Alimentos en la Biblia
- Fecha de publicación: Viernes, 01 Febrero 2008, 17:35 horas
- Visitado 116385 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
En el término general de alimentos están incluidos todos los productos animales y vegetales utilizados para mantener la vida física del cuerpo. En el principio, todas las plantas, incluyendo los árboles frutales, sirvieron de alimento a los hombres y las hortalizas a los animales. La Biblia comienza diciendo:
“Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer” (Gn. 1:29, 30).
La caída del hombre trajo como consecuencia la necesidad de que los hombres tuvieran que trabajar duramente para hacer que la tierra produjera. Evidentemente en los alimentos que Noé llevó consigo en el arca estaban representados todos los productos que se consumían en esa época, pero la Biblia no da detalles. Después del diluvio, Dios hizo esta promesa: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, y el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche... Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Gn. 22; 9:3, 4).
Según la Biblia, la tierra prometida fluía con leche y miel, pero la tierra prometida era más que eso; era una cornucopia que se desbordaba con toda clase de frutos y cereales saludables, comidas para la sanidad: “Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel” (Dt. 8:8).
Casi cada uno de los libros en la Biblia contiene referencias a los alimentos de ese tiempo, junto con las reglas que gobernaban su cultivo, preparación y consumo. Por siglos los eruditos de la Palabra de Dios han estudiado los alimentos que se consumían en los tiempos bíblicos, pero sólo recientemente los nutricionistas modernos han reconocido que lo que fue bueno para las personas hace miles de años, es bueno y tal vez mejor para todos hoy. Es indudable que la cocina bíblica es saludable. Pocos o tal vez ninguno de los nutricionistas modernos ha podido encontrar fallas en ella. Todos los alimentos que se mencionan en la Biblia ayudan a mantener una buena salud y muchos de ellos, de hecho contienen sustancias que contribuyen a combatir las enfermedades. Los científicos han identificado docenas de productos alimenticios que pueden ayudar a prevenir el cáncer, las enfermedades del corazón y otras dolencias.
El pueblo de Israel también tenía leyes dietéticas dadas en el Talmud, el cuerpo de leyes civiles y religiosas de los judíos que incluye comentarios sobre la Tora o Pentateuco. Estas leyes les decían cómo debían preparar ciertos alimentos y cuales debían evitar por completo. Eran buenas reglas para conservar la salud. Según el libro Magia y Medicina de las Plantas, publicado por Reader’s Digest: «Los judíos del período del Antiguo Testamento son recordados por los altos estándares de salud pública e higiene... El uso de las plantas para propósitos medicinales era una costumbre aceptada. El libro de Eclesiastés en un sentido autoriza y anima esta práctica. Dios creó medicinas de la tierra y un hombre sensible no debe despreciarlas... En los tiempos del Antiguo Testamento docenas de plantas se usaban medicinalmente».
En lugar de procesar el azúcar, las personas de los tiempos bíblicos usaban miel natural para endulzar, o la pulpa azucarada de las frutas frescas. Comían una amplia variedad de frutas, de cereales, granos y fabricaban gran variedad de panes. Todo esto junto con la leche, la mantequilla, los quesos, el agua y el jugo de la uva constituían el alimento básico a principios del siglo II A.C. Es indudable que los patriarcas seminómadas se alimentaban principalmente de productos lácteos derivados de sus ganados, rebaños y también de pan. Incluso a veces cultivaban cereales, tal como hizo Isaac: “Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová” (Gn. 26:12).
La sopa de lentejas, el “guiso rojo” probablemente era un plato común en la época en que Esaú vendió su derecho de primogenitura por un plato de potaje: “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (Gn. 25:34). Las lentejas indudablemente siguieron siendo un plato preferido, tal como dice 2 Samuel 17:28, 29a: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...”
El Diccionario Bíblico enumera así la lista de los principales productos que consumía el pueblo de Israel en los tiempos bíblicos de acuerdo con sus categorías
Cereales:
Granos, escanda, trigo, trigo para pan, cebada, malta, millo.
Legumbres:
Arroz, lentejas, habas, garbanzos, arvejas, berros, algarrobas, puerro, ajos, cebollas, pepinos.
Frutas:
Higos, dátiles, manzanas, albaricoques, peras, membrillo, níspola, duraznos, granadas, uvas, melones.
En las legumbres estaban incluidas las diversas variedades de frijoles o judías. En las hierbas: el eneldo, comino, cilantro, menta, azafrán, canela, mostaza, ruda, albahaca y una hierba que tal vez era una variedad de la achicoria silvestre. El pan y los platos hechos de granos en el menú los hacían de grano entero, como parte de una dieta rica en fibra que ahora es tan crítica para la buena salud. La cebada, el trigo, el millo, las semillas de ajonjolí, los melones y los vegetales crudos eran fuente común de fibra en los tiempos bíblicos. El pescado y las aves de corral se servían más a menudo que la carne, la cual se reservaba generalmente para la clase alta o para ocasiones especiales, tal como en Génesis 18:6-8, cuando Abraham le ofreció carne de becerro, mantequilla, leche y pan a los tres ángeles que se le aparecieron en el encinar de Mamre.
Las frutas y la diversa variedad de nueces y almendras, eran abundantes y se usaban a menudo como ingredientes en los postres. Tal como ahora sabemos, las nueces son buenas para regular el azúcar de la sangre y para reducir el colesterol. El vino, el jugo de la vid, era la bebida preferida. Hoy las investigaciones médicas han descubierto que un poco de vino tomado en forma moderada, puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. La cocina bíblica incluía una amplia variedad de quesos, los cuales son excelentes y constituyen una fuente de proteína barata que sirve como sustituto de la carne.
En la Biblia, de hecho, hay cientos de referencias a las plantas, tantas que no podemos cubrirlas todas en este artículo. Sólo vamos a referirnos a los alimentos principales que comían las personas en los tiempos bíblicos para mantener una buena salud y combatir las enfermedades, al igual que para su mantenimiento diario, y todos estos alimentos usted puede encontrarlos en el supermercado: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto...” (Ez. 47:12a).
La manzana
Ningún alimento bíblico es más famoso, ni ninguno tiene tan mala fama como la manzana, a pesar del hecho que Adán y Eva probablemente ni conocieron las manzanas, mucho menos las comieron. La Biblia no dice en ningún momento qué clase de fruta usó la serpiente para tentar a Eva en el huerto del Edén. La tradición sostiene que fue una manzana, pero muchos eruditos que han estudiado la botánica de la Biblia piensan que más probablemente se trataba de un albaricoque, quizá una fruta cítrica, un naranja o un membrillo, una fruta de Asia Central que asemeja una manzana amarilla.
En la Biblia se alaba la manzana por considerarla una fruta sana y que ayuda a curar, tal como la ciencia moderna lo confirma. Es así como alaba el escritor del libro de los Cantares al árbol de manzano: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes... Confortadme con manzanas; porque estoy enferma de amor” (Cnt. 2:3, 5).
Los griegos que vivieron durante los tiempos bíblicos creían que la manzana curaba todas las dolencias. Un autor árabe de la misma era, escribió: «Su esencia alegra mi alma, renueva mis fuerzas y restaura mi aliento». A principios de este siglo, un artículo en la revista American Medicine alaba las manzanas con estas palabras: «...terapéuticamente efectiva en todas las condiciones de acidosis, gota, reumatismo, ictericia, todos los problemas del hígado y la vesícula biliar, nerviosismo y enfermedades de la piel causadas por hígado perezoso, hiperacidez y estados de autointoxicación».
Los investigadores modernos de la Universidad Estatal de Michigan le llaman a la manzana: «El alimento medicinal de todas partes». He aquí algunos de los poderes curativos de la manzana:
• Reduce tanto el colesterol malo como la presión sanguínea.
• Los jugos de manzana son altamente efectivos para combatir los virus.
• Ayuda a estabilizar el azúcar de la sangre, un factor importante para controlar la diabetes.
• Suprime el apetito sin robarle al cuerpo los nutrientes necesarios, por eso es tan buena para quienes hacen dieta.
• Dependiendo de la necesidad, previene el estreñimiento o ayuda a tratar la diarrea.
• Ayuda a mantener dientes sanos.
• Contiene químicos que los científicos creen que son vitales para detener el cáncer.
Los nutricionistas sugieren que comer dos o tres manzanas al día puede aumentar la protección del cuerpo en contra de las enfermedades del corazón, gracias a la increíble habilidad de esta fruta para reducir la presión arterial y el colesterol malo, tan peligroso para la salud. De hecho, ellos dicen que entre más alto esté el colesterol, mayores son los beneficios si se aumenta el consumo de manzanas.
La habilidad de las manzanas para mantener nuestros corazones saludables y bombeando ha sido confirmada por investigadores de Estados Unidos, Francia e Italia, entre otros. Un estudio con animales en el Instituto de Fisiología en Francia, llegó a esta increíble conclusión, de que una dieta fuerte en manzanas, disminuye los niveles de colesterol entre 28 a 52 puntos. Además, cuando un grupo de 30 hombres de edad media le añadieron tres manzanas a su dieta, sin cambiar nada más, 80% de ellos mostraron una reducción considerable en los niveles del colesterol del 10 al 30%.
Incluso, mucho más sorprendente fue el hecho que las manzanas aumentaron el colesterol bueno en la sangre, mientras que redujeron el colesterol malo, que es el responsable de formar coágulos en las arterias, una condición que puede conllevar a ataques fatales del corazón o de apoplejía. Una razón de esto podría ser la pectina en la manzana, esa fibra soluble que usualmente se extrae para hacer jalea. Los investigadores franceses también descubrieron que la pectina, en conjunción con la vitamina C y otros químicos naturales en la manzana, forman una especie de fortaleza que sirve como escudo alrededor del corazón para prevenir las enfermedades cardiovasculares. Por alguna razón misteriosa, una dieta rica en manzanas disminuye el colesterol más eficientemente en las mujeres que en los hombres. Las manzanas son una fruta excelente para los diabéticos y otros que necesitan controlar los niveles de azúcar en la sangre. Se encuentran entre los mejores alimentos para controlar el azúcar de la sangre.
A pesar de que la manzana es una rica fuente de azúcar natural, algo en su contenido no causa un rápido y a menudo peligroso aumento en el azúcar de la sangre. También impide que el cuerpo bombee mucha insulina, la cual, a cambio, ayuda a reducir el colesterol y la presión sanguínea. Algunas personas incluso sólo tienen que oler las manzanas para recibir el beneficio. Científicos del Centro de Psicofisiología de la prestigiosa Universidad Yale, descubrieron que la esencia de aroma de manzana produce un efecto calmante, el cual ayuda a reducir la presión.
Las manzanas enteras, en oposición al jugo, son buenas para quienes están haciendo dieta. El aumento en los niveles de glucosa en la sangre que ocurre cuando usted come una manzana lo hace sentirse lleno. El jugo de manzana también le ayuda a mantenerse saludable durante el proceso de sanación, especialmente si sufre de resfriado o virus. Las personas que comen manzanas regularmente sufren de menos resfriados y problemas respiratorios.
En un estudio que se realizara en el estado de Michigan con 1.300 estudiantes, esos que comieron regularmente manzanas por más de un período de tres años hicieron un tercio menos de visitas a los médicos que quienes no comieron manzanas. Los investigadores notaron que los comedores de manzana sufren de menos enfermedades relacionadas con la tensión.
Hay también indicación de que las manzanas pueden ayudar a combatir ciertos tipos de cáncer. La razón parece ser que las manzanas contienen gran cantidad de ácidos naturales que han bloqueado exitosamente la formación de cáncer en estudios de laboratorio. Recuerde que para obtener los mejores beneficios de salud, usted tiene que comer la manzana entera, con cáscara y todo. La cáscara contiene un alto nivel de fibra de pectina, la cual parece ser la base para el asombroso poder de la fruta para reducir el colesterol o la presión sanguínea, balancear el contenido de azúcar en la sangre y combatir el cáncer.
La manzana puede ser también el único alimento curativo capaz de ayudar en dos problemas opuestos al mismo tiempo: el estreñimiento y la diarrea. Primero, la manzana o la compota de manzana han sido usadas por siglos, para ayudar a las personas a retornar a una dieta regular después de haber sufrido ataques de diarrea. La pectina en la fibra de la manzana aparente es el factor curativo, lo cual explica por qué se encuentra como componente básico de muchos remedios contra la diarrea. Ésta también es la misma fibra que los nutricionistas han estado diciendo por décadas que es absolutamente necesaria para mantener normales las funciones intestinales, libres de estreñimiento. Finalmente, las manzanas no son sólo un alimento excelente, sino también una especie de cepillo de dientes natural, ya que pueden ayudar a prevenir las caries dentales. Las personas de los tiempos bíblicos probablemente lo aprendieron a través de la experimentación y el error, pero los investigadores modernos han confirmado este hecho en el laboratorio.
Un grupo de científicos de Noruega descubrieron que las manzanas de hecho ayudaron a mantener limpios los dientes de un grupo de niños y que, por consiguiente, reducían considerablemente el riesgo de las caries dentales. El sabio rey Salomón sabía de qué estaba hablando cuando dijo: «Confortadme con manzanas; porque estoy enferm(o)...»
Cebada
Leemos en la Escritura: “Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel” (Dt. 8:8). “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?... Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido” (Jn. 6:9, 13).
La Biblia está colmada con referencias a la cebada, la cual se encuentra entre los granos más conocidos en la antigüedad y más nutritivos jamás cultivados. De hecho, algunos eruditos dicen, que la Fiesta de los Panes sin Levadura era la festividad antigua de la siega de la cebada que se convirtió en la celebración de la Pascua: “Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos... Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová...” (Lv. 23:4, 6).
Expertos en historia bíblica dicen que la cebada no es tan valiosa como el trigo. Pero era el alimento básico de las multitudes y como tal un rasgo prominente de estos primeros hebreos. Por consiguiente, el hecho que la cebada se mencione tan a menudo demuestra que el pueblo del período bíblico consumía grandes cantidades de este grano, el cual desempeñaba un papel vital en su salud y sanidad, fuera que lo supieran o no.
Por miles de años la cebada ha disfrutado de gran reputación como alimento que mejora la potencia, el vigor y la fortaleza. A los gladiadores romanos a menudo se les llamaba «hordearil» que significaba «comedores de cebada», porque este grano se le añadía a su dieta para aumentarles la energía antes de sus enfrentamientos. Hoy sabemos por estudios, que la cebada es uno de los tres almidones balanceados, y que el arroz y la papa son los otros dos. Son ricos en complejos carbohidratos que alimentan el cuerpo con una corriente constante de energía.
Incluso hoy, la cebada todavía es un alimento importante a través de todo el Medio Oriente, lo cual tal vez es la causa para la tasa generalmente baja de enfermedades del corazón en esa parte del mundo. En algunos lugares la cebada se recomienda como “medicina para el corazón”. Los nutricionistas dicen que contiene un tipo de fibra que puede aminorar el riesgo de las enfermedades del corazón al reducir los niveles de coágulos en las arterias. En estudios médicos se ha comprobado que una dieta que incluya cebada abundante, tres veces al día, ha reducido el nivel del colesterol en un 15%.
Ese mismo alto contenido de fibra mantiene normales las funciones intestinales, alivia el estreñimiento y protege contra una amplia variedad de problemas digestivos. También puede ayudar a bloquear el cáncer. Como cualquiera que ha hecho un estudio de la Biblia sabe, el pan hecho con cebada u otras harinas de grano entero, era considerado tan vital para la buena salud y una vida larga, que se le llamaba «el báculo de la vida». No sorprende que los expertos en medicina moderna, estén haciendo investigaciones respecto a sus beneficios.
Se ha descubierto que la cebada es efectiva para acabar con la producción del colesterol malo que hace tanto daño a nuestras arterias, tanto que puede provocar ataques de apoplejía y al corazón. En un interesante estudio sobre animales, los investigadores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos descubrieron que la producción del colesterol malo se redujo en un increíble 18% cuando se le añadió a su dieta grandes cantidades de cebada.
En estudios continuados, científicos de la Universidad Estatal de Montana descubrieron que una dieta alta en cebada tenía exactamente el mismo efecto en las personas. En ese estudio un grupo de hombres comió gran cantidad de cereal, pan, bizcochos y molletes hechos de harina de cebada. Después de seis semanas y de comer cebada tres veces al día, los niveles de colesterol descendieron un promedio de 15%. Esos cuyos niveles de colesterol eran los más altos al comienzo, fueron los que mostraron la mejoría más significativa. Otro grupo consumió el mismo producto hecho de harina de trigo o de salvado, pero su conteo de colesterol no disminuyó, llevando a los investigadores a concluir que la respuesta tenía que encontrarse en la fibra que contiene la cebada.
Otro estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Winsconsin encontró que los pacientes a quienes se les practicó cirugía de corazón abierto, los niveles de colesterol descendieron de un 9 a 18% si su dieta postoperatoria incluía cápsulas de cebada. El aceite claramente tiene el mismo efecto como el grano en la producción de colesterol del hígado. Los investigadores ahora dicen que el siguiente paso, es descubrir cuál de los diferentes tipos de cebada contiene los ingredientes más poderosos para combatir el colesterol.
Esos mismos investigadores también están examinando la cebada y sus ingredientes para saber si puede usarse en la lucha contra el cáncer. La mayoría de las semillas, incluyendo la cebada, contienen químicos naturales llamados inhibidores de la proteasa. Significativamente, estas poderosas fuentes de energía van en contra de los agentes que causan el cáncer en nuestros cuerpos y ayudan a derrotarlos por completo antes que comiencen a formarse. Investigadores en Israel recientemente sustituyeron la harina de trigo usada para hacer pan y bizcochos por harina de cebada y se la dieron a pacientes que sufrían de estreñimiento crónico, quienes se habían convertido en dependientes peligrosos de los laxantes.
Un increíble 79% de esos pacientes, quienes consumían a diario tres o cuatro productos hechos a base de cebada, se curaron sin ningún tratamiento médico adicional. Para asegurarse por completo de los resultados, los médicos entonces le suspendieron la cebada a los pacientes. A no dudar, casi todos en el grupo de estudio volvieron una vez más a tener problemas de estreñimiento y al cabo de un mes volvieron a necesitar atención médica. Algunas variedades de cebada contienen más fibra que otras. Por eso cuando vaya al supermercado o a las tiendas de remedios naturales, busque por el término en inglés unpearled. Esto quiere decir que la cebada no ha sido procesada y que por lo tanto contiene más fibra lo cual ayuda a disminuir la presión sanguínea.
Usted puede encontrar esta cebada sin procesar en la mayoría de las tiendas de productos naturales. En los supermercados lo más probable es que consiga cebada procesada la cual tal vez no sea tan efectiva para curar el estreñimiento. Pero tenga en mente que incluso esa clase todavía contiene suficiente fibra para reducir el colesterol y para hacer una gran diferencia en su salud. Usted puede sustituir la harina de trigo por la de cebada en la mayoría de las recetas. A continuación un par de formas de añadirle cebada a su dieta. Son el equivalente moderno a las comidas a base de cebada que se consumían en los tiempos bíblicos.
Cebada hervida
• 1 taza de cebada
• 3 tazas de agua
• 1 pizca de sal
Lave la cebada y colóquela en una cacerola con agua y sal. Permita que hierva y cocínela a fuego lento por una hora. La cebada se expandirá tres veces en su volumen. Sírvala con mantequilla o salsa en lugar del arroz.
Agua de cebada
El agua de cebada es un remedio antiguo que presuntamente ayuda a aclarar la piel y detiene la formación de arrugas.
• ½ Taza de miel o más si gusta.
• 8 tazas de agua
• 1 taza de cebada
• 1 pizca de sal
Lave la cebada, luego combínela con agua y sal en una tetera grande. Permita que hierva y cocínela a fuego lento por lo menos por dos horas o hasta 24 horas. Entre mayor sea el período de cocción, más espesa será el agua de cebada. Añada agua conforme estime necesario para mantener su nivel a unas cinco tazas. Cuele el agua, añádale sabor con la miel y sírvala después de enfriarse.
Habas o legumbres
Dice la Escritura: “Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos...” (Ez. 4:9a). Esta receta es para confeccionar lo que eruditos bíblicos llaman «el pan de Ezequiel», el cual preparó el profeta durante el sitio de Jerusalén. Esta es una de las pocas recetas específicas que encontramos en la Biblia.
Ni Ezequiel, ni las personas que hacían y comían el pan lo sabían, pero ellos estaban practicando una poderosa técnica de sanación que los nutricionistas de hoy llaman «acrecentamiento». Esto simplemente significa que una variedad de granos usados juntos forman un alimento más potente y con más alta cantidad de proteínas que los panes hechos de un solo grano. Tal como dice en el segundo libro de Samuel, las habas o legumbres se encontraban entre los alimentos más nutritivos que le enviaran al ejército hambriento del rey David para restaurarles las fuerzas: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...” (2 S. 17:28, 29a).
Vale la pena hacer notar que las legumbres en general están mencionadas prominentemente en el pasaje anterior. Sabemos que contienen fibra soluble que ayuda a reducir el colesterol malo y reduce la presión. Esta misma fibra también ayuda a mantener estables los niveles de azúcar, quita el hambre, lo cual es una bendición para cualquiera que está en dieta, y se ha demostrado incluso que reduce los requerimientos de insulina para personas que sufren de diabetes.
Con todo lo importante que son las legumbres para nosotros hoy, lo fueron más como un alimento básico en los tiempos bíblicos. Las habas son una fuente maravillosa de proteínas, algo que escaseaba en las sociedades primitivas, al igual que contiene vitamina C en abundancia, hierro y fibra para la dieta. En el occidente, la mayoría de nosotros obtenemos esto por otros alimentos o suplementos.
Los agricultores primitivos podían también cultivar las legumbres con facilidad y las hacían en puré y potaje, o en tipo de pan granulado cuando las mezclaban con millo. Otra ventaja era que como las otras leguminosas, las arvejas y lentejas, se podían poner a secar con facilidad y almacenarlas por largos períodos para los tiempos difíciles. Los eruditos bíblicos dicen que las habas mencionadas en la Biblia eran habas grandes porque esa clase se cultivaba extensamente a través de todos los países del oriente del Mediterráneo durante ese período. También se sabe que era un alimento popular en Egipto.
A diferencia de nuestros antecesores bíblicos, hoy contamos con un amplio rango de legumbres para escoger, rojas, blancas, negras, frijol de carita, garbanzos, frijoles, lentejas, frijol de media luna, arvejas, frijol moteado, frijol blanco y habichuelas verdes. Todas ellas ofrecen la misma clase de beneficios maravillosos para la salud. Por ejemplo, las legumbres en general ayudan a reducir la presión y el colesterol malo que los investigadores modernos aseguran que causa problemas devastadores para el corazón, un riesgo de la salud que era raro para esos que vivieron hace siglos.
Las legumbres también contienen químicos que inhiben el crecimiento del cáncer y ayudan a controlar la insulina y los niveles de azúcar en la sangre tan vitales para la buena salud de los diabéticos. En un nivel más rutinario, las judías ayudan a prevenir y a curar el estreñimiento. Pueden detener las hemorroides, impedir que se desarrollen otros problemas relacionados con los intestinos y ayudan a curarlos si ya se sufre de estos padecimientos. En esos tiempos antiguos, las habas o judías y los ajos eran a menudo hervidos juntos, produciendo con esto una versión primitiva de medicina para acabar con los resfriados más persistentes.
Usted no tiene que comer las legumbres mañana, tarde y noche para recibir los beneficios. Una taza al día de judías cocidas puede ser todo lo que se necesita, especialmente si su dieta incluye ya alimentos similares, productos que mencionemos en este artículo, los que también sirvan para combatir el colesterol, cáncer y la presión alta. Incluso, ni siquiera las legumbres enlatadas pierden todo su valor terapéutico como resultado de su procesamiento. Se ha demostrado que una lata de frijoles con cerdo disminuye el nivel del colesterol en un 12%. Es necesario advertir que algunas investigaciones indican que los frijoles enlatados pueden aumentar el nivel del azúcar en personas diabéticas. Se recomienda que quienes sufren de este padecimiento consulten primero a su médico por su opinión profesional.
También se debe recordar que la mayoría de los productos enlatados contienen mucha sal, de tal manera que si necesita una dieta baja o libre de sodio, revise la etiqueta. Si necesariamente tiene que usar los frijoles enlatados, enjuáguelos con agua para quitarles la sal. Aquí tenemos un informe detallado del poder de las legumbres:
• Contienen en forma natural altos niveles de proteínas vegetales. Por ejemplo, 17,9 gramos por taza.
• Esta misma taza contiene 6 a 7 gramos de fibra valiosa.
• Son bajos en grasa y no contienen colesterol.
• Son altos en potasio, hierro y tiamina y bajos en sodio.
Justo una taza provee cerca de 12 gramos de complejos carbohidratos o almidones. Eso las convierte en una fuente excelente de energía, lo cual es tal vez la razón de por qué lo necesitaba tanto el ejército hambriento del rey David. Los científicos dicen que durante el proceso digestivo se liberan ciertos químicos naturales que contienen los frijoles, judías y otras legumbres. Ellos, en efecto, retrasan la producción del colesterol malo. Por consiguiente, esos mismos químicos que circulan a través de nuestro sistema cardiovascular, ayudan a limpiar el colesterol malo que de otra forma podría obstruir las arterias.
El doctor James Anderson, un notable investigador de la Universidad de Kentucky, está tan convencido del poder de las legumbres que recomienda un mínimo de una taza de judías cocidas una vez al día para ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. Dice que incluso entre los hombres de edad madura, el grupo de más riesgo del colesterol peligroso, una dieta que incluya legumbres reduce dramáticamente los niveles de colesterol hasta en un 19%. Un estudio de la Universidad de Minnesota concluyó con resultados similares, cuando se reemplazó el azúcar, el pan y las papas, con una taza de legumbres o frijoles cocidos, el colesterol descendió en un 9 a 19%.
Al menos dos participantes con niveles de colesterol bien alto, quienes cambiaron a una dieta de legumbres, sorprendieron a todos cuando sus niveles de colesterol descendieron de 274 a 194 miligramos, una mejoría que aumentó sus posibilidades de prevenir los ataques de corazón. El mismo proceso digestivo que libera los químicos en las legumbres que combaten el colesterol, también produce las importantes proteasas inhibidoras, las cuales son componentes básicos de las legumbres. Las proteasas inhibidoras parecen ser extremadamente efectivas para bloquear la formación de ciertos cánceres incluyendo cáncer del colon y del seno, dos de los cánceres más comunes y mortales que enfrentamos hoy.
Todavía no se han llevado a cabo todos los estudios, pero es posible que esas proteasas inhibidoras no sean tan efectivas después que se ha desarrollado el cáncer. Sin embargo, algunos expertos piensan que pueden hacerle un alto a la división de las células antes que progresen y se conviertan en cáncer. Una razón puede ser que las legumbres contienen una sustancia que se convierte en una especie de quimioterapia natural que busca en el cuerpo los indicadores del cáncer y los anula antes que puedan hacer ningún daño.
Las legumbres también se encuentran en la lista de otros reguladores naturales. No son una cura rápida y efectiva para el estreñimiento, sino para mantener las funciones intestinales corrientes, a un ritmo saludable. Aparentemente reducen el riesgo de cáncer rectal o del colon, desórdenes intestinales y hemorroides. Son importantes para los diabéticos debido a su habilidad para regular la producción de insulina. Los diabéticos del grupo uno, esos que requieren una inyección diaria de insulina reducen su necesidad de insulina hasta en un 38% con una dieta rica en legumbres. Mientras tanto, en el mismo estudio, la mayoría de los diabéticos del segundo grupo, los adultos que sufren de ataques de diabetes, pudieron suspender por completo las inyecciones de insulina.
Receta de la versión modernadel«Pan de Ezequiel»
• 4 paquetes de levadura
• 1 taza de agua tibia
• 8 tazas de harina de trigo
• 4 tazas de harina de cebada
• 2 tazas de harina de soya
• 1/2 Taza de harina de millo
• 1/4 Taza de harina de centeno
• 1 taza de lentejas, cocidas y reducidas a puré
• 4-5 Cucharadas de aceite de oliva
• 1/2 - 3/4 Taza de miel
• 4 tazas de agua
• 1 cucharada de sal
Disuelva la levadura en una taza de agua tibia y una cucharada de miel. Déjela reposar por diez minutos. Combine los siguientes cinco ingredientes. Mezcle las lentejas, el aceite, la miel y un poco de agua en una licuadora. Colóquelo en un tazón grande de mezclar con el resto del agua. Añada y revuelva dos tazas de harina mezclada. Añada la mezcla de la levadura. Agregue y mezcle la sal y la harina restante. Tome una tabla de amasar y cúbrala con harina y amase allí la masa hasta que esté suave. Póngala en un tazón previamente aceitado. Deje reposar la masa hasta que aumente el doble de su tamaño. Vuelva a amasarla otra vez, córtela y moldéela en la figura de cuatro hogazas. Colóquelas en un sartén engrasado y déjelas que crezcan.
Póngalas a hornear a una temperatura de unos 375 grados Fahrenheit durante 45 minutos a una hora. Esa es una versión moderna del pan de Ezequiel.
Higo
Leemos en Cantares 2:11-13: “Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven”.
Comenzando con el huerto del Edén, el higo, con sus maravillosos poderes de sanidad se encuentra mencionado más de 50 veces en la Biblia. De hecho, el árbol de higuera es el primero que se menciona específicamente por nombre en la Biblia. Leemos en Génesis 3:7: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higueras y se hicieron delantales”.
La higuera tiene gran importancia como una de las siete especies, con las que Dios bendijo la tierra santa. En términos bíblicos, la higuera es un símbolo de paz, prosperidad y gran gozo. Y si los hombres que redactaron la Biblia hubieran conocido las enfermedades modernas en su día, le habrían añadido a las virtudes de la fruta, su tremendo poder anticancerígeno. Los higos, ya sean frescos o secos, han sido muy apreciados desde los tiempos antiguos por su dulzura y valor nutritivo. Los atletas griegos y romanos comían higos para aumentar su vigor y mejorar su ejecución.
La Biblia nos dice que “En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás... Y había dicho Isaías: Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga y sanará” (Is. 38:1, 21). Algunos eruditos bíblicos creen que esta “llaga” a que se refiere la Biblia es una forma de cáncer. Según la historia, el tratamiento con higos fue tan efectivo que Ezequías vivió y gobernó por otros quince años.
Una vez, después de una batalla, los hombres de David encontraron un guerrero egipcio que había estado sin comer ni beber por tres días y tres noches: “Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua. Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches” (1 S. 30:11, 12).
El valor del higo fue reconocido también en muchos otros lugares del mundo. Por siglos, otras naciones y culturas lo han considerado como un remedio poderoso para una increíble variedad de dolencias, incluyendo cáncer, estreñimiento, escorbuto, hemorroides, gangrena, problemas en el hígado y llagas. Mucho del valor medicinal del higo se debe a sus altos niveles de fibra, magnesio, potasio, vitamina C y otros nutrientes. Un estudio descubrió que la fibra en los higos está asociada con la reducción de la presión sistólica de la sangre. Los higos también contienen vitamina B6, la cual se ha descubierto que ayuda a las mujeres a hacerle frente a la tensión premenstrual.
Los científicos japoneses dicen que han aislado el componente anticancerígeno del higo, un químico llamado benzaldehido. Después de una prueba exitosa con animales, los investigadores japoneses comenzaron a tratar a pacientes con cáncer con derivados del higo. Aseguran que los resultados son dramáticos. De los 55 pacientes en el grupo de prueba, siete estaban en completa remisión y 29 en remisión parcial. Los investigadores añadieron que las sustancias en el higo, «...demostraron ser más efectivas en tumores malignos en los seres humanos que en tumores en ratones experimentales».
Usted puede comprar higos frescos, secos o enlatados. Los higos frescos varían de amarillo dorado a morados oscuros. Deben ser fragantes y firmes. Evite esos con áreas blandas o manchas marrones, porque eso quiere decir que los higos son viejos. Secos o frescos, se mantienen mejor en el refrigerador. Si compra higos secos, observe qué les han añadido. Algunas personas son alérgicas a los sulfitos usados a menudo para preservar los higos secos y otras frutas secas.
Incluso hoy en el Medio Oriente, la compota de frutas secas es un postre popular. Los higos secos, los albaricoques, y las uvas se ponen a remojar durante la noche, luego se ponen a hervir a fuego lento con una raja de canela y se sirven fríos con una pizca de jugo de limón o de naranja.
Pescado
Dice la Escritura: “Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos”. (Lc. 24:42, 43). “Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar. Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió” (Jn. 21:9-11).
La pesca en el mar de Galilea y en el río Jordán era una industria gigantesca. Durante su exilio en Egipto, los israelitas aprendieron a valorar el pescado del mar Rojo. Para el pueblo del Antiguo Testamento había leyes dietéticas precisas para el pescado. Como dice Levítico 11:9-12: “Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis. Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa viviente que está en las aguas, los tendréis en abominación. Os serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominaréis sus cuerpos muertos”.
Hoy sabemos que el pescado es bajo en colesterol y contiene grasas saludables polisaturadas. Ya que en los tiempos bíblicos sólo se podía preservar el pescado salándolo, la mayoría de las personas lo comían fresco, lo que constituía una fuente maravillosa, rica en proteínas, potasio, vitaminas y minerales con sólo una cantidad moderada de sodio. Ahora sabemos también que el pescado:
• Adelgaza la sangre
• Protege a las arterias de daños
• Inhibe los coágulos en la sangre
• Disminuye los triglicéridos en la sangre
• Reduce el mal colesterol
• Disminuye la presión arterial
• Reduce el riesgo de ataques al corazón y ataques de apoplejía
• Alivia los síntomas de la artritis reumatoidea
• Reduce el riesgo del lupus
• Alivia la migraña y los dolores de cabeza
• Combate la inflamación
• Ayuda a regular el sistema inmunológico
• Inhibe el cáncer en animales y posiblemente en humanos
• Alivia el asma bronquial
• Combate las enfermedades del riñón en su etapa inicial
El libro apócrifo de Tobías en el Antiguo Testamento testifica de los beneficios del pescado. Dice: «Díjole el ángel: ‘Descuartiza el pez y separa el corazón, el hígado con la hiel, y ponlos aparte’. Hizo el muchacho lo que el ángel le decía... (y siguió diciendo el ángel) (En). Cuanto a la hiel, sirve para ungir a quien tuviese cataratas, pues con ella quedará curado» (Tob. 6:4, 8 Biblia católica Nácar Colunga).
La clave de los poderes curativos del pescado se encuentra en los ácidos grasos del omega tres. Estos se encuentran particularmente concentrados en los peces de agua fría tal como las anchoas, el pez plateado, arenque, trucha, caballa, pez espada, esturión blanco, atún, salmón y sardinas. Por más de 200 años se ha prescrito el aceite de bacalao para un buen número de dolencias, incluyendo reumatismo y artritis, porque se creía que el aceite lubricaba las articulaciones. Pero no fue hasta 1985 que los doctores que escriben la publicación New England Journal of Medicine, recomendaron que quienes padecen de artritis pueden beneficiarse comiendo pescado una o dos veces por semana.
En el caso de la artritis, por ejemplo, los aceites omega tres «sí lubrican» las articulaciones reduciendo la dolorosa inflamación. El Instituto Nacional de Artritis y de las Enfermedades de la Piel, Músculo y Esqueleto, dicen que «los aceites incuestionablemente son agentes antiinflamatorios». La investigación llevada a cabo a través del Instituto demostró que estos aceites bloqueaban la formación de algo llamado «leucotrieno B4», el cual desencadena la inflamación. El Instituto reportó que se descubrió después de prescribir aceites, que existe «...una correlación significativa entre el descenso del leucotrieno B4 y la disminución en el número de articulaciones sensibles».
Otro investigador del Albany Medical College de Nueva York, confirmó estos descubrimientos. El doctor Joel M. Kramer, un profesor asociado de medicina observó que pacientes que recibieron omega tres en cápsulas diariamente durante catorce semanas, sufrieron mucho menos dolor que antes del tratamiento con aceite. Su vigor también mejoró. Las tres cápsulas eran equivalentes a la cantidad de aceite contenida en una comida promedio con salmón o una lata de sardinas, no obstante el dolor se alivió significativamente por varios días después que concluyó el período de tratamiento con omega tres.
El lupus eritematoso sistémico, otra enfermedad inflamatoria que ataca la piel, también reaccionó positivamente al tratamiento experimental con aceite de pescado, conllevando a un investigador de la Universidad de Harvard a proclamarlo como «el efecto protector más impactante jamás visto». El aceite de pescado fue una vez motivo de risa entre muchos nutricionistas. Nadie se ríe hoy respecto al poder curativo del pescado. La alimentación a base de pescados o mariscos parece incluso ofrecer protección en contra de asesinos como las enfermedades del corazón y el cáncer. La razón es que los aceites naturales que se encuentran en el pescado parecen reducir la producción excesiva en el cuerpo de un par de sustancias hormonales llamadas prostaglandinas y leucotrienos.
Las prostaglandinas y los leucotrienos demasiado activos pueden causar coágulos en la sangre, inflamación y serios malfuncionamientos en el sistema inmunológico. Los aceites de omega tres detienen estas reacciones destructivas antes de que queden fuera de control, algo que es crítico en la prevención de enfermedades del corazón, el asesino número uno de la actualidad. Hay tres villanos al acecho en lo profundo de nuestros cuerpos que pueden causar ataques al corazón y de apoplejía. Ellos son la placa que puede obstruir las arterias y restringir peligrosamente el flujo de la sangre; la acumulación de plaquetas, de residuos pegajosos de glóbulos rojos, que se agrupan y forman coágulos; y los súbitos e inexplicables espasmos de los vasos sanguíneos que pueden hacer que el corazón no funcione bien o que se le suspenda el flujo de sangre al cerebro, causando ataques.
Estudios con el aceite de pescado demuestran que hace maravillas al reducir o eliminar estos tres riesgos. Las personas que comen grandes cantidades de pescado parecen tener la sangre más delgada, la cual es menos propensa a coagularse. El aceite de omega tres también reduce los triglicéridos y el colesterol peligroso, y eso, dicen los expertos, puede ser porque el pescado es un aliado poderoso en la batalla contra las enfermedades del corazón.
Como un dato curioso, los esquimales comen diariamente cerca de trece onzas de pescado y mariscos ricos en omega tres y raras veces sufren de ataques al corazón. Lo mismo es cierto de los pescadores japoneses y sus familias quienes consumen un promedio de por lo menos siete onzas de pescado al día. Los científicos noruegos descubrieron recientemente que una dieta de tres onzas de caballa al día, adelgaza la sangre en unas seis semanas, reduciendo significativamente el riesgo de coágulos en las arterias, ataques al corazón y de apoplejía.
En Bretaña, un estudio que involucró a cientos de participantes reveló que esos con una dieta fuerte en pescado desarrollan altas concentraciones de buen colesterol, más incluso que las dietas vegetarianas. Lo mejor de todo es que tal vez no se necesite tanto pescado para combatir las enfermedades del corazón. Investigadores de la Universidad de Leiden en Holanda, estuvieron monitoreando a los residentes de un pequeño poblado que comían sólo una onza de pescado a la semana. Los resultados fueron asombrosos. El riesgo de enfermedades del corazón en el grupo de estudio fue 50% menos que entre esos que no comieron pescado para nada.
Expertos advierten que la hipertensión o presión alta, es la luz roja que nos advierte que nuestra vida se encamina hacia un ataque al corazón como un tren desbocado. Ellos dicen que para hacerle un alto, ¡es necesario controlar la presión sanguínea! El Instituto Central para Investigación Cardiovascular en Berlín, llevó a cabo un estudio con 24 hombres que tenían la presión ligeramente alta. Por dos semanas, la mitad del grupo se comió diariamente dos latas de siete onzas de caballa, que en Estados Unidos se conoce como mackerel, y siguieron con tres latas por semana por los ocho meses siguientes. Se escogió este pescado por su alto contenido en aceite de omega tres.
¿Y cuál fue el resultado? Entre más altos eran los niveles de los ácidos grasos en la sangre, más descendió la presión sanguínea. La conclusión: Que un mínimo de sólo tres onzas de mackerel a la semana disminuyen la presión en un 7% y eliminan la necesidad de medicamento. Los aceites de pescado parecen ser muy importantes en la lucha contra el cáncer. El doctor Rashida Karmali de la Universidad Rutgers dice que las prostaglandinas demasiado activas que pueden causar problemas del corazón, también están presentes en la mayoría de los cánceres.
Estudios estimulantes realizados en Rutgers y en otros lugares indican que los aceites de pescado son altamente efectivos para reducir esa producción excesiva. Y una vez se reduce la alta concentración de estas molestas prostaglandinas, también disminuye el riesgo de cáncer en el seno, la próstata, pulmones y colon. Las mujeres esquimales y japonesas, por ejemplo, comen grandes cantidades de pescado y raras veces sufren de cáncer en el seno.
Según un grupo de investigadores de la Universidad de Cincinnati, los que padecen de jaqueca, también pueden encontrar alivio en los aceites de omega tres. De esos que tomaron parte en ese estudio, 60% informó que sus jaquecas crónicas fueron menos severas y que en seis semanas su frecuencia se redujo a la mitad cuando tomaron cápsulas de aceite. El número promedio de ataques descendió a dos en una semana y luego a dos cada dos semanas. Por alguna razón, los hombres parecieron beneficiarse más al añadirle aceites de pescado a la dieta que las mujeres.
Un cambio en la dieta en la cual el omega tres reemplazó a las grasas animales, también disminuyó dramáticamente la tasa de deterioramiento en personas que sufrían de enfermedades del riñón en su etapa inicial. El aceite de pescado además puede ayudar a las mujeres que sufren de cólicos premenstruales. Estos se desencadenan aparentemente por las mismas prostaglandinas demasiado activas que son la causa de tantos otros problemas.
El asma parece ser otra de esas enfermedades inflamatorias en las cuales los leucotrienos quedan fuera de control y causan constricción bronquial. El añadirle aceites de pescado a la dieta ha proporcionado un alivio asombroso en muchos casos, una vez más por extinguir la producción de los leucotrienos.
En otro estudio, la condición de dos tercios de pacientes con soriasis mejoró después de comenzar a tomar aceite de omega tres. Los aceites parecen moverse rápidamente en la sangre y hacia la superficie de la piel. Entre más aceite llega a la epidermis, mayor es la mejoría. ¿Se acuerda del viejo dicho de que «el pescado le hace más inteligente?» Aunque los expertos dicen que no es cierto, la realidad es que los ingredientes en el pescado y en los aceites de pescado le ayudan a aumentar su potencial, especialmente cuando está fatigado y sus energías mentales han descendido. El secreto en esta ocasión, no es tanto el aceite en el omega tres, sino un químico natural en el pescado llamado tirosina.
La doctora Judith Wurtman, jefe del grupo de investigación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, descubrió que el pescado y los mariscos contienen un alto potencial de aminoácidos. Aparentemente estimula el cerebro para que produzca norepirefrina y dopamina. Estos son los neurotransmisores que necesita el cerebro para mantenerse funcionando al máximo de su eficiencia. Y eso nos hace sentirnos más alertas.
Ajo
El ajo es una de las comidas curativas más antiguas del mundo. Por siglos, incluso antes que Moisés guiara al pueblo de Israel fuera de Egipto hacia el desierto, fue usado como alimento favorito y como medicina. Durante los 40 años que los israelitas estuvieron errando en el desierto, se lamentaban diciendo: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Nm. 11:5).
El libro Magia y medicina de las plantas declara que el ajo «...es un buen amigo de la humanidad. Además de añadirle sabor a la comida, le dio fortaleza a los constructores de las pirámides, valor a las legiones romanas y un espíritu combativo a los gallos de pelea ingleses... Los usos medicinales del ajo han sido documentados por siglos. Siempre fue un remedio popular para resfriados, dolores de garganta y tos, ya sea crudo o ingerido como jarabe, el cual se hace hirviendo dientes de ajo en agua por medio día. Los médicos y los expertos en hierbas prescribían el ajo como un diurético y para desórdenes intestinales y reumatismo...
Los colonizadores que llegaron a América descubrieron que los indígenas conocían los poderes curativos del ajo y confiaban en la planta para tratar una variedad de problemas médicos, desde mordeduras de culebra hasta lombrices intestinales. El ajo puede ayudar a curar muchas enfermedades porque es un antiséptico potente. Fue usado en ambas guerras mundiales».
El ajo y su prima la cebolla, eran considerados buenos, tanto para la salud como por sus cualidades curativas en las culturas antiguas. El ajo era uno de los primeros alimentos que se cultivó deliberadamente, aunque las variedades silvestres crecían en abundancia. La evidencia de sus poderes curativos se encuentra detallada en 4.000 años de registros antiguos desde el antiguo reino de Sumeria. Se han descubierto descripciones sobre los bulbos de ajo en las paredes de las tumbas egipcias que datan del año 3200 A.C., siglos antes que José y sus hermanos se establecieran en Egipto. Durante ese mismo período, los registros antiguos revelan que el ajo era el ingrediente principal en muchos remedios que los curanderos egipcios prescribían como cura para los dolores de cabeza, dolores de garganta y otras molestias.
Para el tiempo de Moisés ya se estaba usando el ajo como un anticoagulante, antiséptico, antiinflamatorio y agente en contra de los tumores, como un alivio para la flatulencia, diurético, sedante, cataplasma y como una cura para los parásitos. Se han identificado por lo menos 67 variedades diferentes de ajos y cebollas que crecen en la Tierra Santa, por lo tanto no asombra que los israelitas de la antigüedad tuvieran una inclinación por él desde hace siglos. Puede ser por razones de salud que el Talmud, el cuerpo de ley civil y religiosa judía, especifique que varias comidas diferentes sean sazonadas regularmente con ajos.
En varias ocasiones se ha recomendado como cura contra una amplia variedad de dolencias: arteriosclerosis, artritis, asma, pie de atleta, calvicie, bronquitis, cáncer, catarro, varicela, cólera, resfriado común, estreñimiento, caspa, diabetes, mordeduras de perro, hidropesía, disentería, dispepsia, epilepsia, convulsiones, gangrenas, hipertensión, influenza, gases intestinales, ictericia, laringitis, envenenamiento con plomo, lepra, desórdenes en los labios y la boca, malaria, rubéola, meningitis, hemorroides, reumatismo, tiña, picaduras de escorpión, escorbuto, envenenamiento ponzoñoso, viruela, mordeduras de culebra, tuberculosis y tifoidea.
La mayoría de estos reclamos eran en su mayoría exagerados, pero los científicos están descubriendo continuamente que la mayoría de ellos contenían por lo menos una porción de verdad. Por ejemplo, los investigadores sugieren que el ajo puede servir como protección contra las enfermedades y ataques del corazón al bajar la presión sanguínea. Contiene sustancias químicas que neutralizan los carcinógenos. De hecho, se ha asociado el ajo con las tasas bajas de cáncer en el estómago. El boletín Enviromental Nutrition publicó evidencia de cinco ensayos llevados a cabo en clínicas que muestran que la mitad de un diente de ajo por día reduce los niveles de colesterol en la sangre a un promedio de 9% en personas cuyo colesterol alto está en la línea fronteriza.
Los científicos interesados en los poderes curativos del ajo han aumentado tanto en las últimas décadas, que la Biblioteca Nacional de Ciencia ahora tiene en la lista cerca de 150 documentos publicados sobre la habilidad del ajo para mantener la buena salud. En varios estudios, el polvo de ajo, extracto de ajo y ajo fresco, todos han mostrado efectos positivos para prevenir el cáncer en animales; mejorar la diabetes; aliviar el citomegalovirus, que se manifiesta a menudo en personas que sufren de sida; prevenir la fatiga y aliviar la tensión más efectivamente que los tranquilizantes adictivos, tal como el Valium. Una de las cosas que todavía no se sabe por seguro es cuánto ajo se necesita para que sirva como agente curativo. El rango estimado es de un diente de ajo al día hasta más de diez, lo cual podría curarlo, pero en el proceso dejarlo sin amigos, por eso se aconseja que después de comer ajo fresco, mastique una o dos ramas de perejil. Su clorofila reduce el olor del ajo.
El ingrediente que le da al ajo su fuerte aroma es un químico llamado «alicina», el cual es un antibiótico potente. En cientos de experimentos el extracto de alicina del ajo crudo ha destruido los gérmenes que propagan enfermedades tales como botulismo, tuberculosis, diarrea, disentería y tifoidea. Un científico informa: «El ajo tiene el más amplio espectro de sustancias antimicrobiales conocidas. Es antibacterial, antifungal, antiparasitario, antiprotozoario y antiviral». Algunos investigadores dicen que un diente mediano de ajo tiene tanto poder antibacterial como 100.000 unidades de penicilina.
Los científicos japoneses han destilado un medicamento antibiótico llamado kyolic del ajo crudo. Debido a que fue usado comúnmente como un antibiótico por los médicos rusos durante la II Guerra Mundial, llegó a ser conocido a través de toda Europa como la “penicilina rusa”. Unas increíbles 500 toneladas de ajo fueron enviadas a Moscú para combatir una epidemia de influenza en la década de 1950. Los doctores europeos todavía prescriben ajo para prevenir los resfriados, la neumonía, tos convulsiva y una amplia variedad de desórdenes intestinales.
Como ya citara, un ingrediente natural en el ajo se transforma en una sustancia antibiótica en la alicina, cuando se mastica o se exprime el ajo. Los expertos médicos del occidente están ahora estudiando informes de que los chinos usaban altas dosis de ajo para curar la meningitis, una enfermedad que es a menudo fatal. Los doctores chinos dicen que trabaja aumentando el sistema inmunológico natural del cuerpo. En Estados Unidos varios investigadores están estudiando exactamente el efecto que tiene el ajo en el sistema inmunológico. En un estudio con pacientes de sida que comían por lo menos un diente de ajo diario durante tres meses, mejoraron significativamente sus funciones inmunológicas, las cuales daña severamente la enfermedad. En algunos pacientes, las heridas crónicas del herpes fueron erradicadas completamente y en otros fueron destruidas las células del cáncer.
Pruebas realizadas con animales en Japón indicaron que el ajo fresco puede ser un arma efectiva contra una forma de cáncer del seno. Otro descubrimiento del mismo estudio sugirió que el ajo era probablemente un mejor antioxidante que la vitamina E, uno de los principales antioxidantes conocidos para retrasar el proceso de envejecimiento.
En el Hospital M.D. Anderson e Instituto de Tumores en Houston, Texas, investigadores han examinado los compuestos de sulfuro tanto del ajo como de la cebolla y concluyeron que sus ingredientes bloquearon la formación de carcinógenos que causan cáncer del colon. Mientras tanto, el Instituto Nacional de Cáncer ha anunciado que el sulfuro en el ajo está entre los primeros en su lista de químicos preventivos naturales. Un estudio en el Centro de Investigación del Hospital de Bombay, India, descubrió que esos que comieron varios dientes de ajo diariamente, dependiendo del volumen y peso del cuerpo de la persona, redujeron significativamente el riesgo potencial de mortales coágulos en la sangre, incluso en pacientes que ya sufrían de enfermedades coronarias.
Incluso en dosis pequeñas, el ajo redujo drásticamente los niveles de colesterol, en un promedio de 305 a 218 en un período de 60 días. Investigadores en la Universidad Loma Linda de California también obtuvieron resultados igualmente dramáticos cuando probaron el extracto kyolic japonés. Una onza al día, aproximadamente ocho a nueve dientes, redujo el colesterol malo de 10 a 50% y aumentó la producción de colesterol bueno, el cual necesita el cuerpo para la buena salud.
La hipertensión es una enfermedad moderna que probablemente no padecían las personas de los tiempos bíblicos. Pero podríamos preguntarnos: «¿No tendría también esto algo que ver con el aprecio de los antiguos por el ajo?» Hoy contamos con pruebas amplias de que el ajo tiene una habilidad milagrosa para reducir la presión arterial. El diario británico de medicina Lancet, informó que estudios conducidos en laboratorios de Europa Oriental mostraron que el ajo produce un descenso en la presión sanguínea sistólica de 20 a 30%, y un descenso de 10 a 20 puntos en la presión diastólica. Eso es más que suficiente para mejorar incluso la más severa hipertensión a niveles posibles de manejar sin el uso de drogas.
El doctor Eric Block, jefe del departamento de química en la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, recientemente extrajo un compuesto del ajo al cual llamó «ajoene». Encontró que el ajoene previene que se formen los coágulos en la sangre, como un agente en contra de la trombosis, es por lo menos tan potente como la aspirina. Por años los expertos médicos han prescrito dosis limitadas de aspirina para impedir o disolver coágulos peligrosos en la sangre. Pruebas recientes también indican que el ajoene casi no tiene los efectos secundarios de las drogas anticoagulantes. Muchos doctores están ahora estudiando los remedios que se usaban en la antigüedad, entre ellos el ajo que era empleado como descongestionante y expectorante en los tratamientos del resfriado común y bronquitis crónica.
Mientras la cocción puede destruir o reducir la alicina y debilitar el potencial del ajo, la mayoría de sus efectos terapéuticos permanecen. El ajo cocido todavía reduce el colesterol en la sangre y trabaja como un descongestionante y medicina para la tos. Ya sea cocido, crudo o en extracto, el ajo puede ser uno de los más potentes alimentos curativos de que disponemos. Los pueblos antiguos de la Biblia sabían ese hecho básico de la vida. Algunos de nuestros científicos están justamente redescubriéndolo. Antes del nacimiento de Cristo, los israelitas ya usaban el ajo como uno de los ingredientes principales en la preparación de sus alimentos, al igual que como medicina. De hecho, eran tan aficionados al ajo y consumían tanto que en el Misná, una codificación de la ley oral del Antiguo Testamento y de las leyes políticas y civiles de los judíos, a ellos orgullosamente se les llama «comedores de ajo».
Uvas
“Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo...” (Nm. 13:23a). ¡Se trataba de un racimo gigante de uvas! Pero tal abundancia no era cosa rara en los viñedos siendo los mismos tan importantes a las personas de los tiempos bíblicos. Lo primero que Noé planto después del diluvio fueron uvas. Las uvas se comían frescas o secas, como pasas, tal como hacemos hoy. La mayoría de las cosechas de los viñedos las transformaban en jugo, vino y vinagre, aunque también se hacían tortas de uvas. Una razón de por qué esta fruta deliciosa fue tan importante en la dieta de hace miles de años, era debido a su alto contenido en boro, un mineral que ahora sabemos ayuda a prevenir la osteoporosis. El boro se vende ahora como suplemento dietético en las tiendas de productos naturales. La gente del tiempo bíblico tenía que obtenerlo a través de las frutas y alimentos que consumían.
Una taza de uvas crudas, por ejemplo, contiene sólo 58 calorías; unos minúsculos 0,3 gramos de grasa; cero colesterol y vitaminas A, B y C. Las uvas, además del boro, tienen minerales como calcio, potasio y zinc. Ayudan a combatir las caries dentales, a detener los virus y son ricas en otros ingredientes que muchos investigadores creen que ayudan a detener el cáncer.
Los científicos hoy al examinar las uvas han descubierto que contienen unas sustancias llamadas polifenol y tanina, las cuales son prometedoras como agentes en contra de virus y tumores. Recientemente un grupo de científicos canadienses informó que en pruebas de laboratorio realizadas en probeta, se descubrió que las uvas destruyeron virus causantes de enfermedades. Para probar su potencial, examinaron uvas, jugo de uvas, uvas pasas y los vinos blanco y rosado. Le añadieron ciertos virus a un extracto de la uva hecho de pulpa y cáscara; otros virus al jugo de la uva y mezcla de uvas pasas; y un tercer grupo de virus a los vinos. Las tres sustancias aparentemente combatieron en forma efectiva los virus. Las uvas fueron especialmente potentes en contra de los virus que causan la polio y el herpes simple.
Los expertos creen que esto se debe a que las uvas contienen tanina, un agente en contra de los virus que es absorbido directamente por el tracto intestinal en donde provee el mayor beneficio. La tanina de las uvas puede sobrevivir a la digestión y circular rápidamente a través del torrente sanguíneo, tal vez atacando los virus. El jugo de uvas también mata las bacterias y restringe dramáticamente las caries dentales. Las uvas contienen niveles extraordinariamente altos de ácido cafeico, el cual ha demostrado ser una sustancia fuerte en contra del cáncer. Las pasas, que son uvas secas, fueron asociadas definitivamente con la reducción en la tasa de muerte por cáncer, entre un grupo de ancianos.
En los tiempos bíblicos, las uvas proveían todos estos beneficios para la salud, aunque las personas no lo sabían, lo único que comprendieron fue que eran deliciosas y buenas para comer frescas, secas, en jugos, fermentadas convertidas en vinos o hervidas con miel y transformadas en jalea. Durante esos primeros tiempos, los antiguos hebreos hacían melaza de uva, muy similar a nuestras jaleas, pero sin los preservativos artificiales ni los azúcares procesados que encontramos en muchos de los productos actuales.
El vino hecho de uvas es uno de los artes más antiguos y ciertamente parece que el vino era la bebida favorita en los tiempos bíblicos. Según el libro de Génesis, una de las primeras cosas que hizo Noé después del diluvio fue sembrar uvas para poder hacer vino: “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña” (Gn. 9:20). Noé, sin embargo, ingirió mucho de esta bebida fermentada y se embriagó. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos, nos dan advertencias en contra del exceso de consumo de vino. Los investigadores ahora han redescubierto lo que los médicos de los tiempos bíblicos sabían desde hace siglos: que el jugo de uvas tiene un impacto profundo en nuestra salud.
Pablo ofrece una de esas primeras recomendaciones:
• “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino (de jugo de uvas) por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Ti. 5:23).
• También dice en otra Escritura: “Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto (de zumo exprimido de uvas)” (Gn. 27:28).
• “Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e hicieron fiesta...” (Jue. 9:27a).
• “Y el vino que alegra el corazón del hombre...” (Sal. 104:15a).
En la Tierra Santa el vino se usaba más que sólo para celebrar. Cuando se mezclaba con mirra, era una forma primitiva de anestesia que se empleaba en los campos de batalla para operaciones quirúrgicas y durante los alumbramientos. Los griegos y los romanos de ese tiempo usaban vino «...para regular la orina, purgar, matar las tenias, aliviar el insomnio y todas las enfermedades asociadas con el resfriado».
Además de todo eso había unos beneficios aparentemente terapéuticos que se entienden mejor hoy. El vino destruye rápida y eficientemente los virus y bacterias, y esteriliza el agua; ayuda a prevenir las enfermedades del corazón al elevar el buen colesterol y contiene otros ingredientes que sabemos que ayudan a combatir el cáncer. Usted no tiene que beber mucho jugo de uvas para recibir los beneficios. Muchos investigadores dicen que un solo vaso de jugo o una porción de vino al día, es suficiente para elevar el buen colesterol hasta en un 7%, además de ayudar al cuerpo a poner una barrera significativa en contra del cáncer.
Hace un siglo, los doctores en Francia notaron que durante una epidemia de cólera, las personas que bebían jugo puro de uvas o vino, parecían menos propensas a contagiarse de la enfermedad que quienes no lo hacían. Para hacer una prueba en contra del cólera y la tifoidea se le añadieron gérmenes de estas dos enfermedades a recipientes con agua, vino tinto o blanco y a una mezcla de vino con agua. De manera increíble, mientras los gérmenes en el agua, no sufrieron alteración alguna, los que estaban en el vino o en el vino diluido fueron exterminados en quince minutos. Los gérmenes de tifoidea en el vino duraron 24 horas antes de morir.
Desde entonces, se han llevado a cabo pruebas similares con los mismos resultados asombrosos, los gérmenes de cólera se destruyeron en 30 segundos a diez minutos. La bacteria E-Coli en 24 a 60 minutos y la E-Tifi en cinco minutos a cuatro horas. Para sorpresa de todos, el alcohol no fue un ingrediente efectivo como se sospechó en un principio. Resultó que el proceso de fermentación liberó polifenoles, componentes químicos que atacan la bacteria en la misma forma como lo hace la penicilina. Los investigadores dijeron que vino rojo diluido en una tasa de uno a cuatro con agua, tiene la misma potencia después de cinco minutos como cinco unidades de penicilina por milímetro.
El jugo de uvas puede también ayudar en los problemas del corazón. Un estudio de la Universidad de Otawa en Canadá concluyó que existe un vínculo claro entre el consumo de jugo de uvas y las tasas bajas en enfermedades del corazón. Personas que consumen altas cantidades de jugo de uvas casi no padecen de enfermedades del corazón.
Vale la pena hacer notar que el consumo de vino, de jugo fermentado, puede convertirse en una espada de dos filos. Para las personas mayores que tienen problemas al comer los alimentos debidos y así mantener la buena salud, una copa de vino puede estimularles el apetito, sin embargo, hace lo mismo para personas que están a dieta, así que si quiere perder peso, no tome vino. Las investigaciones actuales indican que beneficia la salud ingerir un poco de vino diario, pero todavía se aplica el consejo dado en la Biblia en Efesios 5:18: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”.
Hierbas
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios” (He. 6:7). Como todas las personas de su tiempo, los hebreos primitivos estaban muy familiarizados con las plantas que crecían en sus alrededores, especialmente las hierbas que se usaban como medicina y alimento. Las personas de los tiempos bíblicos cultivaban una variedad de hierbas por sus poderes curativos al igual que por el sabor que le añadían a los alimentos. Las hierbas y las especias eran ingredientes necesarios en casi cada receta, desafortunadamente sólo se mencionan unas pocas específicamente en la Escritura.
Culantro
Cuando el pueblo de Israel vagaba en el desierto y recibió maná por alimento, lo describieron como semilla de culantro: “Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él” (Nm. 11:7-9).
Desde entonces, el culantro, también conocido como «cilantro», ha sido llamado «el curandero del cielo». El cilantro es una planta anual de la familia de la zanahoria o del perejil y tiene pequeñas flores blancas o rosadas en ramos. El fruto consiste de semillas entre grisáceas y blancuzcas. Crecía silvestre a través del territorio de Egipto, Palestina antigua y otros países en la región. Las semillas tienen un aroma agradable. Son usadas como especias para pasteles, carnes, dulces, ensaladas, sopas y vinos.
Es muy probable que esa gente de los primeros tiempos no sufriera de indigestión porque por siglos usó el cilantro como tratamiento para enfermedades menores del estómago. A diferencia de la mayoría de las medicinas para los problemas digestivos, el cilantro tiene buen sabor y olor. Se recomienda para la indigestión, flatulencia y diarrea. Externamente se usa para suavizar los músculos y para el dolor en las articulaciones. Recientemente los científicos comenzaron a examinar el cilantro como un tratamiento antiinflamatorio para la artritis. Otras investigaciones han demostrado que reduce los niveles de azúcar en la sangre lo cual puede ser de ayuda para los diabéticos.
Hisopo
Comenzando con la celebración del Cordero Pascual en Egipto, el hisopo es mencionado a menudo en el Antiguo Testamento en conexión con los ritos de la purificación. David por ejemplo oró para que Dios lo purificara con hisopo: “Purifícame con hisopo, y seré limpio...” (Sal. 51:7). Algunos eruditos modernos dicen que el hisopo mencionado en las escrituras hebreas debe ser un tipo de mejorana. Esta planta es de la familia de la menta y es común en Palestina.
Una variedad del hisopo que crecía abundantemente en Israel y Sinaí en los días bíblicos todavía la usan allí extensamente muchas personas hoy para darle sabor a la cocina y como té medicinal. Los romanos llevaron el hisopo de Medio Oriente a Europa en donde el té de hisopo es una bebida común como remedio casero para aliviar el reumatismo y los problemas respiratorios.
Las vellosidades en el tallo de la planta se usan a menudo para prevenir la coagulación de la sangre, lo cual explica muy bien por qué Dios les dijo a los judíos en Egipto que lo usaran en el tiempo de la Pascua: “Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana” (Ex. 12:22). “Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Jn. 19:29, 30).
El vinagre mencionado en este último pasaje, no es el vinagre que conocemos hoy, sino una forma barata de vino. Dicen los eruditos bíblicos que la mezcla de vinagre con hisopo se ofrecía compasivamente, especialmente en el caso que el hisopo fuera del mismo tipo de la planta de mejorana, la cual da una esencia fuerte y refrescante. En los experimentos modernos, el hisopo ha detenido el crecimiento del virus del herpes simple, el cual causa úlceras dolorosas y herpes genital. Y para apoyar su antigua reputación como descongestionante y un remedio para aliviar los síntomas del resfriado y la influenza, los científicos han descubierto que la hierba contiene varias sustancias tranquilizantes como el alcanfor las cuales ayudan a aflojar la flema para así expulsarla más fácilmente. Cuando se hace té de hisopo, las semillas de anís le añaden un sabor placentero de regaliz que contrarresta el sabor picante del hisopo sin disminuir su efecto.
Menta
El sabor refrescante de la menta debido a la presencia de aceites esenciales característicos, es bien conocido por todos nosotros hoy, tal como fuera para los hebreos, griegos y romanos de los tiempos bíblicos quienes usaban la menta como medicina, al igual que para el sabor. Algunos expertos en la Biblia dicen que la menta se encontraba entre las “hierbas amargas” mencionadas en Éxodo 12:8 y Números 9:11, junto con las hojas de escarola, achicoria, lechuga, berro, acedera y diente de león que se comía como una ensalada. La menta es una de las “hierbas amargas” de la fiesta de Pascua de hoy.
Los médicos griegos y romanos usaban la menta. Recomendaban que se le añadiera a la leche para prevenir que se dañara y la servían después de las comidas como una ayuda para la digestión. También sugerían que se colgara un ramo en las habitaciones de los enfermos para acelerar la curación. A través del territorio de la Tierra Santa crecían varias especies de menta silvestre. Hoy conocemos principalmente a la menta como hierbabuena.
Los expertos modernos en hierbas recomiendan que se tome directamente la hierbabuena o se le añada a las comidas como un tratamiento para los cólicos menstruales, mareos matutinos, resfriados, influenza, dolores de cabeza, indigestión, fiebre e insomnio. Los expertos en medicina también saben que las diversas variedades de la menta son maravillosas para tratar docenas de problemas. Es por esta razón que la menta, con su contenido en mentol, se encuentra en muchos remedios que se venden sin receta para la indigestión, dolores menores y congestión.
La menta también es antiespasmódica. Alivia los músculos del tracto digestivo y del útero. Pero mientras la hierbabuena puede ser buena para las náuseas, también puede estimular la menstruación. De tal manera que los doctores les advierten a las mujeres embarazadas que eviten la hierbabuena como un tratamiento para las náuseas matutinas.
Perejil
Leemos en Cantares 5:13: “Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores...” Aunque el perejil no está mencionado específicamente en la Biblia, era muy común en esos días, de tal manera que lo usaban en gran manera. Por miles de años se ha incluido como parte de la comida de Pascua, como símbolo de un nuevo principio porque es una de las primeras hierbas que aparecen en primavera.
Los romanos también usaban perejil. Tradicionalmente se colocaba en los banquetes para refrescar el aliento. Incluso hoy, muchos restaurantes adornan sus platos principales con una ramita de perejil, aunque los comensales piensan que se trata simplemente de una decoración y la colocan a un lado. El perejil es una rica fuente de vitaminas A y C. También contiene dos químicos: apiol y miristicina, que actúan como un laxante suave y como un fuerte diurético.
La publicación The Journal of Allergy and Clinical Inmunology informa que el perejil bloquea la formación de histamina, el químico que desencadena los ataques alérgicos. La conclusión: El perejil puede ayudar a las personas que sufren de fiebre del heno y de brotes de urticaria.
Otros ingredientes en el perejil han demostrado ser efectivos para combatir los linfomas cutáneos, una forma de cáncer de la piel. Un estudio publicado en el American Journal of Chinese Medicine dice que la acción diurética del perejil puede ayudar a controlar la presión alta en la sangre. En Alemania, se prescribe a menudo el té de la semilla de perejil por la misma razón. Vale la pena hacer notar que el perejil tiende a disminuir el suministro de potasio del cuerpo, un nutriente esencial. Si usa el perejil como un diurético, asegúrese de comer alimentos ricos en potasio, tales como vegetales frescos y bananos.
Miel
“Pero Jonatán no había oído cuando su padre había juramentado al pueblo, y alargó la punta de una vara que traía en su mano, y la mojó en un panal de miel, y llevó su mano a la boca; y fueron aclarados sus ojos” (1 S. 14:27). Por muchas razones, pero especialmente porque sabe tan bien, la miel era uno de los alimentos más populares entre las personas de los tiempos bíblicos. Se convirtió en un símbolo de abundancia y de las bendiciones de Dios, de la “...tierra que fluye leche y miel” (Jos. 5:6).
La tradición dice que cuando el rey David hizo su entrada triunfante en Jerusalén con el arca, uno de los regalos que trajo consigo eran tortas de miel: “Y repartió a todo el pueblo, y a toda la multitud de Israel, así a hombres como a mujeres, a cada uno un pan, y un pedazo de carne y una torta de pasas [con miel en el texto hebreo original]...” (2 S. 6:19). El pueblo de la tierra prometida consumía miel como un alimento y la usaba, además, para endulzarlo todo. Dios asimismo le dio este consejo al pueblo de Israel: “Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, y el panal es dulce a tu paladar” (Pr. 24:13).
El propio Hipócrates recomendaba una mezcla de miel, agua y ciertas hierbas para bajar la fiebre. La miel, ciertamente, no es sólo buena para comer, sino que es uno de los alimentos más poderosos para curar que tenemos a nuestra disposición. Una sola porción de miel, aproximadamente una cucharada, contiene 64 calorías y 17 gramos de carbohidratos. E incluso hasta una porción mínima contiene el impacto de una pequeña farmacia. La miel que ahora conocemos puede matar las bacterias, desinfectar heridas y aliviar inflamaciones. Viajeros incontables han descubierto que la miel funciona cuando nada más lo hace. Generaciones de abuelas han recomendado la miel a sus nietos para las gargantas doloridas.
La miel parece calmar los nervios, y como la vida está colmada de tensiones nos ayuda a dormir mejor. Los asmáticos en todas partes aseguran que la miel los ayuda a respirar mejor, lo cual tal vez se deba a que el polen en la miel desensibiliza y contraataca las alergias. Un antiguo rollo egipcio desenterrado por los arqueólogos enumeraba cientos de remedios para enfermedades y heridas. De los 900 tratamientos aproximados, más de 500 tienen la miel como un ingrediente principal.
Los egipcios, griegos y romanos, todos descubrieron que el frotar miel en las heridas es una cura rápida y efectiva. En la década de 1970, se hicieron pruebas científicas en Gran Bretaña de la miel como remedio. Pero... ¿Cuál fue el resultado? Las heridas quirúrgicas se sanaron más rápido y con menos infecciones secundarias cuando fueron tratadas con miel, que esas que fueron tratadas con antibióticos.
La miel mata bacterias peligrosas tanto en el interior del cuerpo como en la parte externa. En el tracto intestinal ataca y acaba las bacterias, especialmente esas que causan diarrea. En África del Sur los investigadores descubrieron que la miel hizo un trabajo maravilloso al eliminar enfermedades mortales con síntomas relacionados a la diarrea, tal como la salmonella, la shigella, e-coli y cólera. El estudio involucraba a dos grupos de niños que eran tratados para gastroenteritis aguda. Todos sufrieron terriblemente con la diarrea debido a infección intestinal. A un grupo se le administró líquidos mezclados con miel; a un segundo grupo, líquidos mezclados con azúcar. Los niños que recibieron el tratamiento con miel se recuperaron un 40% más rápido que esos a quienes se les dio azúcar.
Para la garganta dolorida se recomiendan las gárgaras de miel mezclada con jugo de limón o vinagre. Esto recubre y lubrica los tejidos irritados de la garganta, aliviando las molestias para tragar. En un nivel más científico, los ingredientes que hacen que sepa dulce van directo al cerebro y le indican a la glándula pituitaria que empiece a bombear endorfinas tranquilizantes.
La endorfina tiene una influencia poderosa en nuestro humor, memoria, habilidad para aprender y percepción del dolor. La endorfina afecta el cerebro en una forma muy parecida a la morfina y estos calmantes naturales no son adictivos. De tal manera que la miel para la garganta atenúa el dolor. La ciencia moderna también ha descubierto por qué la miel ayuda a quienes sufren de asma. Por largo tiempo nadie sabía exactamente cómo funcionaba. Algunos expertos contendían que el polen que le transferían las abejas a la miel desensibiliza a las personas alérgicas en la misma forma que hacen las inyecciones.
Los oponentes se mofaban de esto diciendo que era imposible que hubiera tanto polen en la miel que pudiera ir a nuestro sistema para hacer una diferencia. Sin embargo, recientemente los investigadores en la Clínica de Niños de la Universidad de Heidelberg en Alemania emprendieron un estudio para ponerle fin al debate. Setenta niños que sufrían de problemas alérgicos, tales como fiebre del heno y asma participaron en la investigación. Durante la temporada más intensa de alergias, se les suministró cada día soluciones que contenían polen y se les dijo que continuaran con ese tratamiento tres veces por semana durante la estación de alergias.
Un increíble 84% de los niños sufrió de menos ataques alérgicos. La conjuntivitis y los síntomas comunes disminuyeron en un 70%. Al igual que se redujo a la mitad el número de pacientes con secreción nasal y narices irritadas. En 1958, el doctor D. C. Jarvis incluyó diversos usos para la miel en su libro publicado en inglés Folk Medicine (Medicina popular). Además de recomendar la miel en tratamientos para malestares tales como resfriados, cólicos, quemaduras y nariz tupida, Jarvis también sugirió que se tomara «...una cucharada de miel con la cena...» como una forma de evitar el insomnio.
La miel puede ayudarlo a dormir debido al azúcar natural que contiene. Los científicos ahora saben que mientras nuestros cuerpos queman azúcar, el cerebro produce una sustancia química llamada serotonina. El propósito de la serotonina es relajarnos, aquietar todo el parloteo del cerebro y gradualmente hacernos dormir.
En los tiempos bíblicos se servía miel para honrar a los visitantes, pero como se servía después de la comida principal al final del día, también tenía un efecto calmante y tranquilizador que estimulaba el sueño. Vale la pena hacer notar que el Centro para Control de las Enfermedades dice que no debe dársele miel a niños menores de un año. La razón es que las esporas de las bacterias del botulismo se adhieren a la miel. En los adultos, el sistema inmunológico es maduro y lo suficientemente fuerte para resistir tales ataques, mientras que en los niños no está tan desarrollado para hacerle frente a un adversario tan poderoso.
Melón y pepino
Y dice la Escritura: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” (Nm. 11:5, 6). Los antiguos israelitas probablemente adquirieron su afición por el melón y los pepinos durante el tiempo en que estuvieron esclavizados en Egipto. Los eruditos especulan, basados en la clase de sembrados que se cultivaban en Egipto durante este período, que el pueblo de Moisés probablemente recordaba el melón de Castilla, una planta tropical originaria de África Oriental, similar al pepino moderno. De hecho, el melón de Castilla se cultivaba y se cultiva ampliamente en Egipto. Un autor le llamó al melón de Castilla «el rey de los pepinos». Por consiguiente, los melones y los pepinos eran considerados tan valiosos en la dieta de los pueblos de los tiempos bíblicos que a menudo se construían cabañas en los melonares para vigilar a los ladrones: “Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar...” (Is. 1:8).
El melón es rico en beta carotina, fibra, folate, potasio y vitaminas B6 y C. El efecto anticancerígeno de la carotina puede proteger en contra del cáncer en la boca, al igual que contra el cáncer en la cerviz, estómago y útero. Los milagrosos ingredientes del melón actúan como anticoagulantes, como adelgazadores de la sangre que pueden ayudar a prevenir enfermedades cardiovasculares.
Mientras los seguidores de Moisés ensalzaban los melones y los pepinos, otros pueblos del mundo los apreciaban por razones medicinales. Algunos remedios caseros se han conservado hasta nuestro día. En China se usaba una variedad del melón para tratar la hepatitis; en India se empleaba como diurético; en Filipinas los curanderos recomendaban los melones como tratamiento para el cáncer, mientras que en América Central se comían las semillas para librarse de las lombrices intestinales.
Los pepinos se usaban como tratamiento curativo tanto para el interior como para el exterior del cuerpo. Eran muy apreciados por sus cualidades refrescantes y limpiadoras cuando se aplicaban en las quemaduras del sol, inflamación, ojos adoloridos, furúnculos y barros. Este mismo efecto medicinal también se lograba supuestamente cuando se añadían pepinos a una sopa espesa de cordero.
Varios estudios científicos están ahora tratando de descubrir si algunos ingredientes en otras especies de las familias de los melones podrían usarse en la guerra contra el cáncer. Los resultados preliminares indicaron que pueden ser tan efectivos como las naranjas y los vegetales verdes, los que son ahora ampliamente aceptados como remedios efectivos en contra del cáncer.
La leche
Dice en Éxodo 3:8a: “Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel...” También en Isaías 7:22: “Y a causa de la abundancia de leche que darán, comerá mantequilla; ciertamente mantequilla y miel comerá el que quede en medio de la tierra”.
La leche alimentaba el espíritu al igual que los cuerpos de las personas en los tiempos bíblicos. La miel y la leche juntas simbolizaban buena salud, prosperidad y bendiciones de Dios. La leche y sus derivados eran una parte importante de la dieta diaria en los tiempos bíblicos. Pero era difícil, sino imposible, conservar la leche fresca en esos días. La solución era usar el mismo proceso de fermentación con la leche que el que se usaba para hacer vino o pan con levadura.
El resultado fue lo que hoy llamamos yogurt, cuajada, queso blando, queso duro o mantequilla. La mantequilla se usaba muy raras veces para cocinar, en lugar de eso se empleaba el aceite de oliva. El pueblo escogido confiaba grandemente en la leche, la consideraba necesaria para la supervivencia, tal vez por miles de años. Ha sido llamada «la comida perfecta», porque provee los nutrientes que todos necesitamos para crecer, para combatir todas las enfermedades y mantenernos sanos.
Por ejemplo, una taza del alimento perfecto contiene:
Calorías 157
Carbohidratos 11,9 mg
Calcio 250 mg
Proteínas 8,4 mg
Potasio 406 mg
Vitamina A 15% MD*
Vitamina D 12% MD*
Sodio 26 mg
(*Mínimo diariamente)
Todo esto hace de la leche un elixir de salud increíble, poderoso y versátil, algo que las personas en los tiempos bíblicos parecían saber instintivamente: “Miel, manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen; porque decían: El pueblo está hambriento y cansado y sediento en el desierto” (2 S. 17:29).
Permítame citarle estos descubrimientos recientes respecto a los beneficios que aportan a la salud la leche y los productos lácteos derivados: • La leche ayuda a fortalecer los huesos en los niños e influye en la prevención del desarrollo de la osteoporosis en las mujeres mayores.
- Los ingredientes en la leche disminuyen la presión alta y el colesterol, ambos factores importantes en las enfermedades del corazón.
- La leche ataca las infecciones bacterianas, especialmente esas que causan la diarrea. Alivia los tejidos del estómago irritados por drogas o alimentos difíciles de digerir. No obstante, los descubrimientos recientes indican que si padece de úlceras debe evitar la leche porque estimula los ácidos estomacales que causan las úlceras.
- La leche previene las caries dentales y la bronquitis crónica.
- Los investigadores dicen ahora que mientras la leche detiene el desarrollo de algunos tipos de cáncer, también aumenta la energía y la agudeza mental.
Con todo esto, no maravilla que este alimento perfecto fuera tan importante en la vida de los pueblos bíblicos que tenían que depender de los productos naturales como medicina. En la guerra contra el cáncer, por ejemplo, se está acumulando evidencia de que la leche es especialmente efectiva en prevenir el cáncer del colon. En 1985, los científicos de la Universidad de California, en San Diego, publicaron los resultados de un estudio de 20 años sobre la leche y el cáncer del colon, involucrando a 2.000 hombres.
Los resultados fueron increíbles. Los hombres que ingerían dos vasos y medio de leche diariamente, eran menos propensos a padecer de cáncer del colon. De hecho, el riesgo de ellos de contraer la enfermedad se redujo en un tercio.
Aparentemente el alto contenido de calcio de la leche y la vitamina D que contiene, trabajan unidos para prevenir el cáncer. Dos o tres tazas al día de leche descremada con vitamina D, puede ser todo lo que necesite para resguardarlo contra esta forma devastadora de cáncer. En este y otros estudios, tales como esos conducidos en el Centro para Cáncer en el New York Memorial Sloan Kettering, se determinó que el calcio en la leche neutraliza los ácidos de la bilis e impide el crecimiento de las células propensas al cáncer en el colon.
La lactobacilina, la cual es la leche que ha sido fermentada deliberadamente por varias bacterias, también puede ayudar a combatir la enfermedad al prevenir los cambios abruptos en las células que causan el cáncer del colon. De manera similar, la leche puede actuar como un anticuerpo al parar las infecciones que atacan nuestro sistema gastrointestinal, algo que era un asunto de vida o muerte durante los tiempos bíblicos cuando no se disponía ni de la penicilina ni de las otras drogas milagrosas modernas.
Esos químicos contra las infecciones ayudan a acabar con las diarreas en los niños, las cuales eran especialmente peligrosas en los tiempos antiguos, y las que todavía son a menudo fatales entre los infantes en los países subdesarrollados del tercer mundo. Un estudio de la Escuela Pública de Salud de la Universidad de Michigan, descubrió que los infantes y los niños que recibieron sólo leche de bajas calorías eran cinco veces más propensos a desarrollar enfermedades intestinales agudas que los niños que bebían leche sin descremar.
Por otra parte, si usted es un adulto y está considerado como una persona de alto riesgo para un ataque al corazón, la leche entera no es para usted. Tal vez la leche descremada. Hay buena evidencia de que la leche descremada de hecho puede disminuir el mal colesterol y el conteo en el colesterol de la sangre. El doctor George Mann de la Universidad Vanderbilt ha concluido en su investigación que la leche puede ser un factor en controlar firmemente la producción del mal colesterol en el hígado, el cual si no se controla puede desencadenar toda clase de problemas cardiovasculares.
La leche también tiene un efecto benéfico en esos con presión alta o que sufren de hipertensión moderada. Las razones parecen ser el calcio. Aparentemente las deficiencias de calcio pueden desencadenar un aumento en la presión de la sangre. Una adición de calcio contrarresta el aumento de la presión sanguínea, aunque de forma algo sorprendente, un suplemento de calcio sólo no tiene el mismo efecto. El secreto tal vez sea que usted necesita recibir el calcio de la leche. Un estudio de más importancia entre 8.000 personas de edad madura conducido por el Instituto Nacional de Corazón, Pulmón y Sangre, encontró que las personas que no bebían leche estaban más propensas a sufrir de presión alta que esas que bebían un cuarto de leche diariamente.
La leche y el queso también parecen ayudar a combatir las caries dentales. Los elementos en la leche y los productos derivados de la leche (calcio, fosfato, caseína y otros más) se combinan para impedir que los azúcares penetren en los dientes y causen caries. Expertos de la Universidad de Toronto examinaron este fenómeno y descubrieron que el queso cheddar o su extracto reduce las caries en un 56%. Sin embargo, a pesar de todos sus milagrosos beneficios, la leche no es para todo el mundo. Las personas que sufren de intolerancia a la lactosa tienen que evitarla, pero pueden tomar yogurt sin problemas. La lactosa es el azúcar que se encuentra en la leche y puede producir desórdenes intestinales en personas que no la toleran.
Ahora también se cree que la grasa saturada en la leche contribuye a aumentar el riesgo en las enfermedades del corazón y posiblemente con algunos tipos de cáncer, incluyendo cáncer del seno, intestino, laringe, vejiga y boca. Ya que la leche en los tiempos bíblicos no permanecía fresca por mucho tiempo, las personas que vivían entonces, la convertían en queso o en otros productos derivados que se conservaban por más tiempo. Consecuentemente, los pueblos de los tiempos bíblicos eran expertos en hacer queso. Un galón de leche fresca producía cerca de media libra de queso que podía utilizarse en muchas formas diferentes, mientras que seguía reteniendo los numerosos beneficios originales para la salud.
Nueces
Dice Cantares 6:11: “Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos del valle...” Los botánicos hoy creen que el huerto de nogales de Salomón mencionado en la Escritura era un frondoso bosquecillo de nogales. En ese tiempo las nueces eran muy apreciadas por el aceite que producían, el cual era considerado ligeramente inferior al aceite de oliva, además, como fruto eran deliciosas y sus árboles proveían una madera muy apreciada.
El siguiente versículo de Génesis demuestra que las nueces se encontraban entre los tesoros más preciados que uno podía ofrecer: “Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirras, nueces y almendras” (Gn. 43:11).
Según Harold y Alma Moldenke, autores del libro Plantas de la Biblia, «muchas personas poseían huertos de árboles de olivo, pero los reyes también tenían almendras, nueces y pistachos». En otras culturas, se creía que las almendras eran de buena suerte y buenas para la salud. Una vez más vemos que no era accidente que las personas en los tiempos bíblicos, quienes incluían nueces en su dieta, no se vieran afectadas por tantos de los desórdenes en la salud que parecen plagarnos en estos tiempos modernos.
La tradición de las nueces como un alimento poderoso para la salud continuó hasta la Edad Media. Las nueces eran consideradas tan poderosas que se las incluía en la prescripción hasta para prevenir la plaga negra que arrasó a Europa durante la Edad Media. En 1597, el inglés John Gerard dio este consejo en la obra en inglés The Herball or General Historie of Plantas: «Las hojas de ruda, junto con los granos de nuez y los higos triturados, transformados en una masa o pasta, son buenos contra diversas dolencias, epidemias o plagas». Sabemos que las nueces contienen la mezcla indicada de ingredientes naturales cuyos beneficios incluyen la prevención en contra del cáncer, una reducción en las enfermedades del corazón y la diabetes.
Por ejemplo, un estudio reciente realizado en la Universidad de Loma Linda, California, encontró que los adultos con una dieta baja en grasa que comieron dos onzas de nueces cinco veces o más por semana, disminuyeron sus niveles de colesterol en un 12%. He aquí algunos de los valores nutritivos que contiene una onza de nueces:
- Almendras
Calorías 174
Grasa 16 g
Carbohidratos 9,5 g
Potasio 95 mg
Proteína 1,3 g
- Maní (Seco y horneado)
Calorías 164
Grasa 14 g
Carbohidratos 6 g
Potasio 180 mg
Proteínas 6,6 g
- Nueces
Calorías 172
Grasa 17,6 g
Carbohidratos 3,4 g
Magnesio 57,4 mg
Proteínas 6,9 g
Una razón de por qué las nueces son tan nutritivas y tan altamente estimadas entre los alimentos buenos para la salud es que son ricas en minerales importantes, tales como: zinc, cobre, hierro, calcio, magnesio y fósforo. Por consiguiente, todas las nueces contienen altos niveles de una sustancia que los científicos llaman «inhibidores proteasa», una enzima que actúa como catalizador en la degradación de las proteínas, la cual dicen los expertos, parece encontrarse entre los bloqueadores de cáncer más significativos apenas descubiertos.
Un experto en el área de estos inhibidores proteasa, el doctor Walter Troll de la Universidad de Nueva York, dijo que las nueces se encuentran entre los mejores alimentos anticancerígenos que el mundo pueda ofrecer. De manera interesante, todas las clases de nueces parecen portar los mismos beneficios. Eso incluye propiamente todas las variedades de nueces, pistachos, maní, almendras, nueces, nueces de Brasil, anacardos, bellotas, castañas y avellanas.
Las nueces contienen otra sustancia llamada «polifenol» que los investigadores ahora creen que ayuda a combatir el cáncer antes que comience a propagarse en forma incontrolable a través de todo el cuerpo. El aceite en las nueces, como es de muchos vegetales, se le considera saludable porque es una grasa polisaturada y tiende a disminuir los niveles de colesterol en la sangre.
Mientras tanto, en otras áreas de la salud, el maní es altamente considerado porque ayuda a controlar los niveles de azúcar en el cuerpo humano. El maní ayuda a estabilizar los aumentos agudos de los niveles del azúcar y de la insulina en la sangre. Esta es una buena noticia para los diabéticos y otros que deben mantener un nivel cuidadoso y regulado de los niveles del azúcar todo el tiempo.
Las diversas variedades de nueces son muy saludables como un alimento para los diabéticos, ya que casi no contienen almidón. Las nueces en la actualidad son parte de una dieta diaria en los países del área del Mediterráneo, tal como fuera en los tiempos bíblicos cuando Jacob instruyó a Judá para que las incluyera como parte del regalo para José, quien entonces era gobernador de Egipto.
Esta tradición antigua de obsequiar nueces como una ofrenda de paz y buena voluntad ha perdurado a lo largo de los siglos. En áreas actuales de la Tierra Santa, los hebreos se las sirven a sus visitantes junto con los dátiles, higos y uvas.
Olivo
Dice Santiago 5:14: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”. El árbol de olivo ciertamente era uno de los más valiosos y versátiles de los tiempos bíblicos. Se le menciona frecuentemente en la Biblia. Son muchísimos los pasajes que contienen referencias al árbol de olivo. Probablemente la referencia más famosa sobre su poder curativo la encontramos en la parábola del buen samaritano, en la cual el samaritano le presta auxilio a un viajero que habían asaltado y herido y al cual le curó las heridas con vino y aceite de oliva: “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino...” (Lc. 10:33, 34a).
Un botánico que llevó a cabo un estudio prolongado y cuidadoso de las plantas de la Biblia dice que, «...ningún árbol está más estrechamente asociado con la historia del hombre y el desarrollo de la civilización que el olivo». Desde el tiempo de Noé, la rama de olivo ha sido un símbolo de paz. Y desde entonces, tal parece que el olivo y su aceite han sido usados como un remedio poderoso para una amplia variedad de dolencias que son tan antiguas como el arca.
El aceite de oliva es un alimento altamente energético y una de las grasas más fáciles de digerir. Los antiguos de los tiempos bíblicos descubrieron formas de incorporarlo casi en todas las comidas, tanto en la cocina como en la mesa. El aceite de oliva también se usaba como combustible en las ceremonias religiosas y como cosmético para ofrecerle a los huéspedes como señal de bienvenida. Además de sus propiedades para sanar como alimento, el aceite de oliva mezclado con vino se usaba para desinflamar y curar heridas, tal como en la parábola del buen samaritano.
La “unción con aceite” que era claramente una parte de las tradiciones sagradas entre las personas de los tiempos bíblicos, ciertamente debía hacerse usando siempre aceite de oliva. Según una tradición antigua, tan antigua quizá como la propia Biblia, «El aceite de oliva hace que desaparezcan sus molestias y dolores». Por cientos de años los beneficios del aceite de oliva en la nutrición, cosmetología y como medicina, han sido reconocidos por los pueblos del Mediterráneo incluyendo la Tierra Santa.
Se empleaba para mantener la elasticidad de la piel y los músculos, para curar las quemaduras y para suavizar el efecto de las quemaduras del sol y el viento, especialmente en las tierras desérticas que fueron el escenario de muchas de las mejores historias de amor de la Biblia. Las mujeres, en particular, lo usaban para darle brillo y cuerpo al cabello. Mezclado con especias o hierbas, se tomaba o se usaba externamente para salud y belleza.
Plinio e Hipócrates, el famoso médico de la antigua Grecia, quien vivió en la era del Nuevo Testamento, prescribía medicinas que contenían aceite de oliva y hojas de olivo como cura para desórdenes, tales como: inflamación en las encías, insomnio, náuseas y furúnculos. Muchos de estos remedios antiguos han llegado a convertirse en parte de nuestros remedios caseros. Los investigadores confirman que son tan válidos hoy como lo fueron hace cientos de años.
Tal vez usted haya oído hablar de la «dieta del Mediterráneo». Se le ha dado amplia publicidad en los últimos cuatro o cinco años porque puede ser una clave importante para reducir la incidencia de enfermedades del corazón. Ciertamente, las investigaciones recientes ahora parecen proveer evidencia sustancial de que la clase de dieta que consumían las personas en los países alrededor del oriente del Mediterráneo, la cual incluía altos niveles de aceite de oliva, ofrecía protección substancial en contra de los ataques del corazón.
Un extenso estudio llevado a cabo por la Fundación Americana del Corazón encontró que en la isla Mediterránea de Creta, la tasa de mortalidad debido a las enfermedades cardiovasculares es la más baja en todo el mundo. Se compararon las cifras y dietas, con esas de Finlandia y Estados Unidos que tienen la tasa más alta de muertes por ataques al corazón. La diferencia estaba en el tipo de grasa en la dieta. En los países con tasas más altas de enfermedades cardiovasculares, la dieta era alta en grasas saturadas, las que aumentan los niveles de colesterol. Los ácidos grasos monoinsaturados no contienen colesterol, y el aceite de oliva contiene del 56 al 83% de estos ácidos, también llamados ácidos oleicos.
Los problemáticos ácidos grasos se encuentran en la grasa animal, tal como en la mantequilla y en el cerdo. El aceite de oliva es rico en grasas monoinsaturadas, las cuales pueden ayudar a reducir el colesterol de la sangre. Un estudio reciente encontró que los niveles de mal colesterol pueden reducirse en un 7% al sustituir la margarina por aceite de oliva. Cuatro o cinco cucharadas de aceite de oliva diarias, mejoran dramáticamente la sangre en los pacientes que han sufrido ataques al corazón. Y dos tercios de una cucharada al día, disminuyen la presión sanguínea en los hombres.
Si está tratando de reducir el consumo de grasa en su dieta para evitar el riesgo de ataques al corazón, piense en el aceite de oliva como un reemplazo ideal. Cualquier cosa que pueda freír ligeramente en mantequilla, puede freírlo en aceite de oliva. No sólo ayudará a su corazón, sino que también satisfará su gusto. Los aspectos saludables del aceite de oliva no se limitan a sus efectos positivos en la batalla contra las enfermedades del corazón. Existe fuerte evidencia de que también retarda el crecimiento del cáncer.
Por ejemplo, el aceite de oliva parece fortalecer las membranas celulares que las hace más estables y capaces de resistir la invasión de los radicales libres que vagan por y a través del cuerpo causando tanto daño. Se ha determinado que los radicales libres tal vez sean la causa principal del cáncer. El aceite de oliva es rico en vitamina E, uno de los mejores antioxidantes disponibles.
Los expertos creen que esos antioxidantes ayudan a las células humanas a combatir el cáncer. Al hacer esto, fortifican las células y de esta forma disminuyen el deterioro que acompaña el proceso de envejecimiento, ya que las células son más saludables y viven por más tiempo. Increíblemente hay bastante evidencia de que una dieta rica en aceite de oliva contribuye a la longevidad. Se ha demostrado que el aceite de oliva reduce el deterioro de la edad en los tejidos del cuerpo y el cerebro. Y puede que haya más conexión entre el olivo y la longevidad, ¡porque se sabe que los propios árboles de olivos sobreviven por 3.000 años y hasta más!
Se ha demostrado que el aceite de oliva reduce la acidez gástrica. Protege contra úlceras y ayuda al paso de la comida hasta los intestinos, contribuyendo así a prevenir el estreñimiento. Estimula la secreción de la bilis y provoca contracciones de la vesícula reduciendo el riesgo de las piedras. Ya que el aceite de oliva contiene vitamina E y ácidos oleicos, los cuales también se encuentran en la leche humana, ayuda al crecimiento normal de los huesos y es muy adecuado para madres embarazadas y que están amamantando porque estimula el desarrollo del sistema nervioso del infante, antes y después del nacimiento.
Un consejo: El aceite de oliva extra virgen tal vez cueste un poco más, pero contiene más de esos ingredientes naturales que se estima combaten las enfermedades del corazón. Un científico aconseja que entre más puro sea el aceite más ayudará a su corazón. Ya que el aceite de oliva hace maravillas al bloquear la tendencia de los coágulos sanguíneos, mejorando los niveles del buen colesterol y reduciendo el peligroso acumulamiento de mal colesterol en las arterias, algunos expertos ahora recomiendan fuertemente el aceite de oliva como una forma excelente de reducir el riesgo de ataques del corazón y de embolias.
Los médicos en España les dan a los pacientes, a quienes les practican cirugía del corazón, de cuatro a cinco cucharadas de aceite de oliva diariamente, como parte de su proceso de recuperación. En un estudio llevado a cabo con pacientes durante seis meses, se demostró que ellos eran menos susceptibles a futuros ataques en el corazón y ataques de embolia, que entre los pacientes a quienes no se les había administrado aceite de oliva.
El Centro de Ciencia y Salud de la Universidad de Texas en Dallas también informó, que las grasas monoinsaturadas en el aceite de oliva redujeron dramáticamente y alteraron favorablemente el colesterol en la sangre. En pruebas realizadas a personas de edad madura, el aceite de oliva redujo todo el colesterol en un 13% y el mal colesterol en un 21%.
Investigadores en la Universidad de Kentucky determinaron que dos tercios de una cucharada al día, administrada a hombres, redujeron la presión sistólica de la sangre en cinco puntos y la diastólica en cuatro puntos. Este es el valor nutricional de una cucharada de aceite de oliva:
Calorías 119
Vitamina E 3-30 mg
Ácidos grasos monoinsaturados, oleicos 56-83%
Poli-insaturados, ácidos no grasos 3,5-20%
Poli-insaturados, ácidos grasos 0-1,5%
Ácidos grasos saturados 8-23,5%
Las grasas, tal como cualquier nutricionista le dirá, vienen en tres grupos: en las grasas saturadas que se encuentran en las carnes, mantequilla, queso y chocolate, que aumentan los niveles de colesterol y en las grasas poli-insaturadas y monoinsaturadas de los vegetales que reducen el colesterol.
Curas caseras
- Para cabello brillante: Después de lavarse el cabello frótese con una mezcla de aceite de oliva, yema de huevo y un poquito de cerveza. Déjelo durante cinco minutos y enjuáguese.
- Para prevenir la caspa: Frótese una mezcla de aceite de oliva y colonia en el cabello y cuero cabelludo y enjuague.
- Para piel seca: Haga una máscara facial con un aguacate y aceite de oliva. Déjelo por diez minutos y enjuague.
- Para suavizar la piel: Mezcle porciones iguales de aceite de oliva y sal. Aplíquese un buen masaje con la solución y luego enjuáguese con agua fría.
- Para uñas débiles: Mezcle partes iguales de aceite de oliva y sal. Luego aplíquese una pincelada en las uñas con yodo blanco.
- Para pies cansados: Masajee sus pies con aceite de oliva.
- Para músculos doloridos: Hágase un masaje con una mezcla de aceite de oliva y romero.
- Para el acné: Aplíquese un masaje en el rostro con una mezcla de ocho onzas de aceite de oliva y diez gotas de aceite de lavanda.
- Para prevenir el malestar de la resaca: Tome dos cucharadas de aceite de oliva antes de comer.
- Para la presión alta: Ponga a hervir 24 hojas de olivo en ocho onzas de agua por quince minutos. Permita que se enfríe. Beba la infusión mañana y noche por dos semanas.
Vale la pena hacer notar que el aceite de oliva tiene un efecto laxante, de tal manera que si va a cambiar su dieta con aceite de oliva, asegúrese de hacerlo gradualmente.
Cebollas
Hablando técnicamente las cebollas y los ajos son hierbas. Pero a lo largo de los siglos se les ha llegado a considerar, no sólo como aderezo, sino como alimentos separados. De hecho, hoy casi nadie las considera hierbas a pesar de que ciertamente contienen todos los poderes curativos y mucho más, que están asociados con las hierbas, más notablemente el ajo.
Como su primo, el ajo, la cebolla es considerada un curalotodo. El alta estima que tienen por ella los médicos naturalistas, se remonta al comienzo de la humanidad. Un hecho, sólo hay una referencia a la cebolla en toda la Biblia, pero considero que es suficiente para que merezca que la mencionemos, porque esa sola referencia enfatiza claramente lo importante que era este alimento en la vida de los israelitas. Y dice el registro bíblico: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde; de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Nm. 11:5).
Cada uno de los alimentos mencionados en el versículo se encuentran entre los más potentes para sanar que se encuentran en la naturaleza. Nutricionalmente, una taza de cebolla cruda contiene:
Calorías 27
Sodio 2 mg
Potasio 125 mg
Fibra 0,6 g
Carbohidratos 5,9 g
También son ricas en vitaminas, incluyendo B1, tiamina, B2, riboflavina y C.
El historiador griego Herodoto, escribió que las cebollas eran consideradas una fuente tan importante de energía y resistencia, que los faraones egipcios gastaban nueve toneladas de oro, una pequeña fortuna, en cebollas para alimentar a los esclavos y trabajadores, muchos de ellos israelitas, que construían las pirámides. No sabemos si los judíos adquirieron el hábito de comer cebolla mientras vivieron en Egipto o si ya lo tenían de antemano, lo cierto es que los judíos la añoraban cuando vagaban con Moisés en el desierto.
Vemos entonces que por lo menos 3.000 años antes del nacimiento de Cristo, las cebollas eran atesoradas, no sólo como alimento, sino por su valor terapéutico, particularmente para el tratamiento de los riñones y problemas de la vejiga. Esta creencia constante de que las cebollas eran un buen remedio casero continuó a través de la edad media hasta el día presente. Externamente se han usado como antiséptico y un calmante del dolor, y tomadas como un tónico, sirven para aliviar los dolores de los gases intestinales, los síntomas de la hipertensión, y reducir el nivel de azúcar y colesterol en la sangre.
En algunas áreas de los Balcanes, Bulgaria en particular, las personas le atribuían su longevidad a una dieta que incluía concentraciones altas de cebollas y yogurt. Se dice que entre los remedios caseros de muchas culturas, se usa el jugo de cebolla junto con almíbar hecho de miel para tratar la tos, resfriado y ataques de asma. Los herbolarios modernos, incluso hoy, recomiendan el almíbar de cebolla como un expectorante. También se cree que las cebollas son diuréticas y reducen la presión arterial.
Incontables investigaciones han demostrado ahora claramente entre otras cosas, que las cebollas tienen un efecto profundo en el colesterol de la sangre, elevando el buen colesterol y reduciendo el malo. El doctor Victor Gurewich, un profesor de medicina en la Universidad Tufts, ha hecho un estudio cuidadoso de las enfermedades cardiovasculares y las cebollas y simplemente aconseja: «Coma cebollas».
Los componentes terapéuticos en las cebollas también retrasan la coagulación de la sangre, además de regular el azúcar, aliviar la congestión bronquial y de acuerdo con nueva investigación contribuyen a prevenir el cáncer. Además, no es necesario que se atiborre de cebollas para que le proteja el corazón. Algunos doctores dicen que sólo media cebolla cruda al día, es suficiente. Una sola cucharada de cebollas cocidas, anulará el efecto de comer una comida particularmente grasosa.
Estos descubrimientos ya han sido comprobados. Según Jean Carper, autora del libro publicado en ingles y cuyo título en español es: Los alimentos farmacéuticos, «la cebolla es una de las comidas milagrosas más probadas en los alimentos farmacéuticos, un bulbo potente y versátil contra una hueste de malestares, tal como aseguraban los antiguos». En algunos casos los científicos han aislado hasta 150 químicos diferentes en la cebolla, pero todavía se está debatiendo cuáles componentes hacen exactamente esto o aquello. Las cebollas crudas obran mejor con el colesterol. Según el doctor Gurewich, en las cebollas cocidas de alguna forma parece reducirse sus poderes limpiadores, sin embargo, incluso cocidas son mejor que todo.
Tanto crudas como cocidas actúan como un anticoagulante ayudando a prevenir que se formen los trágicos coágulos sanguíneos en las arterias. Ellas de hecho ayudan a disolver coágulos que ya se han formado. En un estudio histórico que se llevara a cabo en India, a las personas que participaron se les dieron comidas ricas en grasa, tal como mantequilla, crema y huevos, exactamente la clase de dieta que eleva los niveles de colesterol rápidamente y aumenta el peligro de los coágulos sanguíneos. Después le añadieron unas dos onzas de cebolla a la dieta y los resultados fueron asombrosos. El colesterol que se había elevado por las grasas quedó bajo control y se revirtió la tendencia de los coágulos.
Un segundo estudio confirmó este descubrimiento, que tanto la cebolla cruda como cocida, ejercen una transformación similar en la sangre. En este segundo estudio, las personas fueron sometidas a una dieta de 3.000 calorías, rica en grasa, durante quince días. El colesterol se elevó de un promedio de 219 a 263. Sin embargo, al añadir una sola cucharada de cebollas, el nivel de colesterol descendió a 237. Entre más cebollas había en la dieta, mayor fue el descenso en los niveles de colesterol. Aparentemente los mejores resultados se lograron con tres a cuatro tazas de cebollas crudas o cocidas por semana, no mucho si se tiene en cuenta el beneficio que se recibe.
Otros científicos están estudiando los químicos en la cebolla como posible ayuda contra el cáncer. Ellos ya saben que el sulfuro, uno de los 150 químicos en la cebolla, parece obrar excepcionalmente bien haciéndole un alto a los cambios súbitos en las células que a menudo causan el cáncer. Las pruebas realizadas en el Instituto de Tumores del Hospital Anderson en Houston, uno de los principales centros de investigación para cáncer en el mundo, han identificado una sustancia en la cebolla llamada «propylsulfide». Los expertos informan que este químico, tritura estas enzimas en el cuerpo que pueden dejar fuera de control el crecimiento del cáncer.
Un proyecto similar en la Facultad de Medicina Dental de la Universidad de Harvard concluyó que en pruebas realizadas con animales, el extracto de cebolla detuvo el crecimiento del cáncer oral o destruyó enteramente las células cancerosas. Este extracto de cebolla, dijo el investigador, es una sustancia natural no tóxica que puede por lo menos impedir en alguna forma la aparición del cáncer.
Las cebollas, y el extracto de cebolla pueden también ser efectivos en controlar la diabetes al bloquear el aumento súbito de azúcar en la sangre. De hecho, dos estudios separados realizados con animales indicaron, que el extracto de cebolla era un 77% más efectivo para reducir el azúcar en la sangre, que muchas de las drogas que se prescriben comúnmente para el tratamiento de la diabetes.
Los pueblos de los tiempos bíblicos fueron los primeros en tratar resfriados y dolencias similares con cebollas. Ahora, la tecnología del siglo XXI está confirmando que muchos de esos remedios de la antigüedad se basan en sólido hecho científico. En el caso de las cebollas como antibiótico, por ejemplo, ejércitos incontables que marcharon a lo largo de la historia usaban las cebollas como un bálsamo para las heridas en los campos de batalla. Pero no fue, sino hasta el siglo XIX que este remedio casero fue realmente puesto a prueba en el laboratorio, cuando el notable químico francés Louis Pasteur demostró que la cebolla era antibacteriana.
Las cebollas son efectivas en contra de varias bacterias peligrosas incluyendo la mortal E-coli y la salmonella. Las cebollas también poseen un fuerte antibiótico que mata una variedad de bacterias responsables de enfermedades que van desde la diarrea hasta la tuberculosis. Científicos rusos dicen que de las más de 150 plantas que estudiaron, las cebollas y los ajos eran las que contenían más ingredientes antibacteriales. Informaron que masticar una cebolla cruda por cerca de cinco minutos, esterilizaba completamente la boca y la garganta protegiendo al individuo contra enfermedades causantes de virus y gérmenes.
Las cebollas aparentemente bloquean los virus que causan los resfriados. Si usted se come una, el masticarla le ayudará a recobrarse más rápidamente porque los vapores y químicos en la cebolla actúan como expectorante natural. Las cebollas, los ajos, los ajíes picantes y otras comidas picantes, estimulan el cuerpo a producir más fluidos, los cuales a cambio aflojan las mucosidades y hacen que el resfriado se alivie más rápidamente.
El puerro
El puerro también se halla mencionado en el libro de Números. Y dice la Escritura: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” (Nm. 11:5, 6). El puerro es una versión dulce de la cebolla. Cocido es extremadamente versátil cuando se usa con otros platos. Tiene un favor más delicado que el ajo o la cebolla y forma la base de muchos platos tradicionales que se originaron en Israel antiguo y los territorios vecinos.
Un plato favorito en los tiempos bíblicos y que todavía es popular en los países del Medio Oriente hoy, era un cocimiento hecho con el bulbo blanco de los puerros, arroz o granos similares, nueces trituradas y endulzado con miel. En un libro en inglés A fountain of gardens, la autora Wilma Paterson escribe: «Es apenas sorprendente que los hebreos añoraran estos tres miembros de la familia de los lirios, puerros, cebollas y ajos, como alimentos importantes en su dieta, tal como son ahora. Los puerros eran bien conocidos en el antiguo Egipto y eran apreciados no sólo como alimento, sino para uso medicinal, los empleaban para tratar quemaduras».
Plinio, el escritor del primer siglo de la era cristiana, describe cómo el emperador Nerón comía puerros. Los puerros en cantidad eran prescritos para la infertilidad en las mujeres y se han usado por tradición, externa e internamente para una variedad de condiciones. El caldo de puerros se prescribe no sólo para la obesidad, sino para problemas en los riñones, desórdenes intestinales y resfriados.
Trigo
Dice Jeremías 41:8: “...tenemos en el campo tesoros de trigos y cebadas y aceites y miel...” Para los pueblos de la Biblia, el trigo era uno de los grandes tesoros como alimento, tal como lo es hoy alrededor del mundo. En ese tiempo, el trigo, o cualquier producto derivado del trigo, era más valioso que algo simplemente para comer. El trigo podía representar la diferencia entre la vida y la muerte debido a su valor nutricional y a la protección que ofrecía contra una hueste de enfermedades incapacitantes y a menudo mortales.
El trigo verdaderamente era “el báculo de la vida”. Debido a que era una parte importante en la supervivencia diaria se convirtió en un símbolo religioso tanto para judíos como para cristianos. Una cosecha abundante era una bendición de Dios, no sorprende entonces que se considerara a las hambrunas periódicas como señal de su enojo.
Por lo tanto, no sorprende que las personas de esos tiempos esperaran comer algún plato con granos en cada comida, incluso aunque fuera sólo un pedazo de pan remojado con miel. Las personas de los tiempos bíblicos comían sus granos hervidos y secos, remojados y tostados, y en ocasiones hasta los comían verdes, acabados de arrancar de la planta. Los molían, los ponían a secar, los trituraban y horneaban en cacerolas, los hacían cocido con leche y endulzados con miel, sopas, ensaladas y postres, tales como los budines y flanes.
Estaba por ejemplo, el famoso pan de Ezequiel, el cual contenía casi todos los granos disponibles en ese tiempo: “Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos...” (Ez. 4:9a). Además, los eruditos bíblicos dicen que el pan de Ezequiel era un alimento para sobrevivir durante los días duros de la conquista de Babilonia. Los israelitas tenían que depositar su fe en este alimento hecho de diversos granos para mantener su buena salud y seguir luchando.
Hipócrates, quien vivió cuando se desarrollaron muchos de los eventos históricos de la Biblia, registró mucha información recogida de sus vecinos hebreos cuando recomendó el pan de trigo entero como un laxante superior. Mucho del trigo que comían los israelitas era de hecho el trigo con la cáscara, en donde se encuentra toda la fibra. Está ahora bien establecido, cuán crítica es la fibra para una digestión saludable y una función eficiente de los intestinos. El trigo con cáscara contiene también vitamina B y proteína. He aquí algunos de los beneficios que se recibe con una onza de trigo tostado con cáscara:
Calorías 60
Fibra 12 g
Grasa 1 g
Potasio 410 g
Carbohidratos 18 g
Proteína 5 g
El germen de trigo es considerado excelente por su valor nutritivo. Un cuarto de taza contiene cinco gramos de fibra, al igual que vitamina B, hierro, magnesio y zinc. También es rico en cromo, manganeso y vitamina E. El trigo entero con cáscara contiene el triple de fibra que se encuentra en el pan blanco y es mucho más rico en magnesio y vitamina B.
El alto contenido de fibra en el salvado, la cáscara de trigo, es una de las fuentes más ricas conocidas para la dieta. Nada se compara al valor de esta fibra para hacer que los deshechos sean expulsados regularmente de nuestro cuerpo. La fibra de trigo es nuestra mejor protección y cura para el estreñimiento. Previene las infecciones intestinales, hemorroides, venas varicosas, mientras mejora las funciones intestinales. El trigo también resguarda contra el cáncer del colon. Los doctores enfatizan que cualquier cosa que podamos hacer para minimizar los problemas digestivos y del intestino, reducen profundamente el riesgo de que se desarrolle el fatal cáncer del colon.
Recientemente, un grupo de investigadores en una clínica nutricional en Inglaterra se dispuso a comparar la efectividad de varias fibras vegetales en nuestra dieta. A los voluntarios se les dio salvado, cáscara de trigo, zanahorias, repollo y manzanas. La conclusión fue que mientras todos los vegetales eran benéficos, ninguno se aproxima a la efectividad del salvado. Expertos informan que en otras partes del mundo hoy, en donde las personas consumen más fibra que en Estados Unidos, los desórdenes en el colon y los intestinos son muy raros. Eso mismo era cierto en las tierras bíblicas en donde las dietas ricas en fibra eran cosa común.
Sólo se requieren tres cuartos de una taza de salvado al día para aumentar el tamaño de las deposiciones, lo cual es importante para evitar el estreñimiento y otros problemas del colon. Para recibir esa misma cantidad de fibra de otros alimentos, sería necesario comerse catorce rebanadas de pan de trigo entero, cuatro y media tazas de zanahorias cocidas, cinco tazas de repollo cocido u once manzanas.
Pero la cura para el estreñimiento es sólo la primera de los muchos beneficios para la salud que ofrece el trigo. La mayoría de los investigadores están convencidos, que entre más cereales comemos, menos riesgo tenemos de sufrir cáncer de los intestinos y del recto.
Según un estudio documentado por la Fundación Americana de la Salud y realizado entre granjeros en Finlandia, cuya dieta normal es alta en grasa debido a los productos lácteos, la tasa de cáncer en el colon se redujo, cuando debía haber ascendido. Los investigadores concluyeron que la razón se debía a que estos hombres comían grandes cantidades de trigo y de salvado, confirmando la creencia que el alto contenido de fibra en la dieta, de alguna forma bloqueaba la formación de los cánceres que son a menudo un resultado del alto consumo de grasa.
Esto es lo que ocurre aparentemente: El proceso digestivo normal produce ácidos de bilis que pueden estimular el crecimiento del cáncer. También se sabe que los cancerígenos que se encuentran en el ambiente se están moviendo constantemente en nuestro cuerpo. Estos cancerígenos, a menudo los rastros de pesticidas que quedan en las frutas son prácticamente inevitables en la vida moderna.
Lo que podemos hacer es cambiar la dieta para ayudar a nuestro cuerpo a que elimine estas sustancias peligrosas tan rápidamente como sea posible, antes de que comiencen a hacernos daño. Comer buenas cantidades de fibra, particularmente salvado, aumenta el tamaño de las deposiciones. Este movimiento rápido a lo largo del colon, recolectando químicos no deseados y expulsándolos rápidamente mejora las posibilidades de evitar el cáncer.
Docenas de estudio realizados alrededor del mundo ahora, han confirmado que los productos derivados del trigo y de otros alimentos ricos en fibra, significan menos incidencia de cáncer en el colon.