Ahora, que aun hay tiempo - Esperanza para los que se han quedado atras
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La sorpresa del Rapto
Santiago era un hombre de sólo 34 años de edad, su esposa Miriam y dos hijos de 7 y 5 años respectivamente. Esta parejita de pequeñuelos eran las flores que embellecían ese hogar, que visto desde afuera era un jardín bien cuidado.
Era una familia cristiana que cada domingo por la mañana asistía a la Escuela Dominical y al servicio de predicación de la Palabra de Dios. Miriam era una mujer de mucha oración, consagrada totalmente al Señor. Nunca dejaba de enseñarles a sus hijos lo relacionado con la vida espiritual, la salvación por la fe en Cristo y la eternidad con él para todos los fieles. Esta dedicación a los hijos pronto surtió buenos resultados, pues ambos acababan de hacer profesión de fe y fueron añadidos a la Iglesia hacía apenas una semana.
Santiago era otro tipo de persona, concurría al templo más que nada para complacer a su esposa, era miembro de la iglesia, pero su fe era un tanto intelectual. No obstante, trataba de llevarse bien con Miriam y prácticamente nadie en la congregación conocía su verdadero estado espiritual, ya que por su apariencia y participación rutinaria en algunas actividades, hacía presumir que era un cristiano fiel. Como tantos otros, Santiago no asistía a los servicios vespertinos de la iglesia, aunque su esposa no dejaba de decirle que el domingo debía ser íntegramente consagrado a Dios y que es bueno siempre concluir el día del Señor en el templo con los hermanos, cooperando para que otros más puedan conocerle.
Santiago tenía un cuadro favorito de fútbol, y por nada perdía el partido. Miriam solía dejarlo solo, “con su partido”, cuando lograba que alguien la recogiera con sus niños, ya que no sabía conducir. Esta situación en el hogar la consumía, la torturaba. Más aún, Santiago había decidido no colaborar ni con diezmos ni ofrendas a la iglesia.
—Dios no necesita de nuestro dinero —decía:
Miriam sabía que cuando Santiago ordenaba o declaraba algo, lo mejor era callar.
Tal era su carácter que antes que Miriam terminara de hablar, sus argumentos eran refutados.
—¿Por qué no nos arrodillamos y pedimos que el Señor nos ayude a servirle y vivir más cerca de él? ¿No te parece Santiago que él viene muy pronto? —decía Miriam.
Estas preguntas y propuestas nunca eran contestadas, Santiago enmudecía... Miriam sabía que no convenía decir más nada, porque su interlocutor levantaría el volumen de su voz y en tal caso mejor era no conjeturar.
Muchas veces esta esposa y madre solía orar largamente por Santiago. A veces lo hacia en el dormitorio de los chicos junto con ellos, cada uno elevaba su plegaria al Señor por él.
El pastor visitaba con frecuencia a la familia, pero sucedía que en conversación, Santiago era una “excelente persona hasta parecía espiritual y deseoso de que la iglesia siguiera sin tropiezo su labor, nunca contradecía al pastor, lo escuchaba atentamente y prometía lo mejor. No había caso con Santiago, hasta que…
Un día…
Miriam había regresado del culto vespertino con los niños, los trajo otra familia. Santiago estaba atento a la pantalla de su televisor, su equipo favorito fue rotundamente derrotado. Su esposa le dijo que la reunión había sido muy bendecida, que llegaron muchos visitantes y hubo varias profesiones de fe. Malhumorado Santiago, no arrepentido, se fue y se acostó. Hacía dos semanas que el pastor había predicado sobre el rapto de la Iglesia con gran énfasis. En cuanto a su propia salvación, Santiago tambaleaba entre dos pensamientos. En determinado momento se sentía salvo, luego nuevamente dudaba de ello.
Santiago se levantó por la mañana como de costumbre. Era un lunes, su esposa que generalmente se levantaba momentos después no estaba en la cama, y aunque el reloj marcaba las 7:00 A.M., le pareció que estaba demasiado oscuro para esa hora.
Notó que el día parecía un tanto extraño, mas no podía hallar la verdadera causa de sus deducciones matutinas. Los muebles en la sala estaban todos en su lugar, pero... ¿dónde se había metido Miriam? Esto empezó a preocuparle. Comenzó a llamarla, pero nadie respondía. Abrió cuidadosamente la puerta del dormitorio de los chicos para no despertarlos, pero no halló en la habitación a una sola persona. Nunca había sucedido algo similar, pues Miriam era una mujer tímida, jamás se animaría a salir de noche o tan temprano sola con los chicos.
De pronto, como un flechazo, una idea increíble atravesó su corazón. “¡Miriam y los chicos sin duda partieron con el Señor en un Rapto inesperado!” Santiago conocía bien la doctrina del arrebatamiento de los creyentes. Una serie de textos y declaraciones bíblicas escuchadas tantas veces desde el púlpito le vinieron a la mente. Por ejemplo sonaron estas:
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día de Señor vendrá así como ladrón en la noche.
1 Tesalonicenses 5:2
Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
Mateo 24:44
Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche.
2 Pedro 3:10
Entonces estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro será dejado.
Mateo 24:40
A esta altura Santiago se detuvo estupefacto, ¡es que en su caso el cumplimiento era demasiado literal! En un sencillo y rápido análisis notó que con demasiada frecuencia se mencionaba “la noche’ en relación con la venida del Señor. A esta altura Santiago se fijó nuevamente en la hora y vio que el reloj marcaba las 9:00 A.M. ¡ Debía estar ya en su trabajo, pero aún no había desayunado y estaba desconcertado! El teléfono no había sonado. No sabía qué hacer, a dónde ir, a quién llamar, con quién hablar, qué decir
Optó por caminar unas cuadras para sondear si algo extraño sucedía con otra gente o si era acaso un suceso limitado a su familia. A dos cuadras de distancia, en la esquina del banco, encontró a dos simpáticas señoritas, como siempre, con algunas revistas tales como “Atalaya” y “Despertad”, eran Testigos de Jehová y continuaban en su puesto. No les habló, pero tampoco se consolaba, sabía que no era extraño que personas que no creían en las doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento se hubieran quedado. A media cuadra notó que dos muchachos jóvenes con un portafolio estaban llamando a la puerta, pero tampoco éstos en su concepto eran cristianos. Los automóviles circulaban por las calles, aunque se notaba una pronunciada merma, pero al mismo tiempo un nerviosismo exagerado parecía dominar la situación y el ambiente en general. Ya regresando a su hogar se encontró con varias personas de distintas edades que también caminaban como asustadas, perdidas y sin rumbo fijo.
¡Por fin una idea!
Entró en la sala y le pareció oportuno telefonear al pastor. Era lunes y el pastor debía tener libre ese día, dedicado a su familia y al descanso, pero se trataba de un hombre muy consagrado. Santiago lo sabía muy bien, era capaz de acudir a una llamada de emergencia a cualquier hora, día y noche. Con temor y temblando ya, marcó el número... Se oía que el timbre sonaba. ¡Nadie atendía, pero Santiago insistía, por fin alguien levantó el auricular!
—¿Puedo hablar con el pastor? —dijo tímidamente Santiago.
—Un momento —era la voz del hijo del pastor, un muchacho de 21 años, rebelde, quien solía burlarse de todo cuanto tenía que ver con la vida espiritual y la fe cristiana Antes de que el joven volviera al teléfono, Santiago había adivinado lo sucedido.
—¡Hola! No sé dónde estará mi papá, nadie está en casa, tampoco me dejaron una nota como de costumbre... Hasta luego —dijo.
Santiago comenzó a temblar. No le cabía la menor duda de que el Señor había levantado a su Iglesia.
¿Qué hacer? Santiago sabía que Dios había cumplido su promesa, y que ahora su ira se derramaría sobre la humanidad. Los hombres tendrían que rendirle cuentas a Dios y entre todos a él también le tocaba.
Tomó el control remoto, encendió su receptor de televisión y sintonizó una cadena que propagaba noticias las 24 horas. Justamente acababan de presentar un “video clip’ y en la pantalla se veía la orquesta y a un artista de moda cantando mientras se agitaba al compás de la música y poco a poco se extinguían los últimos compases de una melodía ruidosa. Luego el presentador dijo con voz agitada:
“He aquí un resumen de las noticias más recientes: La policía ha recibido miles de llamadas telefónicas esta mañana, dando cuenta de una misteriosa desaparición de niños, jóvenes y adultos, en todas partes y de todas clases sociales e intelectuales. Por otra parte, hay una tremenda congestión de vehículos en todas las carreteras bloqueando el tráfico. Se han escrito ya miles de boletas de multas y los servicios de auxilio han retirado grandes cantidades de vehículos de todos los tamaños para despejar el tráfico. Las calles en todas las ciudades también están bloqueadas, pareciera que un ataque cardiaco se adueñó de todos estos conductores al mismo tiempo.
Pero lo más extraño es que hasta el momento no se ha podido dar con un solo conductor. En varios casos algunos acompañantes fueron hallados atemorizados en el interior de los vehículos, pero sin dar ninguna explicación de lo sucedido con la persona o personas desaparecidas. Nuestros servicios noticiosos indican que han ocurrido desapariciones similares en todo el mundo. El Vaticano, mientras tanto acaba de expedir un comunicado diciendo textualmente: ‘Para los fieles en todo el mundo: Rogamos a la grey no alarmarse por el aparente evento que acaba de estremecer al mundo con repercusiones desesperantes Acabamos asimismo de recibir otro despacho similar de otro renombrado centro cristiano empeñando en ‘unir a todos los credos en una única iglesia mundial única’. Las autoridades rusas y de otros países comunistas indican que miles de prisioneros, especialmente quienes cumplían largas condenas de trabajos forzados, han desaparecido misteriosamente. Los informes coinciden en un denominador común. Todos los desaparecidos eran de una sólida fe cristiana, permaneciendo fieles a sus principios aun en las condiciones más adversas.
En los regimientos militares ocurrió lo mismo. Soldados y oficiales desaparecieron en forma extraña. Todos ellos tenían algo en común, eran cristianos y solían leer su Nuevo Testamento de bolsillo, además de congregarse en los momentos libres para sus estudios bíblicos y para la oración.
Se ha tratado de hacer contacto con los pastores de distintas iglesias de la cuidad, y si bien varios atendieron el teléfono, muchos otros no contestan y se ignora su paradero."
Y así, Santiago continuaba escuchando este extraño boletín y viendo desfilar en la pantalla esas escenas en la: advertía la confusión que reinaba en algunos lugares, en las autopistas y en sitios públicos. El presentador continuó:
"Las opiniones en cuanto a lo sucedido varían mucho, desde una combinación secreta para una’ sublevación en masaya nivel mundial, hasta la posibilidad de que se haya producido lo que comúnmente numerosos cristianos denominaban el rapto de la Iglesia o de los fieles, lo que de ser así indicaría que los desaparecidos están con Jesucristo en el cielo…"
Así concluyeron las noticias y comenzaron a aparecer unos comerciales en la pantalla.
Lo que había visto y escuchado Santiago lo estremecía de pies a cabeza. Ya no se trataba de hallar a Miriam y a sus queridos hijos. ¿Echarle la culpa a alguien? Sinceramente reconocía que no había a quién culpar de su negligencia, salvo a sí mismo. Ahora sí recuerda cuántos preavisos le había concedido Dios. El Señor había anticipado que antes de su venida habrían guerras, rumores de guerra, terremotos, hambre, pestilencias, aumento de la ciencia, desobediencia de los hijos hacia los padres, falta de amor y ausencia de fe.
¡El había tenido conocimiento del cumplimiento de estas señales a través de la radio, televisión, diarios y toda clase de publicaciones! Sin embargo, Santiago, aunque consciente del cumplimiento de las señales del fin, no velaba, viviendo al margen de la salvación aunque se llamaba cristiano e iba a la iglesia. ¿Y ahora qué? Era lo suficiente versado en las
Escrituras como para recordar las palabras del Señor cuando dijo:
Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir pero la muerte huirá de ellos.
Apocalipsis 9:6¡
Estos días se aproximaban según los cálculos de Santiago! Ahora daría cualquier cosa, lo daría todo para que Dios le concediera una sola oportunidad más.
En su imaginación veía el rostro angustiado de su esposa, que tantas veces le hablara acerca de la vida espiritual, haciéndole ver que ese cristianismo profesional era peligroso, que esa fe mental era en realidad la misma fe que tienen también los demonios (Santiago 2:19). Miriam siempre hablaba y anhelaba esa vida rendida a los pies de Cristo. Santiago se mordía los labios y se golpeaba el pecho, pero de nada valía ya el arrepentimiento o las decisiones que pudiera toman Notó, al mirar por la ventana, que la gente literalmente corría sin sentido por las calles.
Recordó entonces un sermón de su pastor cuando decía que con la desaparición de la Iglesia, el mal inmediatamente tomaría fuerzas y se haría sentir, no teniendo ya el diablo a su rival el Espíritu Santo. ¡Nuevamente se estremeció!
Tomó el diario
Una mirada rápida al diario le permitió notar que no había mención alguna de lo ocurrido, de lo que dedujo que él hecho tuvo lugar presumiblemente después de la media noche.
—¡Cuántos fuimos sorprendidos! —no cesaba de repetir. Nuevamente vinieron a su mente varios pasajes bíblicos:
El reino de Dios no vendrá con advertencia…
Lucas 17:20
Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
Lucas 17:26-30
Santiago comenzó a meditar, recordando que el diluvio fue una sorpresa desesperante para todos, excepto para Noé y los que estaban con él.
—¿Cuántas veces leí y escuché que Cristo ofrece mejor seguridad que esa arca construida por Noé, y que el castigo venidero sería peor que el diluvio? —se dijo.
También recordó aquella otra mañana cuando el sol debió reflejar por última vez sus rayos sobre las pecaminosas ciudades de Sodoma y Gomorra. Deducía que esa lejana mañana debía parecerse mucho a este trágico lunes.
Otro detalle que saltó a la vista de Santiago en este pasaje, es que la Biblia hace mucho hincapié en que la vida seguiría su curso más o menos normal, al ritmo acostumbrado, hecho que haría aún más sorpresiva la desaparición de tanta gente. Muchos edificios en la ciudad, efectivamente estaban a medio hacer, no obstante los negocios abrirían sus puertas y la gente acudiría a hacer sus compras sin advertirse del cambio tan grande ocurrido en la rutina de la vida. Los diarios anunciarían compras, ventas grandes y hasta fabulosos descuentos. La sección “Sociales” luciría con fotografías de nuevas bodas, reuniones sociales, desfiles de modas, etcétera.
—¿Por qué razón entonces debía sospechar en una alteración tan drástica? ¿Y por qué no? —se preguntaba Santiago.
Al día siguiente Santiago decidió presentarse al trabajo. Estaba desorientado. Sus compañeros, lo mismo que su jefe, sabían que era un hombre un tanto religioso. Y como en otros lugares, también en su trabajo algunos obreros ejemplares no se presentaron sin comunicar la razón; así que Santiago también era dado por “desaparecido”. Sus compañeros conjeturaban que ya estaba recorriendo “las calles de oro”, contemplando “ese río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios.... [y al] árbol de la vida ... donde no había más maldición” (Apocalipsis 22). ¡Pero Santiago aparecía pálido y confundido ante sus compañeros de trabajo!
—¿Y tú qué haces aquí? —fue lo primero que escuchó al unísono procedente de un coro compuesto de una docena de obreros rudos y groseros.
Santiago no sabía qué decir, su rostro cambiaba de color a cada rato, avergonzado no sabía dónde meter su cabeza. No contestó palabra. Le acusaron de hipócrita y reprobado y acto seguido todos lanzaron carcajadas que Santiago le hizo pensar en un festín de los demonios en el infierno.
Le interesaba especialmente el paradero de Luis, se trataba de un hombre al cual admiraba, miembro activo de otra iglesia de la ciudad, pero que no escatimaba esfuerzos para hablarle a otros acerca del Señor.
Tenía por costumbre dar gracias por los alimentos a la vista de los demás, y poco caso hacía de las pesadas bromas que le propinaban tirando inclusive tierra en plato mientras comía. Santiago se enteró que Luis y algunos otros no habían hecho acto de presencia y que nadie sabía dónde estaban. Santiago no trabajó ese día, lo mismo que los demás. Algunos prefirieron callar, otros repartieron varios chistes groseros mezclados con insultos y todos se retiraron del lugar. Ese día Santiago no comió nada. Volvió a levantarse al día siguiente, y…
Nuevamente se puso a hojear el diario.
Tomando el rotativo matutino, leyó noticias como estas:
“El hospital de la zona informa la desaparición de todos los niños recién nacidos —algo similar ocurrió en el Hospital de Niños de las afueras de la ciudad—, quedó prácticamente sin pacientes. En otros hospitales, también se reportaron desapariciones misteriosas, incluso de enfermos graves en cuidados intensivos.
El Departamento de Policía informa que no atenderá más llamadas telefónicas e instaló un sistema que contestará y grabará todas las llamadas. Tranquilícese y continúe con sus labores.
También han desaparecido varios oficiales en el Departamento de Policía, hallándose algunos de sus automóviles estacionados en distintos puntos de la cuidad, aún con el motor en marcha…
El Centro Nudista, no lejos del puerto, es hasta el momento uno de los pocos lugares que no ha reportado pérdida, y por lo tanto anima a la población a concurrir a un festival nunca visto, donde no habrá límites para las orgías”.
El diario en las manos de Santiago temblaba como una hoja movida por el viento, su corazón palpitaba cada vez más rápido y su frente transpiraba.
Leyendo otras columnas en el mismo diario notó que en otros lugares del mundo se informaba que el mismo suceso había acaecido en horas del día y no por la noche. Pronto halló la explicación, el hecho evidentemente había sucedido simultáneamente en todo el mundo, pero la diferencia de horas entre los continentes hacía que no en todas partes fuese de noche.
Pensó Santiago: —¡Cuán preciso fue Jesús al respecto!
Recordó nuevamente sus palabras:
Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
Lucas 17:34-36
En su caso personal, dos estaban en una cama, y su esposa había desaparecido, mientras que él fue dejado. En otros lugares del mundo sucedió lo mismo mientras dos personas trabajaban operando una máquina o compartiendo el mismo asiento, caminando juntas o conversando Jesús nunca dijo algo que luego necesitase enmienda. ¡Qué no daría Santiago por retroceder el reloj de Dios! Ahora ya no sería más indiferente, sino un ferviente hijo de Dios.