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Las cicatrices permanecen

Una señora cuenta que durante su infancia tenía un temperamento fiero que a menudo la motivaba a ejecutar o decir cosas desagradables.  Un día, después de un argumento que hizo que  uno de sus compañeros de juego se fuera a su casa llorando, su padre le dijo que por cada cosa imprudente que hiciera, él enterraría un clavo en el pilar del portón y que cada vez que hiciera un acto bueno o bondadoso, él retiraría un clavo.

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