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Fanny Crosby

  • Fecha de publicación: Miércoles, 08 Abril 2020, 04:04 horas

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:10)

Fanny Crosby nació en Nueva York, el 24 de marzo de 1820 y falleció el 12 de febrero de 1915. Fue autora de himnos, poeta, compositora y una figura prominente durante su tiempo de vida.  Según se dice, a las seis semanas de nacida, tuvo un resfriado que le causó inflamación de los ojos.  El doctor de la familia estaba lejos de casa, así que un hombre de la comunidad sugirió que le aplicasen cataplasmas de mostaza caliente, lo que le dañó los nervios ópticos y la dejó ciega.

Su padre falleció el mismo año de su nacimiento, así que fue criada por su madre y abuela materna.  Estas mujeres le inculcaron los principios cristianos y mientras la mayoría de las familias se habrían sentido devastadas por su discapacidad, la de Fanny vio la pérdida de su visión, como un acto de la Providencia Divina. Su madre, Mercy Crosby, le enseñó, “Que a veces Dios priva a las personas de alguna facultad física para que su entendimiento espiritual pueda ser despertado a plenitud”.  Su madre y abuela conocían a Dios como la “fuente del verdadero amor y creían que todo cuanto poseían -escaso o abundante- provenía de Su Mano”.

Desde su infancia, su abuela le leía la Biblia y así comenzó a memorizar largos pasajes.  A los 15 años sabía de memoria los cuatro evangelios, el Pentateuco, el Libro de Proverbios, Cantares y algunos Salmos.  En 1832 comenzó su instrucción musical, aprendió a tocar el piano, el arpa, la guitarra y el órgano.  En el curso de su vida, asistió y fue miembro activo de iglesias metodistas, episcopales, congregacionalistas, bautistas, y de otras diversas denominaciones cristianas.

A finales del siglo XIX, su nombre era ya muy conocido en Estados Unidos, por ser una figura muy destacada, reconocida por sus himnos y cánticos cristianos.  Es  considerada como la principal compositora cristiana de su tiempo.  Hoy en día, docenas de ellos continúan siendo publicados en los himnarios del protestantismo en todo el mundo.  Tuvo el honor de ser la primera mujer en dirigirse al Congreso de los Estados Unidos y también fue invitada a cenar varias veces en la Casa Blanca.  Durante el curso de su vida fue amiga personal de varios presidentes.

  Debido a su prolífica habilidad para escribir poesía y versos, fue privilegiada al trabajar con algunos compositores de gran influencia.  Cada uno notó su asombrosa habilidad para escuchar una melodía y rápidamente crear la letra que combinara armoniosamente con los tonos. Fue a través de estas relaciones claves y de forjar amistades, que encontró una casa que le publicó sus himnos y poemas llenos de fe. En el transcurso de su vida compuso más de 8.000 himnos, de los cuales muchos fueron publicados bajo seudónimos.  Las alabanzas compuestas por Fanny han superado la prueba del tiempo y hasta el día de hoy son ampliamente conocidas, amadas y cantadas en las iglesias.

Su fe era simple, honesta y proclamaban gozosamente el Evangelio.  Sus palabras de consuelo conectaban profundamente con quienes las cantaban, porque escribía sobre su experiencia de vida, desde una reconfortante perspectiva bíblica. Los temas acerca de la salvación fueron en los que más se centraba y los que más frecuentemente escribió, también sobre la devoción personal, el servicio a Dios, y el cielo.

El éxito y popularidad de Fanny como escritora y compositora nunca le impidió vivir una vida que reflejara sus creencias.  Le encantaba servir como voluntaria en refugios para personas sin hogar alrededor de la ciudad de Nueva York, ayudaba a los menesterosos, oraba por los perdidos, y enseñaba en la escuela dominical. Durante el brote de cólera, arriesgó su propia vida para ocuparse de los enfermos y moribundos quedándose al pie de su cama.  Se deleitaba en mostrar a otros el amor y compasión que Dios le había mostrado a ella.

En el verano de 1843, conoció a Alexander van Alstyne Jr. quien también era ciego, con el cual contrajo matrimonio.  Después de su boda, ante la insistencia de su esposo, Fanny continuó usando su apellido de soltera como su nombre literario, pero usaba su apellido de casada en todos los documentos legales. En 1859, tuvo una hija llamada Frances que murió mientras dormía poco después de su nacimiento.  El himno Salvo en los Tiernos Brazos de Jesús, fue inspirado por su muerte, ytocaba el corazón de quienes estaban en aflicción, porque pudo ponerle palabras al dolor personal que ella y su esposo experimentaron cuando su bebé murió, mientras ofrecía esperanza para seguir mirando al cielo. Sus palabras trajeron consuelo a una audiencia incontable.

Fanny nunca hablaba públicamente de que había sido madre, aparte de mencionarlo en algunas entrevistas hacia el final de su vida, cuando dijo: “Voy a contarles algo que solo mis amigos más cercanos saben.  Me convertí en madre y conocí lo que es el amor materno.  Dios nos dio un bebé tierno, pero los ángeles descendieron y se la llevaron junto a Él y Su trono”.

Nunca consideró su ceguera como un descuido de Dios. Por el contrario, agradecía profundamente, cómo la falta de visión le había abierto puertas para servirle en maneras que no hubiera sido posible de otra forma. No se había propuesto convertirse en una compositora prolífica de himnos; solamente quería una educación para llegar a ser “útil”, pero Él tomó su ofrenda y la usó para la edificación del cuerpo de Su iglesia.

La habilidad de Fanny de pensar de sí misma como una sierva, le permitió sobresalir y servir a Dios.  Nunca permitió que la autocompasión la detuviera.  Siguió Su dirección y humildemente administró los talentos que recibió.  Con gozo en su corazón, traspuso toda puerta de oportunidad que se le abrió.  Su vida es un verdadero ejemplo del caminar por fe y no por vista.

Todos podemos servir al Señor de manera más efectiva si nos enfocamos en utilizar nuestros dones, en lugar de escondernos detrás de nuestras limitaciones.  Así nuestros impedimentos sean barreras físicas o emocionales, reales o auto-infligidas, reconozcamos la soberanía de Dios en nuestra situación personal.  Nuestro Padre nos ama y quiere usarnos para la obra de Su reino, a pesar de todo.  Debemos aprender a confiar en Él, y permitir que nuestra vida de alabanza y servicio se convierta en un dulce eco de la famosa letra del  himno de Fanny y así poder decir: “Esta es mi historia ...  Es mi canción...”

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