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La Cultura de la Cancelación

La Cultura de la Cancelación

En las primeras semanas del año 2021, el mundo ha sido testigo de un hecho sin precedentes que ha causado consternación y asombro, ya que las redes sociales en Estados Unidos - silenciaron al expresidente Trump, callaron a los ciudadanos conservadores y cancelaron en las redes sociales,  las páginas de miles de cristianos, y esta lista de los cancelados continúa aumentando rápidamente.

Hemos descendido a un nivel tan bajo en nuestra sociedad, que el expresidente de Estados Unidos ha sido vetado y no puede comunicarse con sus seguidores a través de la Internet. Casi todas las voces conservadoras, pero en particular la de los cristianos evangélicos, han sido censuradas y silenciadas, con amenazas para estos últimos.

Muchos están pidiendo, de que los cristianos conservadores sean encerrados en campos de concentración, por considerarlos terroristas domésticos.  Incluso hasta algunos políticos están animando a los liberales a que ataquen a los conservadores, a los dueños de las compañías de seguro, para que les cancelen sus pólizas, y a los empleadores para que no los contraten.

Pero, ¿qué es “La Cultura de la Cancelación”?  Es un concepto que básicamente consiste, en que cuando alguien dice o escribe, algo inconveniente, o que pueda ser considerado ofensivo para otros, rápidamente suscita una reacción que busca la “cancelación” de esa persona, lo cual puede desencadenar una serie de boicots a su labor profesional, o a la plataforma que le sirve de altavoz a sus opiniones.

Los denunciantes, quienes asisten a reuniones secretas del grupo Big Tech, también conocido como GAFA, Los gigantes Tec, Los Cuatro Grandes, Los Cuatro Jinetes, y los Gigantes de la Tecnología, son las empresas más grandes y dominantes en la industria de la tecnología informática en Estados Unidos, y se trata de Amazon, Apple, Google y Facebook. Ellos ya han revelado que sus monopolios planean ampliar sus restricciones y cancelar las cuentas a muchas más personas.  Eso se debe a que ahora estamos viviendo en un período de tiempo definido como “la cultura de la cancelación”.

Pero permítannos aclarar, que esto “de cancelar a los cristianos” no es nada nuevo.  Cada cultura a lo largo de la historia “siempre ha tratado de anular a los creyentes verdaderos”.

Si retrocedemos a los inicios de la Iglesia en el primer siglo, leemos en el capítulo 4 de Hechos, cómo poco después de Pentecostés, los apóstoles salieron por las calles de Jerusalén predicando acerca de la crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo de entre los muertos.  Como respuesta al pánico que esto ocasionó, los fariseos -  los líderes religiosos de la élite de ese día, llevaron a los apóstoles ante el Sanedrín.

Estos versículos resumen la historia, de lo qué pasó y cómo respondieron ellos: “Y llamándolos (los del Sanedrín), les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.  Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hec. 4:18–20).  Los apóstoles creían firmemente que debían continuar hablando y decir la verdad, porque la autoridad de Dios era superior a la de los hombres.

La élite gobernante de esa época, estaba haciendo un esfuerzo por “cancelar” a los seguidores de Cristo, obligándolos a guardar silencio. De hecho, está registrado en el capítulo 5 de Hechos, que cuando vieron que continuaban predicando, el Sanedrín llamó a su capitán y le ordenó que llevara a los apóstoles ante los magistrados y el sumo sacerdote. “Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres...  Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.  Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida” (Hec. 5:14, 17-20).

Pese a todo, una vez más leemos, que “Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre?  Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.  Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres... Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos” (Hec. 5:27-29,33).

Lo ocurrido entonces demuestra, que desde el comienzo de la Era de la Iglesia, han existido personas que han tratado de silenciar a los cristianos, incluso hasta el punto de asesinarlos si era necesario, para callarlos.

Podemos mirar a esos que sufrieron en el Imperio Romano hasta el Emperador Constantino. Durante casi 300 años de historia de la Iglesia, la persecución contra ellos, fue de mal en peor. Los cuerpos de los cristianos sirvieron como antorchas para iluminar los jardines del César.  Y miles fueron arrojados como alimento a los leones hambrientos en el coliseo.  Estos fueron los casos extremos de vivir en “una cultura cancelada”.

Mientras tanto, la población cristiana en general, siempre ha sido excluida económicamente en la sociedad dominante.  En algunas áreas, se les prohibió a los romanos que les comprasen, algo muy similar al trato que recibieron los judíos en la Alemania nazi.  Cualquiera que le compraba a un cristiano corría el riesgo de convertirse en un paria, igualmente fueron también excluidos de la política.

Durante los últimos dos mil años en gran parte del mundo, la sociedad  ha estado tratando de cancelar a los cristianos y así acabar con el cristianismo. Sólo en un poco más de un siglo, fue que se permitió en Estados Unidos, que los valores judeocristianos florecieran sin desafíos. Pero, para el resto del mundo, y durante gran parte de la historia, la Iglesia Cristiana Verdadera ha sido cancelada en todos los lugares a los que ha llegado.
Desde los primeros años de la Reforma, cualquiera que se atrevía a poseer una Biblia, o por el amor a Dios imprimía una, en un idioma que pudiera ser leído por las multitudes, era condenado a muerte y quemado en la hoguera, por las élites religiosas.  Por muchos siglos la Iglesia verdadera, ha tenido que soportar una gran persecución.  Siempre ha sido perseguida por las clases altas que controlan la cultura y quieren silenciar el mensaje del Evangelio.

¿Cuál ha sido el resultado de toda esta persecución? ¡Qué la Iglesia ha prosperado!   Y eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora mismo, que el cristianismo está floreciendo en lugares como China comunista, la que hoy en día se ha esforzado más que nunca por erradicarlo.  A pesar de la dura persecución, el Señor está incorporando entre sus huestes a todos los que Le pertenecen.

Los hermanos en la fe que residen en Estados Unidos, pero especialmente esos quienes profesan nuestras mismas creencias, están experimentando ahora mismo el temor de que las culturas élites de esa nación, terminen por cancelarlos próximamente. El comienzo, como ya dijéramos se ha manifestado con la expulsión de muchos de las redes sociales, tal como Facebook y Twitter, en donde ya no les permiten hacer ningún comentario.

Pero si lo analizamos, esto no es ningún tipo de amenaza.  Tal ataque en contra de la libertad religiosa y de expresión, tal vez haya impresionado a algunos en principio, pero la historia de la Iglesia demuestra que en cada ocasión en que la sociedad ha tratado de silenciar al cristianismo, este prospera.

El mundo siempre ha observado de cerca la forma cómo se comportan los cristianos.  Por ejemplo, antes de que el aborto se volviera médicamente accesible, los romanos eran famosos por tomar a sus bebés no deseados y arrojarlos en los campos para dejarlos morir.  Pero, los cristianos de entonces, iban, recogían a los bebés y crearon orfanatos para cuidar a estos niños desechados.  La sociedad de ese tiempo miró ese comportamiento extraño y se dio cuenta de que había algo diferente en ellos. ¡Qué los cristianos realmente amaban a sus semejantes! ¡Las personas fueron testigos de la demostración del amor de Cristo, y ese amor llevó a muchos perdidos directamente al Evangelio!

Todos sabemos por la historia que el Imperio Romano colapsó inevitablemente, no sólo por su propia inmoralidad desenfrenada, sino debido al auge del cristianismo. De tal manera, que en cualquier parte de la tierra donde hay persecución, el cristianismo florece. 

Tal como acabamos de mencionar, el ejemplo que tenemos ahora mismo es China. En el siglo XIX, los misioneros viajaron allí y plantaron las semillas del Evangelio, hasta que el gobierno terminó por expulsarlos. No obstante, hoy en día, hay millones y millones de cristianos que viven en China, porque mientras más son perseguidos, porque las élites gobernantes los ven como una amenaza,  más personas se sienten atraídas por el Evangelio, y más crece la Iglesia.  Entonces, es interesante comprobar, cómo Dios usa la persecución para hacer prosperar el cristianismo.

Recordemos lo que dijo el escritor de la Epístola a los Hebreos: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:1–2).

A continuación el autor hace esta observación en el versículo 4:  “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:4).  Él no implica de que debemos reaccionar en contra de esos que quieren silenciarnos, yendo y atacándolos de forma alguna, ya sea verbal o físicamente, provocando así nuestra propia persecución.  Es cierto que en este mismo momento, algunos cristianos en Estados Unidos, ya han sido perseguidos hasta el punto de que los han encarcelado, golpeado y han tenido que soportar la violencia.

Seguramente la persecución abierta contra los creyentes será algo inevitable,  dado que el nuevo gobierno está determinado a designar a un “ministro de la verdad”, quien determinará qué podrán y que no podrán predicar los pastores en las iglesias.  Ahora mismo ya hay cristianos que han sido multados y encarcelados por su fe, y esta cifra seguirá aumentando más en los próximos días.  A no dudar continuarán incrementándose los intentos por aislarlos, silenciarlos, robarle su sustento y cerrar las iglesias.

La pregunta que ellos tendrán que plantearse es: “¿Estamos preparados para soportar lo que se avecina por la causa de Cristo?”.  Los soldados en las diferentes áreas, juran dar su vida por patriotismo y lealtad a la nación.  Y nos preguntamos: ¿Estarán esos soldados de Cristo en Estados Unidos, dispuestos a soportar todo lo que se avecina, por la causa del Señor o terminarán sometiéndose?  Como partidarios cristianos ellos tendrán que mostrar el mismo nivel de lealtad a Jesucristo, que esos que sirven en el ejército en causas humanas.

¡Creemos que sí, que lo harán!  Saben que fueron comprados, que el Señor Jesucristo pagó un gran precio, por cada uno de ellos.  Qué derramó Su propia sangre para que pudieran ser salvos.  Por lo tanto, le pertenecen.  Sus vidas no son suyas, sino que son propiedad de Jesús.  Y Él las usará para  hacer que otras personas lo conozcan como Salvador. Entonces, desde la perspectiva eterna, millones de seres humanos podrían llegar a Conocerlo, por la obra de Dios a través de la vida de esos creyentes, que estén dispuestos a afrontarlo todo.

Sólo Dios sabe cuántos de nosotros también tendremos que sufrir, y tal vez muy pronto.  Es obvio que la persecución se extenderá paulatinamente por el mundo entero, mas no será nada comparado con la eternidad de gozo que tenemos por delante en la presencia del Señor.

Entonces, la pregunta que nos queda es: “¿Estamos dispuestos a soportar lo que sea necesario, por la causa de Cristo?”.   Esperamos que todos pensemos en eso, que nos mantengamos en oración y estemos preparados en nuestro corazón para todo lo que el Señor tiene reservado para nosotros, de modo que Su nombre pueda ser proclamado y Él pueda ser glorificado.

Mantengamos nuestros ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.  Nuestro Padre Celestial nos insta con estas palabras: “No temas en nada lo que vas a padecer.  He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación...  Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apo. 2:10).

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