Para nuestros jóvenes - P II
- Fecha de publicación: Sábado, 27 Septiembre 2025, 19:32 horas
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Continuamos con algunos ejemplos de hombres y mujeres jóvenes que se destacaron en su servicio a Dios aún desde su adolescencia:
Josías
Josías rey de Judá fue coronado por el pueblo a la edad de ocho años, después que su padre, Amón, fuera asesinado (2 R. 22:1a). Ya desde su tierna infancia comenzó a reformar la nación: “A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas. Y derribaron delante de él los altares de los baales, e hizo pedazos las imágenes del sol, que estaban puestas encima; despedazó también las imágenes de Asera, las esculturas y estatuas fundidas, y las desmenuzó, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios. Quemó además los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalén. Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí, y en los lugares asolados alrededor. Y cuando hubo derribado los altares y las imágenes de Asera, y quebrado y desmenuzado las esculturas, y destruido todos los ídolos por toda la tierra de Israel, volvió a Jerusalén” (2 Cr. 34:3-7).
Los relatos de los libros de Reyes y Crónicas concuerdan en señalar a Josías como el más recto de los reyes de Judá. Paralelamente con sus conquistas territoriales, emprendió una reforma religiosa de grandes alcances e implicaciones políticas notables. Esta reforma tuvo como principal objetivo extirpar del pueblo de Judá las prácticas cananeas y la adoración de las diversas divinidades extranjeras.
Jeremías
Leemos sobre el profeta: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (Jr. 1:4-8).
Según los registros históricos, se estima que Jeremías sólo tenía unos 17 años cuando Dios lo llamó para que le ministrara al pueblo de Judá. Cuando el Señor le dijo que literalmente había nacido para ser profeta, él objetó diciendo: “He aquí, no sé hablar, porque soy niño”. Sin embargo, Dios lo animó prometiéndole que le diría las palabras que debía hablar y le protegería.
María
María ocupa un lugar único en la historia bíblica. Concibió a Jesús por el poder del Espíritu Santo, y luego dio a luz al Mesías. Entre las mujeres, ella es la más bendita, tal como así lo declaró su pariente: “tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1:41, 42). Todos los cristianos la reconocemos como una sierva elegida por Dios, y de acuerdo con los registros históricos más confiables consignados en los textos judíos, era una adolescente cuando concibió al Señor.
Es una mujer admirada por su valentía y amada por su devoción a Dios. Caminó por un camino difícil, sabiendo cuán costosa sería su sumisión, ya que el nacimiento virginal de su Hijo, desafía la lógica científica. Es reconocida como la madre del Unigénito Hijo de Dios. Pero, ¿cuánto sabemos de los detalles de su vida?
Dios la escogió para lo que podríamos considerar como el trabajo más importante de la historia: traer a nuestro Salvador Jesucristo al mundo. Sabemos que el ángel Gabriel la visitó para traerle la noticia del plan de Dios. Ella iba a dar luz, estando apenas comprometida, ya que José le había pedido que fuera su esposa.
No podemos asegurar que María llegó a estudiar el Tora, pero sí podemos suponer con seguridad, que debió pasar sus primeros años aprendiendo de su madre, y quizás también de su abuela. Aprendió cómo vivir según el Pacto de su pueblo hecho con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, relación que debía ser tan importante para ella, como para cualquier persona entre los hijos de Israel. Ciertamente su respuesta a Elisabet, la esposa del sacerdote Zacarías, en Lucas 1:46-55 revela el corazón de una verdadera discípula, reflejando asimismo las palabras de Moisés y David, quienes la precedieron.
Podemos saber también por seguro, que María fue entrenada en los quehaceres del hogar, y reconocer además que su influencia familiar tuvo que tener implicaciones eternas para la relación de todo el pueblo judío con Dios. Aunque la vida para una mujer del primer siglo era físicamente difícil en muchas maneras, la historia nos dice cómo los judíos enfrentaban las pruebas y tribulaciones, que eran un pueblo fuerte, alegre y entusiasta y que la vida de María debió estar colmada de risa y amor. Su respuesta al ángel Gabriel refleja a una joven, quizás de unos 15 años, quien estaba muy familiarizada con su Dios y acostumbrada a ser obediente y fiel. María debía servir al Señor con gozo, y sin duda era el modelo de mujer descrita en el capítulo 31 de Proverbios.
Debemos estar dispuestos a alentar a nuestros jóvenes a que estudien las Escrituras, a que aprendan el consejo completo de Dios. No podemos subestimarlos y pensar que no están listos para estudiar la Biblia, o que son demasiado jóvenes para que la apliquen. La Palabra de Dios siempre es relevante y poderosa. Entonces, depende de nosotros que reciban su mensaje y crezcan en la fe. Nadie empujó a David para que combatiera contra Goliat. Lo hizo porque amaba a Dios. Por lo tanto, aquellos que quieren crecer en gracia y servicio, deben encontrar una manera de apartarse de la pereza, la indiferencia y la rebelión, estudiando el entero consejo de la Palabra de Dios. Se necesita valor para hacerlo, y bien puede ser un camino solitario, pero es algo bueno y vale la pena. Pablo escribió al joven Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Ti. 4:12). La implicación es que la gente no respetaría a Timoteo porque era relativamente joven, a pesar de su conocimiento de la Escritura y su capacidad para pastorear el rebaño.
Pablo entendía que la gente juzga, no basada en la sabiduría sino en la apariencia exterior. Su advertencia a Timoteo era simplemente no doblegarse ante el ridículo de los demás, sino cumplir su vocación viviendo una vida piadosa ante ellos. Todo lo que podía hacer era ser un ejemplo de humildad, sabiduría y discreción, y orar para que Dios le mostrara a la gente, que la edad no es el factor limitante, mientras que la fe sí lo es.
De tal manera que el mensaje para nuestra juventud es claro
Que sean y hagan lo que Dios espera de ellos, incluso aunque nadie más lo espere o les esté guiando en la dirección correcta. Tengan valor, sean fuertes en el Señor y estudien Su Palabra. Sean ejemplos de una persona joven que conoce la Biblia y posee un buen juicio al adoptar una decisión.
Aunque también es bueno y deseable que los adultos hagamos nuestra parte para fomentar en los jóvenes este desarrollo, crecimiento y servicio para el reino de Dios. Que animemos y oremos por todos esos que están dispuestos a hacer Su obra.