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Por qué Spurgeon no regresó a Mónaco

El gran predicador y escritor cristiano Charles Haddon Spurgeon, en sus muchos viajes, pasaba numerosas veces por el principado de Mónaco en la costa Mediterránea.  En sus primeros viajes, el notable predicador gustaba pasearse en los predios que rodeaban el Casino de Montecarlo.  El paisaje de los jardines era encantador, a opinión de Spurgeon, "era el más hermoso del mundo".

Pero Spurgeon de súbito dejó de acercarse a ese lugar cuando pasaba por Móna­co.  ¿Por qué?  ¿Sería acaso porque se sentía atraído por las mesas de juego?  ¡Exactamente lo contrario!  El juego en cualquier forma era repulsivo para él.  Su resolución de no volver a visitar los jardines de Montecarlo se debió a una conver­sación que sostuviera con un amigo quien había adoptado la misma decisión en el pasado.

Este amigo le contó la conversación que había sostenido con el señor Blanc, el propietario de una casa de juego.  "¿Por qué es que usted nunca entra a los jardines de Montecarlo?" - inquirió el señor Blanc.  Y el amigo de Spurgeon respondió: "Bueno, verá usted, nunca juego.  Y como no voy a entrar a su negocio, no me parece justo aprovecharme disfrutando de un lugar, al cual no estoy aportán­dole nada".

"Oh, no se preocupe" - fue la respuesta entusiasmada del hombre - "de todas maneras su sola presencia representa una ganancia para mí.  Es cierto, que si muchas personas respetables como usted, sólo visitaran mis jardines, estaría perdiendo muchos clientes que patrocinen mis salones de juego, sin embargo ... hay otros que no tienen ni la más remota intención de entrar a mi casino, quienes al verlo se sienten muy confiados y lo siguen mientras usted pasea por los jardines, y de allí la transición de ellos a las mesas de juego es muy fácil".

Tras escuchar esto que le contara su amigo, Spurgeon no sólo evitó acercarse a los predios de los jardines, sino que declaró: "Nunca más entraré a los jardines de Montecarlo".
Conquest as in Flame

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