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El evangelista ciego

A. J. Freeman era ciego del ojo derecho de nacimiento.  Inmigró a Estados Unidos desde Suecia a la edad de diecinueve años.  En el verano de 1895, cuando tenía veintisiete y mientras practicaba juegos rudos, su compañero de trabajo accidentalmente le pinchó el ojo izquierdo con el dedo pulgar y lo dejó totalmente ciego.

         Visitó muchos doctores y pasó un año entero en la Enfermería Illionis de Ojos y Oídos en Chicago, bajo el cuidado y supervisión del mejor especialista de la visión en el mundo.  Cuando ni siquiera él pudo ayudarlo, se sumió en una profunda depresión.  Un hombre joven desconocido lo visitaba en la sala del hospital en forma irregular y le explicó cómo el Señor Jesucristo ofrecía salvación.  Una enfermera cristiana también le compartió el mismo mensaje.  Las palabras de ellos le hicieron recordar como su madre le hablaba del Evangelio en su juventud.  Sin embargo, perdido en su depresión pasaba sus días maquinando la forma de vengarse del hombre que involuntariamente le había dejado ciego.

         Tratando de suicidarse, un día se trepó al alfeizar de la ventana en el quinto piso de la sala del hospital donde se encontraba.  Mientras temblaba parado en el borde listo para saltar, una pregunta repercutía en su mente: “¿Qué será de mí después de esto?”.  Justo entonces una enfermera que no podía ver, le agarró firmemente por el brazo impidiéndole que saltara.  Inmediatamente cayó de rodillas y oró a Dios para que lo salvara.  A partir de ese momento consideró la ventana en esa habitación como la puerta hacia el cielo, ya que marcó el lugar en donde había encontrado vida en lugar de muerte.

         Freeman ahora experimentaba la esperanza de que quizá había un propósito para su vida.  Ambicioso y trabajador por naturaleza, ingresó a la escuela para los ciegos en Jacksonville, Illinois, en el segundo año después de su accidente.  Allí aprendió a fabricar escobas.

         Regresó con su esposa en Moline, Illinois e inició una factoría de escobas.  En un tiempo relativamente corto, tenía quince hombres que las fabricaban para él, produciendo más de seiscientas por día.  Además de su negocio, empezaron a llamarlo de varios lugares, especialmente de sociedades femeniles para que cantara y testificara acerca de Cristo y el don de la salvación que había recibido.  Comenzó a invertir tanto tiempo en esto, que finalmente su trabajo empezó a sufrir detrimento.

         Anhelaba servir a Dios tiempo completo, pero en esa época tal servicio era raramente remunerado, y él estaba convencido que su principal obligación era proveer lo necesario para su familia.  Además, no podía viajar a ningún lugar sin un guía.

 

         En 1902, tuvo lugar un despertar espiritual en su iglesia y muchas personas depositaron su fe en el Señor Jesucristo.  Esther, su propia hija de diez años se encontraba entre esos que aceptaron el llamado de seguir a Cristo.  Una noche cuando caminaba en dirección a la iglesia con su padre, Esther exclamó: “¡Oh, Pa!  Me siento como una nueva persona”.  Pero él, creyendo que el Evangelio era algo muy difícil para que una niña de diez años lo entendiera, continuó dudando de la salvación de su hija.  Entonces, un día, él y su esposa llegaron al hogar y encontraron a Esther hablándole a un grupo de niños de Jesús y orando por la salvación de ellos.  Freeman contó: “Esto hizo que me diera cuenta que el Evangelio es poder salvación, también para niños pequeños que creen en su Salvador”.

         Esther podía cantar y pronto comenzó a tocar la mandolina con su padre.  No pasó mucho tiempo, cuando Freeman y Esther eran bien conocidos localmente como un grupo de canto.  Sus oportunidades en el servicio con Esther hicieron que su llamado para servir a Dios fuera más claro para él.

 

         Finalmente, el 20 diciembre de 1903, a la edad de treinta y nueve años, fue ordenado ministro por la Iglesia Sueca Libre de Moline Illinois, y se convirtió en evangelista tiempo completo.  Más de doce mil personas depositaron su fe en el Señor Jesucristo por medio de la predicación de éste pastor sueco ciego.

Reflexión

         ¿Siente que tiene problemas físicos u otras condiciones que lo limitan en su servicio para Dios?  Si tal vez es muy tímido o tímida o siente temor de hacer algo inapropiado, sólo recuerde al evangelista A. J. Freeman, porque si Dios pudo usar a un inmigrante sueco ciego, también podrá usarlo a usted.

         “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).

Modificado por última vez enViernes, 16 Diciembre 2011 22:46
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