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Preguntas y respuestas prácticas

  • Fecha de publicación: Jueves, 10 Abril 2008, 18:01 horas

La vida es real, la salud es real, igual como la enfermedad. También el nacimiento de una criatura es real y la muerte del abuelo, la abuela, del papá, la mamá o del hijo o la hija. No podemos ignorar algo tan serio y que afecta tanto a todos sin prepararnos para un momento de cambio drástico.

 Cualquiera puede morir en cualquier momento, enfermar gravemente, sufrir un accidente muy serio o tener que hacer arreglos y ajustarse a situaciones que hasta hace unas horas no eran necesarios.

Todos debemos estar preparados para los reveses de la vida.

Las enfermedades

Por lo general aceptamos las enfermedades como algo que requiere resignación. Buscamos a algún médico y nos sometemos al tratamiento que se nos prescribe.

Pero, ¿cuál es nuestra actitud ante tal situación?

¿Nos quejamos, nos callamos, nos disgustamos o reclamamos salud?

Nos ayudará leer algunos pasajes bíblicos para descubrir cómo actuaron los hombres de Dios, frente al dolor físico: "¡Ay de mí, por mi quebrantamiento! mi llaga es muy dolorosa. Pero dije: Ciertamente enfermedad mía es esta, y debo sufrirla"(Jer. 10:19).

Jeremías exclama: ¡Ay de mí!

Una herida, el dolor, una enfermedad, una situación de incomodidad, hacen que un hombre, por fuerte que sea en la fe, haga oír su... «¡Ay!»

La Biblia, especialmente en Apocalipsis, está llena de "ayes". Algún día el mundo entero se estará quejando. El "Ay" de Jeremías es una queja debido al dolor.

No debemos juzgarlo por esto, porque una queja de este tipo está bien, ya que permite que quienes rodean al dolorido, sepan que está sufriendo. No sabríamos que la persona necesita ayuda y comprensión, pero el... «¡Ay!» nos permite descubrir la triste realidad.

Jeremías habla de "quebrantamiento"

El quebrantamiento es el desvanecimiento, la falta de fuerzas, cuando uno se ve inútil por sí mismo, así sea física, emocional o espiritualmente. Jeremías se sintió así en su condición física. Totalmente debilitado, quebrantado.

"Mi llaga es muy dolorosa"

Es difícil pensar que la palabra "llaga" no era una llaga literal. Yo pienso que así era, ya que él llevaba una vida muy precaria, pues los profetas de Dios en los días de Jeremías eran muy despreciados y marginados. Incluso perseguidos y constantemente amenazados. No sabemos qué tipo de llaga le quebrantaba, pero seguramente era algo grave y doloroso para él.

"Enfermedad mía es esta"

Jeremías menciona "llaga" y "enfermedad", de modo que debe tratarse de algo que él sufría en su cuerpo. ¿Le ayudó a Jeremías el quejarse? Probablemente alguien que le amaba pudo hacer algo por él, pero en todo caso, no hay nada de malo en expresar uno su dolor.

Jeremías no pidió a Dios que le sanara ni Dios le acusó de falta de fe en él.

La actitud de Jeremías

Cuando Jeremías dijo: "enfermedad mía es esta", agregó: "y debo sufrirla".

¿Por qué no sanarse? ¿Por qué no exigirle a Dios que opere un milagro? ¿Por qué no obtener la salud para la gloria de Dios? ¿Por qué el profeta dice que debe sufrirla?

Sin duda, Jeremías sabía que en su vida las cosas sucedían bajo el control de Dios. Él sabía que Dios tenía algún propósito en todo esto y por eso no pretendió acusar a Dios ni exigirle nada. Se preparó para sufrir la enfermedad.

¿Tiene usted algunos preparativos de carácter emocional y espiritual para el caso de enfermedad muy grave? ¿Cuál sería su reacción si usted descubriera repentinamente que sus días en este mundo son contados y que probablemente su enfermedad se torne dolorosa?

Parece que Jeremías recogió sus palabras de los Salmos: "¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades? Dije: Enfermedad mía es esta; traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo"(Sal. 77:9,10).

Por lo visto, el salmista también actuaba con resignación ante aquello que él no entendía bien.

Muchas veces se enferma la persona que más necesitamos en la obra. Otras veces, la persona que nos parece casi indispensable, muere repentinamente.

¿Ocurren estas cosas sin el conocimiento de Dios? "Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano"(Dt. 32:39).

"Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan"(Job 5:18).

Hay mucha enseñanza bíblica de cómo debemos tratar a una persona que sufre.

Una persona que está enferma ya sufre bastante, ¿cuál debe ser nuestra actitud para con esa persona? "El que canta canciones al corazón afligido es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre"(Pr. 25:20).

La paráfrasis lo coloca así: "Mostrarse alegre y despreocupado junto al angustiado es tan malo como robarle el abrigo en el frío invierno o restregarle sal en la herida".

Este mismo pensamiento tiene Pablo, cuando dice: "Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran"(Ro. 12:15).

Lo que no debemos hacer con un enfermo

* No debemos decirle que él (o ella) está cosechando lo que merece, porque si eso es cierto, el enfermo ya lo sabe.

* No debemos acusarle de que no tiene fe y por eso no se sana, porque esto no es bíblico.

* No debemos pretender como que... "no pasa nada" y hablar de proyectos y actividades que el enfermo sabe, es pura habladuría.

* No debemos decirle que se ve muy demacrado y que su condición es tan mala que seguramente morirá pronto. Tampoco debemos pretender que se ve muy bien y mejorado.

Lo que sí debemos hacer con un enfermo

* Preguntarle si podemos hacer algo para ayudarle.

* Orar con y por él.

* Visitarle si vemos que somos bienvenidos.

* Si el enfermo se queja, es mejor guardar silencio antes de decirle algo que no ayudará.

* Si el enfermo no quiere visita, no insista en hacerlo.

* Si le cuenta de sus problemas, accidente o lo que fuera, escuche, pero solamente si es algo que surge de él.

* Si cree que algo le gusta, como una tarjeta, un ramo de flores (si es dama) o cualquier otra cosa, tal vez un libro, procure que lo obtenga.

"El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?"(Pr. 18:14). Lo que se nos dice aquí es que es más fácil enfrentar el dolor físico que el emocional. La depresión, la profunda angustia, la tristeza que llega a ser crónica, es algo difícil de soportar para mucha gente. Solamente Dios puede dar la salida para estas situaciones, pero él suele usarnos para llevar esa palabra sabia, oportuna y alentadora.

Es muy fácil caer en la trampa de Satanás y sin darnos cuenta, procurar solucionar el dolor del otro con un "tiro de gracia". Esto es lo que hizo la esposa de Job: "Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?..."(Job 2:9,10).

¿Ha ido usted alguna vez a consolar un enfermo grave y resultó que ese enfermo le consoló a usted? ¿Ha tratado alguna vez de mostrar un rostro aceptable ante un cuadro de profundo dolor, y se encontró que el sufriente refleja un rostro más aceptable que el suyo? ¿Ha buscado alguna vez argumentos lógicos y aceptables para consolar a un enfermo, y se encontró con que el enfermo le habló de su desgracia como de la mayor gracia divina?

"Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.

El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría"(Ec. 7:1,2,4).

• Un principio que nunca debemos olvidar

El dolor y la misma muerte llegaron a ser elementos casi indispensables desde que entró el pecado. Son frutos del pecado del hombre.

¿Es usted una grata compañía?

En mis años de trabajo en el ministerio y tantas visitas que he hecho a muchos hogares en varios países, he notado algunos aspectos que los expertos no han explicado, o por lo menos no le han dado tanta importancia como corresponde.

Hágase las siguientes preguntas: ¿De qué suelo hablar con los demás? ¿Es mi conversación motivo de bendición para el escucha? ¿Es mi conversación una contribución para su crecimiento espiritual e intelectual? ¿Me escucha la gente con atención y desea que siga hablando o espera que ya detenga mi conversación?

• Esto es muy importante entre esposos

Uno de los eslabones que mejor une a una pareja para que viva armoniosamente, es la conversación amena y edificante. Por ejemplo:

* Una conversación derivada de alguna buena lectura.

* Una conversación relacionada con las doctrinas bíblicas.

* Una conversación relacionada con los acontecimientos en el mundo.

* Una conversación relacionada con la vida espiritual de los mismos miembros de la familia.

Dichoso el esposo que tiene una esposa que lee mucho y que luego comparte lo leído con él. Esto es muy importante en el ministerio, porque no siempre el pastor tiene el tiempo necesario para leer, pero en tal caso, su mejor secretaria es su propia esposa.

Nada cansa más a algunos esposos que esas conversaciones triviales, sin contenido alguno, que ningún beneficio reportan:

* Cosas de los antepasados.

* Incidentes de la infancia que no reportan beneficio.

* Asuntos de vecinos o parientes que son negativos y no siempre de buen gusto.

* Risas estridentes que carecen del por qué.

* Interrupciones constantes en la conversación.

* Monopolio de la conversación.

Dígase lo que se diga, las mujeres son las que mayor cuidado deben tener con su lengua. Generalmente un secreto puede durar por años, hasta que aparezca una mujer que lo sabe y rápidamente toda la comarca se entera.

Es tan serio este asunto que Salomón dice: "Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido" (Pr. 17:28).

Si alguien le confió un secreto, no lo divulgue. Si conoce la debilidad de alguien, no la divulgue. Incluso si conoce defectos, así sean emocionales o físicos, son cosas que muchas personas prefieren mantener en secreto. ¡No lo divulgue jamás!

Recuerdo haber leído un caso que me llamó la atención. Era acerca de una persona en San Francisco, California: Un individuo, que pasó la vida tocando piano en los bares, tenía dos hijos adoptivos que mucho le amaban. Él y su esposa eran una pareja ideal, a juzgar por lo que uno veía por fuera.

Un día el pianista falleció y su cuerpo fue llevado a la morgue para la correspondiente autopsia. Grande fue la sorpresa cuando la mortuoria encargada descubrió que no se trataba de "un" pianista, sino de "una" pianista. ¡Era una mujer!

Le preguntaron luego a quien era la esposa del pianista si sabía de esto, pero ella dijo que sinceramente nunca lo supo. Habían vivido juntos algo así como 30 años. Pero... ¿Cómo es que usted no se enteró? le preguntaron. Ella explicó que "su marido" le dijo desde el primer momento que él tenía ciertos problemas íntimos y que por tal razón, las intimidades estarían en segundo lugar entre ellos. Ella aceptó y nunca lo cuestionó. Nunca se le había ocurrido siquiera que se trataba de otra mujer.

Los hijos querían tanto a su "padre", que cuando se enteraron de la verdad, dijeron: «De todos modos, para nosotros es nuestro padre y lo amamos mucho».

Admiro a esa mujer que supo guardar el silencio. No estoy seguro de que ella no supiera de qué se trataba.

Admiro también a los hijos. Especialmente admiro a "ese" pianista, porque no quiso una vida pervertida y encontró su lugar en el arte: la música.

Muchas esposas y mujeres en general, son como esos tabloides de chismes, mentiras y sensacionalismo. Particularmente, prefiero una mujer algo así como enciclopedia, sabia, de poco hablar, pero de mucho contenido.

Cuando Salomón describe a la mujer sabia, en parte dice: "Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua" (Pr. 31:26).

• Hay cuadros destructivos

Todo marcha bien en una pareja, hasta que alguna tía le cuenta a su sobrinita algunos secretos de la madre o del padre.

A veces no es la tía, sino la abuela la que delata cosas que ningún beneficio traen, ni a ella misma ni a la criatura ni a sus padres.

Otras damas tienen la manía de hablar de enfermedades, como que esto es el mejor tema para enriquecer su caudal intelectual.

No hablemos ya de la muchacha que se escapó con tal otro muchacho o que la tal otra se fue con su jefe o la esposa de mengano que parece andar con el jardinero o de las otras dos mujeres que viven juntas y son algo sospechosas, y que ese viejo de la esquina parece enamorado de una que podría ser su nieta, etc.

¿Sabe usted que esto es tan serio que la Biblia enseña cómo debemos ser en nuestras conversaciones?: "Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor... hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones" (Ef. 5:17,19).

La Biblia incluso nos sugiere de qué hablar, pero también es cierto que "...de la abundancia del corazón habla la boca" (Mt. 12:34b):

* Lo que más sabemos, de eso hablamos.

* Lo que mejor conocemos, de eso hablamos.

* Lo que más nos gusta, de eso hablamos.

* Lo que mejor recordamos, de esos hablamos.

• ¿Recuerda el caso de los discípulos de Emaús?

Lucas 16:13-35 nos ofrece un interesante perfil de dos hombres que estaban conversando animadamente. Ellos estaban caminando, alargando el paso porque las sombras de la noche ya caían sobre esa región: "E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos" (Lc. 24:14,15).

No sabemos quiénes eran ellos. No sabemos si tenían familia y si así fue, cuántos hijos tenían. No se nos dice nada de su condición social o religiosa.

Lo que sabemos es el tema de la conversación de ellos. Hablaban de Jesús, de sus enseñanzas, sus obras, su muerte y últimamente, de la noticia de su resurrección.

Era tan elevada la plática de ellos, tan acertada y singular, que descuidaron incluso la presencia del mismo Salvador con ellos. Algo sucedía en ellos mientras hablaban, porque el Señor los acompañaba, pero ellos no le habían notado.

Todo lo que ellos aprendieron mientras caminaban, jamás lo hubieran obtenido de no haberse dedicado a una plática tan elevada.

Ellos podían haber hablado sobre sus negocios, la cosecha, las familias, la política, los deportes, la economía, etc., todo lo cual no es malo en sí. Pero nada les había cautivado tanto como la persona de Jesús y todo cuanto había sucedido con él en aquellos días.

Si dos personas se ponen hoy a hablar tan atentamente sobre Jesús y lo que él ha hecho por nosotros en el Calvario, pueden estar seguras que lo tienen en su medio: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18:20).

Él no está donde hay dos o tres hablando de deportes, negocios, vacaciones o filosofía.

Es muy raro escuchar hoy que dos personas, miembros de la misma iglesia, hablen de las cosas del Señor, de las doctrinas bíblicas, de la conducta que el Señor espera de ellos, de la salvación de los perdidos, del regreso del Señor, etc.

No tendríamos tanto tiempo para trivialidades si consagráramos más de nuestro tiempo al Señor: "Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar..." (Stg. 1:19).

Resumen

* Hable menos y escuche más.

* Mire menos televisión y lea más para tener de qué hablar.

* No se detenga escuchando pláticas triviales y sin contenido.

* Procure hablar con gente que le puede enseñar algo nuevo.

* Si cree que no tiene mucho de qué hablar, el silencio es su opción.

* Proteja a su amigo y no divulgue sus defectos.

* Involucre a Jesús en su conversación.

* No aparente saber temas que realmente no conoce.

* Si son chismes lo que escucha, no diga una sola palabra.

* Todos tendremos que dar cuenta de lo que hemos hablado.

"Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mt. 12:36,37). Palabra "ociosa" significa: «palabra que se dice descuidadamente», tanto el término que usemos como los temas que abordemos. Lo que hablemos será visto y juzgado a la luz de los resultados que traiga.

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