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¡Debemos buscar a Dios!

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado" (Jn. 17:3).

La mayoría de las personas fallan en captar la profundidad de la depravación en la cual se está hundiendo rápidamente el mundo entero, lo cual ha provocado, no el juicio del Dios misericordioso y paciente, sino que Él simplemente, cansado de tanta ignominia está permitiendo que recibamos la retribución debida a nuestro extravío.  La evidencia es tan abrumadora que tendríamos necesariamente que estar ciegos a la verdad para no poder percibirla.

¡El número de asesinatos en el mundo entero ha aumentado exponencialmente!  Los homosexuales, quienes ahora hacen gala de su pecado en público, ufanándose de "su estilo de vida", son festejados y alabados por los políticos, quienes hasta los recompensan por sus perversiones concediéndoles una posición privilegiada dentro de la sociedad.  ¡Es Sodoma y Gomorra nuevamente... o mucho peor!

Las mujeres han convertido su vientre en una cámara de ejecución, con las bendiciones de la Corte Suprema de Justicia en casi todos los países del mundo.  Los animadores más populares en la televisión, las felicitan por su "valor" al asesinar a su propia descendencia para "proteger sus derechos".  Y los millones que hacen manifestaciones en las calles para hacer público su derecho a decidir, no sólo por el aborto, sino por todo tipo de libertades, tal como la homosexualidad, bestialidad, incesto, pedofilia, desvergonzadamente hacen gala de perversiones que habrían hecho que las generaciones pasadas se sonrojaran de vergüenza.  ¡Sí, no cabe duda que hemos recorrido un largo camino!

Se ridiculiza la virtud, se alaba el mal como algo bueno que nos libera de cargas morales arcaicas, mientras que se hace mofa de las normas trazadas por Dios por considerarlas ideas de personas ignorantes y de mente estrecha, pertenecientes a generaciones pasadas.

El decir que la homosexualidad es pecado, se considera como algo completamente "negativo", porque ellos “nacieron” así, y eso atenta contra su libertad como ciudadanos, mientras que por otra parte se trata de erradicar el cristianismo auténtico.  Las semillas de este totalitarismo liberal han germinando incluso en los círculos evangélicos más conservadores y ahora se acusa de divisionista a cualquiera que se opone a las perversiones y las enseñanzas falsas.

La humanidad ha rechazado a Dios y a sus normas y ha decidido seguir su propio camino.  Todo el mal en el mundo hoy es una continuación de la rebelión contra Dios que comenzó en el huerto del Edén.  El único remedio es el "arrepentimiento para con Dios, y... la fe en nuestro Señor Jesucristo" (Hch. 20:21). 

A pesar de todo, y de la pandemia de coronavirus que hoy azota al mundo entero, la Iglesia está diluyendo el Evangelio y dedicándose al activismo social y político en alianza con los impíos.  "El salvar al mundo"  ha reemplazado a la "salvación de las almas".  Esos "muertos en... delitos y pecados" (Ef. 2:1), son condicionados incluso por los propios pastores "cristianos", con el veneno de sus fórmulas sociológicas y psicológicas, en lugar de tratar de levantarlos a una nueva vida en Cristo. 

Al redefinir como una "enfermedad mental", a lo que la Biblia claramente llama pecado, el hombre moderno al igual que Adán y Eva, sigue escondiéndose de Dios.  Consecuentemente, Él se oculta de estas criaturas, tal como dijera el profeta: "Verdaderamente tú eres Dios que te encubres, Dios de Israel, que salvas" (Is. 45:15). 

En lugar de buscar al Creador en este tiempo de angustia e incertidumbre, en que miles mueren a diario por el coronavirus, las redes sociales se han encargado de promover sus retos, y las personas ni escudriñan la Biblia, mucho menos escuchan a los siervos de Dios que están predicando su Palabra, sino que desperdician su tiempo grabando videos con bailes y ejercicios, en el mejor de los casos, y en el peor con todo tipo de inmundicia e inmoralidad.

No cabe duda que vivimos en "tiempos peligrosos", sobre los cuales dijo el apóstol Pablo: "También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella..." (2 Ti. 3:1-5).

Los hombres siempre han sido narcisistas, pero por primera vez en la historia ahora se promueve y se alaba el amor por uno mismo, pero no el amor a Dios.  El egoísmo personal, por tratar de ser el número uno, se le considera una virtud.  Incluso, hay muchos que se autodenominan evangélicos, pero tratan al Creador como si sólo existiera para satisfacer sus deseos.

Multitudes de cristianos aceptan sin reservas las herejías de pastores, quienes promueven la sanidad física, mientras rechazan la corrección cuando están en una necesidad desesperada de sanidad espiritual.  Millones andan en búsqueda de la felicidad, pero muy pocos desean santidad.  Se busca ansiosamente los dones, pero no se enfatiza al Dador, sino las bendiciones que se reciben.

El anhelo de Pablo de "ser hallado en él, no teniendo [su] propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle..." (Fil. 3:9, 10), ha sido cambiado por "Poder conocerse a sí mismo para que así los planes sean bendecidos por Dios".  A pesar de todo la Biblia declara claramente, que "[Dios] es galardonador de los que le buscan" (He. 11:6).

Muchos cristianos egoístamente piensan que este versículo provee una fórmula para obtener del Creador una casa, un automóvil, buen trabajo y otras cosas materiales.  Sin embargo, sería el negocio más terrible que podríamos hacer si recibiéramos el mundo entero en lugar de recibir a Dios mismo, ¡Quien desea recompensarnos!  Sí, es cierto que tenemos necesidades materiales en la vida, y que el Señor también ha prometido suplirlas.  ¡Qué pena que tantos "cristianos" estén buscando otra cosa!

A pesar que Él nos ha dicho: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt. 6:33), porque "el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Ro. 14:17).  Es Dios mismo y su justicia, quien reina en nuestros corazones y suple cualquier cosa que necesitemos.  ¡Esos que Le buscan con todo su corazón no tienen ansiedades!  ¡Porque esta no es terapia psicológica, sino el antídoto para la infelicidad y el temor!

Hoy el mundo avanza a toda prisa, directo hacia el juicio.  Muchos cristianos atrapados en su marcha loca, encuentran muy poco tiempo para esta búsqueda de la felicidad, tanto para esta vida como para la otra al no tratar de conocer a Dios.  El cristianismo ha llegado a convertirse en algo formalizado: Unos cuantos himnos, unas breves plegarias, un sermón edificante y unos saludos apresurados de despedida.  Luego una conciencia plenamente apaciguada y un correr apresurado hacia el mundo real en pos de los placeres: eso es lo que la inmensa mayoría anhela, tan pronto cese la pandemia: volver a esa búsqueda continua e insaciable de placeres y vicios.

¡Qué paradoja tan grande que en la vida de esos que dicen ser seguidores de Cristo haya tan poco espacio para Dios!  Nuestra tendencia natural no es buscarlo, sino más bien escondernos de Él.  Sólo podemos encontrarlo cuando miramos a nuestro Señor Jesucristo nuestro bendito Señor y Salvador.

Dios no puede ser burlado.  Él es demasiado amoroso y sabio para correr en ayuda de esos que, habiendo sido sordos y ciegos al testimonio de Su creación y de su propia conciencia, de súbito claman a Él por ayuda, ahora en medio de la pandemia.  La prolongación de la tragedia tal vez sea el único medio para hacer que los corazones endurecidos se vuelvan finalmente a Él por ayuda.

El clamor debe ser más profundo que una plegaria para que Dios nos rescate del problema.  Debe ser la expresión de la más profunda desesperación, por tener una necesidad absoluta de Él y no debe ser sólo por las circunstancias, sino por la eternidad.

No es fácil para el Creador revelarse a sí mismo.  Se requiere que haya anhelo de nuestra parte por conocerlo.  ¿Cómo puede ayudar a esos que en caso de que obrara un milagro en respuesta a su clamor, le darían el crédito a Alá, al Papa, o a cualquier político mundial?

Dios sí se encubre, pero no de esos que verdaderamente le buscan, sino sólo de quienes lo hacen por su conveniencia personal.  El ego tan inflado del hombre empaña al Creador del universo, cuya sabiduría infinita y poder se manifiesta en cada hoja, en cada gota de rocío, en cada estrella.

Los hombres están cegados por sus propias ideas falsas.  La mayoría no están interesadas en conocer al Dios verdadero, sino a un "dios" que se ajuste a sus propios gustos y deseos, con el cual se sientan confortables y el que complazca sus caprichos.

Se aproxima el momento cuando Él no se encubrirá a sí mismo, ¡pronto vendrá en juicio para juzgar toda carne y todos sabrán que es Dios!  Ojalá nuestra pasión sea conocerle y amarle ahora, en este momento crucial que enfrenta toda la humanidad. 

Ojalá nuestra vida pueda ser un testimonio suficiente para instar a otros a que conozcan y busquen a nuestro Señor Jesucristo, el único Dios verdadero, ¡porque conocerlo a Él es tener vida eterna!: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn. 3:16).

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