas responden a la televisión, y al hacerlo se colocan a sí mismos en enemistad contra Dios, no sólo como enemigos de Dios sino, sino que también son culpables de idolatría en primer grado.

 

La televisión es un ídolo y una imagen

Si uno se tomara un tiempo para estudiar el tema de la idolatría en la Biblia, pronto descubriría que la veneración y la lealtad que se le da a la televisión es peligrosamente similar a esa que muestran los paganos a sus dioses falsos e imágenes. Cualquiera que permanezca sentado en posición de adoración en presencia del televisor debería sentir gran temor, porque de hecho está a punto de violar los dos primeros de los diez mandamientos. “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20:3-5).

Un ídolo es simplemente cualquier cosa o persona colocada en el lugar de Dios. La televisión sin duda se ajusta a esta descripción. El televisor usualmente ocupa el lugar central en el hogar. La habitación principal de muchos hogares cristianos están arreglados cuidadosamente a fin de que todos puedan estar sentados cómodamente para reverenciar a la bestia y asombrarse con gran admiración. A menudo se hace una especie de altar o un lugar alto en su honor a fin de que ocupe una posición exaltada y de veneración, incluso a veces está coronada con un ornamento o un jarrón con flores para contrarrestar su apariencia mecánica no humana. A pesar de todo el honor y reverencia que se le da, la televisión es de cierta forma un capataz y requiere toda la obediencia de sus fieles discípulos, algo así como el Faraón que no conocía a José. A nadie se le permite hablar mientras la bestia está hablando, eso por el temor de que la audiencia pueda perder una parte vital de su gran oratoria, y también nadie debe considerarse culpable de hacer otra cosa más que estar de rodillas o sentado en un asiento mientras se encuentra en la misma habitación, por temor de distraer a otro discípulo en una actitud de adoración.

La televisión le demanda puntualidad y fidelidad a todos esos que desean honrar su presencia. Y lo que es completamente asombroso es que muchos discípulos ardientes se las arreglan para estar allí bien adelantados para el programa, a pesar de que nunca pueden llegar a tiempo a los servicios de la iglesia, bien raro, ¿cierto?

Tristemente, la televisión como cualquier otro dios falso, promete mucho, pero es incapaz de impartirle a sus seguidores cualquier cosa de verdadero valor espiritual. En lugar de eso trae pobreza espiritual, descontento e incluso ruina, “Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” (1 Ti. 1:19). Es mucho más lo que podríamos decir con respecto a la naturaleza idólatra de ver televisión, pero vamos a contentarnos con este otro pensamiento adicional.

En el Nuevo Testamento, la idolatría se define más claramente no sólo como colocar una imagen o un ídolo, sino también como poner nuestro corazón y afecto en otra cosa más que la voluntad de Dios. “Avaricia” es el término que usa la Biblia para describir este pecado particular: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Col. 3:5). Buena parte del tiempo que se emplea en la transmisión de programas de televisión se paga con la propaganda de personas que anuncian sus productos y servicios. La gran cantidad de tiempo, los talentos de Hollywood, esto sin mencionar los gastos en que se incurre para realizar estos comerciales, debería ser advertencia suficiente para nosotros de los motivos siniestros detrás de ellos. Como los sentidos son tentados visual y auditivamente, el corazón es engañado. Los efectos especiales acoplados con música sensual de origen satánico, exponen al televidente a una hueste de tentaciones sutiles. Los mensajes subliminales y las películas son implantadas en la mente alimentando la vieja naturaleza ya corrupta, siendo el resultado de todo, un total descontento, incluso una rebelión absoluta en contra de la vida de autonegación a que nos ha llamado Cristo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).

La avaricia que fomenta en el corazón los comerciales de televisión, está en contradicción directa con la enseñanza bíblica, de que “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:8). El descontento con que viven de continuo la gran mayoría de cristianos, es el fruto de su estilo de vida idólatra. Se ha rechazado al Señor Jesucristo, el materialismo fomentado por ver televisión de continuo, y otras asociaciones mundanas ha usurpado su legítimo lugar en el trono del corazón. El espíritu de Laodicea está sobre nosotros, la tibieza y la apatía han reemplazado al celo y la vigilancia.

Nuestra falla en prestar atención a las advertencias de la Escritura, con respecto al escenario del enemigo en los últimos días, nos ha dejado destituidos de poder y discernimiento, incluso hasta nuestros pastores y maestros han fallado en detectar y exponer al enemigo que se introdujo entre nosotros. Es más allá de lo que podamos pensar, que hombres pastoreando en iglesias llamadas bíblicas, hayan permanecido silenciosos todos estos años respecto a los peligros inherentes en esta máquina perversa. Hombres que son completamente quisquillosos sobre temas no esenciales, incluso hasta llegar al punto de dividir iglesias, han evitado por completo el tema de la televisión. No es a eso que se estaba refiriendo el Señor Jesucristo cuando dijo “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (Mt. 23:24). No son pocos los creyentes de la misma persuasión bíblica que están más que dispuestos a argumentar de las virtudes y valores de la televisión para mantenernos al día con los eventos y acontecimientos. Pero... ¿no hace lo mismo un periódico o una buena revista de noticias? Con tantos que promueven sus virtudes, ¿dónde están esos que protestan sobre su veneno? No debe asombrarnos, porque muchos de nuestros predicadores, algunos considerados hombres enérgicos de nuestro día moderno, creyentes en la Biblia, después de tener un duro día en el púlpito, ven en el juego de pelota el domingo por televisión, incluyendo los comerciales, o lo que es todavía peor, que quizá ven la película de la media noche o algún espectáculo. La mayoría de predicadores no pueden recordar la última vez que pasaron el día en ayuno y oración, pero no tienen problemas para decirle quién ganó el juego la semana pasada. Nuestros púlpitos, apreciados amigos, están silenciosos porque muchos de nuestros pastores también han sido fascinados por la naturaleza impresionante de este Caballo de Troya.

 

El silencio en nuestros púlpitos es un mal mayor que el propio ídolo

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hch. 20:28,29).

El predicador en una iglesia bíblica local tiene fama por clamar en contra del pecado, las herejías y todo tipo de enseñanzas falsas. Y con derecho porque está actuando en obediencia a versículos tales como esos que acabé de citar. Se nos dice que llegarán a las iglesias locales muchos lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, por esta causa Pablo amonesta a los ancianos de Efeso que primero “Vean por ellos mismos” y luego “por todo el rebaño”. Una tragedia grande y penosa ha tenido lugar en nuestra generación. Un lobo se ha introducido entre las ovejas, sin ser detectado por nuestros líderes, y tristemente muchos del rebaño han sido devorados, y todo lo que le queda por hacer a los pastores, es como los pastores en Amós 3:12, “... libra(r) de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán...” Centenas incontables de familias cristianas, desde creyentes en la Biblia, hasta iglesias con sana predicación cristiana, se encuentran en estado de ruina espiritual, porque han permitido que se crea, debido a su silencio desde el púlpito, que la televisión no es nada más que un electrodoméstico inofensivo con tanto peligro moral como el horno de microondas. Por la razón que sea, este silencio continuo es un gran mal y un engaño. El pueblo de Dios debe ser advertido, lo que hagan con la advertencia es cosa de ellos y Dios. Esto es lo que dice Isaías 58:1 sobre la responsabilidad del pastor: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”.

El pastor que permanece silencioso se compara con el atalaya de Ezequiel 3:17,18: “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano”. Qué acusación tan tremenda contra todos los que somos pastores del rebaño de Dios, haber sido negligentes en advertir a las ovejas del lobo hambriento. Tristemente para algunos predicadores el costo será demasiado alto para rectificar esta situación tan triste. Y tendrán que acabar diciendo: He “sido heraldo para otros, (y) yo mismo venga a ser eliminado” (1 Co. 9:27), “Mi propia familia es adicta y si hago como dice Nehemías 13:8 ‘y arroj(o) todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara’, acarrearé el anatema de mi esposa e hijos sobre mi cabeza, ellos no sabrían que hacer sin la tele”. Muchos de los hombres de Dios están en este grave apuro, porque si derriban el altar de la televisión pondrán sus vidas en peligro, tal como le pasó a Gedeón, de quien la Escritura: “Por la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que estaba junto a él... Y se dijeron unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Y buscando e inquiriendo, les dijeron: Gedeón hijo de Joás lo ha hecho. Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: Saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el altar de Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él” (Jue. 6:28-30).

Obviamente esta es una forma figurada de hablar, pero cuántos pastores, líderes de iglesias, esposos y padres cristianos han permitido que la televisión virtualmente reine en sus hogares sin contienda, sólo para mantener la paz, tal como dice Proverbios 29:25, que “El temor del hombre pondrá lazo...” Si este es su caso, apreciado hermano, Dios tenga misericordia de usted y acepte el consejo del profeta del Antiguo Testamento: “Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios; porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación. Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová” (Jl. 1:13,14).

 

Escuchemos la conclusión de todo el asunto

 Esta breve y poco profesional serie de mensajes, son un llamado al arrepentimiento, primero para esos en el púlpito y segundo para el resto que se sienta en los bancos. Entiendo que para muchos este tipo de arrepentimiento será demasiado costoso. El “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14) es un camino estrecho para tomar en este día de complaciente libertad cristiana, “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gá 5:13). Es mi más sincera oración que algunos presten atención y tomen seriamente la prohibición de la Escritura, “Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén” (1 Jn. 5:21) al hacerlo corten con la televisión. Si después de escuchar o leer esta serie de mensajes el Espíritu Santo lo convence para dar un paso de fe, por favor considere el importante principio de la Palabra de Dios. Cualquier cosa pecaminosa que es removida de la vida de un creyente, necesita ser reemplazado con algo espiritualmente positivo de un valor igual, a eso se le llama principio de reemplazo. Efesios 4:22-24 es la enseñanza bíblica sobre este tema: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

Si va a deshacerse de la televisión, la familia necesitará algo espiritualmente positivo que ocupe su lugar, estamos prescribiendo 1 Tesalonicenses 1:9, que se “conv(iertan) de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”, por consiguiente es necesario implementar una alternativa espiritualmente saludable. Un tiempo de devoción familiar sería el mejor lugar para comenzar, y luego cosas creativas para que la familia las haga unida, al igual que como individuos. El leer la Biblia y buenos libros cristianos sería el reemplazo obvio dado por Dios en este caso. Esta victoria no se ganará sin un gran conflicto en el reino espiritual, no espere apoyo de otros cristianos, probablemente no lo comprenderán, e incluso hasta podrá ser ridiculizado, estará en buena compañía, “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio” (He. 13:13). El Señor Jesucristo fue ridiculizado por su patrón de pureza, y así han sido todos los fieles que vivieron y murieron hasta este día. Que Dios le bendiga ricamente y lo anime para que disfrute de una libertad fructífera y renovada al dar este gran paso de fe y obediencia.

Ya para concluir, permítame darles una breve palabra de advertencia a esos que están pensando en usar sólo videos, que recuerden la debilidad de la carne, si no puede confiar en sí mismo o en su familia, de que sólo verán videos de una buena y sana naturaleza ministerial, usted está “probé(yendo) para los deseos de la carne” (Ro. 13:14). Cuando un hombre clama que es guiado por algún tipo de ministerio de videos, parecería obvio que ha equivocado su llamado. Dios no nos tienta. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stg1:13). ¿Por qué pueden hacer unos pocos buenos videos? Los apóstoles vivieron bien sin ellos. La Escritura es clara, si un hombre no se puede reprimir, debe obedecer a Dios y no proveer para su carne pecadora. Si la televisión es una fuente continua de tentación para usted y su familia, ¡debe deshacerse de ella! Si después de todo está determinado a conservarla, recuerde que tendrá que darle cuenta a Dios si alguien, incluso por su negligencia y falta de consideración “con el hermano más débil” sufre daño espiritual. “Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles” (1 Co. 8:9).

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