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¿Salvo Ganador o Salvo Perdedor?

  • Fecha de publicación: Sábado, 15 Julio 2023, 20:15 horas

Supongamos que usted es un cristiano, y supongamos que ha llegado el arrebatamiento, es decir, que el Señor recoge a sus hijos y usted está entre los salvos. ¿Qué espera ni bien llegue a la presencia del Salvador? ¿Hay alguien en particular a quien desearía ver inmediatamente después del mismo Señor? Algunas cosas podemos imaginar, porque ya sabemos con qué nos encontraremos allí: será el Tribunal de Cristo. Estaremos allí todos los redimidos. Algunos rodeados de miles de creyentes felices y agradecidos porque de él o ella, oyeron el evangelio y fueron salvos. ¡Habrá alegría, abrazos y hasta llanto de gozo! Tal vez usted será uno de aquellos que se verá rodeado de tanta gente preguntándose: «¿Por qué tanto me agradecen estos hijos de Dios? ¿Qué hice yo por ellos?» Teniendo al Señor al alcance, le dirá usted: «Señor, ¿puedes decirme por qué estos centenares de hombres y mujeres me admiran tanto, me agradecen y se confunden en un ambiente tan festivo?» El Señor bien podría contestar: «Hijo/a, ellos me conocieron por tu ministerio. Yo fui quien hizo todo, pero cuando te llamé para que me sirvieras, tú no declinaste mi invitación, sino que con ánimo pronto y con verdadero gozo aceptaste mi invitación. No buscaste comodidades, no fuiste pastor ni nada de eso, no tuviste grandes títulos, nadie te admiraba por lo que hacías, derivándome siempre toda la gloria. Tenemos la eternidad por delante y tú podrás entrevistar a estos centenares que te recibieron con tanto gozo para que cada uno te explique cuánto bien hiciste con darles el evangelio. Probablemente no recuerdes a algunos de ellos, pero yo te recompensaré por todo tu esfuerzo».

¡Qué bueno sería esto, que a cada uno de nosotros, aunque no tanto como... centenares o miles que hayan conocido a Cristo mediante nuestro testimonio, nos reciban gozosos justo antes de recibir el galardón que nos corresponda y que el Señor nos tiene preparado! ¿Recuerda usted la “receta del Señor” para esta ocasión?: “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lc. 16:9). Probablemente usted está entre aquellos que gozan de comodidades económicas. ¿Ha pensado alguna vez derivar parte de lo que el Señor le dio para ayudar a tantos hambrientos y necesitados de ropa, techo, medicina, libros para los pequeños que van a la escuela, etc.? Recordemos que el Señor ve todo nuestro andar, sabe de todo nuestro pensar, oye todo nuestro hablar y hasta conoce todas nuestras motivaciones. ¡Esta vida es tan corta!

Una vez que partamos a la eternidad, siendo cristianos, lo único que nos interesará será recibir del Señor lo que nos corresponda y las palabras: “...Bien, buen siervo y fiel... sobre mucho te pondré...” (Mt. 25:21).

Pero... ¿Qué del cristiano que llegará a la presencia del Señor sin una sola gavilla, sin haber contribuido en nada, antes bien, tal vez ha causado daño a la obra del Señor, siendo una pesada carga para la Iglesia? ¡Pobre hermano! Estará por allí como un pelícano lamentándose demasiado tarde por haber tenido tantas oportunidades y tantos años para servir al Señor y, sin embargo, su único servicio fue el “servir” de estorbo y escándalo. Su vida de hogar como cónyuge, padre, madre, vecino, hermano, etc., todo había sido un fracaso, ¡y eso por decisión propia!

Debemos saber que todos nosotros hacemos nuestra decisión en cuanto al testimonio que daremos mientras estamos “consumiendo” nuestros años de cristianos aquí como “extranjeros”. De estos hermanos, de estos cristianos, Pablo se ocupa en 1 Corintios 3:15: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”. Jesús también hace referencia a esto en Juan 15:7, 8: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”. ¡Cuántos cristianos no se dan cuenta de las oportunidades que tienen para servir al Señor, siendo él tan buen pagador! Creo que muchos lamentarán el haber desperdiciado tanto talento, tantos años, tantas energías y oportunidades, y tanto dinero. La escena ante el Tribunal de Cristo es exclusivamente para los cristianos. Todos nosotros los salvos estaremos allí nos guste o no, porque esto es lo que dice en 2 Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”.

Pero... ¿Y qué si llega el día de la partida de la Iglesia a la presencia del Señor, cuando además resuciten todos los muertos, y usted se queda aquí, sabiendo todo esto que está leyendo? ¿Cómo se sentirá, qué intentará hacer, a quién irá en busca de ayuda, consuelo, orientación o respuesta a lo sucedido? Porque sin duda la noticia del arrebatamiento tendrá una gran repercusión en todo el mundo. Serán millones quienes desaparecerán sin ninguna razón aparente. En Génesis 5:24 se registra el arrebatamiento de un sólo hombre, Enoc, y sin embargo ese tan aislado hecho fue reconocido por el mundo de entonces: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Gn. 5:24). Muchos matrimonios y familias serán separados, porque los salvos entre ellos partirán, pero los otros quedarán.

Todos los salvos hoy, quienes todavía caminamos con Dios estando aquí en este mundo, desapareceremos. Y sin duda usted sabrá que cualquier explicación al respecto carecerá de importancia. Por supuesto que las autoridades, los “teólogos” expertos en “desapariciones” tendrán todo tipo de explicaciones, incluso podrían entrevistar por televisión a algún doctor en “DESAPARICIONOLOGÍA”. ¡Flor de título! ¿Cuál sería la explicación de semejante “sabio?” «Bueno...» - diría - «es que hubo un alineamiento de planetas, un cambio muy singular y profundo en el cosmos y ciertas energías extrañas, a semejanza de rayos solares, al caer sobre ciertos lugares y ciertas personas, como que los... succionaron y ellos deben estar flotando en el espacio más allá de la fuerza gravitacional. Prueba de esto» - dirá este doctor - «es que muchísimos millones de cristianos no fueron afectados. Fíjense, el ‘santo padre’ ofreció hoy un mensaje desde su sede en el Vaticano, que fue difundido por todo el mundo». Luego dirá: «Si los cristianos se habrían ido en el rapto, él (el Papa) habría sido el primero en desaparecer». Algo así serán las explicaciones que se darán para consolar a tantos asustados y desorientados.

Si usted no cree lo que lee, entonces le recomiendo que vuelva a leer los siguientes textos bíblicos:

Lucas 17:26-30, 34-36: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste… Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado”.

1 Corintios 15:51, 52: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.

1 Tesalonicenses 4:16-18: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.

Lo único que habremos llevado con nosotros al partir serán las obras, es decir, lo que habremos hecho en la causa del Señor: “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13).

Trate de responder a esta pregunta: Si yo muriera hoy o si el Señor recogiera a su Iglesia, ¿iría al cielo o no? Esta pregunta usted mismo debe responder. ¡Usted puede saber si es o no salvo! Tal vez otros no lo sepan, pero tanto usted como su Salvador sí lo saben.

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