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El universo, la conciencia y la Biblia (P III)

(La Triple Voz de Dios)
Pr. José Holowaty

3. El Evangelio de la Conciencia:
Todos tenemos lo que llamamos conciencia.  Ese sentido inherente que nos dice instintivamente si algo es bueno o malo.  Es decir, una especie de presentimiento en favor o en contra de algo que vamos a hacer.

Muchos cristianos se preguntan: «Pero... ¿Qué hará Dios con todos esos que nunca oyeron el Evangelio, que nunca supieron de Cristo y de la Biblia, de Dios y de todo lo que nos revela su Palabra?».  Por un lado, sabemos que Dios es justo y que no permitirá jamás que el justo sea castigado.  Tampoco permitirá que sea castigado el inocente, el que nunca supo de su condición perdida.

Este interrogante lo contesta la Biblia y en mi caso personal estoy totalmente satisfecho con la respuesta de la Escritura.  Dice Pablo: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2:12-16).

Mientras Romanos 1:18-32 habla de los que tienen a su alcance “El Evangelio de la Creación”, el capítulo 2 de Romanos se refiere a quienes lo tienen escrito en sus corazones y su predicador es su propia conciencia.  Esto es lo que Pablo nos dice aquí: Al referirse a “todos los que sin ley han pecado”, podemos interpretar que está refiriéndose a “Todos los que pecaron sin conocer el Evangelio de Cristo”“Sin ley también perecerán”.  Es decir, que serán tratados como personas que no oyeron el Evangelio.

Por otra parte, los que escucharon el Evangelio, serán juzgados conforme al Evangelio.

“Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados”.  Esta declaración arroja mucha luz sobre lo que estamos tratando.  No porque un pueblo haya recibido la revelación de Dios será salvo, mientras que otro que no disfrutó de ese privilegio se condenará finalmente.  Podemos interpretar estas palabras así: «De que los salvos finalmente no serán todos los que oyeron el Evangelio. Cuando Dios da una ley, una revelación, requiere que le obedezcan. Aquellos, que nunca oyeron el Evangelio, pero que guiados por su conciencia hacen lo que es correcto, finalmente serán justificados, reconocidos como aptos para el reino de Dios, porque hicieron, mientras que los otros solamente oyeron, sin actuar...»  Por eso dice Pablo, que no serán los oidores, sino que también “los hacedores de la ley serán justificados”.  Los “hacedores”, como ya expliqué, pueden ser pecadores que no oyeron el Evangelio, pero quienes ante los ojos de Dios obedecieron a la medida de lo que les había sido revelado.

Comprendo que esto puede hacer que algunos acepten la idea de que “cada uno se salva sin importar lo que cree, con tal de que sea sincero”.  El texto NO dice tal cosa, ni yo estoy afirmando esto.  Es bien claro que se trata de personas que nunca oyeron el Evangelio, porque si alguien escucha y rechaza al Señor Jesucristo y su Palabra, ni sueñe que será salvo por muy sincero que sea.  Finalmente, todos los salvos lo serán por medio de Cristo: “En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a [su] evangelio” (v. 16).

Los que se salven por medio del “Evangelio de la Creación” será por Jesucristo.  Los que sean salvos por medio del “Evangelio de la Conciencia”, también lo serán por Jesucristo.

Queda claro entonces, que fuera de Cristo no hay salvación.  Aquí estamos hablando del conocimiento, de la revelación que el pecador logró captar mientras estuvo vivo.  No creo que Dios condene a esos que nunca escucharon el Evangelio escrito, pero que sí hicieron caso a todos los otros recursos que Dios proveyó para ellos.  Sin embargo, como ya dijera, el fin de todo siempre es el mismo, Jesucristo.

Este no es el único pasaje que nos habla de la inocencia de quien no escuchó el Evangelio.  El Señor Jesucristo también dijo: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado” (Jn. 15:22).  Aquí Jesús dice que, si él no hubiese venido, ellos no serían pecadores.  No serían culpables de no haberle recibido, porque nadie puede recibirlo, si no ha oído hablar de él.  En muchos casos y para muchas personas hoy, “Jesucristo no ha venido”, porque nadie les ha predicado de él.  Pero... ¿Están destinados al infierno por no haber creído en aquel de quien nunca oyeron? “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?...” (Ro 10:14).  Nadie puede invocar a aquél en quien no ha creído, ni creer en alguien de quien nunca ha oído hablar.  En otra ocasión, cuando Jesús hablaba con los fariseos sobre la ceguera espiritual, terminó diciéndoles: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece” (Jn. 9:41).  Este texto es tan claro como Juan 15:22.  Si estos fariseos hubieran reconocido su ceguera espiritual, el problema habría quedado resuelto.  Pero ellos, aunque tenían el mensaje de Jesús, lo desconocieron como Salvador y todavía pretendían estar sin pecado.

Ahora combinemos algunos textos sobre este mismo tema: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado... ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?... Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece... Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Jn. 15:22; Ro. 10:14, 15; Jn. 9:41; Ro. 5:13).  El último versículo no dice que “donde no hay ley no hay pecado”, sino que “donde no hay ley, no se inculpa de pecado”.

Podemos estar seguros de que Dios hará justicia.  De manera tal que todos aquellos que nunca supieron nada del Evangelio de la gracia, a quienes nadie les habló de Dios, de Cristo, del pecado, del perdón por medio de Cristo, pero quienes actuaron guiados por su conciencia la cual aprobaba o desaprobaba lo que hacían, según el caso, serán justificados si siguieron los dictados de su conciencia en conformidad con la voluntad de Dios.  Pero vuelvo a repetir, todos serán salvos por medio de Cristo Jesús.
                           Continuará...

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