Soy cristiano… ¿Qué hago ahora?
- Publicado en Vida cristiana
Hay muchas cosas que el cristiano debe saber y también hay otras que debe hacer, si quiere vivir una vida fructífera para el Señor y para sus semejantes.
Hay muchas cosas que el cristiano debe saber y también hay otras que debe hacer, si quiere vivir una vida fructífera para el Señor y para sus semejantes.
El Señor: Hijo, ¿por qué fuiste tan negligente? Te mostraré lo que te había preparado, pero no te lo daré porque te hiciste inmerecedor.
Se entiende que existen algunos textos en la Biblia que, al leerlos, especialmente si se desconoce el contexto, parecieran indicar que el cristiano es responsable totalmente de su salvación. Es decir, que el Señor le salva, pero ahora dependerá cómo este cristiano se conduzca, y entonces, si su conducta no es lo que nosotros pensamos que debe ser ese cristiano, o nunca fue salvo o si lo fue, perdió su salvación.
Los pastores de nuestros tiempos deben estar muy bien preparados, especialmente en las Sagradas Escrituras, deben conocer muy bien la Biblia, porque las costumbres, las enseñanzas en nuestras iglesias, los innumerables libros que se publican casi a diario cuyo mensaje es de sospechosa inspiración, hacen que el hombre de Dios, que tenga una congregación grande o pequeña, deba responder a una avalancha de interrogantes que muchas veces rayan en la misma hechicería.
El hecho de que un día tendremos que dar cuenta de lo que hicimos en este mundo para el Señor, es ciertamente una de las enseñanzas más serias de la Escritura. Sin embargo, raras veces se analiza la naturaleza de la prueba que enfrentaremos y lo que seguirá después.
Todos hemos conocido a alguien así. Se trata del cristiano derrotado. Esa persona (hombre o mujer) que trata y trata, pero quien después de haber sido salvo o salva por 30 años, todavía no ha dejado de fumar, sino que en lugar de eso, esconde los cigarrillos antes de llegar a la iglesia y no se acerca mucho a los hermanos cuando los saluda, por temor de que puedan percibir el olor del cigarrillo en su ropa, cabello y manos.
En nuestros días se está promoviendo a Dios como si se tratara de la última lotería, de un juego de ruleta o de una máquina tragamonedas, arreglada para que pague tan pronto usted le coloca la moneda en la ranura. Sin embargo, al igual que la máquina no le dará un centavo si antes no ha depositado dinero.