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El ministerio de la mujer en la Iglesia

El ministerio de la mujer en la Iglesia

Usted sin duda ya habrá visto o escuchado predicar a damas que desempeñan el cargo de “Pastoras y Reverendas” sin que nadie en la iglesia lo cuestione. ¿Es que acaso ahora podemos cambiar los principios bíblicos delineados en la Escritura sobre el pastorado?

¿O será que necesitábamos más de 1.900 años para descubrir que las mujeres también tienen derecho al pastorado? Si es así, ¡qué descubrimiento! ¡Cuántas mujeres piadosas a lo largo de los siglos perdieron esta oportunidad por causa del machismo del varón! ¡Y qué injusticia de la que han sido víctimas tantas hermanas! Muchas iglesias se han dividido a raíz de este serio problema. Mientras que otros hermanos junto con sus familias se han alejado de la comunión porque no pueden encontrar una iglesia que se ajuste a los principios bíblicos. La cruzada “pro mujeres pastoras” comenzó hace algunos años, principalmente entre los carismáticos, algunas iglesias de tipo pentecostal o abiertamente liberal. Sin embargo, hoy en día, hay también iglesias bautistas que se enorgullecen “por haber superado esta discriminación injusta contra las mujeres”. Lo que se alega es... “Que si Dios la llamó, nadie le puede impedir este cargo...” Para poder aclarar esta situación debemos volver a la Biblia, la cual ha sido descuidada por todos aquellos que abogan por el pastorado de las mujeres. Ellos tienen sus argumentos, que de acuerdo con el punto de vista humano, hasta parecen razonables, tal como que... “Dios no discrimina a nadie porque para él todos somos iguales” o “Que si Dios llamó a tal o cual hermana, nuestro deber es aceptar lo que él decide” o “... Que si no hay varones suficientes en la iglesia o los que hay no hacen nada y por eso la hermana tuvo que tomar las riendas de la iglesia”, etc.

 

Los Requisitos Pastorales

El Apóstol Pablo no era pastor, era misionero. La diferencia entre ambos es que el misionero entra en un campo nuevo, donde no existe una sola iglesia cristiana y comienza a ganar almas hasta que Dios le concede algunas familias. Es probable que al comienzo desempeñe actividades pastorales, porque no hay quien lo haga, pero una vez que llega un pastor o alguien entre los hermanos se constituye como líder, el misionero toma sus cosas y busca otro campo nuevo. Mientras, la iglesia sigue trabajando con el pastor al frente.

El Espíritu Santo usó al Apóstol Pablo para que nos diera todos los requisitos del pastorado y qué tipo de persona podía desempeñar este cargo. Tengamos bien presente que no son las ideas de Pablo, sino que tal como ocurre con toda la Escritura, fue el Espíritu Santo quien le reveló al apóstol lo que debía escribir respecto al carácter y funciones del pastor. “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:1-7). En la Epístola de Pablo a Tito, encontramos otra lista muy parecida. Dice: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:5-9).

Estos dos pasajes bíblicos nos hacen ver que el pastorado no es asunto de decisión arbitraria de alguna iglesia en particular, de alguien que se postula con autoridad eclesiástica. De un grupo, un cónclave de individuos quienes deciden cómo será la iglesia o quién o qué clase de persona estará al frente. No hay nada que adivinar en cuanto al pastor - sus cualidades, testimonio, familia, carácter, su vida conyugal, su reputación ante los incrédulos, su capacidad para enseñar, su personalidad - si no es pusilánime o timorato, la forma cómo maneja su hogar, su actitud hacia el dinero, su inclinación a la hospitalidad, ambiciones, amor por las almas y vida de oración.

Si Pablo cubre tantas facetas sobre los requisitos del pastor ¿cómo es posible que no diga una sola palabra en cuanto a la mujer pastora? Hay varias exigencias que el apóstol enumera, que de ninguna manera podrían aplicarse a una mujer, como por ejemplo que debe ser “marido de una sola mujer”.Ninguna hermana podría satisfacer este requisito. Es sólo natural que si el pastorado también fuera para la mujer, Pablo hubiera dicho, “Sea la obispa esposa de un solo marido” o algo por el estilo. Es fácil ver a través de la Biblia cómo Dios siempre trató sus asuntos con el varón y no con la mujer. Como primero, creó a Adán primero que a Eva. Sobre esto el apóstol dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:11-14). Mientras que a la mujer le dice, no permito a la mujer enseñar”, al hombre le indica que debe ser “apto para enseñar”.

El pastorado exige mucha enseñanza, por lo tanto un pastor nunca puede estar en silencio, porque es muy poco lo que puede enseñar si está callado. Quiera o no tiene que hablar, en cambio la mujer sí puede darse el lujo de permanecer en silencio en el templo y con esta actitud “enseñ[ar] a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit. 2:4,5).

Las hermanas verdaderamente santas son aquellas que instruyen a las recién casadas, carentes de experiencia, a que sean buenas esposas; a que aprendan a preparar los alimentos; a cuidar su casa y mantener bien alimentados y sanos a sus hijos; a que sean ahorrativas; a que aprendan a conducirse con sus esposos. ¡Este debe ser parte del pastorado de nuestras hermanas en la iglesia! Cuando Dios anunció el nacimiento de Isaac, primero se lo comunicó a Abraham y luego a Sara. Asimismo, cuando el nacimiento de Jesús. A María sólo le notificó la parte que correspondía, “que iba a concebir milagrosamente”, pero a José le dijo “qué nombre debían ponerle al niño”. Más tarde vemos que también le dijo a José que “debían huir a Egipto”. Y cuando estaban en Egipto le notificó “que era el momento de regresar a su tierra”. ¡Así era y es Dios, porque es inmutable!

Cada vez que la mujer se le adelantó al hombre fue para mal, porque no era la voluntad Divina, sino su propio albedrío. ¿Recuerda lo ocurrido en el Edén, con Eva, la serpiente y el fruto prohibido? En cierto modo, Adán aceptó “el ministerio de la mujer” cuando obedeció a Eva. Es probable que Eva le dijera que Dios le había hablado. Adán tal vez no había aceptado el hecho de que Dios le habla directamente al varón y que éste a su vez le transmite el mensaje a su esposa e hijos. A esto se refiere Pablo cuando dice: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:13,14). Pero si es así, ¿porqué las mujeres asumen el pastorado? Aunque por falta de tiempo y espacio no puedo profundizar demasiado en este breve estudio, voy a compartir con usted algunas cosas.

 

La Rebelión en contra de Dios

En estos últimos años hemos visto los llamados movimientos “feministas” con sus demandas de salarios iguales y por desempeñar puestos en las fuerzas militares, donde después de probar por un tiempo, algunas mujeres han desistido por no poder soportar físicamente sus exigencias. Pese a todo, este espíritu de que... “somos iguales”, “de que tenemos los mismos derechos”, sigue en pie. La iglesia tampoco ha podido escapar de esta modalidad moderna de rebelión. ¿Pero es realmente moderna? Si comenzó con Eva no es para nada reciente. Esta “cruzada pro mujeres pastoras” no es algo aislado del resto de los acontecimientos reservados para los últimos días. No debemos extrañarnos porque vendrán incluso otras modalidades peores como producto de la rebelión contra Dios, contra la Biblia y la iglesia. ¡Y todo dentro de la propia iglesia que se llama cristiana!

Para acelerar la Apostasía

Esto de las “pastoras” no es lo único en que se están desviando los cristianos. Satanás necesita de las mujeres en sus cargos claves para acelerar su agenda de corrupción para así leudar con la levadura del pecado, la masa de la iglesia (1 Co. 5:6 y Gá. 5:9). Se acerca a pasos agigantados el tiempo cuando el cristiano bíblico no hallará una sola iglesia donde congregarse. Las mujeres pastoras no son la única muestra de rebelión. Estamos viendo Biblias mutiladas, alabanzas ensordecedoras, manifestaciones “espiritualistas” que más parecen locura voluntaria. Ministros y ministros” con poderes para tirar al suelo a quien se cruce en su camino y endemoniar a quien no está para así tener a quien “expulsar”. Es urgente que las iglesias cristianas estudien este asunto de las mujeres pastoras junto con todo el “paquete de apostasía” predicha en las Escrituras para los últimos días. La pregunta no es si las mujeres pueden ser pastoras, porque esto es claro en la Biblia. La cuestión es: ¿Estamos dispuestos a mantenernos firmes en contra de toda apostasía o terminaremos por ceder? “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 P. 2:1,2).

 

Es una muestra de decadencia

Si observa lo que ocurre hoy en algunas iglesias que fueran tradicionalmente bíblicas, notará que el servicio generalmente lo dirige una mujer, varias de ellas o los jóvenes. Uno tiene la impresión que el pastor así lo quiere, pero no siempre es el caso. Lo que ocurre es que en varias iglesias “el líder” es la propia esposa del pastor. Es probable que cuando esté en su casa, el pastor reciba órdenes claras de su esposa de cuál debe ser su deber y que no se le ocurra siquiera resistir “... a la libertad de espíritu”. Ya he visto ese cuadro en varias iglesias, en México, Chile, Argentina, Paraguay y en Estados Unidos. Pero, ¿por qué el pastor no ocupa su lugar? ¡Por qué ya Dios está mostrando sus juicios! ¡El tiempo en que se hacían bien las cosas ya es historia! Permítame presentarle un interesante paralelo en el Antiguo Testamento. Dios dice por medio del profeta: “Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorean de él...” (Is. 3:12a). “¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!” (Ec. 10:16). Dios nos dice: “Y les pondré jóvenes por príncipes...” lo cual implica que no fueron los jóvenes quienes lo buscaron, sino que fue voluntad Divina. Por años la iglesia ha dejado de cumplir con la misión evangelizadora. Se ha dormido hasta el punto que Dios dejó de llamar al ministerio sagrado a hombres moldeados por él, permitiendo que jóvenes sin experiencia alguna, guitarra en mano y con tremendos amplificadores, tomaran las riendas en sus manos y metieran al mundo dentro de los templos consagrados al Señor. Las mujeres por otra parte, primero se enseñorearon en los hogares por la indiferencia de los hombres y luego hicieron alianza con los jóvenes para implantar un nuevo orden de cosas, ofreciendo sus “alabanzas” con “fuego extraño”, a no dudar a dioses también extraños.

Notamos que en Su Palabra, Dios siempre se presenta como “el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob”. No dice que “es Dios de Sara, de Rebeca y Raquel”. El orden de Dios es que la responsabilidad total de la familia esté a cargo del varón. Dios suple las necesidades materiales y espirituales de la familia, a través del padre y esposo. Tristemente los papeles han cambiado, porque el hombre se ha negado a desempeñar su papel. En lugar de representar a Dios ante su esposa e hijos, es una miserable mascarita dominical, exhibiendo el esqueleto de un padre y esposo pródigo mientras se pasa la vida hurgando en los basurales del deporte, la vida cómoda, la apatía hacia el estudio de la Biblia y la ambición de grandeza, poder y riqueza.

Isaías nos dice: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender, todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado” (Is. 56:10,11). Pareciera que Isaías estuviera hablando de nuestros pastores. De las consecuencias que ha generado tanto descuido, tanto abandono, soberbia e indulgencia. Haga la prueba en su propia iglesia. Comience a abrir las Escrituras ante jóvenes y mayores, exponga sin temor las verdades bíblicas, denuncie el pecado, hable del juicio venidero, de la santidad y de la pureza y notará como el fuego comenzará a arder en el púlpito. Entonces, tal como dijera Spurgeon, “Encienda la llama en su púlpito y los hombres correrán a ver el incendio”, pero yo agrego: ¡Cuidado con el fuego extraño! No confunda las aberraciones de la carnalidad, con el poder de Dios.

Todo esto de las “mujeres pastoras” junto con el resto del paquete de apostasía que corresponde a los tiempos finales, es en realidad un desprecio claro a la santidad del pastorado, a la singularidad de los deberes pastorales, y un rechazo a lo establecido por Dios respecto al funcionamiento de Su iglesia. Mientras muchas hermanas andan con chismes, boicoteando las actividades de las pocas que trabajan y esparciendo chismes, Satanás está de fiesta al entretenerlas con pecados “siempre frescos”, “Que si tal hermana me dijo... Que si la otra no me dijo... Que no me saludó.. Que me ignora... Que parece que todo lo que hago siempre está mal... Que desprecian a mis hijos... Que me marginan”, etc. Por otra parte, ¿qué hacen las hermanas cuando se reúnen? No es necesario ser adivino para saberlo: Hablan de enfermedades, de otras damas, de la que no está casada y espera un bebé, de aquella otra que parece que anda con fulano, del peinado, de las cremas, de la buena ropa que se consigue a bajo precio en tal lugar, etc. Claro está, algunas de estas cosas no son malas, pero si esto es todo lo que tienen las damas en sus reuniones, entonces ya han perdido el camino y el motivo de sus reuniones.

 

Las verdaderas mujeres santas

Son varias las características comunes que identifican a la cristiana verdadera, tal como la vida de oración, la lectura de la Palabra, la asistencia fiel a todos los servicios, el ser hacendosas en el hogar, ahorrativas, prolijas, cuidadosas de sus maridos e hijos y que casi nunca se quejan. Pero vayamos mejor a la Palabra de Dios y para saber qué méritos exhibieron esas damas que están mencionadas en la Escritura como siervas de Dios y en qué se les debe imitar:

 

La Sunamita

Esta piadosa mujer vivió en los días del profeta Eliseo y era a no dudar muy generosa, ¡Dichosa sería una iglesia si pudiera contar con mujeres generosas! Dice la Escritura acerca de ella: “Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió” (2 R. 4:8-11).

Sobre esta singular hermana, la sunamita, hay varios aspectos que convienen destacar para que nadie quede con la impresión equivocada. Lo primero que debemos decir es que la apariencia del profeta, no era nada elegante, ni distinguida o lujosa. Si uno no era una persona espiritual, no era ningún privilegio hospedar a un profeta de Dios. Estos hombres vestían muy pobremente, no contaban con medio alguno de transportación, es casi seguro que no tenían ni ropa para cambiarse. Vivían como nómadas, yendo de un lugar a otro, mal alimentados, sufridos, avejentados prematuramente y poco populares. El autor de la Epístola a los Hebreos los describe así: “...Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (He. 11:37b,38).

A pesar del aspecto exterior del profeta, esta hermana lo ayudó. Después de verlo varias veces, llegó a la conclusión que era un varón de Dios. Algo hubo en su comportamiento, en su conversación, que la llevó a esta conclusión. Por eso le sugirió a su esposo que le improvisaran una sencilla habitación para hospedarlo cuando fuese necesario. ¡Qué ministerio el de esta hermana! ¡Qué ejemplo para las hermanas de hoy! ¡Qué oportunidad de hacer algo por la causa del Señor! Y yo me pregunto: ¿Cuántas de las “pastoras o reverendas” modernas, estarían dispuestas a identificarse con un hombre así? Si lee en la Escritura sobre Eliseo y su ministerio se dará cuenta que Dios lo usó poderosamente, pero no hay duda que parte de su recompensa irá a manos de esta pareja de Sunem. El ministerio que desempeñó esta hermana de Sunem fue el de la hospitalidad.

 

Dorcas

Lo que primero llama mi atención es que el nombre de esta hermana Dorcas, significaba “Gacela”. Y la Biblia nos dice de ella: “Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” (Hch. 9: 36-40). A esta hermana nadie la llamó para que desempeñara tal o cual ministerio en la iglesia, sin embargo, ayudaba a los pobres. Además, tenía la habilidad de ser una gran modista, una costurera de primera línea. A pesar de haber resucitado de entre los muertos, a Dorcas no se le ocurrió comenzar a recorrer las iglesias para contar sus fantásticas experiencias durante esas horas que estuvo fuera del cuerpo. Es posible que los amigos de las pastoras de hoy, le hubieran dicho: “Hermana Dorcas, he tenido una revelación y el Señor me dijo que usted debe ser ordenada para el pastorado. Hermana usted tuvo una experiencia única. Su testimonio es intachable y su capacidad casi insuperable. Usted debe ser la pastora de esta iglesia”. Cuando nos alejamos de la Escritura e ignoramos lo que dice tan claramente sobre el pastorado, es entonces cuando comenzamos a invocar absurdos para formar un ejército de pastoras en una nueva modalidad, alegando que “Los tiempos han cambiado y que debemos colocar la iglesia a la altura de nuestro siglo de igualdades”. Es cierto que en la Biblia leemos sobre mujeres que desempeñaron cargos que generalmente correspondían al varón y que la Escritura no oculta estas excepciones, pero allí no se encuentra un solo caso de una mujer que desempeñara el cargo de pastora. La palabra “pastora” sólo está mencionada una vez en la Biblia y sobre esto dice: “Mientras él (Jacob) aún hablaba con ellos, Raquel vino con el rebaño de su padre, porque ella era la pastora” (Gn. 29:9). Aquí la palabra “rebaño” no significa gente, sino ovejas. Lo que el versículo dice literalmente es que Raquel era pastora porque cuidaba ovejas que eran propiedad de su padre Labán.

Acontinuación enumeraré algunos cargos importantes que fueron desempeñados por mujeres:

MARÍA, LA HERMANA DE MOISÉS ERA PROFETISA - “Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete” (Ex. 15:20,21). No tenemos sus profecías, excepto estas pocas palabras que más bien son alabanzas. Leemos en el Antiguo Testamento, que a veces la gente “profetizaba” con instrumentos musicales y cánticos. De esto se deduce que las alabanzas también eran consideradas en ciertas ocasiones como “profecía”.

DÉBORA - Aquí tenemos a una mujer que desempeñó el cargo de juez y de la cual también se dice que era profetisa. “Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio” (Jue. 4:4,5). Esta mujer también tiene el título de profetisa y, además, juzgaba al pueblo, desempeñaba el papel de juez, pero no de pastora. Pero no podríamos decir hoy, “Bueno, si Débora pudo ser juez, ¿por qué no puedo yo ser pastora?”. Hay muchas mujeres en todas partes del mundo que desempeñan ese mismo cargo. No conozco un solo país donde existan leyes que impidan que una mujer se desempeñe como juez, pero en el caso del pastorado no se trata de las leyes de tal o cual país. Tampoco se trata de modalidad o costumbre de una denominación determinada. La cuestión del pastorado está bien clara en la Biblia y Dios mismo, mediante el Espíritu Santo dirigió a los escritores sagrados para que indicaran quién podía ser y quién no.

LA PROFETISA HULDA - “Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella” (2 R. 22:14). En momentos de gran decaimiento espiritual, cuando no se hallaba un solo hombre para ser usado por Dios, él usó a las mujeres. En este caso a Hulda, una profetisa que recibió los mensajes de Dios y se los comunicó a quien correspondía. El mismo pasaje que mencioné continúa dando detalles respecto a lo que Dios le había revelado. Pero esto no significa que no hayan existido profetisas falsas, la Biblia dice, “Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo” (Neh. 6:14). Esta mujer, Noadías, hizo alianza con un grupo de supuestos profetas y era parte de los que entorpecían la obra de Nehemías, seguramente representaba a las mujeres “liberadas” de su día. Las mujeres de hoy en día no tienen por qué quejarse, están muy bien representadas, incluso hasta tienen delegadas entre los profetas falsos.

ANA LA PROFETISA - El Nuevo Testamento menciona también a una mujer, que aparece justo cuando nació Jesús. Y dice: “Estaba también allí Ana profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lc. 2:36,37). Es probable que muchos consideraran a esta mujer como profetisa, aunque la Biblia no registra nada de lo que ella dijera, excepto que cuando llevaron el niño Jesús al templo, “Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lc. 2:38). Por lo visto Dios le reveló a esta anciana piadosa que el niño que llevaban al templo era el mismo Mesías.

LAS HIJAS DE FELIPE - “Al otro día saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrado en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban” (Hch. 21:8,9). A diferencia de las otras profetisas, la Escritura no dice nada sobre lo que ellas profetizaron. Solamente declara “que profetizaban”. La razón es muy clara, porque la palabra “profetizar” rápidamente tomó otro giro ni bien se completó el Canon Sagrado. Lo que hacían estas hijas de Felipe era predicar el Evangelio. Como su padre era evangelista, ellas simplemente eran parte del “equipo”. Eran hermanas activas y daban testimonio de Cristo y del perdón de Dios. Ninguna de ellas era pastora, no hay tal. Aunque ya existían algunas iglesias, ellas estaban en su casa. Varios años después, Pablo explicó así lo que significaba este tipo de profecía, “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Co. 14:3). Ya en el libro de los Hechos tenemos esta misma forma de interpretación respecto a la profecía: “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hch. 15:32).

La palabra profetizar debe verse muchas veces a la luz del contexto, pues no siempre quiere decir predicción del futuro. En este caso en particular, Judas y Silas hablaron largamente con los hermanos, consolándolos y confirmándolos en la fe. En aquellos días el que edificaba a los hermanos, exponía la Palabra de Dios, y consolaba y explicaba con las Escrituras, se le llamaba profeta, porque profeta es un vocero de Dios. Dichosa la iglesia que tiene entre las hermanas, así sean casadas o solteras, profetisas como las hijas de Felipe.

De igual manera, hay ocasiones en que “profetizar” significa alabanza. “Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos; y el número de ellos, hombres idóneos para la obra de su ministerio, fue: De los hijos de Asaf: Zacur, José, Netanías y Asarela, hijos de Asaf, bajo la dirección de Asaf, el cual profetizaba bajo las órdenes del rey. De los hijos de Jodutún: Gedalías, Zeri, Jesaías, Hasabías, Matatías y Simei; seis bajo la dirección de su padre Jedutún, el cual profetizaba con arpa, para aclamar y alabar a Jehová” (1 Cr. 25:1-3).

Notamos que la Biblia hace distinción clara entre el juez, el profeta que amonesta, edifica y enseña el evangelio, y el que es escogido para desempeñar el pastorado. En el caso del pastorado no hay confusión alguna. No hay manera de entender mal lo que leemos en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9. En 1 Timoteo 6:3-5 dice: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad...”.

Debemos concluir que aunque en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, se mencionan varias mujeres como profetisas y también hombres, no tenemos libro ni registro alguno sobre las profecías de ellos. Nadie conoce las profecías de María, la hermana de Moisés; las de la profetisa Hulda; las de Débora o las de las hijas de Felipe. Tampoco de Judas, Silas, Asaf, Emán, Jedutún, Matatías o Simei. La Biblia destaca muchas mujeres, pero ninguna era pastora de iglesia. Permítame mencionar algunas:

1. A EVA, UNA MUJER CURIOSA. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Gn. 3:6).

2. A AGAR, UNA MUJER DESECHADA. “Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó al muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba... Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco” (Gn. 21:14,20).

3. MARÍA, LA HERMANA DE MOISÉS, UNA MUJER AMBICIOSA. “María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová” (Nm. 12:1,2).

4. RUT, UNA MUJER CONSTANTE. “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rt. 1:16).

5. ANA, UNA MADRE IDEAL. “Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová” (1 S. 1:20). “Y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado” (1 S. 2:19).

6. ABIGAIL, UNA MUJER CAPAZ Y PRUDENTE. “Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb... Entonces Abigail tomó luego doscientos panes, cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos. Y dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré luego; y nada declaró a su marido Nabal” (1 S. 25:3,18,19).

7. LA SUNAMITA UNA MUJER HOSPITALARIA. “Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió” (2 R. 4:8-11).

8. ESTER, UNA MUJER VALIENTE Y ABNEGADA. “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáís en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley, y si perezco, que perezca” (Est. 4:16).

9. LA CANANEA, UNA MUJER DE FE. “Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (Mt. 15:28).

10. MARÍA MAGDALENA, UNA MUJER TRANSFORMADA. “Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle... Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios” (Mr. 16:1,9).

11. ELIZABETH, UNA MUJER HUMILDE. “¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc. 1:43).

12. MARÍA, UNA MUJER OBEDIENTE Y ESCOGIDA DE DIOS. “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS... Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra...” (Lc. 1:30,31,38).

13. MARÍA DE BETANIA, UNA MUJER INMORTALIZADA POR JESÚS. “Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa... [Y dijo Jesús de ella] De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mt. 26:6,7,13).

14. MARTA, UNA MUJER HACENDOSA Y PREOCUPADA POR SU CASA. “Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude” (Lc. 10:40).

15. LA SAMARITANA, UNA MUJER EVANGELISTA. “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Jn. 4:28,29).

16. DORCAS, UNA COSTURERA BONDADOSA Y GENEROSA. “Y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas” (Hch. 9:39).

17. LIDIA, UNA MUJER COMERCIANTE Y HOSPITALARIA. “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos” (Hch. 16:14,15).

Todas estas mujeres sirvieron a Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, ¡pero ninguna de ellas era pastora! ¡A ninguna se le ocurrió jamás tal cosa! Es tan amplio el campo de servicio para las hermanas que de verdad desean servir al Señor, que incluso sus oportunidades son mucho mayores que las de los hombres. Aunque el pastorado es exclusividad del varón, hay una amplia gama de actividades que pueden desempeñar las hermanas contribuyendo así al buen funcionamiento de la iglesia verdaderamente bíblica. Permítame a continuación enumerar algunas de estas actividades.

 

Con los Niños

Los varones nunca podrán competir con las mujeres en lo que respecta al cuidado e instrucción de los pequeños. Tanto los de cuna, como esos un poco mayores. En la Biblia encontramos el caso de la mujer sunamita muy piadosa que no tenía hijos. El profeta Eliseo oró por ella y Dios le otorgó un hijo. Más adelante dice la Biblia: “Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores; y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre” (2 R. 4:18,19). Si seguimos leyendo el relato bíblico nos daremos cuenta que el niño murió. Sin embargo, su madre buscó desesperadamente al profeta Eliseo y le imploró por la vida de su hijo y “Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová” (2 R. 4:33) y el niño volvió a la vida. ¡Qué ministerio el de esta madre! Pero, ¿qué habría hecho el padre? Usando la lógica del varón lo habría sepultado, porque eso es lo que se hace con los muertos.

Piense por un momento y traslade esta escena al campo espiritual. En el adolescente que ofrece todas las características del muerto espiritualmente. Es grosero, rebelde, tiene malas amistades, no quiere estudiar, se burla de la autoridad de los padres y no desea saber nada de la fe cristiana. ¿Qué hace el padre en tales casos? Generalmente, y tal como dice 1 Corintios 5:5, “lo entrega a Satanás” alegando que así dice la Biblia. Mientras que la madre, recurre a “Eliseo”, al propio Señor Jesucristo, quien es el único en darle vida al que está muerto espiritualmente. El ministerio de las hermanas, tanto en el hogar como en la iglesia, es muy valioso. La ternura y paciencia de una mujer, especialmente de la madre, no es para el púlpito, sino para la cuna, para forjar vidas sanas y salvas entre los pequeños.

La Biblia dice, que Pablo, durante su ministerio, encontró a un joven ejemplar y que lo llevó consigo. Este joven era Timoteo, quien llegó a ser de gran influencia en la iglesia primitiva. “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio” (Hch. 16:1,2). Pablo lo llevó consigo y Timoteo se dedicó por entero a la obra del Señor. Pero, ¿quién lo instruyó en la fe cristiana? Dice la Escritura, que Pablo le dijo al respecto: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Ti. 1:5).

No creo que un pastor habría podido hacer por Timoteo lo que hicieron estas dos mujeres piadosas, su madre y su abuela respectivamente. Lo mejor es ganar a los hijos para Cristo cuando aún son pequeños y quien mejor para esto que su propia madre. Ella, con su amor y cuidado, es la que mejor puede ilustrar el amor de Dios para esa criatura inocente.

 

Con otras Mujeres

Otro campo de acción de las hermanas es con las damas, tanto con las cristianas como las no cristianas. Es muy bueno que la iglesia tenga un programa de discipulado y si una dama necesita discipulado, nadie mejor que una hermana para hacerlo. En cierto modo, a esto es a lo que se refiere Pablo cuando dice: “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit. 2:3-5).

Las hermanas en la iglesia deben mantenerse bien ocupadas, ¡porque una mujer desocupada es una bomba de tiempo! Si no se pone a trabajar en lo que le corresponde, es casi seguro que se meterá en lo que no le concierne. La “maquinaria de la iglesia” debe funcionar y cada una de las piezas debe desempeñar su parte. No le corresponde a los varones enseñarle a las mujeres más jóvenes cómo amar a sus maridos. Ellos tampoco tienen la obligación de cuidar del hogar: aseo, alimentación, cuidado de los chicos, etc., porque todo le atañe a la esposa y madre.

Si hay algún pastorado para la mujer, yo diría que es en su propia casa. Su auditorio siempre serán sus hijos, desde su nacimiento. Sus sermones deben estar impregnados de paciencia, consuelo, medicina, higiene y alimentación. Deberá enseñarle a sus hijos las primeras letras, narrarles historias bíblicas y muy especialmente, asegurarse de ser su primera “pastora”al ganar a sus hijos para Cristo. Tal vez no tenga un púlpito literal, ni un coro que esté cantando “Tal como soy de pecador”, ni una oración de entrega a Cristo, ni mucho llanto, ni testimonios vibrantes y conmovedores de alguien que fue salvo. Sin embargo, la verdadera mujer cristiana sabrá inculcarle a sus hijos el amor de Dios. Sabrá sembrar la semilla de la santidad, del perdón, de la salvación, mediante sermones prácticos. Sin bosquejos escritos, sin seguir las reglas de la división del sermón. Lo que vale a la postre es que sus hijos serán saludables, física, moral y espiritualmente.

 

Con sus Bienes

Es notable leer en el Nuevo Testamento, que quienes más ayudaron en la obra misionera fueron las mujeres, no los varones. Esto podemos verlo tanto en los días de Jesús, como cuando los discípulos salían en sus viajes misioneros. “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lc. 8:1-3). Yo me pregunto: ¿ No deberían hacer esto mismo las mujeres de nuestras iglesias? También leemos en Mateo 27:55,56: “Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mt. 27:55,56).

La Escritura menciona a estas hermanas que procuraban que el Señor y sus discípulos tuvieran lo necesario, especialmente en lo que a alimentación se refiere. ¡Qué ministerio el de estas hermanas! ¡Cuán sabias fueron al aprovechar su momento! ¡Cuán privilegiadas al poder participar del ministerio del Salvador! En lugar de discutir y exigir su derecho a “ser incluidas entre los doce”, ellas simplemente se dedicaron a llenar el vacío que reclamaban sus servicios.

Pero, ¿quién sugirió la idea de que debían hacer eso? ¿Qué iglesia las nombró? ¿Cómo sabían cuál era el cargo que les correspondía? Es claro que lo que hicieron fue tan bien visto y aprobado por el Señor, que el Espíritu Santo inspiró al escritor sagrado para que incluyera este detalle en la Biblia, de otra forma no lo sabríamos. Ninguna de ellas fue pastora de una iglesia. Por más que busque, usted nunca encontrará una mujer piadosa del Nuevo Testamento que desempeñara el pastorado. Tampoco hallará esta modalidad, esta rebelión contra la Palabra de Dios en los 1.900 años de la iglesia. Esto sólo lo vemos ahora, en este último siglo caracterizado por todo tipo de herejías, rebelión contra Dios, soberbia y alejamiento deliberado de lo establecido por Dios

 

El Ministerio entre los Pobres

“Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso” (Prov. 31:20). La Biblia no menciona el nombre de esta hermana, pero Salomón la llama “mujer virtuosa”. Es muy especial y entre las muchas cualidades que la adornan está la de su interés por los pobres. No se trata de una mujer que abandona su hogar y sus responsabilidades para aparecer como una gran bienhechora, andando por los barrios pobres, repartiendo alimentos, ropa y medicinas para que la vean y alaben los hombres a fin de lograr su canonización.

Esta es una dama que tiene familia, esposo e hijos. Que atiende sus obligaciones y cumple con todo lo que le corresponde tanto con su esposo como con sus hijos. Sin embargo, siempre encuentra los medios y el tiempo para hacer algo por los necesitados. Es probable que nadie sepa de su trabajo, porque no tiene una oficina para ayudar a los pobres. Tampoco hace uso de la propaganda en tal o cual emisora para alcanzar notoriedad, esas candidatas podrá encontrarlas en cantidad. Yo estoy refiriéndome al ministerio al cual tienen derecho todas las mujeres cristianas. ¡Lástima que sean tan pocas quienes lo desempeñan!.

 

Con su Ministerio de Humildad

Hay un texto relacionado con el ministerio de las hermanas que ha sido interpretado por muchos. “Que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Ti. 5:10). Estos no son requisitos para una pastora, sino para una viuda que haya quedado desamparada y necesite ayuda financiera, ayuda material de la iglesia. El apóstol es claro al indicar que la viuda que reúna estas condiciones podrá recibir ayuda de la iglesia.

La parte más difícil de entender es cuando dice, que “si ha lavado los pies de los santos”. Pero, ¿qué quiere decir eso, de que una hermana tiene que tener a su favor, el haber “lavado los pies de los santos”? Si leemos algunos otros pasajes podremos comprender mejor las palabras del apóstol: “Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Dí, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con que pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado” (Lc. 7:37-43).

Esta era una mujer de la ciudad, que era pecadora. Así se le llamaba entonces a las mujeres que comerciaban con su cuerpo. Se les consideraba la lacra de la sociedad. Las personas como ella, al igual que los leprosos, eran marginados, apartados de los demás ciudadanos, despreciados y señalados. Esta mujer demostró su arrepentimiento al depositar todo cuanto tenía en ese frasco. Y luego no pudiendo contener las lágrimas de su arrepentimiento, las derramó sobre los pies del Señor mientras las secaba con sus cabellos. El Señor había limpiado su corazón. Le había perdonado sus pecados, la había salvado de la condenación eterna. Agradecida, se postró ante él y reconoció públicamente su condición y su decisión de cambiar el rumbo de su vida.

Es triste ver cuántas hijas no atienden a su propia madre. Cuántos nietos desprecian a sus abuelos. Cuántos ancianitos están desamparados y se encuentran postrados en una cama, carentes de higiene y de alimentación, enfermos, a veces con frío y sin compañía ni atenciones. Ni los hogares de ancianos ni ningún centro de atención pueden proveerle a estas personas las atenciones de esas hermanas que “lavan los pies de los santos”.

¡Qué ministerio para las hermanas que desean un pastorado! ¡Qué oportunidad para ganar galardones en el cielo! ¡Cuán felices deben sentirse las hermanas que se dedican a esta labor! Los enfermos ancianos, inválidos y debilitados, deben ser una oportunidad para los cristianos que desean servir al Señor. Cuando usted ayuda a una de estas personas, las baña, las alimenta, les da las medicinas, las lleva de un lugar a otro, les compra los víveres, les ofrece un momento de conversación y compañía, ¡es como si lo estuviera haciendo para el mismo Señor!

Piense que esa cabeza, esos brazos, cabellos y manos, son los mismos del Señor y que él espera que usted lo haga como muestra de agradecimiento por la gran salvación y perdón que recibió. Aunque sea fuera de su contexto, permítame citar lo que les dirá Jesús algún día a esos que se negaron a hacer esta labor: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos al fuego eterno preparado el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les respoderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mt. 25:41-45).

En realidad, eso de “lavar los pies de los santos” no es otra cosa que dedicarse al servicio de los demás, particularmente al servicio de los propios cristianos, porque ellos son “los santos”. Con los impuestos que pagamos, ayudamos a la gente en general, porque esos fondos los administra el estado. Pero el servicio a los santos, el “lavar los pies de los santos” eso ya es otra cosa. No es sólo ayudar con nuestro dinero, sino usar nuestras manos, pies, horas de sueño y esfuerzo en favor de los otros. Este es el pastorado para las hermanas. Para eso no se requieren otras cualidades que un espíritu de servicio desinteresado. Este es el pastorado de humildad y servicio desinteresado.

 

Ayudar en la Obra

“Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Ro. 16:1,2). Pablo no dijo: “ ‘La hermana Febe es muy elocuente como predicadora’. . . ‘Es una gran pastora para la iglesia’. . . ‘Es muy capaz, una gran escritora’. . . ‘Es una teóloga de primera línea’ ”. Como era diaconisa sin duda se ocupaba de ayudar en lo material, probablemente en alimentar, hospedar, lavar la ropa y hasta disponía de sus recursos para ayudar materialmente.

 

Una Reflexión Final

Después de hablar claramente sobre este tema de la mujer pastora, me parece correcto resumir el asunto en una serie de reflexiones. Si usted es una hermana sincera y teme a Dios, acéptelo como algo que proviene de las Escrituras, que no es capricho de un hombre.

1. Dios es quien se reserva el derecho de escoger y llamar al pastorado a quién quiere.

2. Dios nunca llama al pastorado a una mujer, de modo que toda pastora debe asumir la responsabilidad de haber invalidado arbitrariamente la propiedad del Salvador. No hay base bíblica para el supuesto pastorado de la mujer.

3. Aunque Dios puede bendecir una iglesia dirigida por una pastora, lo hará “a pesar de ella” y no necesariamente “a través de ella”.

4. Ante el tribunal de Cristo, inmediatamente después del arrebatamiento, cuando los pastores estemos rindiendo cuenta de nuestro pastorado, no habrá en este grupo una sola mujer, porque en el concepto Divino no hay mujer pastora.

Dios permitió, para vergüenza y reflexión del varón indiferente e indeciso, que la mujer asumiera el papel de líder para castigar a una iglesia alejada de las Escrituras. Cuando Israel, el pueblo de Dios, se alejaba de su Hacedor, él permitía que las mujeres asumieran el liderato, porque de esta manera las mujeres, junto con los jóvenes, introducían todo tipo de perversidad y herejías. ¿La razón?, ¡porque como Dios no los designaba, por lo tanto no los guiaba! “Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores. . . Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos” (Is. 3:4,12). La inexperiencia y locura de los jóvenes, algo propio de la edad, y el dominio de las mujeres sobre ellos, además de carecer de la dirección Divina, produjo en Israel el engaño.

Incluso en el campo político y administrativo es importante la experiencia de los mayores, ¡cuánto más en el pastorado donde se habla específicamente de un varón, padre y esposo, hombre de familia. “¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!” (Ec. 10:16). Podemos adaptar este texto a nuestro tema diciendo: “¡Ay de ti, tierra, cuando tu pastor es mujer, que jamás ha sido llamada por el Señor, y que se ha enseñoreado de una congregación que yo compré mediante el sacrificio que hice en la cruz del Calvario!”

Permítame compartir con usted un caso que conocí: Hace varios años estando en México, no lejos de Monterrey, donde celebramos unas conferencias sobre Profecías Bíblicas, conocí a una pareja de la ciudad de México. Ese día hablé sobre la mujer pastora y una hermana luego vino y me dijo: “¡No se imagina cuánto bien me hizo lo que dijo!”. Luego me contó que ya en la iglesia pentecostal, le habían invitado para que desempeñara el pastorado. “Una visionaria” escuchó “la voz” y recibió la revelación de que “debía ser pastora”. La pobre hermana que me contaba esto no conocía completamente la Biblia, era completamente nula en su conocimiento, pues no la había leído, salvo esporádicamente. Pero esas supuestas visiones del Señor, la atemorizaron y pensaba que si rechazaba estaba oponiéndose al Señor. ¡Imagínese cuán oportuno fue que escuchara la exposición de la Palabra! Hasta la fecha no es pastora y sin duda nunca será.

Las mujeres pueden reclamar los derechos que se les ocurran en el campo de la política, en los negocios, en la educación, en las jerarquías dentro de una empresa. No dudo que sean muy buenas para desempeñar cargos de responsabilidad hasta en las Supremas Cortes de Justicia. Pero, por favor, no confunda el pastorado con una jerarquía en la vida secular, porque el diseño de la Iglesia de Cristo es celestial y en este caso la cuestión pastorado es prerrogativa del Espíritu Santo, quien inspiró a los escritores sagrados para que pudiéramos saber claramente quién puede y quién no puede desempeñar el pastorado de una iglesia verdaderamente cristiana. Recuerde hermana. . .

1. Ninguna mujer jamás ha sido llamada para el pastorado, porque Dios es inmutable. No podríamos de manera alguna nombrar a una hermana para el pastorado, porque no existen requisitos bíblicos para ella.

2. Si usted puede asumir el pastorado tan libremente, so pretexto de que Dios no hace acepción de personas, y a sabiendas de que está actuando en contra de su voluntad, ¿qué no hará con otras tantas enseñanzas bíblicas?

3. Al asumir el pastorado usted tiene que entender que su rebelión, no es contra “tradiciones anticuadas” o costumbres de otras épocas que relegan a la mujer a un lugar secundario y colocan al hombre siempre en primer lugar, ¡sino que usted está pisoteando las enseñanzas del Espíritu Santo! Tal vez luzca como una gran pastora, una gran teóloga, una gran predicadora o “consejera profesional” tan populares hoy en día. Pero ante Dios las cosas difieren mucho, “Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lc. 16:15).

4. Con su “pastorado femenino” usted está contribuyendo a la vergüenza y debilitamiento de la iglesia. Los varones ya se han entregado en gran parte al ministerio pastoral con todas sus nuevas modalidades, nuevas uniones, nuevas revelaciones, con todo tipo de herejías. Pero su intervención en este campo no ha ayudado en nada, todo lo contrario, ha sido negativa.

5. Si usted es cristiano y concurre a la iglesia con su familia y le parece que todo marcha bien con una “pastora” al frente, analice y reflexione por un momento. Luego si no le preocupa guardar la sana doctrina, continúe con su “pastora” al frente, pero si teme a Dios y no quiere contribuir en forma alguna con la rebelión en su contra al alejarse de su Palabra, le aconsejo que abandone cuanto antes esa congregación y busque una cuya estructura sea bíblica. Si no lo hace, sus hijos tal vez pequeños ahora, serán muy pronto rebeldes e indomables. Ya hemos visto que el pastorado femenino es un producto de la rebelión contra Dios y su Palabra. La iglesia actual no tiene suficiente “defensa espiritual”, está debilitada por los parásitos del “buen vivir” y la anemia de la ignorancia bíblica.

La mujer pastora es como una tierna “enfermera” que supuestamente pretende ayudar al “paciente”, a una iglesia destrozada. Lo que pasa es que esta “enfermera”, no tiene el menor conocimiento de cómo tratar al “paciente”, porque no respeta ni regla ni procedimiento bíblico alguno.

6. Podemos afirmar que toda “pastora” es una mujer que huye de Dios y de todo cuanto enseña su Palabra. La Biblia describe con muchos detalles cuáles son las funciones de las hermanas en la iglesia, ¡pero no menciona una sola vez el pastorado para ella! ¿Por qué? Francamente debo confesar que no sé más que usted, sólo lo que dice la Biblia sobre el comportamiento de la mujer y esposa, tanto en su casa como entre los hermanos cuando la iglesia está reunida. “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Co. 14:31-35).

Estas palabras, producto del Espíritu Santo, registradas por Pablo, exigen una explicación. En la primera parte él dice: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan”. Como viéramos ya, la palabra “profetizar” es realmente dar un mensaje cuando los hermanos están reunidos, algo así como un sermón, “para que todos aprendan”. Añadiendo para que “todos sean exhortados”. No cabe duda por esta frase, que Pablo tiene en cuenta, no una profecía estilo predicciones o revelaciones para los hermanos, sino que la profecía se refiere a exponer la Palabra de Dios, ya sea consolando, exhortando, orientando, animando, etc. Pablo se apresura a aclarar un punto, porque al principio dice “podéis profetizar todos uno por uno”, pero para que a nadie se le ocurra que las hermanas están incluidas, añade: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones”. Es obvio que Pablo está dirigiéndose a una congregación mixta y después de explicarle a las mujeres que no les es permitido hablar en público, agrega que “es indecoroso”. Yo pregunto: ¿Es decoroso hoy lo que era indecoroso antes?

Es un hecho que las hermanas que se atrevían a hablar entonces, si lo hacían inventaban cosas. En ese tiempo todavía no se tenía la Biblia, la Palabra de Dios escrita, sino que dependían de la inspiración del Espíritu Santo en el momento de hablar. Pero como el Espíritu Santo no permitía que la mujer hablara, entonces no la asistía. Tal vez esto deje un espacio para que la hermana “pastora” diga: “Bueno, yo no necesito de inspiración extra porque hoy tenemos el Canon Sagrado completo con el que no se contaba entonces”. Esto me parece muy bien, pero. . . ¿cómo resuelve lo de “indecoroso”? Además, éste no es el único pasaje que habla de manera clara sobre este tema y le prohíbe a la mujer enseñar. Es obvio que la enseñanza es tarea del pastor, tanto antes como ahora. El pastor que no enseña, no es pastor. A la mujer se le dice que no se le permite enseñar en una congregación donde hay varones, muy especialmente desde el púlpito. La mayor parte del ministerio de Jesús fue de enseñanza.

Y dice Tito 2:3,4: “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”. Si una mujer cristiana no se sujeta a estos principios es blasfemada la Palabra de Dios. Es imposible que una mujer “pastora” esté sujeta a su marido porque sus muchas responsabilidades como pastora no la dejarían realizar sus obligaciones en el hogar, su esposo e hijos. Porque es imposible, y hablo como pastor, cumplir con las obligaciones pastorales y al mismo tiempo dedicarse a las obligaciones en el hogar, sin que se blasfeme la Palabra de Dios.

Dice en contraste 1 Timoteo 2:8-15: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”.

La mejor de todas las esposas es aquella que “aprende en silencio”y las mujeres casadas especialmente, deben aprender a estar en silencio. No es algo natural en ellas. La pagana, la mujer mundana, cree que tiene que exhibirse, que debe hablar mucho, ocupar cargos de mando. Esta mujer desprecia la sujeción, tanto del marido como la de Dios. Mientras que al varón, Pablo le dice: “que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. Es decir, que no sean hipócritas, ni fraudulentos, ni vivan de las apariencias. Que sean hombres auténticos.

La Escritura no dice prácticamente nada, respecto a la forma de vestir del hombre, porque aparentemente esto nunca ha sido un gran problema. Mientras que a la mujer le dice que “sea modesta”, que no exagere su peinado para sobresalir, que sea decorosa, es decir, que no use minifaldas, ni escotes provocativos. Respecto a los vestidos costosos, eso ya entra en la mala mayordomía de los bienes de la familia cristiana. Se exhorta a las hermanas a que su atavío más sobresaliente sea un carácter verdaderamente cristiano. ¡Dichoso el varón que cuenta con esta clase de esposa!

Luego Pablo, inspirado por el Espíritu Santo es muy claro al decir: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. Esto significa que la mujer puede ser una gran maestra entre otras mujeres, señoritas y niños. Vuelvo a insistir, no es Pablo quien lo dice, sino Dios mismo, porque fue él quien inspiró toda la Escritura. De modo que una mujer “pastora” al pretender el pastorado, no desobedece la estructura de una denominación, una tradición de la iglesia o los caprichos de su marido, ¡desobedece directamente a Dios! ¿Le rendirá cuentas a Dios esa “pastora”? ¡Tenga por cierto que sí!

 

Conclusión

Ya para concluir, quiero dejar estos pensamientos para meditar en lo que significa el ministerio de las hermanas en relación con la iglesia y la singularidad del pastorado.

1. Dios nunca escogía a mujeres como líderes, salvo en casos de extrema decadencia de su pueblo y para mostrarles lo débiles que eran. Es así como tenemos entre ellas, jueces, profetisas y hasta líderes militares. Dios lo hacía, no para solucionar el problema, sino para castigar al pueblo por su bajo nivel espiritual y moral.

2. Jesús no escogió ni a una sola mujer entre los doce apóstoles. Sin embargo, muchas de ellas le sirvieron grandemente con “sus bienes”.

3. La Biblia prohibe terminantemente el pastorado de la mujer. Ni siquiera aparecen requisitos pastorales para ellas en ninguno de los pasajes que tratan este asunto.

4. La Biblia prohibe que las mujeres le enseñen a los varones. Es claro que una mujer, si va a enseñar, lo haga donde su concurrencia sea de mujeres y niños, pero nunca varones mayores. No hay ninguna razón para pensar que esta restricción sólo era para cierta cultura o cosa por el estilo.

5. Pero, ¿está mejor la iglesia ahora con las mujeres “pastoras” que antes? Ciertamente debido a esta rebelión femenina que ha llegado hasta la misma iglesia, la decadencia y estado teológico y moral de la misma es alarmante. Hay una interesante “cadena de generaciones” en el enjambre de los pastores modernos de nuestros días. Por ejemplo, pocos saben que Catherin Kulman fue una mujer que sanaba, que hacía milagros, y que al final murió de cáncer. Ciertamente se le escuchaba mucho por la radio. Casi podríamos decir que el señor Benny Hinn es como “su hijo”. En la actualidad esa señora cuenta con muchos “nietos”, entre ellos Claudio Freizon. Estos últimos aprendieron sus modales de Hinn, quien a su vez heredó los poderes de Kulman. No cabe duda que esta mujer fue una precursora en esto del “pastorado” de la mujer.

6. La Biblia está colmada de advertencias en contra de los falsos profetas, y ciertamente todas las “pastoras” caben en este contexto. Es claro que el Señor no aprueba el pastorado de la mujer, así que cualquiera que ejerce este ministerio lo hace por cuenta propia y nada tiene que ver con el pastorado bíblico. La Biblia habla también contra los falsos pastores y maestros. Dice: “Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová” (Jer. 23:2). “Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar, por los montes las descarriaron; anduvieron de monte en collado, y se olvidaron de sus rediles” (Jer. 50:6).

Nunca ha habido tanta confusión en las iglesias como ahora, desde que la nueva generación de “pastores”incluyó tan generosamente a las mujeres en su cuerpo. Con esto la iglesia está imitando al mundo. Y la mujer en el mundo, pretextando ser liberada, ha abandonado la sagrada misión de ayudar al esposo, al cuidar y criar a sus hijos. La mujer comenzó a reclamar “sus derechos”, que no es otra cosa que pretender “ser como el varón”.Según ella Dios fue injusto y la colocó en un pedestal inferior al del varón. La mujer no distingue que se trata simplemente de un aspecto diferente, aunque de ninguna manera inferior.

Lo lamentable es que este mismo espíritu de rebelión, de toda una generación de mujeres, ha ingresado en la iglesia y los pastores que se apacentaban a sí mismos se inclinaron ante la avalancha de todo un ejército de “mujeres pastoras” y les dieron una cordial bienvenida, considerando la rebelión de éstas en contra de Dios como una victoria.

Cuando las normas mundanas llegan a ser las mismas para la iglesia, entonces es fácil comprender lo de “las mujeres pastoras”. Los autopostulados líderes de la iglesia de hoy no consultan a Dios y a su Palabra, sino a las últimas publicaciones sobre los avances de la mujer - en los diarios, la Internet y en la televisión. Pero hay algo que todos deben recordar, especialmente las damas, y es que nosotros los pastores tendremos que rendirle cuentas a Dios de lo que estamos haciendo. Ante el Señor las cosas no serán tan fáciles como ante los líderes que admiten modalidades antibíblicas en iglesias que dicen ser cristianas. Lo de los pastores y líderes espirituales no termina aquí ni con la muerte de estos. Porque un día tendremos que rendirle cuentas al “Príncipe de los pastores” (1 P. 5:4). Este Príncipe no es el papa, sino el Señor Jesucristo.

Hermana: Si usted ha caído en esa trampa, no voluntariamente sino por desconocimiento, haga lo siguiente:

1. Renuncie inmediatamente a su “pastorado” y recomiende que la iglesia nombre a un varón, podría ser cualquiera de los ancianos de la iglesia, que es lo mismo que pastor, o algún otro varón de la iglesia.

2. Si Dios la capacitó como líder y para enseñar, desarrolle estos dones en el campo de las damas de la iglesia. ¿Sabe usted que en casi todas las iglesias hay más mujeres que hombres? Fíjese cuánto tiene que hacer, sin incurrir en el pastorado.

3. Al hacerlo, explique claramente a la iglesia por qué lo hace. Dígale que lean los pasajes que aparecen en este estudio, donde se habla ampliamente del pastorado.

4. Conviértase en una líder, “antimujeres pastoras” y Dios le ayudará en gran manera, porque hay una gran diferencia si esto lo dice un hombre o una mujer. Porque usted podrá decir: “Yo, ya he estado allí”.

5. Le recomiendo que haga un estudio mucho más amplio sobre este tema. Yo no pretendí agotar el mismo. Insista especialmente en la importancia del ministerio para la mujer, en el hogar, con su esposo y sus hijos. En cuanto a la iglesia háblales de la importancia de enseñar a otras damas, cuidar de los niños y todo cuanto tiene que ver con la ayuda económica. Anímese y hable con el Señor. Dígale que si usted asumió el pastorado fue por desconocimiento. Dios le mostrará, cómo y dónde puede servirle mejor.

En definitiva, ¿qué puede y debe hacer una hermana cristiana para contribuir con su persona, talento y conocimientos para el crecimiento de la iglesia? He aquí algunas de las actividades que pueden hacer las hermanas que realmente quieren obedecer al Señor y hacer todo para su gloria.

1. Ponga en primer lugar la atención de su esposo. Procure que tenga todo cuanto necesite en materia de alimento, vestido y su compañía.

2. Coloque inmediatamente después de su esposo a sus hijos. Procure que se alimenten de manera que puedan ser sanos. Supervise sus estudios y tómese muy en serio la evangelización de todos ellos. No deje de orar por la salvación de sus pequeños hasta que el último se haya rendido a Cristo.

3. Sea una mujer de oración. Tenga su lista de necesidades y propóngase interceder por ciertas personas en particular y en general por la buena marcha de la iglesia.

4. Si es posible, y esto puede consultarlo con su esposo, procure invertir en la obra del Señor, al margen de sus diezmos y ofrendas. Con más razón si usted también trabaja o recibe algún dinero. También es bueno mantener a un huérfano, o algún misionero. En nuestro caso, sería una buena alternativa proveer de sueldo a una persona que se dedica al trabajo radial. La ventaja de esto es que con el contacto de la persona y su familia, uno se siente como parte de dicha obra.

5. En la iglesia, si ese es su don, procure ayudar en la formación de los niños, las niñas o las señoritas. El campo entre las damas es muy amplio y usted podría ser de mucha bendición al enseñar a las jovencitas, ayudarlas en sus problemas y guiarlas a una vida victoriosa. También puede ayudar a las damas que están por casarse o acaban de casarse, pues ellas tienen muchas preguntas y usted cuenta con la experiencia que a ellas les falta.

6. Si tiene espíritu de líder, si esa es su personalidad, entonces procure organizarse con otras hermanas y comiencen a recaudar fondos con fines misioneros. Hagan todo con el conocimiento y respaldo del pastor. Al margen de todo cuanto está haciendo la iglesia, permita que usted y otras hermanas cuenten con un fondo para apoyar a los misioneros.

7. Póngase de acuerdo con varias hermanas y organicen reuniones de compañerismo, algo así como una taza de té. Inviten a amigas y conocidas no cristianas y mientras disfrutan del té y unos bocaditos, entreguen un mensaje sencillo acompañado por una oración. El mostrarle a inconversos la vida diferente de una dama cristiana, puede traer muchos frutos. No debemos olvidar que una de las mejores puertas para llegar con el evangelio a un hogar, es la de los niños y las mujeres.

8. Organice reuniones de oración en su propia casa y si conoce a alguna dama que no es cristiana pero que enfrenta muchos problemas, dígale que usted y las otras damas de su iglesia están orando por ella, por sus problemas y por quiénes están involucrados en dicho problema. También puede hacer un plan para trabajar con los niños en el barrio. Si hay un interés genuino por ayudar, Dios intervendrá y hará que esa familia reconozca su soberanía.

9. Tenga en su casa música cristiana y haga que se escuche la Palabra de Dios, especialmente hoy que tenemos grabaciones de la Biblia, de modo que la familia se exponga al mensaje divino.

10. Sea disciplinada y prolija en lo que a su casa se refiere. El levantarse temprano el domingo para no llegar tarde al templo. El tener todo en orden: las camas tendidas, la ropa planchada y todo limpio, constituye otro testimonio de una cristiana verdadera que está al servicio del Señor.

Hermana, permítame preguntarle esto: ¿Qué pasaría si el Señor Jesús, tal como visitara con frecuencia el hogar de Lázaro y sus hermanas en Betania, llegara sin previo aviso a su propia casa? ¿Encontraría el televisor prendido, sintonizado justamente en una de esas telenovelas morbosas? ¿Encontraría la radio a todo volumen en el dormitorio de su hijo o hija con la peor música? ¿Encontraría su casa desordenada y sucia, con los platos sucios amontonados de dos o tres días? ¿O tal vez encontrará todo bien limpio y reluciente, todo en orden y usted justamente en su momento devocional, en la privacidad de su dormitorio, mientras sus hijos están en la escuela y su esposo en el trabajo? Usted está allí, a solas con Dios y tal como enseña la Biblia, con la puerta cerrada y clamando a Dios porque sabe que su familia necesita protección y dirección de lo alto?

Cuando usted como esposa y madre, o como niña o señorita, descubre qué es lo que le corresponde en la iglesia, ya no tendrá más deseos, ni de vestir, ni de hablar, ni de actuar como un varón. Descubrirá que Dios la hizo mujer con un propósito y que quiere usarla más allá de todas sus expectativas.

Cuando el apóstol habla de esa mujer “que ha lavado los pies de los santos”, se está refiriendo a alguien que ha reconocido su condición de redimida y que está dispuesta a hacer el trabajo de menos prestigio, si es necesario. ¿Está dispuesta usted hermana a cambiar los pañales de los bebés que dejan otras en el departamento de cuna? ¿Está dispuesta a atender, asistir y bañar a esa otra hermana anciana, que no puede valerse por sí misma? ¿Limpiaría la casa y lavaría y plancharía la ropa de una familia en la que la tragedia ha dejado postrada en la cama a la esposa y madre, en donde los niños todavía son pequeños y el esposo debe trabajar para darle el sustento a su familia? Esta es una oportunidad maravillosa de “lavar los pies de los santos”.

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