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Orando con los poderosos

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra” (Sal. 46:10)

¿Qué diría usted si tuviera que orar dos minutos en una habitación colmada con los políticos más poderosos en Estados Unidos?  Esa pregunta debía hacerse a sí mismo Catherine Wood uno de los predicadores más conocidos y notables de su tiempo.

Nació en 1902 en Escocia, llegó a Estados Unidos cuando tenía 25 años.  Se hizo amigo de los miembros de una iglesia que financió su educación en un seminario en Atlanta.  Fue ordenado pastor y comenzó a servir en una pequeña congregación. Posteriormente se trasladó a Atlanta como pastor de otra iglesia en donde conoció a Catherine Wood, con quien contrajo matrimonio, y la que se convirtió en una destacada escritora y autora cristiana.

En 1937, Peter fue llamado para pastorear una iglesia importante en la avenida New York en la ciudad de Washington, a la cual asistían políticos muy importantes.  Sus sermones atraían a multitudes y a menudo eran publicados en la Revista Reader’s Digest y el periódico New Yorker.

El Senado de Estados Unidos le pidió al pastor Marshall que sirviera como el capellán de ellos, posición que comenzó a ocupar el 4 de enero de 1947.  Sus funciones comenzaban cada día con una sesión de oración.  Sin embargo el pastor Marshall veía esta simple formalidad, como un medio para declararle la verdad a los poderosos.  En una de sus primeras oraciones en la Cámara del Senado, dijo: “Estamos persiguiendo un propósito cruzado, el uno con el otro. Tomémosnos de las manos  para que Dios nos ayude a ver las cosas desde Su punto de vista”.  Sus plegarias eran publicadas bajo el título de “El señor Jones se reúne con el Maestro”.

Peter con su acento escocés rebosaba encanto y calidez.  Emanaba un contagioso entusiasmo por la vida, lo cual atraía a las personas jóvenes a su iglesia, llegando a ejercer una gran influencia sobre ellos en cosa de pocos años.  El 26 de enero de 1949, Peter sufrió un ataque cardíaco y unos segundos después falleció a la edad de 46 años.  Su esposa publicó su historia bajo el título de Un hombre llamado Pedro.

         “¡Padre, permite que nuestra fe en ti, sea algo que conmueva a otros y los atraiga a ti!”.

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