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El bautismo según el Nuevo Testamento

El bautismo según el Nuevo Testamento

       La llamada «Gran Comisión» en Mateo 28:16-20, incluye el bautismo de todos aquellos que lleguen a ser discípulos de Cristo.  

Jesús al enviar a los suyos a predicar el evangelio les dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.  Amén” (Mt. 28:19, 20).  Esta comisión dada por Jesús incluye tres partes:

1.  “Hacer discípulos a todas las naciones”.  Esto significa que el evangelio no debe limitarse a cierto pueblo, nación o raza.

2.          Bautizar a los discípulos “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.  La Biblia no dice cuánto tiempo hay que esperar entre el discipulado y el bautismo.  La persona que oye el Evangelio, se arrepiente de sus pecados, recibe a Jesucristo por Salvador y llega a ser discípulo de Él, en ese momento debería ser bautizada.

Sin embargo, pastores y líderes cristianos de muchas iglesias prefieren esperar un poco, de manera que quien recibe a Jesucristo por Señor y Salvador tiene la oportunidad de aprender algunas cosas básicas para su nueva vida.  Por eso generalmente en la iglesia, los nuevos hermanos no son bautizados en el mismo día en que reciben a Jesús por Salvador, aunque como ya mencionamos no hay regla alguna al respecto.
3.  “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.  La enseñanza debe venir después y no antes del bautismo si se quiere seguir estrictamente el esquema bíblico.  De manera que si ya recibió a Jesucristo por Salvador, ahora está en condiciones de ser bautizado, pero recuerde que esa es su decisión.

Será usted quien deberá solicitar el bautismo.  Nadie sabe eso mejor que la misma persona, si ha llegado el momento para que se identifique plenamente con el Salvador y acepte la inmersión en la bendita Trinidad como lo expresó el Señor en la gran comisión.  Es deber de la iglesia, especialmente del Pastor, bautizar a todos aquellos que habiendo oído el evangelio recibieron a Jesús por Señor y Salvador.  Mientras tanto su obligación como recién nacido de nuevo es solicitar dicho bautismo y no postergarlo indefinidamente.

Cuando recibe el bautismo, llega a ser parte en plena comunión de la iglesia local, pero usted comienza a pertenecer a la Iglesia de Cristo en el momento mismo de recibirlo por Salvador, aunque eso no le hace miembro de la iglesia donde concurre hasta tanto no es aceptado por ésta en su seno y consecuentemente bautizado.

Si quiere leer otros pasajes relacionados con el bautismo, cómo y por qué, por inmersión y no por aspersión, su significado simbólico, etc., lea los siguientes pasajes (Hch. 2:37-42; 8:36-40; 9:18; 16:27-33; Ro. 6:1-4).  Sobre todo, es necesario recordar que hasta nuestro Señor se sometió al bautismo.  Aunque el bautismo esté directamente relacionado con el pecado y el Señor no tuvo pecado, lo recibió para así cumplir con toda justicia (Mt. 3:13-17).

Si lee con cuidado las citas indicadas, notará que para bautizarse generalmente era necesario descender al agua y subir del agua, o como dice también: “Juan bautizaba también en Enón… porque había allí muchas aguas…” (Jn. 3:23).

No cabe duda que el bautismo bíblico corresponde únicamente a personas arrepentidas de sus pecados, que han recibido a Jesucristo por Salvador, y que siempre es por inmersión ya que la palabra «bautizar» significa «sumergir», además es símbolo de sepultura y resurrección.

Ahora vamos a plantear algunas preguntas y trataremos de contestarlas:

¿Para quién es el bautismo?  Tal vez sería mejor comenzar a encarar este punto en forma negativa, es decir formulando la pregunta al revés.

¿Para quién NO es el bautismo?

Y la primera respuesta es… el bautismo NO es para niños.  No hay un solo pasaje bíblico que insinúe siquiera la práctica del bautismo infantil.  No quiere decir que la Biblia ignore por completo a los niños, al contrario, con mucha frecuencia se hace referencia a la niñez, pero nunca con relación al bautismo.  Por ejemplo aun en el Antiguo Testamento se insiste en que los padres instruyan a sus niños en la Ley de Dios, que les hagan conocer su Palabra, que los disciplinen de tal manera que cuando ellos crezcan lleguen a ser de Cristo y sean salvos.  Se nos dice además que algunos niños fueron presentados a Jesús para que pusiese las manos sobre ellos y también añade que, tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos los bendecía (Lc. 18:15; Mt. 19:13-15; Mr. 10:16).

Pero ni Juan el Bautista, ni el mismo Señor, ni sus discípulos, ni la iglesia primitiva jamás practicaron ni conocieron el bautismo infantil.  Cuando se introdujo esta práctica, la iglesia se encontraba en una decadencia sin precedentes, pues muchos cristianos lo eran por orden imperial, no por nacimiento espiritual.  El verdadero cristianismo había sido sustituido por órdenes imperiales y no pocos religiosos adoptaron pronto el sistema.

¿Por qué el bautismo NO es para niños?

Al entrar en esta fase estamos obligados a tratar su significado según el Nuevo Testamento.  Aún antes de que Jesús comenzara Su ministerio público, Juan el Bautista bautizaba en el río Jordán.  Su bautismo era como una demostración de arrepentimiento y como una condición para el perdón por fe en Cristo.  Vemos pues lo que Juan exigía a sus bautizados: “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.  Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras!  ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?  Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:5-8).

Juan reprochó duramente a estos dos grupos, fariseos y saduceos aparentemente muy religiosos, pero sin la condición que el bautismo requería, “frutos de arrepentimiento”.  Ellos eran conscientes de pecado, pero no daban pruebas de que se habían arrepentido.  Lo que en realidad dijo Juan es: «Qué piensan ustedes que les ayudará el bautismo».  Estaba dispuesto a bautizarlos, pero con una condición: que previamente hubiera “frutos de arrepentimiento”, prueba de arrepentimiento en ellos.

Todo el Nuevo Testamento exige este requisito de los candidatos al bautismo.  ¿Acaso no es cierto que un niño peca a cada instante, a cada paso hace cosas y dice palabras de las cuales debe arrepentirse?  Por ejemplo, miente, roba, pronuncia expresiones indecentes, suele faltarle el respeto a personas mayores, pelea con sus amiguitos, deso-bedece a los padres y hace muchas otras cosas.  Si el bautismo pudiera quitarle todas estas mañas, bien podríamos bautizarlos. Todas las cosas enumeradas están calificadas en la Biblia como pecaminosas, pero sabemos al mismo tiempo que el bautismo no los va a cambiar, porque es para gente ya cambiada.  De modo que la responsabilidad, mientras tanto es de los padres.  Son ellos quienes deben presentarlos diariamente delante del Señor en oración.

No seamos engañados, el bautismo no tiene poder mágico alguno, desde que fue instituido y practicado por los cristianos, su significado no ha sido alterado por Dios.  Los hombres le han atribuido otras cosas, pero la Biblia no sugiere tales cambios.  El niño no puede ser bautizado desde el punto de vista escritural porque no puede entender lo del arrepentimiento y la fe en Cristo.  Mucho menos un bebé, aunque los padres pretendan responder por su pequeñuelo recién nacido.  Nunca hicieron esto los cristianos de la iglesia primitiva.

No hay argumento valedero alguno que podamos ofrecer comparando con lo que las mismas Escrituras enseñan.  He aquí algunos pasajes sobre el bautismo:

•   “Y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” (Mt. 3:6).
•   “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).
•   “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Mr. 16:16).
•   “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hch. 2:41).
•   “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?  Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes...” (Hch. 8:36, 37a).
   “Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hch. 16:29-33).

Todos estos y muchos otros pasajes que no mencionamos por falta de espacio recalcan lo mismo, por ejemplo:

*   Eran bautizados confesando sus pecados.
*   Haced discípulos bautizándolos.
*   El que creyere y fuere bautizado.
*   Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados.
*   ¿Qué impide que yo sea bautizado?
*   Si crees de todo corazón, bien puedes.
*   Y le hablaron la palabra del Señor y enseguida se bautizó él con todos los suyos.

Fácilmente se puede notar que los requisitos que preceden al bautismo, ningún niño de corta edad o bebé puede satisfacer.  Es decir, oír la Palabra o el Evangelio de la Salvación, luego aceptarlo como proveniente de Dios.  Arrepentirse de sus pecados a la luz de esa palabra y así ser bautizado por ser hecho hijo de Dios por la fe, no por el bautismo.

Ahora bien, no encontramos un solo pasaje donde se nos dice por ejemplo que eran bautizados niños, sino que específicamente se habla del bautismo de hombres y mujeres.  “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hch. 8:12).

¿Por qué no dice Lucas por ejemplo, «hombres, mujeres y niños»?  ¿Cómo es que ningún escritor sagrado los menciona con relación al bautismo?  La respuesta es clara, el bautismo infantil no es cristiano, es un sistema completamente al margen de las Escrituras.  Y es uno de los errores que produjo el oscurantismo.

En el caso del carcelero de Filipos, y luego el caso de Crispo, se nos dice del bautismo de toda la familia, es decir que todos ya estaban en la edad que podían oír y entender la Palabra.  “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hch. 18:8).

Todos estos pasajes bíblicos nos enseñan que ni los inconversos ni los niños tienen acceso al bautismo cristiano.  Porque el bautismo del Nuevo Testamento es para cristianos, no para hacer cristianos.
¿Cuál es la fórmula bautismal?  Es notable que siempre las cosas más sencillas, las menos complicadas son las que adoptamos con mayor facilidad.  Esto precisamente ocurrió en cuanto a la fórmula bautismal.  En primer lugar, antes de hablar de la fórmula bautismal, debemos aclarar el significado de la palabra «bautismo».

Originalmente la palabra se escribe «baptizo», ésta se usa en la versión común de las Escrituras en el griego, de modo que no se tradujo a nuestro idioma sino que, se la ha españolizado, por cuanto el significado de baptizo es «sumergir, zambullir, meter debajo del agua».  Si se la hubiera traducido, diría por ejemplo así: «El que creyere y fuere sumergido será salvo» (Mr. 16:16).  No hay manera alguna de acomodar a la fe cristiana, ni el bautismo infantil, ni el bautismo por aspersión.

Muchos, no solo católicos sino aún cristianos, aceptan hoy la aspersión sin reparo alguno, alegando que después de todo es un símbolo y que como tal no es importante la forma cómo se practique.  Si no fuera importante, los primeros en adoptar esta forma fácil habrían sido los apóstoles, ya que ellos se vieron en la complicada situación y obligación de bautizar a miles por día.  Y eran relativamente pocos los que podían administrar el bautismo.

Pero por más que busquemos justificar escrituralmente la aspersión, no podremos hacerlo jamás.  La Biblia nos enseña que eran sumergidos aquellos que eran bautizados.  Algunas personas han visto la supuesta escena de Juan el Bautista en el Jordán, bautizando al Señor Jesús.  En ella vemos al Señor entrando en el agua hasta la cintura, permaneciendo de pie, mientras Juan levanta un pequeño recipiente con agua y lo echa sobre su cabeza.  Si usted no conoce su Biblia, pero sí conoce las pinturas que pretenden ilustrar el bautismo, no es de extrañar que esté confundido.

El bautismo por aspersión apareció por primera vez en el tercer siglo de nuestra era.  Fue practicado ocasionalmente y no fue hasta el siglo cuarto cuando claramente se adoptaron, por un lado el bautismo por inmersión y por el otro el de aspersión.  El bautismo y su forma no eran tema de discusión simplemente por su significado etimológico y su función simbólica en todo el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, la iglesia anglicana adoptó la aspersión en 1644.  Un año antes fue decidido por el voto de su jerarquía, y la votación fue de 25 a 24, en favor de la aspersión.  Antes de esta fecha su forma era clara en base al significado etimológico de la palabra en su original.  Para quienes desconfíen del griego, debería bastarles con el propio sentido de la misma palabra «bautizar», ya que la Escritura declara cómo eran sumergidos los creyentes: “Y Jesús, después que fue bautizado, SUBIÓ luego del agua…” (Mt. 3:16).  Claramente se desprende que para subir del agua, Jesús primeramente bajó al agua, pues de otra manera no habría sido posible para Juan sumergir al Señor.

Y si queremos practicar el bautismo instituido por nuestro Señor, aquí lo tenemos, ya que fue a este y no a ningún otro al que se sometió nuestro Señor: “Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados” (Jn. 3:23).  El hecho de que Juan haya escogido Enón junto a Salim para bautizar tiene como causa la cantidad o profundidad del agua.  De lo que claramente vemos que el bautismo entonces, era igual al que hoy practican muchas iglesias fundamentales evangélicas.

Esto no significa que todos los que creen en el bautismo por inmersión y se someten a él, son realmente evangélicos y por lo tanto salvos.  Hay muchas otras cosas que los creyentes deben conocer además de aceptar la salvación por la gracia, pero tratándose del bautismo, existen hoy iglesias que aún lo practican en el río cuando carecen de un bautisterio adecuado en su templo para hacerlo.

La necesidad de muchas aguas es obvia, pues no era ni es posible hoy sumergir en un vaso o en un lebrillo a una persona.  “Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.  Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe…” (Hch. 8:38, 39).  Aquí vemos que ambos: Felipe, el evangelista y su interlocutor, el bautizado, descendieron al agua y luego de ser bautizado subieron del agua.  No era posible subir al carro aquel río que cruzaba el camino, por lo que ellos necesitaron descender para así sumergir el uno al otro.  Pues bautizar no es otra cosa que sumergir.
Hay muchos otros pasajes que indican la inmersión, pero avancemos considerando algunos otros detalles.  La Biblia nos enseña que el bautismo simboliza la sepultura y la resurrección.  Si lo ya mencionado no nos basta para convencernos del bautismo escritural, veamos a Pablo dándonos la siguiente explicación: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro. 6:3, 4).

De manera que en el bautismo simbólicamente somos sepultados juntamente con Él, con Cristo para muerte por el bautismo.  ¿Qué ocurre luego?  Nos levantamos del agua y ya no simbolizamos la muerte, sino la resurrección: Maravilloso emblema.

Pero… ¿Indica todo esto que el bautismo escritural permite y puede hacerse mediante la aspersión?  El agua en la inmersión nos cubre por completo, esto es inmersión o bautismo, igual como la tierra cubre por completo el cadáver de una persona, cadáver que espera la final trompeta, la trompeta de la resurrección para volverse a levantar para vida eterna.  Así también el bautismo es un símbolo de todas estas cosas, parte de lo que ya sucedió en nosotros.  El bautismo simboliza la sepultura de nuestra vieja naturaleza, de nuestro viejo hombre y la resurrección nuestra para la nueva vida en Cristo.

La Biblia nos enseña que el bautismo es además, una ordenanza Divina.  Hay otras enseñanzas del Señor en las Escrituras, que han sido alteradas por los hombres por ciertas conveniencias personales. 

Recordemos que después de todo, una de las enseñanzas es el bautismo, y todo aquel o aquellos que tenemos la responsabilidad de enseñar a otros, debemos tener siempre presente las Palabras del Señor: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:19).

Tal vez, con no poca razón pensamos que el bautismo está entre los mandamientos pequeños, pero ello no nos autoriza a alterar su forma.  Desde luego que no nos ocuparemos en este momento a considerar el significado erróneo que muchos llamados cristianos, han dado al bautismo en el sentido de que es indispensable para la salvación.  Reconocemos que el bautismo es para salvos, de modo que si alguien, por razones de fuerza mayor no puede someterse a la inmersión, no debe hacerlo.

El Nuevo Testamento no reclama un bautismo prefabricado e inventado por los hombres.  Si alguien ha sido salvo por haber confiado en Cristo, y luego ha sido bautizado por aspersión, delante del Señor simplemente no ha sido bautizado.  Sigamos los pasos de Cristo y no la filosofía de la tradición de la iglesia u otro grupo.  Recordemos que cuando Jesús fue a Juan para ser bautizado, éste se le opuso diciendo: “…Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?  Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.” (Mt. 3:14, 15).  Ésta debe ser nuestra responsabilidad y nuestro genuino deseo, cumplir aún en el acto bautismal como dice la Escritura, con toda justicia.  No nos engañemos ni forcemos las Escrituras, para acomodar sus enseñanzas a lo que nos enseñaron y hemos hecho por creerlo correcto.  Tampoco debemos conformarnos con el hecho de que hay tantas otras cosas más importantes, que los creyentes en la iglesia han abandonado o alterado, y entonces habría que remediar todo aquello primero.  Estoy plenamente de acuerdo con esto, pero tenemos que añadir entonces un error más a los que ya existen.  Aquellos que invocan esto, tienen que recordar que ya es tiempo de ir corrigiendo los errores y tal vez el mismo bautismo sea un punto por donde comenzar.

Recalcamos que el bautismo no salva, sino que es Cristo el que salva, pero también es cierto y debemos recordar que todo creyente sincero y fiel no puede menos que hacer en todo la voluntad de Dios, Rey y Señor.

La Biblia nos enseña que debemos bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.  Desde hace algunas décadas surgió una nueva corriente herética promovida por algunas iglesias, tanto este grupo como otros, que hay especialmente en algunos países y ciertos estados de México, insisten que se dio en llamar el bautismo en el nombre de Jesús.  Estos grupos generalmente ostentan también en otras doctrinas contrarias a las enseñanzas del Nuevo Testamento, pero en este artículo solamente mencionaremos el bautismo.

Basándose en algunos pasajes donde la Biblia menciona, “y fueron bautizados en el nombre de Jesús”, estos grupos alegan que no se debe invocar el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo en el momento del bautismo, sino que únicamente en el nombre de Jesús; incluso insisten que quien fue bautizado bajo esta invocación de la trinidad, no ha sido bautizado bíblicamente.  Esto lo escuché personalmente decir a un predicador por la radio.

En la Gran Comisión en Mateo 28:19 Jesús dice: “…bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.  Esta ordenanza de Jesús es terminante y muy clara, sin embargo nos preguntamos: «¿Por qué en algunos casos, especialmente en Hechos, se dice que solamente fueron bautizados en el nombre de Jesús, ignorando completamente el nombre del Padre, y del Espíritu Santo?».  Para esto tendremos que leer varios textos:

•   “Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.  Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hch. 19:4, 5).
•   “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hch. 10:47).
•   “Ahora, pues, ¿por qué te detienes?  Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hch. 22:16).
Todo esto parece dar el mismo sentido, sin embargo, estos no son los únicos pasajes que hablan de personas que fueron bautizadas, además encontramos también otros textos como por ejemplo Hechos 2:41 que dice: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.
•   “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hch. 8:12).
•   “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hch. 9:18).
•   “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad.  Y nos obligó a quedarnos… Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hch. 16:15, 33).
•   “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hch. 18:8).

Todos estos últimos pasajes hablan del bautismo, pero no dicen que fue únicamente en el nombre de Jesús, sino que fueron bautizados y esto es importante.  ¿Por qué pues de todos modos aparecen algunos casos donde se destaca “en el nombre del Señor Jesús”, y en ningún lugar dice que fueron bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, siendo que Jesús expresamente lo manda?  ¿Los que fueron a hacer discípulos y bautizaron, no cumplieron estrictamente con la Gran Comisión?

La respuesta es muy clara si se tiene presente, que el problema de nuestros hermanos de la iglesia primitiva, aquellos que creían en un Dios único, se despojaban totalmente de la pluralidad de dioses, y especialmente los que provenían del judaísmo, tanto judío propiamente dicho como prosélitos.  Quienes eran profundamente monoteístas no les era difícil aceptar a un Dios único, que se presenta como Padre y como Espíritu.  El hecho que ellos así lo creyeran, no significaba que había dos dioses.  Ellos entendían que Dios es Espíritu, por lo cual lo conocían como Dios Padre, el Creador y Ostentador de todas las cosas y Dios Espíritu, el que se acercaba a ellos por medio de los profetas.

El problema era reconocer que en realidad Dios es trino… Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu.  De la trinidad, la persona rechazada era el Hijo, por lo cual cuando Lucas en Hechos nos dice que eran bautizados en el nombre de Jesús, destaca que las personas regeneradas, comprendían que realmente Jesucristo era de manifestación Divina.  No era un hombre común y corriente, un carpintero de Nazaret, sino que era realmente Dios manifestado en forma de hombre.

De esta manera, al bautizar únicamente en el nombre de Jesús, quienes así lo hacen, niegan realmente la deidad de Cristo o bien la doctrina de Dios, el Dios trino, o lo que es más claro aún, niegan la deidad de Dios Padre, y Dios Espíritu.  No se trata solamente aquí de una fórmula bautismal que puede ser de una u otra forma, sino que tras esta alteración, que parece casi insignificante, se esconden otras doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento.

La lista de pasajes bíblicos que mencionamos anteriormente, si bien no alegan que fueron bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, tampoco dicen que no lo fueron o que fueron solamente bautizados en el nombre de Jesús, por lo cual no niegan que ellos fueron bautizados de acuerdo a Mateo 28:19.  Tenga especial cuidado y no se una a grupos que niegan la ordenanza bautismal, tal cual aparece en Mateo 18:29.

Al indicar Lucas que fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, no niega que lo fueron también en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.  Lucas destaca que esta gente no tenía el problema de Juan 10:33 cuando le dijeron: “…porque tú, siendo hombre, te haces Dios”.  Lucas destaca el auténtico cambio de esta gente al aceptar la deidad de Cristo.

Si usted recibió al Señor Jesús y ya es bautizado no dude de su salvación, la mejor manera para saber que somos salvos es mediante el testimonio de la Palabra de Dios, la Biblia, es decir, Dios nos dice que bajo ciertas condiciones nosotros obtenemos la salvación.  Estas condiciones son:

•   El pecador debe leer u oír la Palabra de Dios, para darse cuenta tanto de su estado pecaminoso y condenado, como de la salvación que Dios le proveyó en la Persona de Cristo Jesús.  Muy especialmente debe oír el mensaje.
•   Que el pecador deposite su confianza, su fe en Cristo para la salvación.  Esta parte incluye sincero arrepentimiento del pecador, sincera y total entrega de su ser a Cristo Jesús como Señor, y aceptación total de que uno ya ha sido perdonado y salvo.
•   El pecador debe saber que ya es hijo de Dios con todos los privilegios de tal.  Para esto lea los siguientes pasajes: Juan 1:11, 12 y 3:16; Hechos 2:36-42; 1 Juan 3:1-3 y 5:9-12.  En todos estos pasajes notará que la Biblia asegura que la salvación es un hecho cuando el pecador se rinde a Cristo.  Ahora bien… ¿cómo se conduce usted?
•   La otra manera para saber que uno es hijo de Dios, es por medio de la conducta de uno mismo.  Jesús dijo que al árbol se lo conoce por sus frutos y agregó que el árbol malo, que representa al cristiano carnal (1 Co. 3:1-3), da frutos malos.  No olvidemos que la carta de Pablo fue dirigida a una iglesia, no a mundanos.  En la iglesia hay cristianos que viven según el Espíritu y cristianos cuyas vidas es según la carne (mundana).  Entendemos que hay muchos cristianos mundanos en nuestras propias iglesias.
•En una persona regenerada hay un fuerte deseo de agradar a su nuevo Amo, el Señor Jesús.  Para ello existe también un verdadero deseo de conocer Su voluntad mediante la lectura y el estudio de la Biblia, la asistencia a los servicios en el templo donde se predica y se explica la Palabra de Dios.  Si no existen estas inquietudes en usted, en el mejor de los casos usted es un cristiano carnal y en el peor, nunca ha sido regenerado.  Probablemente usted aceptó la membresía de una iglesia evangélica, pero en realidad no recibió al Señor Jesús como Salvador personal.  Sobre la importancia de concurrir regularmente al templo, lea Hebreos 10:23-25 y Hechos 2:41-47.
•   Otro aspecto importante cuando uno realmente fue salvo, es que siempre tiende a la santificación.  En otras palabras, se trata de una persona que tiene un genuino deseo de ir abandonando sus viejos hábitos de pecado, para vivir como corresponde a una persona en quien ya habita el Espíritu Santo.  Lea sobre esto 1 Juan 3:3.
Ahora… ¿cómo vivir la vida cristiana?  Si usted quiere realmente vivir la vida cristiana, a continuación ofrecemos algunas herramientas que le serán absolutamente necesarias:
•   Aprenda a orar y hágalo diariamente en el nombre de Cristo.  No olvide que habiendo usted recibido a Jesús como Salvador, tiene derecho de decirle a Dios Padre, «Padre mío».  Diríjase a Él como a un padre lleno de poder, lleno de amor y misericordia.  La Biblia menciona “¡Aba Padre!” que quiere decir, «papi», «mi papito».
•   Aprenda a escucharle.  Si Dios es su Padre, Él quiere que usted le hable, pero Él también quiere que le escuche, esto puede hacerlo leyendo diariamente la Biblia que es su Palabra.  La Biblia le habla directamente a usted cuando usted lee su Palabra.  Este diálogo entre usted y Dios le proporcionará grandes dividendos en su nueva vida.  Aprenderá a depender de Él y sabrá descubrir siempre Su voluntad en cada circunstancia de la vida.
•   Nunca olvide que en el momento de recibir a Jesús por Salvador, usted recibe el Espíritu Santo aún antes de ser bautizado.  Tenga cuidado con esto, porque hay quienes enseñan que recibir el Espíritu Santo es algo que ocurre después de ser uno salvo.  En otras palabras, dicen que esto es algo que hay que pedir a Dios, y hay que tener cierta experiencia extraordinaria, no común.  La Biblia no enseña tal cosa, porque al igual que la salvación, el Espíritu Santo es un regalo de Dios.  De manera que Él extiende este regalo a toda persona que le abre su corazón y su ser, y en ese momento el Espíritu Santo interviene en quien se rinde a Cristo.  Lea sobre esto en Efesios 1:13, 14; 1 Corintios 12:13; 2 Corintios 1:21, 22; Gálatas 4:6.  Hay muchos otros pasajes, pero con estos, usted podrá entender perfectamente bien cuál es el momento en que la persona cristiana recibe el Espíritu Santo, y qué experiencias, si las hay, tiene uno que tener.
•   Finalmente como ya mencionamos, no deje de concurrir a los servicios y congregarse con los hijos de Dios.  Participe de las actividades de la iglesia, sea un ganador de almas, ofrende con gozo sabiendo que Dios lo ha rescatado del fango del pecado para que usted le sirva, para gloria de Él y para felicidad suya.

Tenga muy en cuenta a qué iglesia se une y si tiene dudas, escríbanos y con mucho gusto le orientaremos para que no caiga en medio de tantas corrientes heréticas, que tienen siempre apariencias y nombres cristianos, pero que lo que menos tienen en la práctica es doctrina, enseñanza de Cristo.

Recuerde que el bautismo según el Nuevo Testamento es muy claro y es en pocas palabras, primeramente una ordenanza del Señor.  El Señor Jesús ordena que nos bauticemos, no es un sacramento, no hay tales como sacramentos en estas cosas, porque el bautismo en sí no hace santo a nadie, no salva a nadie, ni siquiera le hace un poquito mejor o más santo.  El bautismo es un acto de obediencia del cristiano, que comienza con este acto a obedecer en todo al Señor.  Antes vivía a su antojo, a su manera, a como le parecía, hacía lo que quería o por lo menos pensaba que lo hacía.  Andaba como quería, se comportaba y se juntaba con quien quería, pero cuando recibió a Jesucristo por Salvador, humildemente desciende al bautisterio o al río, y es sumergido en las aguas como símbolo de sepultura de su vieja naturaleza, del «que me importa», del «yo hago lo que quiero», «a mí nadie me manda».  En ese momento queda sepultado su orgullo, su vanidad, su egoísmo y sus pecados.

Ya sabemos que cuando usted recibió a Jesucristo, fue en ese mismo momento perdonado y Dios olvidó todo su pasado, los borró y lo limpió.  Sin embargo este es un acto representativo, que simboliza aquello que Dios ha hecho.  Habiendo sido bautizado sirva al Señor, y recuerde que el bautismo lo recibió usted siendo cristiano y no para ser cristiano.  Recibió a Jesucristo por la fe como Salvador para ser cristiano y recibió el bautismo por serlo.  ¿Está claro?

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