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Un tiempo de dar gracias (Parte 2)

A veces buscamos la respuesta de Dios en lo grandioso, por ejemplo, tal como lo que le está ocurriendo ahora mismo al pueblo cristiano norteamericano, que se siente desilusionado porque el Señor no respondió a sus oraciones por un resultado determinado en la elección presidencial.  Asimismo se sienten decepcionados otros creyentes que piden bendiciones particulares en sus vidas y en la de sus hijos y no las reciben.  Sin embargo, todos y cada uno de los días, recibimos las tiernas misericordias de Dios y las damos por sentadas. 

Él nos ha dado Su Palabra, en la que descubrimos la profundidad de Su gran amor por nosotros y nuestra propia depravación.  Reconocemos cuán insignificantes somos y cuán inmensa es Su gracia para cubrirnos.  ¡Éste es un regalo precioso!

Dios quiere estar siempre con nosotros, por eso nos dio su Santo Espíritu que mora en cada creyente verdadero: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:19, 20).

Nos ha dado padres, familiares y amigos.  Hace resplandecer el sol cada día para alumbrarnos, calentarnos y darnos vida.  Nos ha rodeado con una hermosa naturaleza y disfrutamos de miles de cosas que alegran nuestra vida.

Así que, esperemos con agradecimiento y amor en el corazón la temporada Navideña.  Las tiernas misericordias de Dios son bendiciones que no podemos dar por sentadas, porque de hecho, han sido preparadas para nosotros desde el principio del mundo y cada día son derramadas con amor en nuestras vidas.

En los versículos 8 al 10, del Salmo 25, David nos recuerda: “Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios”.

Por lo tanto, sigamos al Señor con humildad, permitiendo que nos muestre el camino y hacia dónde quiere que vayamos.  No siempre sabemos lo que nos depara el futuro, aparte de los eventos que nos ha revelado en las Escrituras y que afectan nuestras vidas individuales.  Ni siquiera lo que nos traerá el mañana, pero sí sabemos que es nuestro Señor Jesucristo quien nos guía.  Confiemos en que Él nos llevará por el camino que quiere que vayamos y nos enseñará las lecciones que necesitamos.  Sólo Él conoce lo que es mejor para cada uno de nosotros, ya que somos eternamente suyos.

Nuestra oración es, que durante esta temporada de Navidad pueda disfrutar de un buen descanso, pero antes que todo que tome el tiempo cada día, para alabar a Dios por Sus tiernas misericordias.
“Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”. Alabad al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia” (Sal. 136:1-3).
“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:16-18).
“Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad” (Col. 1:3-6).

Dad gracias de todo corazón;
Dad gracias al Dios Santísimo;
Dad gracias porque a su Hijo Jesucristo nos dio.
Y ahora diga el débil, fuerte soy,
Diga el pobre, rico soy,
Por lo que hizo el Señor por mí.

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