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¿Sanidad divina hoy...?

  • Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas

Hobart Freeman, quien nació en octubre de 1895 y murió en diciembre de 1984, creía que Dios lo había sanado de poliomielitis. Con todo, Freeman tenía una pierna más corta que la otra, debía usar zapatos ortopédicos correctivos y caminaba con gran dificultad.

Freeman era pastor. Comenzó su ministerio como bautista, e incluso escribió un buen texto de estudio doctrinalmente ortodoxo, que se titula Una introducción a los profetas del Antiguo Testamento.

A mediados de la década de 1960, la fascinación de Freeman con la sanidad por fe, lo hizo que se integrara al movimiento carismático y luego a un grupo marginal. Comenzó su propia iglesia, fue el fundador de La Asamblea de Fe, en Claypool, al noreste de Indiana, la cual creció hasta contar con más de dos mil miembros. Las reuniones se celebraban en un edificio al que Freeman llamaba "El establo glorioso". En los servicios no se aceptaban a personas que no fuesen miembros.

Freeman y la congregación Asamblea de Fe, desdeñaban por completo el tratamiento médico, creyendo que la medicina moderna era extensión de la hechicería antigua y la magia negra. Freeman creía que recibir tratamiento médico era exponerse a la influencia demoníaca. A las madres, miembros de su congregación que estaban esperando, se les decía que debían dar a luz en sus casas, con la ayuda de una comadrona patrocinada por la iglesia, en lugar de ir a la sala de maternidad de un hospital. La obediencia a esa enseñanza le costó la vida a un buen número de madres y de infantes. De hecho, a lo largo de los años, por lo menos 90 miembros de la iglesia murieron a consecuencia de dolencias que eran fácilmente tratables. Nadie sabe realmente a cuánto ascendió la cifra de muertes como resultado de las enseñanzas de Freeman.

Después que una niña de 15 años muriera debido a una enfermedad completamente curable, los padres de la jovencita que eran miembros de la iglesia fueron juzgados y convictos de homicidio por negligencia, siendo sentenciados a diez años de cárcel. El propio Freeman fue acusado en este caso, de haber ayudado e inducido el homicidio en forma imprudente. Un poco después de esto, el 8 de diciembre de 1984, Freeman moría de neumonía y fallo cardíaco, complicado con una pierna ulcerada.

La teología de Freeman no le permitió reconocer que la polio le había dejado la pierna izquierda desfigurada y que era cojo. Cuando alguien le decía algo y señalaba a la inconsistencia marcada entre su propia incapacidad y su teología, siempre respondía: «Yo me sané». Finalmente, su rechazo a reconocer sus propias enfermedades le costó la vida. Se rehusó a recibir tratamiento por las dolencias que le estaban matando. La ciencia médica pudo fácilmente haber prolongado su vida, pero en el fin, Freeman fue víctima de sus propias enseñanzas.

El señor Freeman no es el único sanador de fe que ha sucumbido a la enfermedad al rehusarse a recibir tratamiento médico. William Branham, fue un famoso sanador y profeta pentecostal que surgió desde las filas de las cruzadas Pentecostales de Sanidad de los años 1950. Branham guió una gran cantidad de campañas de sanidad en Estados Unidos, Canadá y Europa, y fue ampliamente honrado como un profeta de Dios en el movimiento Pentecostal. Aunque se le reconocía como instrumento en algunas de las sanidades más espectaculares que supuestamente el movimiento jamás haya visto, murió en 1965 a la edad de 56 años, después de haber sufrido durante seis días a consecuencia de las heridas que recibió en un accidente automovilístico. A pesar de que sus seguidores estaban confiados en que Dios lo resucitaría, nunca resucitó.

Asa Alonzo Allen, famoso evangelista y sanador de fe, murió de esclerosis del hígado en 1967, después de haber luchado secretamente contra el alcoholismo durante todos los años en que supuestamente estaba sanando a otros.

Kathryn Kuhlman, otra afamada sanadora de fe, murió de fallo cardíaco en 1976. Luchó contra la enfermedad cardíaca por cerca de 20 años.

Ruth Carter Stapleton, famosa sanadora de fe y hermana del ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, se negó a recibir tratamiento médico para el cáncer debido a que creía en la sanidad por fe. Murió de la enfermedad en 1983.

Incluso el propio John Wimber, fundador de la hermandad cristiana Vineyard, lucha contra problemas crónicos del corazón. Él comienza su libro El poder de la sanidad, con una nota personal que dice en parte: «En octubre de 1985 estuve en Inglaterra por tres semanas, enseñando en unas conferencias en Londres, Brighton y Sheffield. Muchas personas fueron sanadas, pero una no lo fue, yo.

Durante los dos años anteriores había sufrido de dolores menores en el pecho cada cuatro o cinco meses. Sospechaba que tenía algo que ver con mi corazón, pero no hice nada al respecto. Nadie, ni siquiera Carol, mi esposa, sabía sobre mi condición. Pero en Inglaterra, ya no pude ocultárselo. En varias ocasiones cuando estábamos caminando, tuve que detenerme abruptamente, debido al dolor en el pecho. Estuve muy cansado la mayor parte del viaje. Había tenido lo que los doctores sospecharon, una serie de ataques coronarios.

Cuando regresamos a casa... una serie de exámenes médicos... confirmaron mis peores temores: Tenía un corazón afectado, posiblemente seriamente dañado. Los análisis mostraron que mi corazón no estaba funcionando en la forma apropiada, una condición complicada y posiblemente causada por la presión alta. Estos problemas combinados con el sobrepeso y el exceso de trabajo, significaban que podía morir en cualquier momento».

Wimber buscó a Dios y dice que el Señor le dijo: «De la misma forma como Abraham tuvo que esperar por su hijo, así debes esperar por tu sanidad. Mientras tanto, tienes que seguir las órdenes del doctor». Desde entonces, Wimber ha tenido períodos de mejoría, seguidos por recaídas, pero está convencido que el Señor le aseguró que finalmente sanará.

Wimber admite: «Me gustaría poder escribirles y decirles, que en este momento estoy completamente sano, que ya no tengo problemas físicos. Pero si lo hiciera, no sería cierto».

¿Por qué será que tantos líderes sanadores de fe se encuentran entre los que necesitan ser sanados? Annette Capps, hija del sanador de fe Charles Capps y también sanadora de fe, plantea esa pregunta en su libro Invierta la maldición en su cuerpo y emociones. Dice: «Las personas tropiezan debido al hecho de que el llamado 'ministro de sanidad' más tarde se enferma o muere. Dicen, 'No entiendo esto. Si el poder de Dios entró en operación y todas esas personas fueron sanadas, ¿por qué el evangelista está enfermo? ¿Por qué él o ella murió? La razón es, porque las sanidades que tienen lugar en reuniones como esa, son una manifestación especial del Espíritu Santo. Esto es diferente a usar la propia fe... Al evangelista que Dios está usando en los dones de sanidad, todavía se le requiere que use su propia fe en la Palabra de Dios para recibir salud y sanidad divina para su propio cuerpo. ¿Por qué? Porque los dones de sanidad no se manifiestan para el individuo que está ministrando. Son para el beneficio de las demás personas.

A lo largo de los años he visto varias manifestaciones de los dones de sanidad en mi ministerio, pero siempre tuve que usar mi fe en la Palabra de Dios para mi propia sanidad. Ha habido ocasiones en que he sido atacada con enfermedades en mi cuerpo, pero mientras ministraba, muchos fueron sanados, a pesar de que no me sentía bien. Yo tenía que recibir mi sanidad por medio de la fe y actuando en conformidad con la Palabra de Dios». Es así como ella concluye, asombrosamente, afirmando que si un sanador de fe se enferma, es porque su fe personal de alguna forma es deficiente.

Las perspectivas sobre la sanidad por fe, a menudo parecen tan variadas como el número de sanadores de fe. Algunos dicen que Dios desea sanar a todos los enfermos. Otros se aproximan a aceptar que el propósito de Dios puede algunas veces cumplirse en nuestras enfermedades. Están esos que igualan la enfermedad con el pecado. Hay unos cuantos, que aunque no afirman exactamente esto último, encuentran que es difícil explicar por qué personas espiritualmente fuertes se enferman. Unos culpan al diablo. Hay quienes aseguran que tienen dones de sanidad. Otros afirman que no tienen ninguna habilidad especial para sanar, sino que son usados por Dios para mostrarle a las personas el camino de la fe. Asimismo algunos usan el aceite de unción y están los que "hablan" y sanan, o simplemente oran y sanan.

Oral Roberts, otro famoso sanador de fe, en una ocasión dijo que Dios lo había llamado para construir un hospital que mezclaría la medicina convencional con la sanidad por fe. Más tarde, cuando tuvo que enfrentar grandes pérdidas financieras, dijo que el Señor le estaba diciendo que cerrara el hospital. Si visita el lugar podrá ver una enorme escultura de dos manos unidas en oración, en frente de un edificio monolítico, pero casi virtualmente vacío, en medio de las malas hierbas que crecen por doquier. Es un monumento a las promesas incumplidas de sanidad por fe.

Charles Fox Parham, padre del movimiento pentecostal contemporáneo, estaba convencido que la voluntad de Dios es sanar a todos los creyentes verdaderos. Él desarrolló un entero sistema de creencias alrededor de esto. Aimee Semple McPherson, E. W. Kenyon, William Branham, Kathryn Kuhlman, Oral Roberts, Kenneth Hagin, Kenneth Copeland, Fred Price, Jerry Savelle, Charles Capps, Norvel Hayes, Robert Tilton, Benny Hinn y Larry Lea, todos han hecho supuestamente grandes sanidades en sus reuniones. Los católicos carismáticos, tal como el sacerdote John Bertolucci y Francis Macnutt, han seguido el mismo juego y consideran el énfasis curativo de los carismáticos como una extensión de la tradición católico romana. Los líderes de la tercera oleada, más notablemente John Wimber, han hecho de la sanidad un elemento central en su repertorio.

Los reclamos y métodos de los sanadores de fe varían desde lo excéntrico hasta lo grotesco. Hay algunos que mandan por correo, paños de oración, con este mensaje: «Tome este paño milagroso especial de oración y póngalo debajo de su almohada y duerma sobre él esta noche. O tal vez quiera ponerlo sobre su propio cuerpo, o sobre el cuerpo de un ser querido. Úselo como un punto de alivio en donde quiera que sienta dolor. Lo primero que deberá hacer por la mañana, es enviármelo de regreso en el sobre verde. No se quede con este paño de oración, devuélvamelo. Yo lo tomaré y oraré sobre él toda la noche. El poder milagroso fluirá como un río. Dios tiene algo mejor para usted, un milagro especial para satisfacer sus necesidades».

De manera interesante, la persona que envía el paño de oración, considera que tiene apoyo bíblico para lo que está haciendo. Mientras Pablo se encontraba en Efeso, Dios llevó a cabo milagros extraordinarios a través de él, como dice Hechos 19:12: "De tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían". Pero como ya explicara ampliamente en otra serie de mensajes, Pablo y los otros apóstoles recibieron un poder único. Nada en el Nuevo Testamento sugiere que cualquiera puede enviar un paño para hacer milagros.

Dice Kenneth Hagin en su libro Entendiendo la unción, que oyó hablar de un sanador de fe que usa un método bien curioso: «Siempre escupe sobre las personas, sobre cada una de ellas. Esa es la forma cómo ministra... Si alguien tiene algo malo en su cabeza, escupe en las palmas de sus manos y luego le soba la frente con la saliva. Si tiene problemas en el estómago, escupe en sus manos y luego le soba el estómago. Lo mismo si es con la rodilla. Y todas las personas se sanan».

Hay otros que no usan métodos tan grotescos como este, pero cada uno es como la porción de un desfile extravagante en la televisión cristiana cada día. Oral Roberts pide "las ofrendas de semillas de fe". Deben donarle dinero, el que supuestamente es la cuota inicial de su propio milagro o sanidad personal. Robert Tilton se vale de estratagemas parecidas para conseguir dinero que a cambio le proporciona al donante, sanidades y milagros financieros. Entre mayor sea la ofrenda, especialmente si se trata de dinero obtenido con grandes sacrificios, mayor será el milagro. Pat Robertson, asegura que mientras está hablando, puede ver a las personas a través de la cámara de televisión en sus hogares, que están siendo sanadas por miles en cada momento. Benny Hinn, recientemente "sanó" a otro sanador de fe en un programa en vivo cuyo anfitrión era Paul Crouch en la cadena de televisión Trinity Broadcasting. Después que Hinn "liberó su unción" en una sala colmada de personas, Crouch se puso de pie para testificar que se había curado milagrosamente de un zumbido permanente en los oídos del que había estado sufriendo por años. La lista de reclamos fantásticos e historias sobre sanidades, crece a un ritmo frenético, pero no existe ninguna evidencia real de milagros genuinos.

Al estudiar las Escrituras encontramos que hay tres categorías de dones espirituales:

• El capítulo 4 de Efesios menciona a un grupo especial de hombres dotados, dice: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Ef. 4:11,12). A los propios hombres se les describe como dones de Cristo para su iglesia.

• Están los dones permanentes para la edificación, incluyendo conocimiento, sabiduría, profecía (que no es otra cosa más que predicación autorizada), enseñanza, exhortación, fe, discernimiento, misericordia, el dar, administración y ayuda: "Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría" (Ro. 12:3-8).

"Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas" (1 Co. 12:8-10, 28).

• Luego estaban los dones temporales, las señales. Estas eran habilidades específicas otorgadas a ciertos creyentes en la iglesia primitiva, antes de que tuviésemos la Biblia, con el propósito de autenticar o confirmar la Palabra de Dios cuando se predicaba. Los dones temporales incluían profecía, la revelación de cosas futuras, milagros, sanidades, lenguas e interpretación de lenguas. Estos dones que también eran señales tenían el propósito único de darle credenciales a los apóstoles, es decir, confirmarle a las personas que todos estos hombres hablaban la verdad de Dios. Una vez que la Palabra de Dios fue recopilada por escrito, estos dones ya no eran necesarios y cesaron.

¿Cuál era el don bíblico de los milagros?

Tanto los milagros como las sanidades eran dones extraordinarios otorgados para confirmar la revelación de Dios. Los milagros podían incluir sanidad y las personas que sanaron, lo fueron en forma milagrosa. El más grande obrador de milagros fue el Señor Jesucristo. Básicamente, Jesús realizó tres tipos de milagros:

• Sanidades, incluyendo la resurrección de muertos.

• Expulsión de demonios, lo cual a menudo traía consigo sanidad.

• Milagros de la naturaleza, tal como la multiplicación de los peces y los panes, aplacar la tempestad y caminar sobre el agua.

Los evangelios están colmados con milagros de Jesús en cada una de estas tres categorías. Juan escribió: "Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén" (Jn. 21:25). Todos esos milagros eran indicaciones que señalaban hacia la realidad del reclamo de Jesús de que era Dios.

"Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él" (Jn. 2:11).

"Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado" (Jn. 5:36).

"Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn. 20:30,31).

"Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis" (Hch. 2:22).

Una vez concluyó la obra de Cristo, los apóstoles tenían la misión de proclamar y registrar su mensaje en las Sagradas Escrituras. A fin de autenticar lo que estaban haciendo, Dios les dio la habilidad de hacer milagros de sanidad y expulsar demonios. Nada en el Nuevo Testamento indica que otro, aparte del Señor Jesucristo, obrara milagros en la naturaleza. Los apóstoles nunca crearon comida, aplacaron una tormenta o caminaron sobre el agua por sí mismos. Cuando Pedro lo hizo en una ocasión, es decir, que caminó sobre el agua, Jesús estuvo presente y lo ayudó. Nada sugiere que esta experiencia pueda volver a repetirse un día.

Como ya explicara ampliamente en otra serie de mensajes, el poder para obrar milagros fue dado específica y exclusivamente a los apóstoles y sus asociados más íntimos. La promesa de Jesús a los doce se encuentra registrada así en Mateo 10:1: "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia". Cuando descendió el Espíritu Santo y comenzó la edad de la iglesia, los apóstoles continuaron manifestando estos dos dones sobrenaturales. De hecho, ellos estaban tan asociados con tales milagros, que Pablo le dijo a los creyentes de Corinto: "Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros" (2 Co. 12:12).

El poder para hacer milagros estaba limitado en panorama y era sólo para los apóstoles. No era para los cristianos comunes y corrientes, aunque algunos que fueron comisionados personalmente por los apóstoles sí obraron milagros, tales como Esteban y Felipe. El poder nunca fue más allá de eso.

La palabra griega dunamis que se traduce como «milagros», significa literalmente «poder». Está mencionada unas 118 veces en el Nuevo Testamento y en la forma de verbo unas 209 veces. Es el término que se menciona en 1 Corintios 12:10 y que se traduce como "...el hacer milagros..." y literalmente significa «vigorizar las obras poderosas».

Dunamis es la misma palabra que se traduce como «poder» en los evangelios. Lo que implica este vocablo es que se trata del don de poder. Jesús nos provee el patrón más claro para entenderlo. A lo largo de su vida y ministerio, el Señor Jesucristo se encontró con Satanás y lo derrotó con su dunamis, su poder: "Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo. Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor... Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?" (Lc. 4:13,14,36). "Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados" (Lc. 6:17,18).

En la Biblia están registradas las muchas ocasiones en que el Señor Jesucristo expulsó a los demonios con su poder. En cada caso el poder de Jesús fue usado para combatir el reino de Satanás. El don de poder es entonces la habilidad para expulsar demonios. Eso fue lo que hicieron los apóstoles y lo que hizo Felipe. "De tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían" (Hch. 19:12). "Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados" (Hch. 8:6,7).

Es claro entonces que los milagros apostólicos se limitaron a las sanidades y la expulsión de demonios. Los reclamos de algunos hoy de que pueden hacer milagros que van más allá de eso, no tienen ningún precedente bíblico, además de que no armonizan para nada con el propósito de Dios, que era confirmar la nueva revelación de la Escritura.

Hoy tratamos con los espíritus diabólicos, no buscando a alguien con el don para expulsarlos, sino siguiendo las instrucciones que encontramos en estos textos de la Escritura que nos enseñan a triunfar sobre Satanás:

"Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones" (2 Co. 2:10,11).

"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Ef. 6:11-18).

"Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él" (2 Ti. 2:25,26).

"Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Stg. 4:7).

"Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo" (1 P. 5:7-9).

Las enfermedades, un mal universal

Desde la caída del hombre en el huerto del Edén, las enfermedades han sido una realidad terrible. Por milenios, la búsqueda de curas para aliviar dolencias y sufrimientos ha consumido a la humanidad. Los padecimientos y la muerte han afligido a todas las personas desde Adán. Sólo Enoc y Elías escaparon de la muerte. Dice la Biblia de ambos: "Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios" (Gn. 5:24). "Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino" (2 R. 2:11).

Sólo el Señor Jesucristo conquistó la muerte y resucitó en gloria. Aparte de Él, todas los que han nacido hasta este día, han perecido finalmente, ya sea de enfermedad o por accidente. Nadie está exento de morir, ni siquiera esos que aseguran poseer el don de sanidad.

Tengo que admitir que si verdaderamente pudiéramos recibir el don para sanar a otros, ya hace muchísimo que se le habría pedido a Dios. Es terrible estar en la habitación de un hospital y ver a unos padres llorando porque su precioso niño está muriendo de leucemia; o ver llorando a los hermanos porque un familiar está muriendo de un cáncer inoperable. He visto a personas en coma después de un accidente. He observado a amigos queridos experimentando dolores terribles después de una cirugía o por un accidente.

¡Piense en lo maravilloso y gratificante que sería tener el don de sanidad! ¡Piense en lo que sería ir a un hospital, caminar entre los agonizantes, tocar a las personas y sanarlas! Y me pregunto: ¿Por qué los sanadores carismáticos no tratan de hacer eso? ¿Por qué no se congregan todos esos que aseguran poseer el don para sanar y van y ministran a donde más los necesitan? Podrían comenzar en los hospitales y sanatorios en su propia área y luego ir hasta los confines de la tierra. Las oportunidades para sanar a enfermos son prácticamente ilimitadas. Y si tal como afirman los carismáticos, que las señales y prodigios están designadas para convencer a los incrédulos, ¿acaso esto no sería lo mejor?

Pero extrañamente, los sanadores raras veces salen de su grupo, sus tabernáculos o su estudio de televisión. Siempre ejercitan su don en un medio controlado, en un escenario perfectamente preparado y de acuerdo con su agenda. ¿Por qué nunca hemos oído decir que un sanador de fe anda curando a las personas en los pasillos de un hospital? ¿Por qué ni uno solo de ellos usa sus dones en las calles de India y Bangladesh? ¿Por qué no van a las colonias de leprosos y a los hospicios de SIDA en donde multitudes de personas son devastadas por la enfermedad?

¿Podría alguien decirme por qué? Bueno, sencillamente porque esos que aseguran poseer el don para sanar, realmente no lo tienen. El don de sanidad, vuelvo y repito, fue algo temporal para autenticar las Escrituras como la Palabra de Dios. Una vez se estableció esta autenticación, el don de sanidad cesó.

La Biblia enseña que aunque a Dios le preocupa nuestros cuerpos, está infinitamente más preocupado por nuestras almas, tal como dice: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mt. 10:28). Debemos admitir, que aun en el caso de que algunos cristianos pudieran sanar a otros a voluntad, de la forma como lo hacía el Señor Jesucristo, la gran mayoría, ni siquiera por esto creería en el evangelio. El Señor Jesucristo obró sanidades maravillosas, y... ¿Qué hicieron las personas? ¡Lo crucificaron! A los apóstoles tampoco les fue mejor. Ellos obraron milagro, tras milagro, sanando aquí y allá, y... ¿Qué ocurrió? Fueron hechos prisioneros, perseguidos y hasta asesinados. La salvación no proviene de la experiencia, o por recibir sanidad física. La salvación viene por el oír y creer en el evangelio: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Ro. 10:17).

Sin embargo, tanto en el pasado como en la actualidad, tanto cristianos como paganos han reclamado poseer el don para sanar. Históricamente la iglesia católica romana ha ido a la cabeza de todos, reclamando este don. Ellos se vanaglorian de haber sanado a personas con los restos de Juan el Bautista, de Pedro, de Pablo y demás, con fragmentos de la cruz, con la eucaristía, con imágenes, incluso hasta con los frascos en donde María depositaba la leche de sus pechos. Tienen el santuario de Lourdes en Francia, un sitio donde supuestamente se le apareció la virgen María a seis niños y donde han tenido lugar, según ellos, incontables milagros de sanidad.

Los sanadores psíquicos orientales dicen que pueden realizar cirugías sin sangre. Colocan las manos sobre los órganos enfermos y pronuncian conjuros y de esta forma sanan supuestamente a las personas.

Los médicos brujos y los chamanes, hasta aseguran haber resucitado a muertos. Los ocultistas usan magia negra y logran sanidades. Mary Baker Eddy, fundadora de la Ciencia Cristiana, aseguraba haber curado a personas mediante la telepatía. Satanás siempre ha mantenido a muchos en sus dominios obrando sanidades falsificadas. Raphael Gasson, un médium espiritista que se convirtió a Cristo, dice en su libro La falsificación: «Hay muchos, muchos espiritistas hoy que están dotados con este don increíble otorgado por Satanás, yo mismo al haber sido usado en esta forma, puedo testificar que sí lo tuve, que fui testigo de sanidades milagrosas que tuvieron lugar en sesiones espiritistas de sanidad».

Entre las filas del cristianismo, particularmente entre los pentecostales y carismáticos, son muchos los que aseguran de continuo poseer el don de sanidad. Para comprobarlo vaya y encienda su televisor o el radio. Las probabilidades son, de que no pasará mucho tiempo antes de que vea o escuche a alguien prometiendo sanarlo a distancia, incluso aun el caso de que el programa sea pregrabado.

Recuerdo a un hombre que me comentó que su pastor había sanado a su esposa de cáncer. Y cuando le pregunté: «¿Cómo está su esposa ahora?» - me respondió: «Ya murió». Y cuando volví a inquirir: «¿Y cuánto tiempo vivió ella después de haber sido sanada?» - replicó: «Un año».

Historias como esta son comunes entre el movimiento carismático. Kenneth Hagin cuenta de un pastor que supuestamente fue completamente curado de sordera en una campaña de sanidad, pero lo que no dice es que «Tan pronto como concluyó la reunión, el hombre quedó más sordo que una tapia». El argumento de Hagin, es que le faltó fe y se volvió a colocar el audífono.

Los programas carismáticos por televisión son un continuo desfile de milagros y sanidades. Un pastor en un programa de televisión muy popular en Estados Unidos, explicó que su don de sanidad obraba en esta forma, dijo: «En los servicios de la mañana el Señor me explica qué sanidades están disponibles. Me dice, por ejemplo, 'Tengo a disposición tres sanidades para cáncer, una para la espalda y dos para dolores de cabeza'. Yo se lo informo a la congregación y les digo que cualquiera que haya llegado con fe puede reclamar las sanidades que están disponibles para esa noche».

A pesar de los métodos y las actividades de esos que aseguran poseer el don de sanidad, la realidad es que no concuerdan con la Escritura, aunque no se puede negar que en ocasiones pasan cosas extrañas en estas reuniones. Las personas caen "golpeados por el Espíritu". Saltan de las sillas de ruedas asegurando que han sido sanadas. Pero... ¿Existe una explicación para todo esto?

Tal vez usted piense que hay un montón de evidencia para apoyar el reclamo de los sanadores, pero no es así. Las evidencias que presentan ellos como prueba, no pueden ser verificadas. Son conjeturas y opiniones subjetivas. William Nolen, un médico, no evangélico, verificó los reclamos de los sanadores de fe. Él escribió un libro titulado Sanidad: Un médico en busca de un milagro, en el que incluyó una sección sobre los sanadores carismáticos, refiriéndose particularmente a Kathryn Kuhlman, a quien estudió en detalle. Nolen hace esta narración sobre un servicio de sanidad: «Finalmente concluyó. Todavía había largas filas de personas esperando para subir a la plataforma y reclamar sus sanidades, pero a las cinco en punto, con un himno y la bendición final, se acabó el espectáculo. La señorita Kuhlman abandonó el escenario y la audiencia salió del auditorio.

Antes de ir nuevamente a hablar con la señorita Kuhlman, estuve varios minutos observando a los pacientes que se habían parado de las sillas de rueda. Todos los pacientes desesperados, enfermos, que estaban sentados en las sillas de ruedas, seguían allí. De hecho, el hombre con cáncer en el hígado, en su espina y cadera, a quien había ayudado a llegar al auditorio y quien se había parado de su silla de ruedas asegurándole a la audiencia que había sido sanado, estaba de vuelta en la silla. Su 'cura' a pesar de haber sido histérica, fue de muy corta duración.

Cuando me paré en el corredor observando todos los casos desesperados, viendo las lágrimas de los padres que empujaban a sus hijos lisiados hacia los elevadores, habría querido que la señorita Kuhlman estuviera conmigo. Ella se había quejado un par de veces durante el servicio de la 'responsabilidad, su responsabilidad tan enorme' y cómo 'le dolía su corazón por esos que no eran curados'. Yo me preguntaba, cuán a menudo los había visto. Me preguntaba si sinceramente experimentaba el gozo de esos que habían sido 'curados' de bursitis y artritis, al compararlo con la angustia de esos que habían quedado con las piernas secas, los niños retardados y los cánceres.

Me preguntaba si en realidad sabía el daño que estaba haciendo. No podía creer lo que ella hizo...

He aquí algunos aspectos del proceso de sanidad médica sobre el cual algunos de nosotros no sabemos nada y ninguno sabe suficiente. Al referirse a la habilidad del cuerpo para sanarse a sí mismo: Kathryn Kuhlman dice a menudo, 'Yo no sano, el Espíritu Santo lo hace a través de mí'. Sospecho que hay dos razones para que ella repita de continuo esta declaración: primero, si el paciente no mejora, la culpa es del Espíritu Santo, no de Kathryn Kuhlman; segundo, ella no tiene ni la más remota noción de lo que significa el proceso de sanidad y una vez pone la responsabilidad sobre el Espíritu Santo, si alguien le inquiere sobre sus poderes de sanidad, podrá responder: 'No lo sé, porque el Espíritu Santo es quien lo hace todo'».

El doctor Nolen pasa a explicar que los psíquicos, al igual que los sanadores carismáticos, pueden a menudo influenciar a un paciente y curar los síntomas de una enfermedad mediante la sugestión, sin necesidad muchas veces de imponer las manos. Tales curas no son milagrosas, sino el resultado del propio sistema nervioso autónomo del paciente.

Nolen también mencionó que todos los que curan, así sean sanadores de fe o médicos, hacen uso del poder de la sugestión hasta cierto grado. Admitió que cuando le prescribe a una persona pastillas o le administra una inyección, a menudo le enfatiza que la medicina hará que se sienta mejor en 24 a 48 horas. Eso siempre da mejores resultados, que simplemente recetar al paciente y no decirle nada concretamente. Tal como dice el doctor Nolen, influye mucho en la salud del paciente exhibir una actitud optimista, especialmente en lo que a desórdenes funcionales se refiere.

El doctor Nolen explica la distinción importante entre la enfermedad funcional y la orgánica. En una dolencia orgánica, tal como su nombre lo indica, el órgano está enfermo, estropeado, físicamente dañado, o incluso ha dejado de funcionar completamente. Tal como infecciones, ataques al corazón, piedras en la vesícula, hernia, problemas en los discos de la columna, cánceres de toda clase, huesos rotos, deformidades congénitas y laceraciones, todo esto se halla incluido en las enfermedades orgánicas. Nolen asegura que los sanadores de fe no pueden curar estas dolencias.

En un artículo de una revista Nolen explica que la señorita Kuhlman no entendía lo qué es una enfermedad sicogénica, de que es una dolencia relacionada con la mente. En términos simples, una enfermedad funcional puede ser un brazo golpeado y dolorido, orgánica puede ser un brazo ulcerado o simplemente no tener brazo, mientras que con la enfermedad sicogénica, la persona simplemente cree que el brazo le duele.

El doctor Nolen escribió: «Busque en la literatura, tal como yo hice, y verá que no encuentra documentada ninguna curación llevada a cabo por los sanadores de fe en piedras de la vesícula, enfermedades del corazón, cáncer o cualquier otra enfermedad orgánica seria. Ciertamente, encontrará a pacientes que experimentan mejorías temporales de molestias en el estómago, dolores en el pecho, problemas de respiración y hallará a sanadores y a creyentes que interpretan esta interrupción de los síntomas como evidencia de que la enfermedad se curó. Pero si sigue investigando al paciente, se dará cuenta que se trataba de una enfermedad sintomática y transitoria».

Cuando los sanadores de fe tratan enfermedades orgánicas serias, a menudo son responsables por causar angustia e infelicidad, ya que en la mayoría de los casos impiden que las personas puedan buscar ayuda médica idónea que puede salvarles la vida.

Hace varios años, después de predicar un mensaje en el cual hablé de todo esto a lo que me he referido, un joven se me acercó y me dijo: «Nunca sabrá lo que ha significado este mensaje para mi vida. Me caí en unas escaleras y como resultado me lastimé la cabeza y tuve terribles dolores de cabeza. Algunas personas oraron por mí y me dijeron que estaba curado y los dolores desaparecieron, pero al poco tiempo el dolor de cabeza regresó. Desde entonces me he sentido culpable, creyendo que no había aceptado la sanidad que Dios me había dado. Por eso me he negado a ver a un doctor, pero hoy usted me ha librado de esa culpa y me ha hecho entender que debo acudir a un médico». Semanas después el joven me contó que el doctor había encontrado la causa física de su problema y que lo había tratado en forma efectiva.

Indudablemente, sé que muchos que tienen fe en estos sanadores, protestarán argumentando que el doctor Nolen no sabe de qué está hablando, ya que ni siquiera es evangélico y que por lo tanto no cree en milagros. Pero... ¿Fue objetiva su investigación? El doctor Nolen le pidió a la señorita Kuhlman que le enviara una lista de los enfermos que ella había visto "curarse" y esto fue lo que el doctor descubrió, tal como lo registró en su libro: «Le escribí a todas las víctimas de cáncer en su lista, ocho en total, pero el único que ofreció cooperación fue un hombre que aseguraba que había sido curado de cáncer en la próstata por la señorita Kuhlman. Me envió un informe completo de su caso. El cáncer en la próstata frecuentemente responde muy bien a la terapia con hormonas. Pero como también había sido 'tratado' por la señorita Kuhlman, optó por atribuirle su cura o remisión, dependiendo del caso, a la señorita Kuhlman. Cualquiera que lea estos expedientes médicos, laico o médico, se dará cuenta que es imposible determinar cuál tratamiento hizo más para prolongar su vida. Si la señorita Kuhlman dependía de ese caso para probar que el Espíritu Santo había 'curado' un cáncer por medio de ella, tuvo que verse en un gran aprieto».

El doctor Nolen llevó a cabo seguimientos en 82 casos de sanidades de la señorita Kuhlman y la deducción del doctor Nolen a la conclusión de la entera investigación, fue que ni una sola de las tales sanidades era legítima.

Hace algunos años James Randi, un mago profesional conocido como "El increíble Randi", escribió un libro en el cual examina los reclamos de los sanadores de fe. Randi fue la persona que expuso la falsedad del tele-evangelista Peter Popoff en 1986 en el programa de televisión "Tonigh Show". Popoff aseguraba que recibía palabras de conocimiento de parte de Dios acerca de personas en su audiencia y proveía detalles exactos. El caso era que simplemente repetía la información que su esposa le iba suministrando a través de un micro-receptor que tenía dentro del oído, mientras varios de sus ayudantes recolectaban información confundidos con la audiencia.

Randi es antagonista declarado del cristianismo, sin embargo las investigaciones que ha llevado a cabo por medio de su organización, han sido completas y justas. Si va a su página de la internet en www.randi.org podrá leer un aviso que dice: «La fundación está comprometida a comprobar información fidedigna sobre reclamos paranormales. Apoya y lleva a cabo investigación original sobre tales afirmaciones».

La fundación James Randi, se ha comprometido públicamente a través de su página de la internet, por la prensa y televisión, en entregar un millón de dólares a cualquiera que pueda comprobar que ha realizado un milagro, o que se curó milagrosamente. Hasta la fecha, nadie ha reclamado el premio.

Ni uno solo de los supuestos sanadores de fe hoy, puede producir pruebas de los milagros que dicen haber realizado. Muchos de ellos son fraudulentos y las supuestas sanidades claramente sospechosas. Pese a todo, miles de personas continúan asistiendo a sus servicios. ¿Por qué? Porque las enfermedades casi siempre están acompañadas de desesperación. El dolor lleva a muchos a hacer cosas desesperadas y extremas, que en condiciones normales nunca harían. Personas que normalmente son inteligentes y balanceadas, se convierten en irracionales. Satanás sabe eso, fue por eso que dijo: "Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida" (Job 2:4).

Pero, entonces... ¿Es que Dios ya no sana a nadie? Sí, sí lo hace. Yo no estoy diciendo automáticamente que todos los que dicen que Dios los ha curado, están mintiendo, sólo porque algunas supuestas sanidades divinas son falsas. Sin embargo, estoy convencido que la intervención dramática y milagrosa de Dios es algo bien raro, y que nunca depende de una persona especialmente dotada que actúa como agente de sanidad. Las sanidades divinas pueden tener lugar como resultado de la oración, pero en la mayoría de los casos involucra simples procesos naturales. En otras ocasiones, Dios acelera el mecanismo de recuperación y le restaura la salud a la persona enferma, en una forma que la medicina no puede explicar. Algunas veces, Dios anula una prognosis médica y permite que alguien se recupere de una enfermedad normalmente debilitante. Las sanidades que tienen lugar como respuesta a la oración y a la voluntad soberana de Dios pueden ocurrir en cualquier momento. Pero el don de sanidad, la habilidad para sanar a otros, los supuestamente "ungidos" especialmente para el ministerio de sanidad y otras técnicas de fe para sanar, no tienen cabida en la era después de los apóstoles.

Ciertamente Dios sana. Sana en respuesta a la oración y a fin de revelar su gloria. Pero hay una vasta diferencia entre las sanidades hechas en el día de Jesús y sus discípulos y las "sanidades" que se ofrecen hoy en la televisión, la radio, por medio de trucos publicitarios de correo y desde diversos púlpitos. Si examinamos la Escritura advertiremos la diferencia.

Para hacer una comparación entre el don de sanidad que se asegura poseer hoy y lo que enseña la Biblia, simplemente tenemos que retroceder y examinar el ministerio de Jesús. Nuestro Señor realizó gran cantidad de sanidades y estableció el patrón para los dones apostólicos. En los días de Jesús, el mundo estaba colmado de enfermedad. La ciencia médica era primitiva y limitada. Habían más enfermedades incurables que las que tenemos ahora. Las epidemias acababan con ciudades enteras.

Jesús curó enfermedades para demostrar su deidad. Pero... ¿Cómo lo hacía? La Escritura revela seis características notables del ministerio de sanidad de Jesús:

1. El Señor sanaba con una palabra o por contacto

El capítulo 8 de Mateo relata que cuando Jesús estaba entrando a Capernaum, un centurión se le acercó y le pidió que ayudara a su criado: "Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré" (Mt. 8:5-7). Jesús le dijo al centurión que sanaría a su siervo, pero el centurión protestó, señalando que sólo tendría que ordenarlo y su siervo sanaría. El Señor se asombró de la fe del centurión, particularmente porque era un soldado romano y no de la casa de Israel: "Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora" (Mt. 8:13).

En el capítulo 6 de Juan está registrado que cuando Jesús alimentó a los 5.000, había pasado la mayor parte del tiempo sanando a personas entre la multitud que estaban enfermas: "Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos" (Jn. 6:1,2). La Escritura no dice cuántos fueron sanados, bien pudieron haber sido miles, pero cualesquiera hubiera sido el número, Jesús los curó con una palabra. No hubo nada de teatral, ni tampoco un lugar especial.

El Señor también sanaba simplemente con el contacto. Por ejemplo, en Marcos 5:25-34 encontramos la historia de una mujer que fue sanada de inmediato: "Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote".

2. El Señor Sanaba de inmediato

Tal como en el caso que acabo de citar. También el criado del centurión "fue sanado en aquella misma hora". El Señor también sanó a diez leprosos en el camino: "Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados" (Lc. 17:14). En otra ocasión: "Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él" (Lc. 5:13). Tal fue el caso del paralítico en el estanque de Betesda, quien "...al instante... fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo..." (Jn. 5:9). Incluso, el hombre que había nacido ciego, fue sanado de inmediato. Aunque para su propio propósito, el Señor Jesucristo llevó a cabo este milagro en dos etapas: "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo" (Jn. 9:1-7).

Las personas dicen a menudo: «El Señor me sanó, y ahora me estoy mejorando». Jesús nunca realizó ninguna sanidad progresiva, si lo hubiera hecho, no habría habido elementos milagrosos suficientes para demostrar su deidad. Sus críticos bien habrían podido decir que la sanidad era sólo un proceso natural.

3. El Señor sanaba por completo

En el capítulo 4 de Lucas, Jesús abandonó la sinagoga y partió para la casa de Simón. La suegra de Pedro se encontraba allí con una gran fiebre. Posiblemente se estaba muriendo, pero entonces Jesús "...inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía" (Lc. 4:39). La suegra de Pedro fue curada de inmediato, no necesitó de período de recuperación. El Señor no le aconsejó que tomara miel en agua tibia y que se aliviaría en unas semanas. Ella fue sanada de inmediato. Su curación fue instantánea y total. Esas eran las únicas sanidades que realizaba el Señor.

4. Jesús los sanaba a todos

A diferencia de los sanadores de hoy, el Señor Jesucristo no dejaba a multitudes de personas desilusionadas teniendo que regresar a sus hogares en sus sillas de rueda. No tenía servicios de sanidad o programas que concluían a una hora determinada, debido a que tenía que partir en el próximo avión o porque simplemente concluía la hora de programación por televisión. Lucas 4:40 dice: "Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba". También leemos en Lucas 9:11: "Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados".

5. Jesús curaba enfermedades orgánicas

El Señor no recorrió Palestina aliviando a las personas de dolores en la espalda, palpitaciones del corazón, dolores de cabeza y otras dolencias invisibles. Curó de las enfermedades orgánicas más obvias: paralíticos, personas con la mano seca, ciegos, tullidos, leprosos; curaciones que fueron innegablemente milagrosas.

6. El Señor Jesucristo resucitó a los muertos

"Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo" (Lc. 7:11-16).

También resucitó a la hija de un principal de la sinagoga: "Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer" (Mc. 5:35-43).

Pero el caso más increíble fue la resurrección de Lázaro, sobre lo cual leemos en la Escritura: "Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro... Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir" (Jn. 11:17, 38-44).

Las personas que hoy dicen poseer el don de sanidad, no pasan mucho tiempo en las funerarias, en los entierros o en los cementerios. La razón es obvia. Algunos carismáticos como ya hemos notado, aseguran que las personas hoy regresan de la muerte. Sin embargo, esos casos no se parecen para nada a los ejemplos bíblicos. Una cosa es revivir a alguien cuyos signos vitales se detuvieron en una mesa de cirugía y otra bien diferente es salir de una tumba después de haber estado sepultado cuatro días, o levantarse de un ataúd. ¡Esas si son resurrecciones! Los carismáticos que hacen tales reclamos sólo se basan en rumores, pero no presentan evidencias. Son culpables de convertir en una trivialidad los milagros y las obras de Jesús. ¿No le parece interesante que los supuestos milagros que se llevan a cabo ante las cámaras de televisión no exhiben ninguna evidencia visible?

Note, por ejemplo, que el Señor realizó virtualmente todos sus milagros y resurrecciones en público, a menudo en frente de grandes multitudes. Su don de sanidad era para autenticar su deidad. Lo usó para confirmar sus reclamos de que era el Hijo de Dios, exhibiendo además su compasión divina. Expulsar demonios y curar enfermedades fue la forma cómo el Señor Jesucristo demostró que era Dios encarnado. El evangelio de Juan presenta claramente esa verdad. Juan dijo que todas las señales y milagros llevados a cabo por el Señor validaban su deidad: "Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn. 20:30, 31).

¿Cómo sanaban los apóstoles?

Como ya hemos visto, Jesús estableció el precedente para el don de sanidad, no obstante, alguien podría argumentar que los sanadores hoy operan en un nivel diferente de poder, ya que después de todo no son Dios.

Pero... ¿Cómo usaron los apóstoles y los otros, los dones de sanidad que les otorgó el Señor Jesucristo? Cristo les otorgó este don a los doce apóstoles: "Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos" (Lc. 9:1, 2). Más tarde, le extendió el don a otros 70 que habían sido enviados de dos en dos para predicar el evangelio y sanar a los enfermos: "Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir... (Y les dijo) sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios" (Lc. 10:1, 9).

Pero... ¿Alguien más en el Nuevo Testamento tenía la habilidad para sanar? Sí, hubo también unos tres amigos de los apóstoles que también recibieron este don, como por ejemplo Bernabé, Felipe y Esteban:

• "Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles" (Hch. 15:12).

 

• "Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados" (Hch. 8:6,7).

• "Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo" (Hch. 6:8).

No hay un sólo lugar en la Escritura que nos diga que este don era practicado por los fieles de las iglesias. Era un don asociado sólo con Cristo, los doce apóstoles, Pablo, los 70, Bernabé, Felipe y Esteban. Estos tres últimos trabajaron íntimamente con los apóstoles.

El capítulo 3 de Hechos ilustra claramente cómo el don de sanidad ayudó a los apóstoles a proclamar su mensaje. Dice la Escritura que "Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hch. 3:1-6).

La noticia se propagó de inmediato y pronto se congregó una multitud. Todos conocían al hombre cojo que había pedido limosnas en la puerta del templo por años. Pedro aprovechó la oportunidad y se dirigió a la multitud, diciéndoles: "Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad... Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros" (Hch. 3:12, 13, 16).

Es crucial entender el impacto de las palabras de Pedro y el efecto del milagro ante la audiencia. Pedro estaba hablándole al pueblo judío que había estado esperando ansiosamente a su Mesías a lo largo de toda su vida. Supóngase que Pedro simplemente les hubiera dicho: «Jesucristo, ese a quien ustedes crucificaron hace unos meses, era el Mesías de Israel. Crean en él».

¿Cómo cree que habrían recibido ese mensaje? Habría sido algo ofensivo y repulsivo para cualquier judío del primer siglo. Era algo completamente impensable para los israelitas, que su Mesías hubiera sido crucificado como un vulgar criminal. El judío típico creía que el Mesías habría de venir en poder y gloria para acabar con el yugo de los odiados romanos que tenían sometida a Palestina.

Si Pedro no hubiera sanado al cojo, nadie le habría prestado atención. Pero como realizó este milagro muchos se sintieron conmovidos. Según Hechos 4:4 "...muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil".

La Iglesia se originó en Pentecostés. Había llegado una nueva era y Dios le otorgó habilidades milagrosas a sus apóstoles para ayudarlos a que proclamaran su mensaje. De hecho, podemos ver que los apóstoles manifestaron los mismos seis factores que caracterizaron los milagros de Jesús.

1. Los apóstoles sanaban con una palabra o por contacto

Leemos en Hechos 9:32-35: "Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor".

Cuando Pablo estaba en la isla de Malta: "Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó" (Hch. 28:8).

2. Los apóstoles sanaban de inmediato

El mendigo que estaba ante la puerta del templo fue sanado de inmediato: "Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios" (Hch. 3:8). No hubo necesidad de hacerle terapia, ni rehabilitación extra. El hombre fue curado al instante después de haber sido un inválido toda su vida.

3. Los apóstoles sanaban por completo

Vemos esto en la curación del cojo registrada en el capítulo 3 de Hechos que acabé de mencionar al igual que en la curación de Eneas. La Escritura es muy significativa cuando dice de Eneas, que "en seguida se levantó". Al igual que todas las sanidades que hizo el Señor Jesucristo, las de los apóstoles también eran completas. No era nada progresivo, ni síntomas recurrentes o mejoría lenta.

4. Los apóstoles sanaban a todos

Los apóstoles hicieron muchas señales y prodigios y eran tenidos en alta estima: "Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados" (Hch. 5:12-16).

Dice el registro sagrado que luego que Pablo sanó al padre de Publio, "Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados" (Hch. 28:9).

5. Los apóstoles curaban enfermedades orgánicas

Ellos no trataban con síntomas funcionales o problemas sicosomáticos. El hombre a las puertas del templo tendría aproximadamente 40 años y era cojo de nacimiento. El padre de Publio tenía disentería, una enfermedad orgánica.

6. Los apóstoles también resucitaron a los muertos

El libro de Hechos cuenta cómo Pedro resucitó a Tabita, Dorcas: "Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor" (Hch. 9:36-42). Note lo que dice el último versículo que "esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor". Una vez más vemos que un milagro sirvió para darle credibilidad al mensaje del evangelio.

Pablo también resucitó a una persona: "Y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto. Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo. Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados" (Hch. 20:9-12).

A pesar de todos los reclamos que se hacen sobre supuestas sanidades, no hay una sola persona que haya exhibido jamás estas seis características en su ministerio de sanidad.

El don de sanidad se acabó, pero el Señor continúa sanando

El don de sanidad fue una de las señales milagrosas otorgadas por Dios para ayudar a los apóstoles a confirmar la autoridad del mensaje del evangelio en los primeros años de la Iglesia. Una vez se completó la Palabra de Dios, las señales cesaron. Ya no eran necesarios los milagros. Los apóstoles los usaron como una señal poderosa para convencer a las personas de la validez del mensaje del evangelio.

Luego notamos que dice Pablo en Filipenses 2:25-27: "Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza". Notamos que aquí hace mención a su querido amigo Epafrodito, quien estuvo muy enfermo. Pero si Pablo tenía el don para sanar, ¿por qué no curó a Epafrodito? Tal vez porque ya el don había desaparecido. O tal vez Pablo se rehusó hacer uso de él para no pervertirlo usándolo para su propia conveniencia. De cualquier manera, no estaba en el propósito de Dios que Epafrodito fuera curado en virtud del don de sanidad. El don no fue otorgado para que los cristianos se mantuvieran saludables, sino como una señal para los incrédulos, para convencerlos de que el evangelio era una verdad divina.

Encontramos un caso similar en 2 Timoteo 4:20, donde Pablo dice: "Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo". ¿Por qué Pablo dejó a uno de sus buenos amigos enfermo en Mileto? ¿Por qué no le curó? Sencillamente, porque ese no era el propósito del don de sanidad. He aquí otro caso similar, donde Pablo le da este consejo a su discípulo Timoteo: "Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades" (1 Ti. 5:23). También dijo Pablo refiriéndose a sí mismo: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Co. 12:7).

Vuelvo a recalcar, la sanidad era un don milagroso otorgado por Dios para un propósito específico, de ninguna manera era una forma de mantener a la comunidad cristiana en perfecta salud. Pese a todo, la mayoría de carismáticos enseñan que Dios desea que todos los cristianos disfruten de salud. Si eso fuera cierto, en primer lugar ¿por qué permite Dios que los cristianos se enfermen? A pesar de las pruebas, cuando algún hermano o hermana tiene una salud pobre, siempre lo acusan "o de falta de fe, o de tener pecados ocultos".

En un mundo en que los creyentes estamos sujetos a las consecuencias del pecado, ¿por qué vamos a suponer que está excluido el sufrimiento? Si cada cristiano disfrutara de bienestar y salud, si la salud perfecta fuera un beneficio garantizado de la expiación, millones estarían corriendo para ser salvos por las razones equivocadas. Dios desea que las personas se acerquen a él, arrepentidos de sus pecados y para su gloria, no porque le ven como una panacea para sus enfermedades físicas.

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