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El Exterminio de Cristianos

“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Apocalipsis 3:8)

 El emperador Decio-Trajano, reinó sólo por dos años del  249 al 251, pero en ese breve tiempo ordenó el asesinato de muchísimas personas, porque consideró que el mejor medio de asegurar la unidad y estabilidad del Imperio era rehabilitar la religión del Estado, la que había decaído por los avances del cristianismo, por lo cual decretó que todos los cristianos debían participar en los ritos y ceremonias paganas y trajo con ello una terrible persecución.

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Un Emperador Cristiano

 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? (Mateo 6:25)

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La batalla por la vida

         “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:21).

La sangre corría a raudales, los hombres morían, mientras las multitudes daban alaridos de júbilo.  Tal era el “entretenimiento” que gustaban de disfrutar los romanos de la antigüedad, lo cual es familiar a todos nosotros, gracias a películas como El Gladiador Espartaco.  Antes de los enfrentamientos, los gladiadores saludaban a los emperadores con estas palabras: “¡Salve César, los que van a morir te saludan!”. 

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El homónimo de Alejandro

Hay una historia de un soldado en el ejército de Alejandro el Grande  que fue llevado ante el gran conquistador para una corte marcial.  Cuando el emperador hubo escuchado los cargos y la evidencia, se volvió al soldado que esperaba la condena y le dijo:

"¿Cuál es tu nombre?".  "Alejandro", fue la respuesta.

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