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Ejecutado por unos metros de terciopelo

 Sarah Peters una amiga de John Wesley quien compartía su compromiso en el evangelismo, sentía una inmensa carga por los prisioneros en la cárcel Newgate de Londres, especialmente por esos que estaban en el pabellón de los condenados a muerte.  El 9 de octubre de 1748, Sarah y una amiga cristiana fueron a ver a un prisionero llamado John Lancaster, quien había pedido una visita de ellas.  Se reunieron ese día en su celda junto con otros seis o siete condenados también sentenciados a muerte.  Mientras cantaban himnos juntos, leían algo de la Escritura y oraban, los prisioneros lloraban convencidos de su necesidad de Dios.

         Lancaster les contó, como en un tiempo había atendido a la iglesia diariamente, pero luego se había apartado.  Cómo se hizo amigo de un joven que era ladrón y se convirtieron en compañeros en crimen.  Ahora estaba en prisión, sentenciado a muerte por haber entrado a una casa y haberse robado diecinueve metros de terciopelo.

         Esta experiencia hizo que Sarah Peters se sintiera determinada a hacer todo lo que pudiera por esos hombres en sus días finales.  Algunas veces sola, y otras veces con una o dos personas más, los visitaba casi a diario conforme se aproximaba la fecha de su ejecución.  Decidiendo que sería de gran ayuda reunirse con cada condenado individualmente para inquirir acerca de su condición espiritual, Sarah y sus compañeras se congregaron primero con John Lancaster.  Él elevó sus ojos y sus manos al cielo y después de un momento dijo: “Doy gracias a Dios, y siento que me ha perdonado mis pecados.  Lo sé”.  Ellas le preguntaron cómo y cuándo lo supo por primera vez.  Él respondió: “Tenía gran temor y sentía una gran carga sobre mí, hasta la misma mañana en que ustedes llegaron aquí.  Ese amanecer estaba orando sinceramente, y conforme el reloj de San Pablo hacía sonar su quinta campanada, el Señor hizo descender sobre mi alma una paz que nunca había sentido, de tal manera que aunque estaba asustado podía soportarlo.  A partir de esa hora no he vuelto a sentir miedo por morir.  Porque sé, y estoy seguro que tan pronto como mi alma parta de mi cuerpo, el Señor Jesús estará allí listo para conducirme a la gloria”.

         Otros seis contaron historias similares de cómo en los últimos días habían depositado su fe en el Señor Jesucristo gracias al ministerio de Sarah Peters.

         La noche antes de la ejecución, los condenados pidieron orar con Sarah una vez más.  Ella fue a la prisión a las diez de la noche, pero no le permitieron entrar.  Sin embargo, el carcelero consintió que seis de los condenados pasaran la noche juntos en una celda en oración.

         A la seis de la mañana del día siguiente, se autorizó la entrada de Sarah Peters en la prisión.  Cuando la celda se abrió, los seis hombre estaban regocijándose respecto a la feliz noche de compañerismo que habían pasado.  John Lancaster fue el primero en ser llamado para que le removieran los grilletes de hierro de sus piernas.  Cuando el guardia le quito los hierros, exclamó: “¡Bendito sea el día que vine a este lugar! ¡Oh que obra gloriosa ha hecho el Señor en mi alma desde que llegué aquí!”.

         Cuando los hombres entraban al vehículo que los conduciría hasta el lugar donde serían ejecutados, Lancaster le dijo a sus compañeros prisioneros: “Vengan mis queridos amigos, regocijémonos, porque el Señor se está preparando para recibirnos en sus moradas eternas”.

         Tan pronto los condenados llegaron al patio de la prisión donde serían ejecutados, al ver Lancaster a la fiel Sarah, se acercó a ella, la besó y le dijo: “Voy a ir al paraíso hoy.  Y usted me seguirá muy pronto”.

         John Lancaster y sus amigos fueron ejecutados el 28 de octubre de 1748.  Dos días después Sarah se enfermó repentinamente con fiebre.  Su labor con los prisioneros había concluido, y ella satisfecha alababa a Dios desde su lecho de enferma.  En menos de tres semanas siguió a los prisioneros hasta “las moradas eternas”.

Reflexión

         Dios usó la compasión de Sarah en formas que ella nunca jamás pudo haber imaginado. ¿No cree que Él podría hacer algo similar con usted?  Siempre esté abierto a las oportunidades que el Señor ponga delante de usted, y permita que lo use en nuevas formas - sus formas.

         “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).

Modificado por última vez enMiércoles, 28 Septiembre 2011 02:11
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