El Exterminio de Cristianos
- Fecha de publicación: Martes, 21 Enero 2020, 07:23 horas
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“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Apocalipsis 3:8)
El emperador Decio-Trajano, reinó sólo por dos años del 249 al 251, pero en ese breve tiempo ordenó el asesinato de muchísimas personas, porque consideró que el mejor medio de asegurar la unidad y estabilidad del Imperio era rehabilitar la religión del Estado, la que había decaído por los avances del cristianismo, por lo cual decretó que todos los cristianos debían participar en los ritos y ceremonias paganas y trajo con ello una terrible persecución.
La Iglesia que gozaba por entonces de gran prosperidad, debida a la tolerancia de Alejandro Severo, no estaba preparada para la prueba. Denys, obispo de Alejandría describe el efecto producido en aquella ciudad por el terrible decreto, del cual dijo: “Nos sumergió a todos en la mayor consternación”. Varios de los miembros más distinguidos de las iglesias fueron los primeros en someterse. Unos por propio temor, o empujados por los parientes y amigos se presentaron a cumplir el decreto. De los que fueron presos hubo, empero, un buen número que permanecieron firmes como benditas columnas del Señor.
A comienzos de enero del año 250, Decio emitió un edicto que todos los ciudadanos tenían que realizarle un sacrificio a los dioses paganos en presencia de un oficial del imperio. A esos que lo hacían se les daba un certificado para demostrar que habían cumplido con lo ordenado. Los cristianos reaccionaron a este edicto en formas diferentes. Algunos hicieron los sacrificios a pesar de saber que al hacerlo estaban negando al Señor Jesucristo. Otros no los hicieron, pero sobornaron a los oficiales para que les dieran los certificados. Pero sí hubo muchos que se negaron totalmente. Como eran tantos, haberlos castigados a todos resultaba prácticamente imposible, de tal forma que Decio desató su ira sobre los líderes. El 20 de enero del año 250, Fabián obispo de Roma fue ejecutado, y después los obispos de Jerusalén y Antioquía. Otros fueron arrestados, algunos torturados y muchos asesinados. Para comienzos del año 251, la persecución cesó, porque los paganos comenzaron a simpatizar con los cristianos.
La persecución suscitó una pregunta importante para la Iglesia: ¿Deberían seguirse considerando cristianos dignos de compañerismo a los que ofrecieron los sacrificios paganos? Estos eran conocidos como “los disidentes”, y muchos creyentes estaban convencidos que tales personas que habían negado a Cristo no tenían derecho a llamarse cristianos... ¿Acaso el propio Señor Jesucristo no había dicho que negaría a esos que lo negaran a Él? Otros adoptaron un punto de vista más indulgente - después de todo, ¿es que alguno de nosotros sabría que hacer en tal situación? ¿Acaso el propio Señor Jesucristo no perdonó a Pedro quien también lo negó tres veces?
Una cosa en la que todos estamos de acuerdo es: que a pesar de que se perdían familiares y amigos en las persecuciones, lo cierto es que las mismas fortalecían a la iglesia en lugar de debilitarla.
Padre Celestial, fortalece los corazones débiles para que nunca nos avergoncemos de ser tus hijos. Amén.