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El Dios que controla el viento, controla las naciones

En el siglo diecisiete, las décadas de 1660 hasta 1680 fueron tiempos difíciles para el pueblo de Dios en Inglaterra y Escocia.  Después del ascenso al poder político de los puritanos, durante las guerras civiles inglesas de los 1640, y la ejecución del rey Carlos Primero, Oliver Cromwell, un puritano independiente o congregacionalista, estableció una mancomunidad con él mismo como su dirigente.

Adoptó el título de Lord Protector, el cual mantuvo hasta su muerte en 1658.  Su hijo Richard le sucedió como protector por un año antes de renunciar.  Durante el gobierno de Cromwell los puritanos experimentaron el clímax de su poder político y disfrutaron de libertad religiosa.

Los presbiterianos que controlaban el parlamento inglés no eran fanáticos de los Cromwell.  Por consiguiente, en 1660 el parlamento invitó a Carlos Segundo, el segundo hijo y sucesor de Carlos Primero, al trono.  Ellos fueron a no dudar influenciados por el hecho que diez años antes Carlos Segundo se había convertido en presbiteriano a fin de estimular el apoyo escocés para recuperar el trono.  Pero Carlos Segundo no era amigo del pueblo de Dios.

Bajo el Acta de Uniformidad de 1662, a todos los ministros se les dio una fecha límite en la cual tenían que darle  su apoyo público al Libro de Oraciones Anglicano y se les requería recibir ordenación episcopal si no habían sido ordenados todavía.  Esto resultó en la “Gran Expulsión” en la cual cerca de dos mil pastores presbiterianos, independientes y bautistas fueron forzados a abandonar sus iglesias.  El Acta de Cinco Millas de 1665 le prohibía a los ministros no anglicanos acercarse a cinco millas de distancia de cualquier ciudad o población británica, esta era como unos ocho kilómetros.

Finalmente, en su lecho de muerte en 1685, Carlos Segundo públicamente reconoció su conversión al catolicismo romano lo cual mantuvo en secreto por años.  Esto explicaba su animosidad hacia los presbiterianos, quienes lo habían llevado al trono.

 

Carlos Segundo fue sucedido por Jacobo Segundo, otro católico romano, quien intensificó la persecución contra los Firmantes del Pacto Escocés, que resistieron la forma episcopal de gobierno que les imponía la iglesia de Escocia.  Muchos presbiterianos devotos perdieron sus vidas.  Como Jacobo Segundo había presionado por una sucesión católica, el nacimiento de su hijo llevó este asunto a una crisis.

Su hija María se había casado con William de Orange, quien tenía derecho a reclamar el trono de Inglaterra.  William, nacido en Hague y criado como un seguidor de John Calvino, se había convertido en jefe de estado de las Netherlands.  El pensamiento de que el hijo católico de Jacobo fuera el heredero de la corona, era demasiado para los nobles protestantes de Inglaterra, así que invitaron a William y a María para que ocuparan el trono.

El primero de noviembre de 1688, William ubicó su armada de barcos en el canal Inglés, intentando invadir a Inglaterra.  El viento que impulsó la flota de William era tan fuerte, que impidió que muchas de las embarcaciones inglesas pudieran moverse en el río Támesis, incapaces de desplazarse hasta el canal para contra atacar.  Conforme la flota de William se desplazaba a lo largo de la costa inglesa, la música marcial resonaba desde los muelles y las luces que se extendían de la proa hasta la popa de cada embarcación destellaban a través del cielo de la tarde.  Era un espectáculo perturbador para los protestantes sitiados de Inglaterra.  El 5 de noviembre de 1688, la flota atracó en suelo inglés, y William de Orange y sus tropas comenzaron lo que llegó a ser conocido como la Revolución Gloriosa.

Jacobo Segundo huyó a Francia.  El mes siguiente cuando los protestantes de Inglaterra celebraban la Navidad adorando como deseaban, Jacobo atendía misa en Francia.

El Señor usó el viento para mantener a Inglaterra como una nación protestante.

Reflexión

¿Alguna vez ha visto a Dios usar las fuerzas de la naturaleza para llevar a cabo propósitos en su vida?  Quizá usted pudo ver su mano en eso.  En ocasiones es difícil entender por qué ocurren ciertas cosas, pero podemos encontrar consuelo al saber que el Señor está en control de todo.  Tenemos fe en un Dios que no sólo creó los vientos, sino que los controla para lograr su propósito. ¡Nuestro Creador es un Dios increíble!

“Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:41).

Modificado por última vez enViernes, 14 Octubre 2011 00:58
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