Logo
Imprimir esta página

El libro de Enoc y otros manuscritos...

El libro de Enoc y otros manuscritos...

Según Moisés, Enoc fue uno de los patriarcas originales. Vivió en el tiempo antes del diluvio y era hijo de Jared. Su hijo Matusalén vivió más que ningún otro hombre en la tierra, 969 años.

Luego de haber vivido en compañerismo con Dios, Enoc fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, y dice la Escritura: "Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios" (Gn. 5:24). Teólogos respetables y eruditos en la Palabra de Dios aseguran que Enoc dejó un registro. Se dice que este libro fue escrito originalmente en hebreo o arameo, y que la iglesia abisinia primitiva lo aceptó como parte de su canon.

No fue, sino hasta 1773 que el explorador africano J. Bruce trajo una copia de este manuscrito a Inglaterra. En 1885, el libro fue traducido al alemán por primera vez en Frankfurt. Mientras tanto se descubrieron fragmentos de una copia más antigua escrita en griego. La comparación entre los textos etíope y griego mostraron que concordaban, por lo tanto se puede suponer que ahora poseemos una copia auténtica del libro de Enoc. Los capítulos 1 al 5, anuncian el juicio final, aseguran que el Dios del cielo dejará su morada celestial para aparecerse en la tierra con su hueste de ángeles. Sin duda a esto fue a lo que se refirió Judas cuando dijo: "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares" (Jud. 14).

Los capítulos 6 al 16 describen la caída de los ángeles rebeldes y mencionan los nombres de los ángeles que se unieron a las hijas de los hombres en contra del orden divino. Judas también hizo alusión a esto cuando dijo: "Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (Jud. 6). En los capítulos 17 al 36, Enoc viaja a mundos diferentes y describe firmamentos distantes. Los capítulos 37 al 71 contienen todas las parábolas que Dios le confió al profeta. También le ordenó a Enoc que le entregara el libro a generaciones futuras, porque los hombres de su tiempo no iban a comprender las connotaciones técnicas, que estaban dirigidas a otras generaciones. Los capítulos 72 al 82 ofrecen detalles increíbles sobre las órbitas del sol, la luna y las estrellas.

En la información registrada en el libro de Enoc, que según el patriarca le fue confiada por el Altísimo, su compendio astronómico abarca fracciones complicadas y series exponenciales que se asemejan increíblemente a nuestro propio conocimiento matemático actual, extendiéndose por muchas páginas. Enoc argumenta que el tiempo no debía medirse en conformidad con la luna, sino con el sol. De manera interesante el año solar de Enoc es de 364 días, aunque el patriarca estaba al tanto del año de 365 días y un cuarto de día.

El resto de los capítulos contienen conversaciones entre Enoc y su hijo Matusalén, a quien advierte del diluvio inminente. Antes que Enoc desapareciera en el cosmos para estar con Dios, le dio este mensaje a su hijo: «Mi hijo Matusalén, guarda estos libros escritos por tu padre y entrégaselos a generaciones futuras del mundo» (Capítulo 82). Génesis 5:23, dice: "Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años", luego fue arrebatado al cielo.

Los gigantes del mundo antiguo

 En la Biblia, la palabra refaítas quiere decir «gigantes», por consiguiente, los refaítas eran una raza de gigantes. El Señor le dio a Abraham el territorio de los refaítas: "En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas" (Gn. 15:18-20). Los doce espías que envió Moisés para inspeccionar el territorio, informaron: "También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como la langostas; y así les parecíamos a ellos" (Nm. 13:33).

Los emitas moraban en Ar y eran altos como los anaceos: "Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac..." (Dt. 2:11). Og, rey de Basán, era un gigante. El gigante más conocido en la Biblia es Goliat, al que David le dio muerte con una piedra: "...tenía de altura seis codos y un palmo. Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro..." (1 S. 17:4-7). Goliat medía casi tres metros de alto. Llevaba puesto un casco de bronce en su cabeza y armadura que pesaba más de 125 libras. El peso de su espada era de unas 15 libras.

Cuando leemos el relato en el capítulo 21 del libro 2 Samuel y el capítulo 20 de 1 Crónicas, tal parece que Goliat tenía cuatro hermanos. Asimismo parece que su padre también era un gigante. Uno de sus hermanos se llamaba "Sipai" (1 Cr. 20:4), otro "Lahmi" (1 Cr. 20:5), un tercero "Isbi-benob" (2 S. 21:16), el nombre del cuarto no se menciona, pero dice la Escritura que era "...un hombre de gran estatura, el cual tenía doce dedos en las manos, y otros doce en los pies, veinticuatro por todos..." (2 S. 21:20).

En el Antiguo Testamento hay muchas referencias a esta raza misteriosa conocida en el pasado antiguo como los "refaim" o "refaítas". El examen de varias escrituras al respecto, revela algunas cosas asombrosas incrementado significativamente nuestro conocimiento de la profecía. Manuscritos antiguos del Medio Oriente, al igual que la propia Biblia, por largo tiempo los han identificado como habitantes del mundo de las tinieblas. Son descritos como los espíritus de los muertos. Además, aunque pueden estar débiles y lánguidos en su estado actual, parecen estar conscientes y en posesión de conocimiento acerca de su condición existente. Ellos son también los acreedores de uno de los juicios más severos de Dios. Pero definir quiénes son no es tan simple como parece en principio, porque en la Biblia también encontramos numerosas referencias a miembros vivos de los refaítas.

Y aquí la historia comienza a tornarse interesante, porque algunos de estos ángeles pecadores mencionados por Pedro y Judas también están implicados en las horrorosas perversiones que conllevaron a la destrucción del mundo con el gran diluvio del día de Noé. La historia de ellos está dada en Génesis 6:4,5: "Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal".

Aquí "los hijos de Dios" son los b’nai elohim. A lo largo de los años ha habido gran debate respecto a si estos seres eran humanos o no. Muchos han dicho que eran los hijos de Set, pero en el análisis final encontramos que el término b’nai elohim es usado varias veces en el Antiguo Testamento. Virtualmente en todos sus usos, la referencia obvia es a la creación angélica de Dios, tal como en Job 1:6; 2:1; 38:7; Daniel 3:25; Salmos 29:1 y 89:6. La mayoría de expositores han concluido que estos son ángeles caídos, los mismos que dice Judas que "...no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada..."

Y lo más importante, cuando miramos el resultado de su infracción, llega a ser más que obvio que eran esos ángeles corruptos. Ellos en forma literal tomaron mujeres de la tierra como compañeras, dando origen a una progenie monstruosa cuyo comportamiento era totalmente perverso. La descendencia de esos ángeles son llamados "gigantes" en la Biblia, pero esta palabra es traducida del hebreo nefilim, que significa «los caídos».

Pero entonces, ¿por qué se les llama "gigantes?" Muy probablemente se debe a que las antiguas versiones griegas del Tora hebreo tradujeron ésta y otras referencias a esas perversiones monstruosas de la humanidad como "gigantes", tomándola de la palabra griega que también es «gigante». De hecho, la evidencia es que ellos realmente eran hombres de gran estatura. Más que eso, parece que tenían poderes sobrehumanos que dieron origen a esas antiguas leyendas de los dioses griegos. Josefo, el historiador judío escribió en el primer siglo, en su obra Antigüedades de los Judíos, libro 1, capítulo III, parágrafo 1, que «Muchos ángeles de Dios convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien, confiados en sus propias fuerzas; porque según la tradición estos hombres cometían actos similares a los de aquellos que los griegos llamaban gigantes».

Si usted está ligeramente familiarizado con la antigua mitología griega, no dudo que se estremecerá ante las implicaciones de esta declaración. Esas antiguas leyendas están colmadas con perversas combinaciones de hombres y bestias. Hablan de semidioses cuyos poderes eran usados caprichosamente para torturar y esclavizar a la humanidad. Narran horribles historias de incesto, ocultismo y toda serie de horrores, de dioses que tomaban las vidas a su antojo. Se caracterizaban por sus pensamientos y actos diabólicos en una pesadilla orgiástica de abuso de poder. La mitología griega es una continua historia de horror, poblada con bestias y monstruos de cada descripción.

Pero el libro de Génesis se refiere a ellos simplemente como "gigantes". Un gigante entonces es una especie de perversión de eso que es natural y que fuera originalmente designado por Dios para vivir en paz sobre la tierra. De hecho, la traducción antigua en griego del Antiguo Testamento, llamada la Septuaginta, se refiere no sólo a los nefilim, sino también a los refaim como "gigantes". Pero en la traducción en inglés y en español de la Biblia, esta conexión está en su mayor parte perdida. En lugar de eso, encontramos el uso del nombre propio Refaim.

Es también notable que los refaim o refaítas también estén mencionados en la Biblia como seres reales, vivos e históricos. De hecho, habitaban en el área que ocupa hoy la moderna Jordania y Siria, en el territorio que yace generalmente al este del mar de Galilea. Ellos vivían en cercanía inmediata con otros dos grupos de gigantes, llamados "emitas" y "zomzomeos" o "zuzitas". En el mundo antiguo todos eran mencionados genéricamente como «gigantes». Génesis 14:5 los nombra en conjunción con la salida de Abraham a la tierra prometida: "Y en el año décimocuarto vino Quedorlaomer, y los reyes que estaban de su parte, y derrotaron a los refaítas en Astarot Karnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim".

En este día se pueden encontrar ruinas en esta región que son de proporciones gigantescas. Allí, y en dirección norte hacia Siria y Líbano, están las ruinas de edificios antiguos y templos que dejan perpleja la imaginación. Por ejemplo, las ruinas de Baalbek en el valle del Beqa’a de Líbano, son tan masivas que algunos han sugerido que no podrían ser duplicadas ni siquiera usando las técnicas modernas de construcción. En la acrópolis de Baalbek, se levantaba un templo dedicado al dios de la tormenta Hadad. Tenía 18 metros de ancho por 88 de largo y estaba rodeado por 19 columnas, cada una de 19 metros de alto y más de 2 metros de diámetro. Las losetas de piedra de los pisos todavía están intactas, ¡y cada una es más grande que el vagón de un ferrocarril moderno! Nadie puede imaginarse cómo fueron colocadas allí.

Hay muchos otros ejemplos de estructuras antiguas de tamaño descomunal en el Medio Oriente. No debemos sorprendernos por la existencia de ellas. Muchas veces los primeros israelitas encontraron pueblos a los que llamaron "gigantes". Incluso más tarde cuando Moisés sacó al pueblo de Israel fuera de Egipto hacia la tierra prometida, vieron gigantes.

Tal vez el incidente más famoso lo encontramos en el capítulo 13 de Números, en el cual un grupo de doce hombres espías fue enviado para reconocer el territorio. Diez de los doce hombres estaban tan asustados por la presencia de los gigantes, que se negaban a volver allí: "Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos" (Nm. 13:32, 33).

En manuscritos hebreos muy antiguos, estos gigantes son llamados Nefilim, y los espías aparentemente pensaron que eran descendientes de un largo linaje de estas criaturas, los que se mencionan por primera vez en los días antes del diluvio. Pero si el mundo antediluviano, con excepción de Noé y su familia fue enteramente destruido, ¿cómo fue que sobrevivieron los gigantes diabólicos? Aquí, sólo podemos especular. Pero es probable que el linaje de los nefilim, emitas, zomzomeos y refaítas de alguna forma volvió a comenzar incluso en los días después del diluvio. Una cosa sí sabemos: después del diluvio el comportamiento de ellos era de continuo solamente el mal, igual que los nefilim antes del diluvio. La fuerte sugerencia es que la interacción de los seres humanos con los espíritus diabólicos del paganismo antiguo es capaz de romper la herencia genética del hombre. El resultado parece ser una descendencia monstruosa.

También había otra rama de los refaim conocidos por el nombre de "Anaceos". Leemos sobre ellos en Deuteronomio 2:10,11 en donde se describe a Moab como el área de habitación de ellos: "(Los emitas habitaron en ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac. Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas los llaman emitas...)"

Aquí, la palabra que se traduce como «gigantes» es una vez más el término hebreo refaim. Ellos eran una raza anormal. Todos parecen haber sido odiados y temidos por las personas normales. Dios sancionó su destrucción y finalmente su linaje desapareció por entero. Incluso los zomzomeos eran una sub-clase de los refaim. Deuteronomio 2:20,21 menciona la destrucción de ellos del territorio de Amón, mientras al mismo tiempo designa su origen: "(Por tierra de gigantes fue también ella tenida; habitaron en ella gigantes en otro tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos; pueblo grande y numeroso, y alto, como los hijos de Anac; a los cuales Jehová destruyó delante de los amonitas. Estos sucedieron a aquéllos, y habitaron en su lugar...)"

Como podemos ver por los varios pasajes de la Escritura que hemos citado, los refaim existían en los días de Moisés. El Señor incluso le comisionó para que exterminara a los últimos de su raza.

El último refaim

Antes de entrar en la tierra prometida, Moisés guió a los israelitas hacia una campaña militar en dirección norte a través de Moab, Amón y Basán, territorios conocidos hoy como Jordania y Siria. Sus conquistas concluyeron con la derrota de Og, rey de Basán, quien es descrito así en Deuteronomio 3:11: "Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre".

Dependiendo del largo del codo que se usa aquí, ¡la cama de Og tenía entre 4 a 5 metros con 25 centímetros de largo! ¡Era verdaderamente un monstruo! Pero eso no es todo, Og era del linaje de los refaim. De hecho, era el último de este linaje diabólico. Josué 13:12 señala este hecho: "Todo el reino de Og en Basán, el cual reinó en Astarot y en Edrei, el cual había quedado del resto de los refaítas; pues Moisés los derrotó, y los echó". El período de culturas dominadas por gigantes finalizó con Og. Los refaim vivos, como sus congéneres muertos que vagaban en la congregación de los condenados, parecen haber sido el producto de un sistema tenebroso y diabólico que permanece oculto en la historia de la humanidad.

Entre los judíos se enseña incluso, que algunos de los nefilim sobrevivieron al diluvio de Noé y que Og era el último de su linaje. Esto ciertamente no está confirmado en la Escritura, pero parece existir una tenebrosa conexión espiritual entre Og y esos monstruosos predecesores.

Gog, el espíritu del mal

El vínculo entre los refaim vivos y muertos, parece yacer en el hecho de que ambos están unidos con las actividades de los ángeles caídos. Pero este estudio no estaría completo sin añadir el nombre de Og, rey de Basán, el cual parece repercutir a través de las edades como un gigantesco gong. Está marcado para llamar la atención a un hecho asombroso. En hebreo, el nombre de Og es deletreado en tal forma que puede ser, ¡y tal vez verdaderamente se pronunciaba «Gog!» La primera letra hebrea del nombre Og es ayin. Esta letra originalmente se pronunciaba con un sonido gutural de «g», como gayin. Por consiguiente, su nombre originalmente debía pronunciarse «Gog».

Como ejemplo adicional sobre este caso gramatical, puedo mencionar los nombres de dos lugares hebreos muy conocidos: Gaza y Gomorra. Gaza en hebreo comienza con ayin, la cual produce su característico sonido de «g». Asimismo Gomorra, en hebreo, comienza con la misma letra y hasta este mismo día se pronuncia con un fuerte sonido de «g».

A Og... ¿o debemos mejor decir Gog?, rey de Basán, le está reservada una clase de infamia especial. Es el último de un linaje monstruoso y pervertido que lleva el nombre de una congregación especialmente reconocida como el mundo de las tinieblas. Ya sean los vivos o los muertos, los refaim están destinados para juicio. Tal vez Og está languideciendo entre los muertos sin redención en el Hades hasta este mismo día.

Og era el último de los refaimvivo. Quizá la pronunciación de su nombre, Gog, nos diga que fue también el arquetipo de una clase particular de corrupción. El nombre Gog, aunque deletreado en forma diferente, debía pronunciarse de la misma forma y aparece una vez más mencionado en Ezequiel 38:2, donde dice: "Hijo de hombre, pon tu rostro contra Gog en tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal..." Aquí, al enemigo de los últimos días que la gran mayoría identifica como Rusia, se le da la siniestra designación de "Gog". Expertos en lingüística por largo tiempo han tratado de explicar por qué al líder ruso se le ha dado este nombre. Aparentemente no tiene conexión con ninguna otra palabra. Probablemente es simplemente un título para perversidad diabólica. En un futuro muy distante, este maligno título será resucitado una vez más. Vemos un cuadro gráfico de esto en Apocalipsis 20:7,8: "Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar".

Esta es la depravada rebelión final una vez más dirigida por Satanás. Después de mil años de paz mesiánica, nuevamente el diablo causará problemas. A no dudar estará acompañado por una miríada de fuerzas diabólicas y por última vez Gog irá también en el espíritu de los refaim.

Es un espíritu de las tinieblas, nacido de la creencia de que Dios no es digno del más alto honor, adoración y obediencia. Como Samuel le dijera a Saúl: "Porque como pecado de adivinación es la rebelión..." (1 S. 15:23). Cuando el profeta dijo esto trazó una conexión entre la caída del hombre y las fuerzas ocultistas que así caracterizan la obra de Satanás. La antigua rebelión angélica comandada un día por Lucero, Satanás, no trajo luz, sino tinieblas; no dio origen a una raza de hermosos seres espirituales, sino a un grupo repugnante de monstruos desfigurados, ¡los refaim!

Pruebas modernas de la existencia de gigantes

El 6 de enero de 1973, Frank Tolbert, un periodista del Dallas Morning News informó acerca del descubrimiento de «Lo que pueden ser las huellas más claras de gigantes jamás descubiertas». La huella de «lo que parece ser un gigante humanoide» medía 53 centímetros de largo por 20 de ancho. El doctor C. N. Dougherty de Glen Rose, declaró que «cerca de las huellas también se encuentran las huellas de un dinosaurio de tres dedos».

En los registros del Antiguo Testamento dice que mientras los israelitas se encontraban vagando en el desierto, se enfrentaron con muchos gigantes, a los cuales le dieron muerte por instrucción del propio Dios. En su lucha por la tierra de la que brotaba leche y miel, las tribus nómadas del Medio Oriente, Europa Central y América pudieron muy bien haber masacrado a los últimos ancestros de los gigantes.

El periódico New York Times del 2 de diciembre de 1930, hablaba del descubrimiento de los restos de una raza de gigantes que una vez vivieron en Sayopa, Sonora, un pueblo minero a unos 483 kilómetros al sur de la frontera mexicana. Un ingeniero de minas, J. E. Coker, dijo que los obreros que limpiaron las cercanías del rancho cerca del río Yazui, «excavaron en un cementerio antiguo en donde desenterraron cuerpos de hombres de dos metros y medio a tres de alto».

El 19 de febrero de 1936, el periódico New York Times publicó otra noticia sobre el descubrimiento del esqueleto de un gigante en Managua, Nicaragua. El periódico decía que el esqueleto no tenía cabeza y que había sido desenterrado en El Boquín, en la cercanías del río Mico, en el distrito de Chontales. «Las costillas medían 91 centímetros de largo y 10 de ancho y el hueso de la canilla era demasiado pesado para que un solo hombre pudiera cargarlo». Incidentalmente, Chontales es una palabra indígena que significa «hombre salvaje».

Los carros de fuego

Elías fue uno de los grandes profetas de Israel en el siglo IX A.C. durante el malvado reinado del rey Acab. Después de designar a su sucesor para el oficio profético, Elías fue guiado hacia el desierto cerca de Jericó y fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. Los expertos en ovnis contienden que Elías fue uno de los primeros registros de secuestros por los ovnis. Sin embargo, el relato bíblico afirma que Elías fue trasladado al cielo por el Señor: "Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal... Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes" (2 R. 2:1, 11, 12).

Sabemos que Elías no fue secuestrado por un ovni porque está registrado en el capítulo 17 de Mateo que más tarde se apareció ante el propio Señor Jesucristo en el Monte de la Transfiguración: "Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él" (Mt. 17:2, 3). Asimismo, según el capítulo 4 de Malaquías, Elías regresará nuevamente a la tierra antes del día grande y terrible del Señor: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible" (Mal. 4:5).

Elías, como Enoc, fue trasladado directamente al cielo sin experimentar la muerte física. Como tal, es una hermosa semblanza del futuro rapto de la Iglesia cuando millones de santos vivos serán trasladados instantáneamente al cielo en cuerpos glorificados:

"Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (1 Co. 15:50-54).

"Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1 Ts. 4:13-18).

Los hijos de Dios

Uno de los pasajes claves del Antiguo Testamento que siempre sale a la superficie en una discusión seria sobre los ovnis y la Biblia es Génesis 6:1-4. Esta es una de las secciones más misteriosas de la Biblia, describe el matrimonio entre los "hijos de Dios" y las "hijas de los hombres", que dio origen a la progenie de los nefilim o gigantes. Pero... ¿Quiénes eran estos hijos de Dios? ¿Por qué dice la Biblia que "...Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre" (Gn. 6:4)? ¿Por qué Dios envió el diluvio para borrarlos de la faz de la tierra? ¿Quiénes eran los hijos de Dios: hombres o seres extraterrestres?

Un misterio antiguo

De todos los posibles pasajes bíblicos que puedan referirse a los encuentros con extraterrestres y los ovnis, Génesis 6:1-5 es el más intrigante de todos y al mismo tiempo el más perturbador. En esta porción de la Escritura encontramos registrado el relato de la increíble unión entre ángeles caídos y mujeres de la tierra. Vamos a examinar mejor este asombroso recuento a ver si encontramos en él alguna clave que nos permita saber algo relacionado con los ovnis en este antiguo texto hebreo: "Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gn. 6:1-5). Los eruditos bíblicos han debatido a lo largo de los siglos el significado exacto de este pasaje. Hay básicamente cuatro escuelas de interpretación:

• El punto de vista no literal

• El punto de vista de los hijos de Set

• De los déspotas y ambiciosos, y el de

• Los ángeles caídos

El punto de vista no literal

A primera vista este pasaje nos recuerda una de las leyendas, supersticiones y mitos de la antigüedad: la historia de los dioses descendiendo a la tierra y cohabitando con las mujeres de la tierra para producir una raza híbrida de super hombres. Por consiguiente, muchos pasan por alto este pasaje considerándolo sólo otro ejemplo de la extraña mitología no literal de la antigüedad.

El punto de vista de los hijos de Set

Otros miran este pasaje en una forma nada sobrenatural a fin de hacerlo más aceptable y más intelectual. Los estudiantes de la Biblia en este campo explican que "los hijos de Dios" son los descendientes de Set y "las hijas de los hombres" el linaje impío de Caín. Por consiguiente, la unión entre ellos marca el fin de la separación entre creyentes e incrédulos. Están convencidos de que esta unión indiscriminada entre el linaje piadoso de Set y los perversos descendientes de Caín fue lo que causó la degeneración de la descendencia piadosa en el mundo antediluviano. Los hijos de esta unión profana se convirtieron en tiranos. Entre los comentaristas bíblicos, Mathew Henry es quien mejor interpreta este punto de vista, dice: «Los hijos de Dios, esto es los que profesaban la religión verdadera, tomaron por esposas las hijas de los hombres, es decir, profanas, extrañas a Dios y a la piedad. La posteridad de Set no se guardó a sí misma como debía haberlo hecho, sino que se mezcló con la descendencia maldita de Caín».

Los déspotas ambiciosos

De acuerdo con este punto de vista, déspotas de la antigüedad, hambrientos de poder quienes eran muy probablemente del linaje de Caín comenzaron a practicar la poligamia a fin de expandir su dominio individual. Eruditos en este campo suponen que la palabra hebrea elohim podría muy bien traducirse como «Dios» o «gobernante». Quienes sostienen este punto de vista suponen que las culturas antiguas del Cercano Oriente veían a los gobernantes como "hijos de Dios". De tal manera que la frase "hijos de Dios" es esencialmente el término antiguo empleado en el Cercano Oriente para nobles, aristócratas y reyes. Estos déspotas ambiciosos codiciaban el poder y la riqueza y deseaban convertirse en "varones de renombre". Su pecado no fue el matrimonio mixto entre dos comunidades religiosas, la de los descendientes de Set y los de Caín, sino más bien el pecado de la poligamia. Este punto de vista prevaleció entre los círculos rabínicos durante la edad media del segundo siglo de la era cristiana, tal parece que debido a la convicción de que los ángeles no pueden permitirse el lujo de tener relaciones sexuales.

El problema con estas tres primeras interpretaciones de Génesis 6:1-5, es que no explican adecuadamente por qué a la progenie de tal unión le llaman "gigantes" o por qué su presencia desencadenó tal iniquidad sobre la tierra que finalmente conllevó al juicio cataclísmico de Dios en la forma de un diluvio. El cuarto y último punto de vista es el que mejor explica todos estos factores.

Los ángeles caídos

La lectura obvia y natural de Génesis 6:1-5 parece indicar que durante los días de Noé, tuvo lugar una extraña y abominable atrocidad, algo tan horrible, tan impensable que desató una oleada de iniquidad que terminó por inundar la tierra. Esta corrupción de la tierra durante los días de Noé fue tan extensa que ningún remedio normal fue suficiente. Sólo la destrucción total podía erradicar completamente esta terrible infestación de iniquidad. Este pecado sin precedentes fue que "los hijos de Dios", los ángeles caídos, vieron a "las hijas de los hombres" y tomaron esposas entre ellas.

La descendencia de esta perversa unión fueron los "gigantes", hombres de renombre, monstruos, no sólo en su tamaño; sino también en perversidad. Como un ejército invasor de seres extraterrestres, estos ángeles caídos se encendieron en lujuria contra las mujeres de la tierra, abandonaron por consiguiente su propia morada en los cielos y descendieron como un tornado a nuestro planeta a fin de consumar sus deseos por carne extraña. El comentarista bíblico W. R. Newel, declara esto muy claramente: «No hay explicación posible para estos versículos excepto el hecho de que los seres humanos fueron invadidos por criaturas de otro orden, ángeles caídos que no guardaron su propia dignidad, sino que dejaron su morada».

De regreso al futuro

De manera interesante está profetizado que las características de esos días antediluvianos, por extrañas que puedan parecer para nuestras mentes ilustradas hoy, habrán de repetirse durante los días finales de esta edad presente. Está registrado en Mateo 24:3, que justo dos días antes de la muerte del Señor en la cruz, "...los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?" El Señor Jesucristo respondió a esta pregunta señalando un buen número de señales, dijo: "Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes y hambres y terremotos en diferentes lugares" (Mt. 24:7), agregando que todo esto habría de ocurrir en la generación que sería testigo de su retorno. Sin embargo, el clímax para esta extraña profecía lo encontramos en Mateo 24:37-39: "Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre".

En estos grandiosos versículos, Jesús no sólo verifica la historicidad del gran diluvio, sino que nos instruye para que estudiemos cuidadosamente las características de los días justo antes del diluvio, porque los mismos serían misteriosamente similares a los días antes de su retorno. Pero... ¿Qué ocurrió en los días de Noé que los hizo tan únicos? ¿Qué tipo de actividad tuvo lugar en esos días que también está sucediéndose nuevamente en nuestros días? Dos respuestas vienen a mi mente:

• La pecaminosidad sin precedentes y la iniquidad moral del hombre: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gn. 6:5).

• La invasión abierta y también sin precedentes de los ángeles caídos a la tierra: "Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre" (Gn. 6:1-4).

De tal manera que fue la iniquidad de la humanidad, combinado con la abominable unión de lo sobrenatural con lo natural, lo que motivó que Dios juzgara al mundo. Pero... ¿Nos estamos aproximando rápidamente a un tiempo similar al de Noé? ¿Están los hijos de Dios una vez más invadiendo el planeta tierra? ¿Será esta creciente actividad de los ovnis en nuestro tiempo prueba de la proximidad de los últimos días? La clave para interpretar estas preguntas yace en la interpretación apropiada del capítulo 6 de Génesis. ¿Son los hijos de Dios realmente los ángeles caídos, o son simplemente los hijos piadosos de Set? Si podemos demostrar que los "hijos de Dios" son verdaderamente ángeles caídos, entonces estaremos estableciendo un vínculo crucial entre el capítulo 6 de Génesis y la hipótesis que explica el origen y naturaleza demoníaca de los ovnis y sus ocupantes. Esto sería un salto gigantesco para la humanidad. A continuación vamos a examinar la evidencia para interpretar Génesis 6:1-5 como una referencia a una invasión antediluviana del planeta tierra.

El significado claro de «bene elohim»

La primera y más importante pieza de evidencia que necesitamos examinar es el significado de la frase hebrea "hijos de Dios". La expresión actual en hebreo es «bene elohim» y se usa sólo cuatro veces en el Antiguo Testamento. Tres veces en el libro de Job: en Job 1:6, 2:1 y 38:7. El texto de Job 1:6 es el que mejor representa a esos versículos y dice: "Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás" (Job 1:6).

No cabe duda para nada que en cada uno de estos pasajes de Job, el significado de bene elohim se aplica exclusivamente a los ángeles. La cuarta vez que la frase "los hijos de Dios" aparece en el Antiguo Testamento es en el libro de Daniel, cuando los tres amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron lanzados al horno ardiente y el rey dice: "He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses" (Dn. 3:25). En este caso, este "hijo de los dioses" fue la aparición preencarnada del Señor Jesucristo.

Es bien claro entonces, que el título "hijos de Dios" en el Antiguo Testamento es exclusivo para los seres angélicos y para Cristo. De tal manera, parece que no hay duda de que al menos en lo que al hebreo se refiere, el intento del escritor del capítulo 6 de Génesis fue comunicar el pensamiento de que se trataba de ángeles.

El comentarista bíblico Arno C. Gaebelin declaró: «La pregunta es, quiénes son los hijos de Dios que tomaron por esposas a las hijas de los hombres... 'Hijos de Dios' es el calificativo que se le aplica en el Antiguo Testamento a los seres sobrenaturales, tanto buenos como malos. En el Antiguo Testamento se les llama 'hijos de Dios' tanto a los ángeles buenos como a los caídos. El propio Satanás es reconocido entre los hijos de Dios en Job 1:6 y 2:1. El término 'hijos de Dios' se refiere entonces aquí a seres sobrenaturales. Esas criaturas diabólicas descendieron en el aire y comenzaron a cohabitar con las hijas de los hombres que escogieron».

En su libro titulado Espiritismo y los ángeles caídos, James Gray dice esto acerca del término "hijos de Dios": «Encontramos que la frase 'hijos de Dios' se usa siempre en todas partes en el Antiguo Testamento para designar ángeles, por lo tanto ¿por qué no se iba a emplear aquí? Por consiguiente si fuera así, entonces portaría consigo dos órdenes distintas de criaturas y la de una raza mezclada, parcialmente humana y parcialmente sobrehumana, lo cual fue justamente un trastorno del plan divino tanto que garantizó el exterminio casi total de todo lo que había sobre la tierra».

Es también interesante notar que ni a los descendientes de Set, ni a ningún creyente verdadero se le llama en el libro de Génesis "hijo de Dios". De hecho, a los creyentes jamás se les llama "hijos de Dios" en el Antiguo Testamento, sino que es un concepto único en el Nuevo Testamento. Por esta evidencia uno debe concluir que la única explicación obvia y comprensible de esta frase "hijos de Dios" es que estos seres eran hijos angélicos de Dios, no hombres. Dios se refiere a ellos como "hijos" porque fueron creados directamente por Él.

La traducción de la Septuaginta

La Septuaginta griega es una traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego, llevada a cabo alrededor del año 280 A.C. Es muy significativo que la Septuaginta traduzca la frase de Génesis 6:2 bene elohim como «ángeles de Dios». Este hecho es simplemente significativo debido a la edad de la Septuaginta. Es importante en extremo porque la Septuaginta era la versión del Antiguo Testamento usada más comúnmente durante el período apostólico. La Septuaginta debió ser el Antiguo Testamento en griego que leyera y citara el Señor Jesucristo y sus apóstoles durante el primer siglo de la era cristiana. En otras palabras, se ha demostrado que la Septuaginta es una traducción confiable del Antiguo Testamento desde hace unos 2.300 años.

La interpretación de que “los hijos de Dios” mencionados en el capítulo 6 de Génesis eran ángeles caídos es el punto de vista más antiguo y el que más apoyan los comentaristas bíblicos. Flavio Josefo, el historiador judío del primer siglo, todos los escritores judíos e intérpretes de la antigüedad, al igual que los primeros escritores cristianos, sostenían que la frase de Génesis 6:2 bene elohim era una referencia a los ángeles caídos. Hombres como Filo, el mártir Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes, Irineo, Cipriano, Tertuliano, Ambrosio, Metodio y otros más, todos estuvieron de acuerdo que la frase hebrea “hijos de Dios” es una referencia a los ángeles caídos. En su monumental obra Antigüedades de los judíos, Josefo se refiere a la tradición antigua de que los ángeles cohabitaron con mujeres de la tierra antes del diluvio. Dice en el libro 1, capítulo III, parágrafo 1: «Muchos ángeles de Dios convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien, confiados en sus propias fuerzas; porque según la tradición estos hombres cometían actos similares a los de aquellos que los griegos llaman gigantes... Fue hasta entonces que quedó esa raza de gigantes, quienes tenían cuerpos tan grandes, y semblantes tan enteramente diferentes de los otros hombres, que sorprendía verlos y era terrible escucharlos. Los huesos de estos hombres todavía pueden verse hasta este mismo día». Si usted está algo familiarizado con la antigua mitología griega, no dudo que se estremezca ante las implicaciones de esta declaración. Esas leyendas antiguas están colmadas con combinaciones perversas de hombres y bestias.

El mártir Justino, quien vivió entre los años 110 al 165 de la era cristiana, nos provee el mismo comentario sobre la cultura antediluviana: «Los ángeles transgredieron y se sintieron atraídos por el amor de las mujeres y les engendraron hijos».Los antiguos libros apócrifos Primero de Enoc, Jubileos y el Apocalipsis de Baruc, al igual que ciertos otros manuscritos encontrados entre los rollos del Mar Muerto, le atribuyen la actividad de Génesis a los ángeles caídos y hablan extensamente sobre los descendientes de los “guardianes” angélicos y su progenie de gigantes. En una de tales referencias en el primer libro de Enoc, Dios instruye así a Enoc: «Ve y dile a los guardianes del cielo, que tú has sido enviado para interceder por ellos: Tú intercederás por los hombres y no los hombres por ti. Porque ellos abandonaron las alturas, el cielo santo y eterno, y se acostaron con mujeres, contaminándose a sí mismos con las hijas de los hombres, tomando esposas para sí, haciendo como los hijos de la tierra, engendrando gigantes como hijos. Y aunque eran santos, seres espirituales y tenían vida eterna, se contaminaron a sí mismos con la sangre de la carne, codiciaron la carne y la sangre como esos que murieron y perecieron».

Tal parece que los padres de la Iglesia en los primeros cuatro siglos no conocían ninguna otra interpretación, excepto que “los hijos de Dios” eran ángeles. De hecho, los primeros escritores cristianos en sugerir que “los hijos de Dios” eran los descendientes de Set fueron Crisóstomo y Agustín en el siglo cuarto de la era cristiana. Esta interpretación prevaleció en ese tiempo, y por los 1.500 años pasados muchos eruditos bíblicos han sostenido que “los hijos de Dios” mencionados en el capítulo 6 de Génesis eran los hijos piadosos de Set y “las hijas de los hombres” el linaje perverso de Caín. Adoptaron esta interpretación, en parte debido a que la alternativa de los ángeles caídos les pareció extraña y extravagante. Sin embargo, muchos estudiosos reconocidos de la Palabra de Dios están convencidos que la interpretación antigua es la correcta, de que “los hijos de Dios” son ángeles caídos que descendieron a la tierra y se encendieron en lascivia por las mujeres casándose con ellas y produciendo así esta increíble progenie híbrida que la Biblia llama “gigantes”.

Matrimonios no hechos en el cielo

La Biblia enseña así que los creyentes no deben casarse con inconversos: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Co. 7:39). “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Co. 6:14). Sin embargo, no hay sugerencia alguna de que este pecado en particular sea imperdonable o más responsable de producir deterioro social, que otro pecado. Tampoco hay evidencia médica que el casarse con un perverso cause “gigantismo” entre los hijos nacidos de esa unión. Incluso, el juicio del diluvio habría sido demasiado para un pecado de esta naturaleza. Si los eventos del capítulo 6 de Génesis van a ser interpretados sólo como un caso de matrimonios mixtos entre hombres piadosos y mujeres perversas, sorprende pensar que Dios hubiera usado algo tan severo como el juicio del diluvio. Es obvio que este pasaje se refiere a algo más siniestro.

Los ángeles y el sexo

Otra razón por la que algunos rehúsan aceptar la interpretación de los ángeles caídos en el capítulo 6 de Génesis, es porque consideran que es imposible que los ángeles puedan tener relaciones sexuales con mujeres y tener hijos con ellas. Sin embargo, esta objeción presupone más acerca de las habilidades de los ángeles de lo que realmente sabemos. Es cierto que Jesús dijo en Mateo 22:30: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”, sin embargo esto no indica de manera categórica que los ángeles no tienen sexo. Sin duda cuando los creyentes resuciten retendrán su propia identidad personal, incluyendo el hecho de que seguirán siendo hombres y mujeres. Además, cuando el Señor Jesucristo dijo que los ángeles de Dios en el cielo no se casan, esto no significa que esos ángeles que fueron expulsados del cielo eran incapaces de hacerlo.

En su libro titulado Satanás, el autor F. C. Jennings tiene que decir esto acerca de los ángeles y el sexo: «Tal vez hayan dificultades psicológicas, pero ciertamente es tan poco lo que sabemos acerca de las posibilidades de la existencia angélica que optamos por dejarlo. De que los ángeles coman, beban y se alimenten con pan, ciertamente involucra iguales dificultades, pero se encuentra declarado claramente en los capítulos 18 y 19 de Génesis. De tal manera que los ángeles parecen tener el poder de materializarse y simular las funciones de un cuerpo humano».

El libro de Judas del Nuevo Testamento parece ser bien explícito al declarar que estos ángeles caídos adoptaron cuerpos humanos y se entregaron a los placeres de la carne. Judas 6 y 7 declara: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”.

Es interesante que en cada ocasión en que los ángeles se les aparecieron visiblemente a los hombres, tal como está registrado en la Biblia, siempre se aparecían en cuerpos físicos de hombres. ¿Recuerda que los ángeles que se le aparecieron a Abraham en el capítulo 18 de Génesis tenían forma de hombres?: “Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra” (Gn. 18:1, 2).

Más tarde, en la misma historia, estos ángeles fueron a Sodoma a sacar a Lot y su familia. Allí los hombres de Sodoma trataron de echarles mano y usarlos para sus propósitos sexuales: “Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó hacia el suelo, y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino... Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo. Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos. Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado” (Gn. 19:1, 2, 4-8).

El apóstol Judas dice que de la misma manera como los hombres de Sodoma fueron en pos de carne extraña, los ángeles caídos hicieron lo mismo. Es aparente por la Escritura que Dios le ha dado a los ángeles la capacidad de materializarse a sí mismos en forma de hombres cada vez que la ocasión lo justifique. Mientras es claro que no eran ni las intenciones de Dios ni su voluntad que los ángeles se mezclaran en forma sexual con los seres humanos. La línea final es que a los ángeles no les importó ni les preocupó la voluntad expresa de Dios. De hecho, fue justamente por el propósito de frustrar la voluntad divina que este perverso batallón de “los hijos de Dios” se empeñó en estas relaciones sexuales prohibidas con mujeres de la tierra.

Un comentarista escribe: «Satanás no había olvidado la profecía de Dios de que la simiente prometida de la mujer terminaría un día por destruirlo... Satanás y sus ángeles deben haber temido que la oportunidad de ellos por victoria en el conflicto cósmico estuviera en peligro inminente. Deseando refuerzos por una batalla venidera contra la hueste celestial, y también deseando si era posible corromper completamente la humanidad antes de que llegara la Simiente prometida y derrotara a Satanás, parece que decidieron utilizar el maravilloso poder de la procreación que Dios le había dado a la familia humana para corromperla para sus propios fines. Los hombres ahora se estaban multiplicando rápidamente sobre la tierra y Satanás, al implantar su propia ‘simiente’ en medio de la humanidad, podría ganar el apoyo en una sola generación de una vasta multitud de extraterrestres en contra de Dios».

El linaje de Set

Si en el hebreo la frase bene elohim es verdaderamente una referencia al piadoso linaje de Set, entonces eso presupone que todo el linaje de Set era santo. El problema obvio es que no todos los hijos de Set eran piadosos, porque todos ellos, con la única excepción de Noé y su familia perecieron en el diluvio. Y si fue así, entonces, ¿por qué vamos a llamarlos “hijos de Dios?” También es importante recordar que Adán y Eva tuvieron más hijos además de Caín y Set. ¿Fueron todos ellos hijos espirituales de Dios como Set o fueron perversos como Caín?

Las feministas tal vez lleguen a preguntarse: «¿Por qué todo está centrado en la unión de hombres piadosos con mujeres perversas? Pero... ¿Qué respecto a mujeres piadosas casándose con hombres perversos?»

Finalmente, si Moisés, el autor del capítulo 6 de Génesis, quería que supiéramos que los hijos de Set comenzaron a casarse con las hijas de Caín, ¿por qué simplemente no dijo eso y así evitó toda esta confusión?

Diseño © Radio América