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El flagelo del divorcio

El flagelo del divorcio

Es tan serio y real este asunto del divorcio, que ya en los días de Moisés fue necesario que el patriarca pidiera permiso para llevarlo a cabo.  Éste se introdujo muy pronto. 

 

Lo único que le quedó a Moisés fue fijar ciertos principios para los divorciados, obligando así al esposo que repudiaba a su esposa a que le diera una carta de divorcio.

En otras palabras, quien más perdía era la esposa, la que simplemente era echada de la casa y debía arreglarse como pudiera.

Esto que hacían los esposos, no se justificaba ni era aprobado por Dios.  El divorcio es un producto diseñado, elaborado y distribuido en los talleres de Satanás, quien siempre ha deseado destruir el núcleo familiar comenzando primero con los propios esposos.

Lo que nos corresponde hacer, es examinar con especial cuidado todo lo que enseñaron Jesús y sus apóstoles sobre este tema.  Sabemos que ya Moisés exigió que el esposo le entregara un documento a su esposa para que ella luego pudiera contraer nuevas nupcias, si así lo quería.  Pero... ¿Es esta la solución para los cristianos también?  ¿Está el divorcio permitido para los cristianos?  ¿Debemos actuar como Moisés y aceptar algo que ya es un hecho?  ¿Cuál debe ser la actitud de la iglesia frente a esta tragedia?

Comprendo que no todos estarán de acuerdo con lo que sigue, pero espero, Dios mediante, atenerme al texto bíblico.  No vamos a pensar ahora que ya no se puede hacer algo, que todo el mundo se divorcia, que hasta las iglesias bíblicas están colmadas de divorciados, casados y vueltos a divorciar, etc.  Yo, sin embargo, no pienso así.  Mi deber no es rebajar las demandas divinas al nivel de las transgresiones humanas, sino denunciarlas siempre a la luz de la Palabra de Dios.

El matrimonio es de Dios

No olvidemos que el matrimonio es la primera institución establecida por Dios: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él... Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.  Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.  Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.  Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:18, 21-24).

Como Dios fue quien creó todas las cosas, es necesario que prestemos atención especial a lo que dice sobre el primer matrimonio: Cómo fue que los hombres y las mujeres comenzaron a casarse, cómo comenzaron a enamorarse, quererse, entregarse mutuamente, cooperar y vivir juntos.  Por lo tanto, procedamos a examinar lo que nos dice el pasaje de la Biblia, mencionado anteriormente:

  • Dios nota que “no es bueno que el hombre esté solo”: En el mismo capítulo 2 de Génesis dice que no había en toda la creación ayuda idónea para Adán.  Él era tan humano como todos nosotros, con sentimientos, emociones, necesidades de comunicación y de amistad.  Toda la creación era perfecta, pero Adán no tenía con quién compartir la vida: “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Gn. 2:20).
  • Aquí comienza la monogamia: La palabra «monogamia» significa «una sola esposa», «bigamia»: «Dos esposas», y «poligamia»: «Pluralidad de esposas».  Cuando Dios sacó la costilla a Adán, le hizo una sola esposa.  ¿No cree usted que pudo haberle hecho dos o tres de la misma costilla?  ¿Acaso Dios no sabía que Adán más tarde hubiera querido divorciarse de Eva y casarse nuevamente?  Pero... ¿Quiere saber realmente por qué Dios no le hizo a Adán más de una Eva?

Dios estableció el matrimonio en el primer libro de la Biblia, y en el último del Antiguo Pacto explica así el porqué de la monogamia: “Más diréis: ¿Por qué?  Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.  ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu?  ¿Y por qué uno?  Porque buscaba una descendencia para Dios.  Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.  Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos.  Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” (Mal. 2:14-16).

¡Qué palabras tan significativas!  ¡Pero cuán poco se predica sobre estas declaraciones divinas!  ¡Y cuán oportuno es este mensaje para la presente generación! Aquí hay algo muy interesante: Entre Moisés y Malaquías transcurrió un período de más o menos 1.765 años.  Moisés vivió aproximadamente en el año 435 A.C.  Durante los días de Moisés ya se había generalizado el divorcio, por lo tanto resulta muy llamativo notar que para los días de Malaquías, cuando el divorcio se había convertido en una norma de conducta en Israel, Dios protestara tan severamente contra el divorcio y las nuevas nupcias.

Lo que Malaquías dice es solamente una de las tantas explicaciones, pero en esencia, él y Pablo afirman exactamente lo mismo.  Si alguien no entiende lo que dice Malaquías, Pablo, en su comentario sobre la seriedad del matrimonio lo expone claramente.  Pero procedamos a analizar las palabras del profeta Malaquías:

  • Dios hace el papel de testigo contra el hombre que repudia a su esposa, que se divorcia o la deja.
  • Le dice al hombre que es por su propia infidelidad.
  • Le recuerda que ha sido la compañera de su juventud, y que ahora cuando ella necesita tanto de él, la abandona sólo por haber perdido la juventud.
  • Dios, en su condición de testigo contra el hombre infiel, le hace una pregunta como si fuera el fiscal acusador, le dice: “¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu?”

Lo que Dios está diciendo es: «¿Por qué crees que le di al primer hombre una sola mujer?  ¿No te das cuenta que si esa hubiera sido mi voluntad le habría dado varias?  ¿No crees que así como hice a Eva pude haber creado docenas de mujeres?  Sé que no puedes contestarme, es mucha la teología y la riqueza espiritual que se esconde en el mismo núcleo del matrimonio.  Por eso hombre infiel, tú que desechaste a tu esposa, te diré el porqué de la MONOGAMIA: ‘…Porque buscaba una descendencia para Dios…’ (Mal. 2:15)».

Esta descendencia de que habló Malaquías en el año 435 A.C. es simplemente la Iglesia.  Por eso Pablo, cuando habla del matrimonio, la mejor comparación que encontró para ilustrar su santidad, pureza e indisolubilidad, fue la relación de Cristo con su amada Iglesia.  Cristo, a semejanza del esposo, también se enamoró de su Iglesia.  Dejó su gloria eterna y vino para rescatarla, muriendo por ella sobre la cruz.  No existe ningún margen de posibilidad de que él alguna vez le fuera infiel a su amada esposa.  No habría dado su vida por su esposa si luego iba a echarla de su casa para buscarse otra.  La comparación es tan clara, elocuente y evidente, que hasta un niño podría entenderla: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25).

El joven que planea casarse debe hacerse algunas preguntas que probablemente la gran mayoría nunca se ha hecho:

  • ¿Estoy seguro que podré amarla hasta que la muerte nos separe?
  • ¿La conozco lo suficiente para saber que podré hacerla feliz y que ella será mi ayuda idónea?
  • ¿Tenemos las mismas convicciones espirituales?
  • ¿Tenemos los mismos ideales?
  • ¿Buscamos las mismas cosas?
  • ¿Tenemos las mismas inquietudes y metas?
  • ¿Podremos resolver nuestras diferencias en un nivel cristiano?  

“Goza de la vida con la mujer (no con las mujeres) que amas, todos los días de tu vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol” (Ec. 9:9).  “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud” (Pr. 5:18).  “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 P. 3:7).

Pero entonces... ¿Por qué el divorcio y por qué es tan popular?  Todo estudioso de la Biblia sabe muy bien que Dios no proveyó nada para los divorciados.  Es cierto que Moisés les dijo a sus contemporáneos que les dieran a sus esposas carta de divorcio al abandonarlas o echarlas de su lado, pero esto fue algo que hizo Moisés, no Dios.  Fue una pobre provisión mosaica, no divina.

Todo comenzó con Deuteronomio 24:1-4, que dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.  Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre.  Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”.

Esta legislación no provino de Dios, fue algo que Moisés arregló, impidiendo así que la esposa aborrecida y desamparada por su esposo, quedara totalmente a la deriva.
     Moisés dijo que debían darle carta de divorcio, asumiendo así la responsabilidad de evitar tanta injusticia y obligar al hombre a hacer algo más que sólo echarla de su lado.  Pero recuerde: Este no es un mandamiento de Dios.  Moisés legisló esto porque los hombres, de hecho, ya habían dejado los mandamientos de Dios.

Sin embargo, todavía no hemos contestado el por qué del divorcio, el que tiene su “hermana mayor” llamada «bigamia».  Génesis 4 habla del crimen que cometió Caín matando a su hermano Abel, pero es verdaderamente interesante seguir leyendo lo que ocurre luego con Caín: “Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén.  Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad el nombre de su hijo, Enoc.  Y a Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael, y Mehujael engendró a Metusael y Metusael engendró a Lamec.  Y Lamec tomó para sí dos mujeres; el nombre de la una fue Ada, y el nombre de la otra, Zila” (Gn. 4:16-19).

Es notable que el versículo 16 diga: “Salió, pues, Caín de delante de Jehová”, pues esto deja claro que era necesario que el hombre que cometiera el primer pecado de bigamia, para luego pasar a la poligamia, saliera “de delante de Jehová”.  Hasta la fecha, los hombres que se divorcian son bígamos o polígamos, pero es obvio que para entrar en este tipo de compromiso necesariamente hay que desentenderse de Dios.  Hay que salir literalmente de todo cuanto proviene de Dios en sus enseñanzas.

Si queremos justificar el divorcio y nuevas nupcias debemos buscar tal justificación fuera de la Biblia.  En la Escritura no se permiten los matrimonios que nosotros permitimos.  En cierto modo, nosotros como pastores estamos haciendo lo mismo que hizo Moisés.  Los que se divorcian y contraen nuevas nupcias no le preguntan al pastor si la Biblia permite esto o aquello.  Los cristianos hoy, como los judíos en los días de Moisés, se divorcian por cualquier cosa.

¿Hay apoyo bíblico para el divorcio y las nuevas nupcias?

Dice la Palabra de Dios: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (1 Co. 7:10, 11).  Hay dos preguntas que tenemos que contestar: ¿Cuándo ordenó el Señor lo que Pablo menciona aquí?  ¿Cuándo le dijo que el repudio o el divorcio está prohibido a los cristianos?

  • La esposa no tiene derecho de abandonar a su esposo.
  • El esposo no tiene derecho de abandonar a su esposa.
  • Tampoco los esposos pueden alegar que su separación es de mutuo consentimiento, que ambos están de acuerdo.

Si queremos descubrir el pasaje bíblico clave, debemos escudriñar las palabras del Señor y qué es exactamente lo que Pablo menciona aquí: “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?  Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?  Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.  Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?  Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.  Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mt. 19:3-10).

Es necesario examinar a fondo este diálogo entre Jesús y los fariseos:

  • En primer lugar, notamos que los fariseos vinieron para tentar a Jesús.  En otras palabras, estaban esperando que él dijera algo en contra de la ley.
  • Jesús se refirió no a la ley mosaica, sino al origen mismo del matrimonio.  Les recordó que Dios creó al hombre, luego a la mujer, y se la dio por esposa al primer hombre.
  • Los fariseos le preguntaron por qué Moisés indicó que se diera carta de divorcio, y a esto Jesús les dice que lo hizo debido a la dureza del corazón del hombre, pero que ello no era ni será aprobado por Dios.  De esto se desprende que los judíos, incluso los de la secta de los fariseos, nunca aceptaron el consejo de Moisés en Deuteronomio 24 como parte de la ley de Dios.
  • Lo más importante de todo es lo que Jesús les dice sobre este mismo tema en Mateo 19:9.

Después de un estudio cuidadoso de la respuesta de Jesús, me parece que en la mayoría de los casos nos equivocamos cuando interpretamos que lo que Jesús está diciendo aquí es que el divorcio es inaceptable, pero que si la razón del divorcio es la infidelidad, entonces el cónyuge inocente puede divorciarse y volverse a casar sin incurrir en pecado.  ¡Esto no se puede justificar bíblicamente!  Pero veamos por qué.

Todos los demás pasajes bíblicos prohíben terminantemente nuevas nupcias, excepto en caso de muerte de uno de los cónyuges.  En este caso, el otro queda libre para casarse: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Co. 7:39).  Y la pregunta es: ¿Por qué la ley está ligada al marido?: “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.  Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera” (Ro. 7:2, 3).

La ley de que se habla aquí, no es la ley mosaica, sino la ley del marido.  En otras palabras, la ley del cónyuge vivo.  El matrimonio es matrimonio en toda su fuerza, mientras ambos cónyuges viven.  Toda persona casada que vuelve a contraer matrimonio viviendo aún su cónyuge anterior está en situación de adulterio.  Sólo la muerte puede anular el matrimonio.

Pero... ¿Qué con respecto a lo que parece dar a entender Jesús de que si la culpa es la infidelidad, entonces el otro es libre?  Si queremos de verdad ser justos en la interpretación debemos admitir algunas cosas.  Es Mateo quien menciona esto, y él le escribió muy especialmente a los judíos.  Note que en el pasaje paralelo de Marcos, no se menciona esta parte: “Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer.  El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?  Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla.  Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.  Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.  Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mr. 10:2-9).

Pero... ¿Por qué no aparece aquí lo que leímos en Mateo 19:9?  No olvidemos que Mateo le escribió a los judíos y que muchas veces destacó eso que sólo correspondía a ellos.  Si nos ponemos a escudriñar el asunto, llegamos a una conclusión bien clara: Jesús está hablando de una pareja desposada, de un hombre y una mujer que ya han contraído matrimonio aunque éste no tiene todavía la fuerza marital porque aún no se han unido carnalmente.

La ley del Antiguo Testamento pone esto bien claro: “Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel.  Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de los ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti.  Mas si un hombre hallare en el campo a la joven desposada, y la forzare aquel hombre, acostándose con ella, morirá solamente el hombre que se acostó con ella; mas a la joven no le harás nada; no hay en ella culpa de muerte...” (Dt. 22:22-26).

Dios aquí provee soluciones a tres situaciones diferentes:

  • Cuando hay adulterio, porque alguien que no es el esposo sostiene relaciones íntimas con una mujer que tiene esposo; ambos deben morir.
  • Cuando una mujer desposada que todavía no vive con su esposo, pero que ya es casada, en ese período de su vida se encuentra con un hombre y convive con él; ambos deben morir.
  • Si una mujer joven, desposada también, pero esta vez forzada por alguien, fuera deshonrada, el hombre morirá, no así ella que no tuvo culpa.

Ahora bien, teniendo en cuenta todas esas provisiones tan minuciosas, debemos recordar una cosa: Estas leyes se aplicarían únicamente mientras Israel viviera gobernado por ellas.  Dios sabía que pronto iban a perder su independencia y que estarían sometidos a otros pueblos, viviendo bajo otras leyes.

Cuando el Señor llevaba a cabo su ministerio, Israel estaba gobernado por los romanos.  A ellos no les estaba permitido aplicar ninguna ley de tipo capital, es decir, de muerte.  Creo que debido a esto tenemos lo de Mateo 19:9.  Bien podía tratarse de una mujer desposada, que mientras el esposo le preparaba la vivienda, ella le era infiel.

Recordemos que cuando María estaba desposada y se halló repentinamente esperando bebé, José ya era su esposo, pero todavía no había convivido con ella.  Dios tuvo que intervenir, revelándole que María no le era infiel.  Creo que cualquier estudioso de la Biblia que honestamente busque una explicación a la cuestión divorcio, llegará a esta misma conclusión.

Pero entonces... ¿Cómo resumimos el asunto del divorcio?

¿Quiere decir que el divorcio no se justifica nunca?  No, excepto con la muerte.

¿Quiere decir que si el esposo se va con otra dejando a la esposa, ésta no debe casarse?  No, no debe.

¿Quiere decir que si la esposa se va con otro dejando al esposo solo con sus pequeños, él no debe casarse nunca aunque ella se divorcie y se case con otro?  No, no debe casarse a menos que ella muera.

Otra prueba de lo que afirmamos es la sorpresa de los propios discípulos del Señor en Mateo 19:10.

¿Quiere casarse?  Si es cristiano y quiere agradar a Dios, recuerde estos principios.  Siento náuseas cuando veo y escucho paneles en televisión en donde nuevas parejas que se forman debido a divorcios, hablan de cómo “Dios repuso sus vidas” y cómo “ahora son felices”.  Eso de hacer a Dios mentiroso es tan común y frecuente que hasta parece blasfemo.

Si decide casarse, haga sus planes con cuidado, descarte a cualquier otra persona de su agenda, tal vez incluso no deba imitar a sus padres.  Recuerde que Dios solamente bendecirá el matrimonio formado a su manera.  Si planea casarse, pídale a Dios mucha sabiduría, paciencia y dirección: “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lc. 16:18).

Mateo 19:9 es realmente el único texto de la Biblia que parece justificar el divorcio y nuevas nupcias, siempre y cuando la razón sea la infidelidad de uno de los cónyuges.  Sin embargo, Jesús de ninguna manera justifica esto para los cristianos.  Él aclaró que tal posibilidad sólo existía en caso de fornicación, no de adulterio.  Porque tal como ya vimos, la pareja judía se desposaba, pero no se unía físicamente.  Mientras entre ellos no había vida marital, si uno convivía con otro que no fuera desposado, fornicaba, no adulteraba.  Por favor tenga en cuenta esta importante diferencia.

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