Logo
Imprimir esta página

William Chalmers Burns

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:19 y 20).

William Chalmers Burns, nació en 1815 en Escocia, fue evangelista y misionero en China con la Misión Inglesa.  Era hijo de un respetado ministro escocés, pero no estaba interesado en seguir los pasos de su padre.  En 1831 decidió estudiar leyes, lo cual fue una gran desilusión para su progenitor, quien como ministro de la iglesia de Escocia, deseaba que su hijo le siguiera en el ministerio.

Poco después de que William determinara convertirse en abogado, ya que su familia era rica, una noche escuchó a su padre orando por él, y esto lo cambió. Y contaba recordando más tarde: “Cuando estaba leyendo el libro ‘Persuasiones a piedad temprana’ de J. G. Pike, un sábado por la tarde, creo que a mediados de diciembre de 1831, una flecha de la aljaba del Rey de Sion fue disparada por su Todopoderosa mano soberana y traspasó mi corazón.  Luego, el 7 de enero de 1832, por primera vez el Espíritu de Dios brilló con plena luz sobre Jesús como Salvador, porque eso era para mí”.

Después de esto, perdió interés en estudiar leyes, y en su lugar experimentó un profundo deseo de predicarle a esos que no habían escuchando el Evangelio.  Luego de estudiar en Glasgow para convertirse en ministro, fue aceptado por la iglesia de Escocia como un misionero para India.  Pero Dios tenía otro plan, y Burns se involucró en un despertar espiritual en su país natal, el cual comenzó en 1839.  Pasó los siguientes ocho años predicando a multitudes en Escocia, Inglaterra, Irlanda y Canadá.

En 1847, a la edad de 32 años, Burns fue a China como el primer misionero de la iglesia presbiteriana de Inglaterra.  Ministró en muchas ciudades portuarias, pero su corazón anhelaba alcanzar al pueblo del interior de China.  Abandonando las estaciones evangelizadas en la costa, se dedicó a estructurar misiones nativas, dejándolas después al cuidado de otros pastores, mientras avanzaba más hacia el corazón de China.  Estaba tan dedicado a su trabajo misionero que su único permiso sólo duró un mes antes de retornar a su trabajo en este país.

Desafortunadamente se enfermó de gravedad en diciembre de 1867 y escribió esta carta de despedida a su madre el 15 de enero de 1868. “A finales del año pasado, me dio un enfriamiento severo que todavía no se me ha quitado, produciéndome escalofríos y fiebre cada noche, y por las últimas dos noches esto ha estado seguido por transpiración, lo cual rápidamente mengua mis fuerzas.  A menos que le plazca al Señor reprender la enfermedad, es evidente que mi fin será muy pronto, por eso te escribo estas líneas anticipadamente, para decirte que estoy feliz, y listo por medio de la gracia abundante de Dios ya sea para vivir o para morir.  Que el Padre de toda consolación te conforte cuando las oleadas de mi enfermedad te alcancen, y que por medio de la sangre redentora de Jesús podamos reunirnos con gozo ante su trono en el cielo”.

No olvidemos uno de los versículos que más citaba William Burns: “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).

Diseño © Radio América