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Boletin dominical - 15/11//09

  La Biblia claramente enseña que no debemos robar.  El octavo mandamiento dice: “No hurtaras” (Ex. 20:15; Dt. 5:19).  No hablemos de quienes no conocen al Señor.  Pero... ¿Es verdad que los cristianos no roban para nada y son personas “a toda prueba”?  Un hombre joven que era parte de la Junta Directiva de la Escuela Dominical en su iglesia contó la siguiente historia:

En cierta ocasión a última hora le invitaron a predicar en una iglesia de Nashville.  Dice él que por un impulso súbito usó como su texto las palabras “No hurtarás”.  Al día siguiente se subió a un ómnibus y le entregó al conductor un billete de un dólar.  El conductor le devolvió su cambio y él avanzó hacia la parte posterior del transporte.  Se sentó y comenzó a contar el vuelto que había recibido.  Se dio cuenta de que había diez centavos de más.

       La Biblia claramente enseña que no debemos robar.  El octavo mandamiento dice: “No hurtaras” (Ex. 20:15; Dt. 5:19).  No hablemos de quienes no conocen al Señor.  Pero... ¿Es verdad que los cristianos no roban para nada y son personas “a toda prueba”?  Un hombre joven que era parte de la Junta Directiva de la Escuela Dominical en su iglesia contó la siguiente historia:

En cierta ocasión a última hora le invitaron a predicar en una iglesia de Nashville.  Dice él que por un impulso súbito usó como su texto las palabras “No hurtarás”.  Al día siguiente se subió a un ómnibus y le entregó al conductor un billete de un dólar.  El conductor le devolvió su cambio y él avanzó hacia la parte posterior del transporte.  Se sentó y comenzó a contar el vuelto que había recibido.  Se dio cuenta de que había diez centavos de más.

Su primer pensamiento fue: «La compañía de transporte tiene mucho dinero, de modo que diez centavos no hace diferencia».  Pero enseguida se dio cuenta de que no le era correcto quedarse con un dinero que no le pertenecía.  Caminó de regreso hacia el frente y le dijo al conductor: «Usted me dio dinero de más».

El conductor le respondió: «Sí, le di diez centavos de más.  Lo hice a propósito y lo estaba observando a través del espejo mientras usted contaba el cambio.  Si se hubiera quedado con los diez centavos, nunca más hubiera tenido confianza en la predicación».  Este conductor del ómnibus había escuchado al mismo caballero la noche anterior hablando sobre... “No hurtarás”.

¡Cuán unidos están nuestros hechos con nuestras palabras y convicciones!

Insistimos mucho en la salvación por gracia.  Esto es así, es completamente correcto, pero debemos tener cuidado de quedarnos sólo con Efesios 2:8, 9, sin seguir leyendo el versículo 10 el cual es tan parte de la Palabra de Dios como los anteriores.  Somos como plantas, pero no de las ornamentales, sino que debemos ser de las frutales.  No debemos ser “cristianos de adorno”, con una sonrisa siempre bien puesta y con palabras agradables al oído de quien nos escucha.
Aquellos que aún no son salvos desean saber si nuestra fe funciona en la práctica o se trata solamente de una... religión, la cual, decimos, se basa totalmente en la Biblia, la Palabra de Dios.  Nada de malo hay en esto, pero el Señor espera que seamos plantas que dan frutos.

Mi padre, recuerdo muy bien esto, era de esos que compraba plantas de todo tipo de frutos.  Particularmente recuerdo un manzano.  Esa planta daba unas manzanas que tenían la forma de un neumático, aplastaditas, no eran redondas como las que conocemos.  Tampoco eran rojas.  Más bien su color era verde y cuando ya estaban maduras cambiaban a amarillo.  Recuerdo que mi madre solía prepararlas poniéndoles azúcar después de perforar el centro mismo y sacar el “ombligo” (la parte que quedaba de lo que era la flor).  Ese azúcar se derretía en el horno, la fruta quedaba blanda, ¡y cuán deliciosa era!  Hasta la fecha suelo hacerlo, pero jamás encontré esa misma clase de manzanas.

¿Podríamos decir que una iglesia donde Cristo realmente reina es un... huerto, donde cada miembro es una planta frutal?  No, necesitamos hermanos que “adornen el huerto”.  Sabemos que el mejor adorno son los frutos.  ¿Es usted un... manzano, un ciruelo, un peral o una vid? Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.  Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.  Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.  Permaneced en mí, y yo en vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.  El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos (Jn. 15:1-8).  Si usted permanece en él (Cristo) y él en usted, entonces sus frutos son muchos, deliciosos y usted no es una planta ornamental, porque el dueño del huerto (la Iglesia) no se interesa tanto en belleza musical, algo de ceremonia eclesiástica dominical, liturgias bien estructuradas y una aparente devoción y consagración a Él de labios para afuera.

El Señor no solamente es el dueño de este... Huerto (Su iglesia), sino que es exigente y examina a cada planta, a cada uno de nosotros.  El Señor dijo además: O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol (Mt. 12:33).

¿Cuánto tiempo hace que usted es cristiano?  ¿Cuántos años?  Recuerde que cada uno de nosotros somos árboles que deben dar frutos de verdaderos cristianos: Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.  Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?  Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.  Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después (Lc. 13:6-9).  ¿Cómo anda usted con su familia, sus parientes, más allá de su cónyuge e hijos, sus vecinos, compañeros de trabajo, sus hermanos en la fe, etc.?

Sus oportunidades pueden acabar en cualquier momento.  No espere hacer algo «algún día».  Usted y el Señor saben los dones que tiene.  Tal vez usted es bueno para traer a otros hermanos para que escuchen la Palabra.  Tal vez tiene el don de hablar a cualquier persona en cualquier lugar.  Tal vez puede ayudar en la música.  ¡Hay tanto para servir al Señor!  Es probable que el Señor le haya dado el don de ganar dinero.  Mientras no conocía al Señor, usted pensaba que lo mejor sería invertir en el negocio y verlo cada vez más grande.  Ahora que ya es cristiano, ¿no le parece que sería mucho mejor invertir y acumular tesoros en el cielo, cooperando con una iglesia como la que el Señor nos ha dado para llevar Su mensaje hasta lo último de la tierra?

J. A. Holowaty, Pastor

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