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Jesús, mayor que Moisés - P I

Los judíos religiosos a lo largo de la historia han considerado a Moisés como el más grande de sus maestros.  La Torá, los primeros cinco libros de la Biblia escritos por Moisés, reciben atención continua hasta este día en las escuelas religiosas de Israel y entre los observantes judíos alrededor del mundo.
Fue Moisés quien le dio a su pueblo una predicción clara del Mesías que habría de venir (Dt. 18:15-19).

Pese a todo, Moisés siempre ha sido la figura clave en la historia nacional de los judíos, aunque hay un buen número de textos en la Escritura que indican que uno de los papeles que Jesús asumirá antes de su segunda venida, será el de alguien mayor que Moisés, ya que será el Pastor Principal del rebaño de Israel.  Él personalmente conducirá al remanente de judíos creyentes que sobrevivan, a la última y terrible guerra en Medio Oriente, y a las múltiples batallas de la campaña del Armagedón.  El Señor, guiará al remanente de Israel hacia su propio territorio exactamente como si la conquista de Canaán estuviera teniendo lugar por primera vez.

El escritor de la Epístola a los Hebreos hizo notar claramente, que Jesús es en realidad mayor que Moisés (He. 3:1-6).

Moisés fue descalificado para conducir a la generación de judíos del Éxodo, desde Egipto hasta la tierra prometida.  En lugar de eso, fue Josué quien guio la conquista y estableció al pueblo de Israel en Canaán (Dt. 34:1-12).

Moisés murió desilusionado debido a que su propio fracaso lo descalificó para conducir a su pueblo hasta el territorio de Canaán.  El Señor Jesucristo por su parte, llevó a sus discípulos Jacobo, Pedro y Juan hasta un monte alto, el monte de la Transfiguración, y allí traspuso el tiempo y la eternidad, para reunirse con Moisés y Elías.

Dice el pastor Ray C. Stedman, en su libro “El destino de la Tierra”: «... Esta escena de la transfiguración fue una vista anticipada de la parusía del Señor; de su segunda venida. Cuando Jesús vendrá y estará relacionado con su pueblo, tal como estuvo con esos que se encontraban con Él en el monte en ese día.  Pedro sigue a decir: ‘Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo’ (2 P. 1:17, 18).  Ésta es la forma cómo Dios nos enseña la relación de los creyentes en ese día.  Moisés, quien estaba presente con Elías, era un santo resucitado.  Moisés murió en la cima del monte Nebo y fue sepultado por Dios y nadie conoce el lugar de su sepultura, pero fue resucitado de entre los muertos y se apareció en el monte de la Transfiguración con Jesús.  Junto con él se encontraba Elías, otro santo del Antiguo Testamento quien nunca murió, sino que fue trasladado al cielo.  Lo mismo será a la segunda venida de nuestro Señor, que estarán esos que han sido levantados de entre los muertos junto con los otros que nunca murieron, sino que fueron arrebatados, tal como dice Pablo en el capítulo 15 de 1 Corintios: ‘No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.  Moisés y Elías, representan a estas dos clases de santos.  Y junto con ellos hay tres mortales ordinarios, Pedro, Jacobo y Juan.  De la misma manera durante el milenio que sigue a la tribulación, estarán los santos resucitados y los que fueron transformados, viviendo con seres humanos vivos sobre la tierra.  Ésta escena es una vista anticipada de eso.  Y en el centro, en el foco de toda la atención, se encuentra el Señor resucitado, glorificado y transfigurado...»

Vale la pena examinar las divisiones étnicas entre los judíos que constituyen el pueblo de Dios.  En el Nuevo Testamento se les llama “los judíos verdaderos” y son los descendientes auténticos de Abraham.  Los miembros de la Iglesia integran un grupo separado de la familia de Abraham, tal como Pablo discute en Romanos.  El apóstol explica claramente que cada judío verdadero o cristiano auténtico, debe tener la misma fe que tuvo Abraham.  Y dice la Escritura respecto a los judíos: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Ro 11:5).

Esto significa que sólo unos pocos israelitas en el mundo hoy, son judíos verdaderos.  La Biblia le llama a este grupo pequeño “el remanente de Israel”.  Estos judíos que creen en el Dios de Abraham, quienes confían en la promesa del Antiguo Testamento de un Mesías que ha de venir, tal vez todavía no conocen a Jesús como su Mesías.  Por consiguiente, Romanos 11:5 se refiere a un grupo pequeño de israelitas que son parte del pacto histórico antiguo, de creyentes judíos, pero que todavía no integran la Iglesia.  Son un grupo distinto, diferente a esos judíos quienes ya se han convertido abiertamente a Jesucristo y son parte del cuerpo de Cristo.  Incluido en la Iglesia, estarán las congregaciones “de los judíos mesiánicos” en Israel, quienes suman unos 150.000, y el resto de los judíos mesiánicos alrededor del mundo quienes reconocen a Jesús como su Mesías y Señor.

Debido al amplio panorama de las promesas de Dios a Abraham, tanto judíos como gentiles hoy, son en general parte de la Iglesia.  Pero las promesas de Dios a la nación de Israel no son las mismas que las promesas a la Iglesia. ¡La Iglesia de ninguna manera ha reemplazado a Israel en el plan de Dios!  El territorio de Israel, un área geográfica específica en Medio Oriente, fue entregado al pueblo judío para siempre, por medio de su antepasado Abraham.  Tal como lo confirman estos textos de la Escritura:

1. “Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido” (Gn 12:7).
2. “Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma.  Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera.  Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente.  Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.  Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada.  Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré” (Gn. 13:12-17).
3. “Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” (Gn. 15:7).

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