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Jesús, mayor que Moisés - P II

Claro está, toda la tierra y los pueblos pertenecen a Dios, quien es el dueño: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación” (Hch. 17:24-26).

Pero Israel es único.  Fue separado por Dios como un pueblo modelo para mostrar al resto del mundo, lo que significa para una nación vivir en armonía con su Creador (Dt. 7:6-8).

La falla de Israel al no vivir en conformidad con su llamado es ahora historia, pero es suficiente decir que Dios no ha olvidado a su pueblo, ni ha descartado su compromiso con el Israel verdadero.  Esa nación está destinada a ser la cabeza de todas, con Jerusalén como la ciudad capital de nuestro planeta.  En el fin, todos los países de la tierra serán juzgados con Israel como estándar.  Isaías muestra que es el mismo Jesús quien finalmente le garantizará a la nación, los requerimientos de Dios como una nación justa.

Unido al pacto de Jehová con Israel en el monte Sinaí, está una provisión especial, es decir que el derecho de los judíos a vivir en su propio territorio depende de que su comportamiento esté en conformidad con las normas de Dios, quien es propietario de la tierra.  A esto se le conoce como el “Pacto del territorio”.  Dios ya expulsó a su pueblo del territorio dos veces por haber quebrantado este pacto, pero su próxima acción disciplinaria será final.

Después de la Diáspora del primero y segundo siglo de la era cristiana, Israel como nación dejó de existir, hasta que fuera refundado en su territorio antiguo en 1948.  La población actual de Israel es de 9.051.000 habitantes, pero de esos, sólo un porcentaje pequeño son judíos verdaderos de acuerdo con la definición del apóstol Pablo.  La vasta mayoría son simplemente judíos étnicos o seculares, que ignoran a Dios y viven en conformidad como el resto de las naciones.

Es cierto que el Señor ha llevado a los judíos de regreso a su territorio, gracias a una serie de eventos milagrosos por un poco más de cien años.  Los profetas de Israel predijeron que el retorno del exilio sería en estado de incredulidad, seguido de un despertar espiritual nacional.  A lo largo de las edades, Jehová Dios ha protegido a los judíos y los ha salvado una y otra vez de le extinción en manos de sus vecinos hostiles.  Su propósito final es que el territorio de Israel sea sólo habitado por esos que conocen y confían en Él, todos ejerciendo la misma fe.

Dios tiene un llamado más alto para Israel, que para las otras naciones: “Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Ro. 9:4, 5).  Es un principio general en el trato de Dios con la humanidad, que “...  Al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lc. 12:48c).

Es una necedad ser anti-israelita o anti-semita, pese al estado de incredulidad del pueblo de Israel.  Su relación con Dios es un asunto de familia, con el cual sólo el Todopoderoso tiene el derecho para tratar personalmente.  Sin embargo, la mayoría de naciones hoy claman por la erradicación de Israel, sin advertir que al hacerlo están determinando su propio destino.

El erudito bíblico Stanley Ellisen, de manera elocuente discute la actividad futura de Dios en Medio Oriente, en favor del pueblo de Israel en su libro “Quién es el Dueño de la Tierra”.  Militares estrategas han sabido por muchos años que es inevitable una gran guerra en Medio Oriente.  La pregunta es, ¿cuánto más se puede retrasar?

¡La historia parece demostrar que la política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente usualmente ha empeorado las cosas en lugar de mejorarlas!  La Biblia deja muy claro que Israel es la clave para la paz mundial.  No en vano Jesús es llamado “el Príncipe de Paz” (Is. 9:1-7).

Los eventos finales del fin de la edad en que vivimos, no comenzarán hasta que Dios termine por llamar a personas de cada nación, tanto judíos como gentiles, y los una a su Iglesia, la Esposa de Cristo (Ro. 11:25-28).

La Iglesia existe bajo el Nuevo Pacto que hiciera Dios originalmente con Israel, pero las promesas de Dios a la Iglesia son separadas y distintas de sus promesas a la nación de Israel.  En un día futuro todo Israel se beneficiará de este nuevo pacto.  Tal como anticipa Jeremías 31:31: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá”.

Lo que los cristianos llaman usualmente el rapto de la Iglesia, es descrito en el Nuevo Testamento por el uso frecuente de la palabra griega «parusía», la cual significa «presencia”».  Ray Stedman explica que Jesús estará en la tierra durante todo el periodo de la tribulación, detrás de las bambalinas.  Los grandes acontecimientos y eventos que tendrán lugar en la tierra durante los siete años de la tribulación, de hecho serán orquestados e implementados por el mismo Jesús, cuya presencia no será vista ni detectada por el mundo (Mt. 24:26-28).

Mucha de la labor del Señor durante la tribulación involucrará el juicio de las naciones y el derribamiento de las fortalezas de los demonios que están implantadas en la cultura de nuestro mundo, el cual es un territorio ocupado por el enemigo. 

Quienes somos miembros de la Iglesia verdadera, que son los cristianos desde el día de Pentecostés hasta el rapto, tendremos que comparecer ante el Tribunal de Cristo inmediatamente después del rapto, luego de recibir cuerpos resucitados.  Al momento del rapto seremos removidos y librados de los juicios que tendrán lugar sobre la tierra.  La Escritura no dice nada acerca de nuestra posible participación en la obra del Señor detrás de las bambalinas durante la tribulación, pero podemos estar seguros que el Señor Jesucristo es tanto el director activo de los eventos en la tierra como el Comandante de los Ejércitos de Jehová Dios.

Un pasaje clave concerniente a la reunificación futura del Israel verdadero como parte de la iglesia prometida, lo encontramos en el capítulo 20 de Ezequiel.  Note la extraña alusión a los judíos estando fuera del territorio “en el desierto de los pueblos”, lo cual muy probablemente es una referencia a Edom, al sur de Jordán.  Luego los que creen, son separados de los incrédulos, tal como está simbolizado en “el pasar las vacas y las ovejas bajo la vara” (Lv. 27:32). 

Finalmente, esos que pasen la prueba serán guiados a la tierra prometida por Jesús, quien es mayor que Moisés (Ez. 20:33-44).

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