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El Señor Jesucristo: El cordero de nuestra pascua

La exactitud de las profecías cumplidas concerniente a la primera venida de Jesús; su nacimiento, vida, muerte y resurrección, han convencido a cristianos a lo largo de las edades de que el Señor Jesucristo verdaderamente es el Mesías descrito proféticamente en las páginas del Antiguo Testamento.  Como la Biblia fue registrada por judíos, mucha de nuestra investigación acerca de los eventos proféticos la hacemos desde una perspectiva judía.

Vamos a plantear particularmente la siguiente pregunta referente al tiempo de los eventos futuros: Dado que la Biblia profetiza detalles precisos sobre la primera venida de Jesús, ¿debemos esperar que la Escritura nos revele futuros acontecimientos mundiales y el tiempo de Su segunda venida?

En el pasado, muchos reaccionaron ante la profecía de una manera antibíblica.  Sin embargo, nosotros hoy al examinar la palabra profética debemos hacer igual que los bereanos a quienes Dios alabó.  Ellos sabían que cuando alguien asegura poseer información de parte del Creador, la misma debe ser examinada a la luz de las Escrituras para asegurarnos “si estas cosa eran así” (Hch. 17:11b).
Como cristianos obedientes en un mundo en tinieblas, también debemos estudiar individualmente la Biblia, siguiendo la recomendación de Pablo, quien nos amonestó con estas palabras: "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad" (2 Ti. 2:15).  Para estar "siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 P. 3:15).

Debemos asegurarnos de que cada interpretación de la Escritura proviene del Espíritu Santo, que no se trata sólo de la opinión de hombres.  Es cierto que en ocasiones nos sentimos tentados a confiar en el punto de vista de esos a quienes respetamos, como si estos mortales supieran la verdad, sin embargo, recordemos de continuo que Dios un día le pedirá cuentas a cada individuo, y que cada uno de nosotros tendrá que responder por "usa[r] bien la palabra de verdad".

¿Hacia dónde se dirige la humanidad?

Pero... ¿están los eventos que ocurren a diario en el Medio Oriente, y en el mundo entero, llevándonos hacia algún tipo de Armagedón?  Y si es así, ¿nos ofrece Dios alguna información en la Biblia respecto a cuándo habrán de suceder estos acontecimientos estremecedores?  ¿Nos deja saber de alguna forma, cuándo ocurrirá el rapto y el fin del mundo?
Antes de responder a estas preguntas específicas desde una perspectiva bíblica, retrocedamos en el tiempo hasta un grupo de hombres preocupados, discípulos del Señor Jesús, quienes también tenían preguntas respecto al futuro tal como nosotros hoy.  Ellos estaban aterrados porque el Señor les había dicho que iba a partir muy pronto.

Él, en su forma acostumbrada consoló a sus seguidores diciéndoles: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, ya os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino" (Jn. 14:1-4).

Tomás, quien llegó a ser famoso por su hábito de verbalizar sus dudas, imploró: "Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Jn. 14:5, 6).

Para entender el pleno impacto de estas palabras en sus discípulos, debemos examinar primero las costumbres de ese tiempo.  Al hacerlo nos daremos cuenta del gran efecto tranquilizador que debió proporcionar la respuesta del Señor a sus preocupados seguidores.

De hecho, por casi dos mil años, millones de personas se han inspirado por las palabras e historias de Jesús registradas en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento.  Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios entretejió retratos de Él: los primeros, anticipando su nacimiento como Mesías, todo lo cual se conoce como encarnación; luego el arrebatamiento de los creyentes, conocido como el rapto y también su regreso para reinar en la tierra o su segunda venida.

Otras de estas maravillosas semblanzas proféticas las encontramos en las fiestas solemnes judías.  A lo largo de la historia han ocurrido numerosos eventos espirituales en estas fiestas judías preestablecidas, los cuales también tipifican el significado de su celebración.  El tiempo y mensaje de estos cumplimientos corresponde asimismo con cumplimientos pasados, haciendo que los estudiantes de la Biblia reconozcan de inmediato que esto no es pura casualidad.

Esas similitudes que no son coincidencia, demuestran el principio de que en las fiestas solemnes judías hay información encubierta.  Colosenses 2:16, 17 verifica este concepto: "Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o día de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir..."  Este principio obliga a los estudiantes a buscar una comprensión más profunda de estas fiestas solemnes dadas por Dios.

Hay otra Escritura que describe el principio de información escondida tipificada en las ordenanzas judías del Antiguo Testamento, tal como implica este versículo porque "Aun [los] sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; las cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales..." (He. 8:4, 5).

En el capítulo 23 de Levítico, Dios nos da una lista completa de siete fiestas solemnes judías.  Y en el versículo 2 le dice a Moisés: "Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas".

Vale la pena hacer notar, tal como lo señala el escritor cristiano Coulson Shepherd en su libro Las fiestas solemnes judías, que el significado de la palabra hebrea mowar que en nuestra Biblia se traduce como «fiestas», de acuerdo con la Concordancia Exhaustiva de la Biblia porta el significado de «guardar una cita».  Mientras que el término hebreo miqraw traducido como «santas convocaciones», quiere decir una «reunión pública o un ensayo».

Todo parece indicar que tal vez estas celebraciones son semblanzas de las citas de Dios con la humanidad.  Y nos preguntamos: ¿Serán estas santas convocaciones dadas a los judíos, de hecho ensayos de futuros grandes eventos en el calendario de Dios?
Usando la premisa de que todas las ordenanzas del Antiguo Testamento tienen una importancia profética en el Nuevo Testamento, procedamos a continuación a explorar la primera de todas las siete fiestas solemnes dadas por Dios a los judíos.

La Pascua

Los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob constituyen la nación de Israel.  De hecho, Dios le dio a Jacob el nombre de Israel.  El Señor le prometió a estos tres progenitores, que sus descendientes poseerían el territorio de Canaán para siempre.  Durante una severa hambruna, cuando la familia de Jacob sólo sumaba 70, Faraón los invitó a que se establecieran en Egipto.  Más tarde, como se multiplicaron hasta conformar una nación numerosa, los egipcios temiendo que pudieran tomar control del poder, los sometieron como esclavos.

Dios advirtió al Faraón en el capítulo 4 de Éxodo: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito" (Ex. 4:22, 23).  Y continuó exigiéndole a Faraón por medio de Moisés como su vocero, que dejara salir a su pueblo para que fuera al desierto en una jornada de tres días y le ofreciera sacrificios. 

Faraón en principio, y a fin de que cesara la plaga que les había sobrevenido por su desobediencia, decidió acceder a la liberación de los israelitas, pero en cada ocasión cambiaba de idea y luego se negaba a dejarlos partir.  Finalmente anunció que iba a dar muerte a los primogénitos de cada familia en Egipto.  Este último juicio devastó a Faraón y permitió que finalmente dejara en libertad a los esclavos judíos para que fueran a adorar a Dios.

De manera asombrosa el Señor le había dado a Abraham los detalles de esta migración, del periodo que serían esclavos y tiempo exacto de liberación: "Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual, servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (Gn. 15:13-16).

La fiesta de la Pascua conmemora este tiempo cuando el Señor libró las vidas de los primogénitos judíos.  En la primera Pascua, Él literalmente "pasó por encima" de los hogares de esos que habían creído y obedecido sus instrucciones.  Dios, por medio de Moisés, instruyó a los judíos para que el décimo día de Nisán cada familia seleccionara un cordero sin defecto.  Ellos obedecieron y después de escoger cuidadosamente los corderos que iban a sacrificar para estar seguros de su perfección, les dieron muerte el día 14 del primer mes: "Habló Jehová a Moisés... diciendo... En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia... El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes" (Ex. 12:1-6).  Dios también les dio esta ordenanza sobre el cordero pascual: "Ni quebraréis hueso suyo" (Ex. 12:46) y los instruyó diciendo: "Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer" (Ex.12:7).

El Señor les explicó cómo debían asar la carne y comerla junto con panes sin levadura e hierbas amargas.  Ninguna parte de la carne del cordero podía quedar hasta el día siguiente.  Y concluyó sus instrucciones ordenando a los judíos que conmemoraran su liberación del yugo de la esclavitud celebrando esta fiesta cada año en el mismo tiempo: "Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová" (Ex. 12:8-11).

Según los eruditos judíos, esta comida de Pascua, tal como está descrita en la Torá, debía repetirse cada año el 14 de Nisán, «con la única excepción del rociamiento de la sangre en el dintel y los postes de las puertas que nunca debía duplicarse».

Cuando los judíos construyeron el Tabernáculo y más tarde el Templo, el sacrificio de los corderos fue transferido de los hogares al centro de sacrificio designado por Dios.  Cada cabeza de familia todavía sacrificaba su propio cordero, pero todo debía hacerse en el atrio del templo.  Josefo, el historiador judío, calculó que en el primer siglo fueron sacrificados unos 256.500.

El significado profético de este santo día de la Pascua tiene varios cumplimientos.  Dice 1 Corintios 5:7: "Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros".  Juan el Bautista, señalando a Jesús declaró: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1:29).

El comparar los rituales registrados en el libro de Éxodo relacionados con el cordero Pascual, hasta los eventos que ocurrieron antes y durante la crucifixión del Señor, nos hace llegar a la reverente conclusión de que verdaderamente Jesús es el Cordero de Dios.  Examinemos a continuación esos doce cumplimientos.

1. TANTO LA PASCUA COMO LA CRUCIFIXIÓN, FUERON PLANEADAS ANTICIPADAMENTE POR DIOS: Tanto la Pascua original, como su cumplimiento en la crucifixión de Jesús, fueron profetizados por Dios mucho antes que ocurrieran.  Las palabras de promesa dadas por Dios a Abraham incluían una profecía concerniente a sus descendientes.  Dios predijo: "Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual, servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza" (Gn. 15:13, 14).

Tal como anticipara el Señor, todos los descendientes de Abraham se trasladaron a Egipto por invitación de un Faraón amistoso, sin embargo, después de 30 años los faraones subsecuentes comenzaron a volverse en contra de los judíos, forzándolos finalmente a convertirse en esclavos.  Al pasar el tiempo, los israelitas clamaron a Dios para que los librara del yugo de la esclavitud y Él respondió a su llamado por medio de Moisés a quien había preparado para esa misión.  Exactamente 430 años después que Abraham tuviera la visión, tuvo lugar la Pascua y el éxodo resultante.

El nacimiento y crucifixión de Jesús también fueron eventos planeados anticipadamente por Dios.  La Escritura nos dice que María concibió un hijo del Espíritu Santo, y añade: "Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1:21).  De hecho, 700 años antes Isaías había profetizado: "He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel" (Is. 7:14).

Jesús es llamado asimismo en la Escritura "el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Ap. 13:8).  ¡Esto ciertamente demuestra que todo fue planeado anticipadamente!

2. SELECCIONANDO UNA CIUDAD: El plan divino de proveer a Jesús como el último Cordero Pascual está demostrado en que Dios seleccionara a Belén como su lugar de nacimiento.

Los viajeros que acudían a Jerusalén para la celebración anual de la Pascua necesitaban comprar corderos para el sacrificio.  De hecho, desde los tiempos del Antiguo Testamento se criaban corderos para este propósito en un pueblo en particular.  Cuando uno visita Israel hoy, los guías de turistas a menudo señalan «A Belén, la ciudad donde se criaban los corderos para el sacrificio».  ¡Imagínese!  ¡Jesús, «el Cordero de Dios, que fue inmolado por nuestros pecados», nació en Belén, el mismo lugar que por más de mil años había provisto los corderos para la Pascua!

Para el tiempo de su nacimiento, los eruditos del Antiguo Testamento estaban bien al tanto de la profecía de que el Mesías nacería en Belén.  La Biblia dice que Herodes después de "Convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel" (Mt. 2:4-6).

3. SIN DEFECTO: Así como el cordero Pascual debía ser un macho sin defecto, de la misma forma Jesús fue un varón sin defecto alguno.  En 1 Pedro 1:19, 20, Dios se asegura que comprendamos que su Hijo era "un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos".

Los críticos han escudriñado exhaustivamente al ministerio de Jesús en busca de alguna falta, algún defecto para usarlo como una razón legal para rechazar Su reclamo a ser el Hijo de Dios, el Mesías.  Incluso todos los antagonistas religiosos trataron de buscar algún error en la vida o enseñanza del Señor.  Este ataque sin éxito comenzó después de Su entrada triunfante a Jerusalén, cuando Él se ofreció a sí mismo a los judíos.

4. SELECCIONADO EN UN DÍA ESPECÍFICO: Jesús fue dedicado como el Cordero de Dios para el sacrificio en el día profético apropiado.  Así como 1.500 años antes el cordero Pascual fue seleccionado el 10 de Nisán, de la misma manera el Señor fue apartado para el sacrificio en esa misma fecha.  Esto puede ser determinado por la siguiente progresión bíblica de días mencionada en el Evangelio de Juan, de que "seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania" (Jn. 12:1).  Este pasaje de la Escritura registra que Él cenó esa tarde en Betania, que fue ungido por María, y "que el siguiente día" hizo su entrada triunfal en Jerusalén.

Según la Enciclopedia Judía, el conteo de un día puede comenzar durante una porción del día desde el cual usted empieza a contar.  Al hacer este conteo podemos descubrir que los "seis días antes de la pascua" es el noveno de Nisán.

Permítanos hacer esta aclaración: Según el calendario hebreo, el periodo comprendido entre dos puestas del sol, es decir, desde las seis de la tarde hasta las seis de la tarde del día siguiente, se considera como "noche y día".  Mientras que de acuerdo con el calendario Gregoriano, las doce de la media noche hasta las doce de la media noche del otro día es considerado como "día y noche".

Esto quiere decir que el Señor viajó y llegó a Betania el noveno día de Nisán antes de la puesta del sol.  Mientras comía y comenzaba el décimo día de Nisán, María le ungió con un costoso ungüento.  Un perfume que era usado principalmente para ungir los cuerpos de los difuntos, porque les daba un suave aroma.  Judas Iscariote de inmediato criticó que se usara algo tan valioso en el Señor, siendo que el mismo podía ser vendido por 300 denarios, pero Él respondió a su objeción con estas palabras: "Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto" (Jn. 12:7).

El significado de las acciones de María puede ser descubierto en cerca de cien referencias relacionadas con "ungir" en el Antiguo Testamento.  Una receta especial en el libro de Éxodo cita la lista de los ingredientes que Dios deseaba en su aceite santo.  Numerosas especias fragantes eran añadidas al aceite de oliva para fabricar el aceite santo usado para ungir a reyes, sacerdotes y los objetos que se utilizaban en el servicio del Señor.  El aceite también era rociado sobre los panes sin levadura que eran presentados como ofrenda al Señor: "Habló más Jehová a Moisés, diciendo: Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el ciclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción" (Ex. 30:22-25).

Jesús explicó que María estaba consagrándole a Dios para morir como un sacrificio.

CONTINUARÁ

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