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Un Llamado a un Autoexamen (Parte 2)

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe” (2 Co. 13:5)

4. ¿Qué hacemos con nuestro tiempo libre?
Generalmente, la mayoría de los empleadores permiten que sus empleados tomen vacaciones.  Durante ese tiempo, las personas se involucran en diversas actividades.  Algunos se quedan en casa y trabajan en cosas pendientes que tenían por hacer: limpieza, reparaciones, etc., mientras que otros son bastante libres para decidir sobre cómo van a usar sus días de descanso y al lugar donde desean ir.

Este tiempo se puede utilizar de forma responsable o irresponsable, pero tengamos siempre en mente que sólo disponemos de un número limitado de días, meses o años, para servir a Dios.  La Biblia dice: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef. 5:15–17).

Las horas que pasamos con la familia, es una buena forma de aprovechar nuestro tiempo libre.  A veces estamos tan ocupados en las labores cotidianas, que nuestro cónyuge e hijos lo resienten, a pesar que desearíamos que esto no sucediera.  Las horas que invertimos en estudios bíblicos familiares, en asistir a servicios especiales, o cualquier tipo de recreación en el campo, son válidas.  Todos necesitamos tener un tiempo libre, y aunque sea raro para algunos, es necesario para todos.  Así, que utilicémoslo con sabiduría.

5. ¿Con qué clase de personas nos sentimos más a gusto?
El círculo de nuestros amigos revela mucho sobre cada uno de nosotros.  A todos nos gusta pasar el tiempo libre con personas con las que nos sentimos cómodos, porque son como nosotros, comparten nuestros mismos gustos, o al menos parecidos.  Disfrutamos con su aceptación y estamos contentos de ser parte de su grupo.  Entonces: ¿Podemos hablar con libertad de esos con quienes compartimos? ¿Conversamos con Dios acerca de nuestros amigos, o preferiríamos que Él no supiera con quiénes nos asociamos?
No obstante, alguno podría preguntar: «Pero hermanos, ¿entonces nos están diciendo que hay algunas personas con las que deberíamos ser hostiles, y evitar el trato con ellos? ¿No es eso acaso ser engreído y elitista?».  Es cierto que nunca deberíamos adoptar una actitud y un comportamiento de más santidad con las personas que nos rodean.  Pero sí tenemos que hacer una distinción, entre un conocido y un amigo.

Todos tenemos muchos conocidos.  Son personas con las que trabajamos, o con quienes compartimos en las escuelas, universidades, etc.  Pero la amistad es algo más profundo.  Un verdadero amigo es alguien que puede animarnos cuando estamos deprimidos y corregirnos cuando nos extraviamos.  Es ese o esa, cuyos valores reflejan las virtudes que nos enseña la Palabra de Dios.  Debemos elegir sabiamente a las personas con quienes nos asociamos, porque tal como Pablo les recordó a los corintios, los malos amigos pueden corromper el mejor carácter: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33).

6. ¿A quiénes admiramos?
Conforme las virtudes morales de nuestra cultura se alejan cada vez más de las normas bíblicas, todos podemos advertir un fenómeno extraño: que la gran mayoría de personas admiran a esos que exhiben el peor tipo de comportamiento, a los que desprecian la autoridad, irrespetan a sus padres y viven fuera del círculo de la decencia y el decoro.  Esos son los nuevos héroes de este tiempo, los que desprecian las reglas y no tienen en cuenta el respeto a los demás.  Los tales son los nuevos modelos morales de una cultura inmoral.  El carácter cristiano se puede ver en quienes han recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, y lo aman.  Son sólo esos quienes más y mejor modelan su ejemplo.

Las personas que son lentas para juzgar y condenar, que piensan antes de responder, y muestran paciencia y bondad, son consideradas débiles.  La mansedumbre se considera como debilidad, pero la mansedumbre es realmente fuerza bajo control.  ¿Qué tipo de personas le atrae? ¿A quiénes admira? Responda a estas preguntas, que ellas mismas le indicarán cuál es la condición espiritual de cada uno.

7. ¿De qué nos reímos?
Antes de ser salvos, nos reíamos y hasta contábamos algunos chistes, que ahora de ninguna manera repetiríamos.  De hecho, hay algo bien definido que cambia en la vida de la inmensa mayoría de los cristianos después de ser salvos: nuestro lenguaje.  La forma cómo nos expresamos, especialmente cuando sentimos ira, y los chistes de los que solíamos reírnos, los cuales ya no nos producen risa, sino vergüenza y hasta dolor.

El mundo entero se encuentra en una encrucijada. Estamos enfrentando una pandemia de proporciones inimaginables, el caos, la incertidumbre y la desesperanza, ya están haciendo estragos en los corazones de los seres humanos, especialmente en quienes no conocen a Dios.  Necesitamos la ayuda del Creador.  Sin ella, pereceremos.  La Biblia, la Palabra de Dios, es clara. Debemos acercarnos más a Dios, poner nuestras mentes y corazones en Él.  Todos los cristianos tenemos que despojarnos de la iniquidad, porque nuestro buen carácter tiene mucho que ver con las oraciones que Él responde, tal como escribió el Salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18).

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co. 7:1).  “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:15, 16).

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