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¿Próximos a partir? - P IV

Este mensaje que fuera escrito por el Pastor José Holowaty a finales de la década de 1980, fue muy importante y esclarecedor en ese tiempo, pero hoy lo es mucho más. Al leerlo se advertirá de cómo Dios facultó a su siervo para que hiciera una proyección de lo que estaba ocurriendo entonces, permitiéndole por medio del estudio de su Palabra, que anticipara lo que está sucediendo ahora.

No todos están de acuerdo con la interpretación de Isaías 30:26.  Algunos dicen que aquí se habla de la gran luz y la ausencia de tinieblas que prevalecerán durante el tiempo del milenio, en el tiempo de paz y de gobierno divino.  Personalmente creo todo lo contrario.  Creo que este aumento en la luz solar y lunar, se refiere al inmenso calor que experimentará la raza humana justo antes que el sol pierda toda su energía.

Dice la Paráfrasis sobre Apocalipsis 16:8-11: «El cuarto ángel derramó su frasco sobre el sol, y los rayos solares quemaron a los hombres. Y en medio de las quemaduras producidas por aquellas llamaradas solares, la humanidad blasfemó el nombre de Dios, que les había enviado las plagas, y no se arrepintieron ni quisieron darle gloria».  Mi conclusión es, que cuando el profeta dice que “la luz del sol [será] siete veces mayor, como la luz de siete días”, está refiriéndose a la energía solar, al calor que producirá el sol.  Si queremos calcular cuál será la temperatura en nuestro planeta, justo antes de que el sol se oscurezca, tal vez convendría hacer un pequeño cálculo.  Estimemos que la temperatura podría estar en unos 40 grados centígrados, y si esta cifra la multiplicamos por siete, tal como dice la profecía, tendremos una temperatura de 280 grados centígrados durante esos 7 a 14 días que antecederán al oscurecimiento del sol.

Jesús también se refirió a este fenómeno cuando habló de las señales en el sol y en la luna: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29).  El profeta Jeremías dice: “Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos... Porque así dijo Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo” (Jer. 4:23, 24, 27).  “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová” (Jl. 2:31).

Una vez que el pecado llegue a su clímax, Dios pondrá en marcha la etapa final de la redención del hombre.  Todo comenzará con la partida de la Iglesia a la presencia de su Salvador.  Jesús comparó ese tiempo con los días de Noé y Lot, respectivamente, ya que en ambos casos hubo intervención sobrenatural y gran destrucción, pero también en ambos casos los juicios de Dios no se derramaron sobre los hombres impíos hasta que los justos no estuvieron a salvo.  Noé se refugió en el arca.  Lot fue sacado de la ciudad de Sodoma.  La Iglesia será sacada fuera de esta tierra, justamente antes de que Dios derrame su ira sobre toda la raza humana.

Para que el Anticristo pueda revelarse, es necesario que la Iglesia parta, que tenga lugar el arrebatamiento, de lo contrario no podrá hacerlo.  La Iglesia es ese estorbo que impide su manifestación: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Ts. 2:1-7).

La Escritura dice claramente que aunque el espíritu del Anticristo ya se había manifestado en los días de la Iglesia Primitiva, no así la persona misma.  Hay alguien o algo que detiene al Anticristo, por eso no puede manifestarse en el escenario del mundo.  Ese alguien no es otro que el Espíritu Santo, el cual está acompañando ahora a la Iglesia.  Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn. 14:16).

El Rapto es necesario para que Satanás sea expulsado del Cielo

Ciertamente sería muy decepcionante para los cristianos, partir para estar con Cristo, entrar en el cielo preparado para los redimidos y encontrarse allí con el viejo adversario, con Satanás.  Dice Apocalipsis 12:10: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”

No estoy diciendo que Satanás actualmente tiene su morada en el cielo, lo que digo es que tiene entrada en el cielo hasta el día de hoy.  Su trabajo es acusar a los cristianos día y noche.  Los cristianos pecan día y noche y estos pecados son municiones que él dispara en contra de ellos.  “El que practica el pecado es del diablo...” (1 Jn. 3:8a).  Cada vez que el cristiano peca, en ese momento “es del diablo”.  El mismo Satanás, quien le provoca e induce a pecar, luego usa esos pecados cometidos para acusarlo delante de Dios.  Sin embargo, Dios pondrá fin a esta terrible trampa que Satanás ha montado para perjudicarnos: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12:7-9).
Con el arrebatamiento se le cerrarán al maligno para siempre las puertas del cielo.  Ni Satanás, ni sus mensajeros, los demonios, podrán jamás entrar en el cielo.  Habrán perdido la batalla y derrotados se conformarán con el planeta, con una tierra ya en agonía.  Por eso Juan dice luego: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12).

Esta declaración espeluznante nos muestra por qué el mal aumentará tanto durante la Gran Tribulación.  ¡Porque Satanás en persona estará aquí y sin la presencia del Espíritu Santo, ni de los hijos de Dios, su amada Iglesia!  A esto se debe la declaración: “¡Ay de los moradores de la tierra...!”.  Si usted cree que el crimen ahora es un peligro, que el engaño, la opresión, la blasfemia, las drogas, la pornografía, las amenazas de guerra, de exterminio total, es algo que está a las puertas, espere cuando ocurra el arrebatamiento.  Las fuerzas de las tinieblas y del mal están preparadas, pero ahora “hay quien al presente lo detiene”.  El arrebatamiento permitirá que nadie detenga el mal.

El Rapto es necesario para que se cumpla la Palabra de Dios

Pablo dice en 1 Corintios 15:54: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.  Aunque es cierto que nuestro Salvador derrotó los poderes de Satanás con Su muerte sobre la Cruz del Calvario, Su victoria sobre la muerte no ha sido aún transferida a los que han muerto creyendo en Él.  Hasta la fecha mueren los santos y los profanos, tanto los creyentes como los incrédulos son sepultados.  Si el Señor no viene pronto, todos moriremos uno a uno.  Los cuerpos de los cristianos todavía están en sus tumbas.  Aunque la victoria sobre la muerte ya fue asegurada, todavía debemos esperar para que se haga realidad.  El rapto de la Iglesia permitirá que todos los cuerpos de los redimidos abandonen sus tumbas y se transformen en cuerpos glorificados: “Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

¿No le parece raro hablar de la derrota sobre la muerte?  Por ahora tenemos que conformarnos con lo que dice Salomón: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee” (Ec. 8:8).

El Rapto es necesario para que podamos regresar con el Señor

La Iglesia tiene que regresar con el Señor para gobernar el mundo durante el Milenio.  En 1 Corintios 6:2a el apóstol pregunta: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?”  Si no tuviéramos el arrebatamiento no estaríamos preparados para esa gran tarea aquí en la tierra, cuando vendremos para juzgar y cogobernar con el Señor durante los mil años de paz, en los que Jesús mismo será el Juez de toda la tierra.  La Biblia dice que Jesucristo vendrá rodeado de todos sus santos.  La palabra “todos” es muy importante: “Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos” (Zac. 14:5b).  “Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Ts. 3:13).

¿Está usted preparado para ese encuentro con Él? ¿Es el Señor Jesús su Salvador? ¿Sabe que ha sido perdonado y es hijo de Dios?  Piense por un momento cómo será la vida aquí en la tierra para todos los que se queden, sin los cristianos, sin el Espíritu Santo, sin un sólo predicador verdadero, sin consuelo, sin esperanza.

¿Cómo ocurrirá el Rapto y quiénes serán arrebatados?

Al hablar y escribir sobre el rapto, siempre uno tiene la tentación de agregar algo que la Biblia realmente no dice.  Procuremos no insistir en ninguna cosa, que no solamente la Biblia no diga, sino que podría ser contradictorio al compararlo con el texto sagrado.

1. Ya sabemos que sucederá en un instante.
2. Que abarcará a todo el mundo.
3. Que no quedará una sola persona regenerada en el planeta.
4. Todos los salvos de todos los tiempos, resucitarán y se unirán los unos con los otros.
5. Nadie verá al Señor viniendo a la tierra, porque su encuentro con los suyos tendrá lugar en “el aire”.
6. Será simultáneo, por eso dijo el Señor: “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama, el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado” (Lc. 17:34-36).
7. Ocurrirá en un momento, cuando la vida, aunque en medio de mucha maldad, sea de bonanza económica.  Es decir, que los pronósticos de la economía mundial serán muy alentadores, de modo que los incrédulos serán más incrédulos y los salvos estarán virtualmente dormidos: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lc. 17:26-30).

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