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Policarpo de Esmirna

  • Fecha de publicación: Miércoles, 26 Febrero 2020, 04:03 horas

“Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás” (Apo. 2:8–9)

Varios teólogos destacados del pasado, estaban convencidos que “el ángel de la iglesia de Esmirna” que menciona el apóstol Juan en Apocalipsis 2:8, es una referencia al pastor conocido en la historia con el nombre de Policarpo, quien fuera un fiel ministro del Evangelio, campeón de la más pura tradición apostólica. Fue obispo de la ciudad de Esmirna, siendo presuntamente consagrado por el apóstol  Juan.

Existen pocos datos acerca de su vida, aunque se sabe por una relación posterior, acerca de su muerte en la hoguera que es considerada ejemplo evangelizador de los primeros cristianos. Fue quemado en el año 155 de la era cristiana.

Visitó Roma en ese mismo año, donde convirtió a la fe genuina de Jesucristo a herejes de diferentes denominaciones. Poco después de esto se desencadenó una gran persecución contra los cristianos en toda Asia Menor.  Se ha conservado un precioso documento, una carta escrita por la iglesia de Esmirna en la cual se relatan los tormentos que sufrían los cristianos y el entusiasmo y valor demostrado por los mártires.  La multitud se maravillaba del arrojo que exhibían pero esto no causaba simpatía, por el contrario esto los excitaba a tal punto que gritaban desaforados: “¡Matad a los cristianos que traigan también a su jefe, Policarpo!”.

Al principio, Policarpo, se había propuesto no salir de la ciudad; pero cediendo a instancias de sus amigos se retiró por fin a una casa de campo, donde perseveraba en oración. Tres días antes de ser puesto en la prisión, tuvo una visión: Vio la almohada donde apoyaba su  cabeza rodeada de llamas.  Y dijo proféticamente:  “Voy a ser quemado por Jesucristo”.  Uno de sus criados que había sido preso no pudiendo soportar la tortura denunció dónde se hallaba, pero cuando le avisaron y le aconsejaron que huyera, desdeñó la ocasión y dijo: “¡Cúmplase la voluntad de Dios!”.

Conducido a la presencia del procónsul, éste le preguntó: “¿Eres tú Policarpo?” - “¡Sí” - respondió  “¡Maldice a Cristo y te devuelvo la libertad!” - y Policarpo replicó: “Hace 86 años que le sirvo y no me hizo ningún daño, ¿cómo podré maldecir a mi Rey y Salvador?…  Pero ya que parecéis ignorar quién soy, os diré con franqueza  que soy cristiano.  Si quieren saber qué es ser cristiano, indíquenme el día, y lo diré”.

Así estuvieron alegando por largo rato, el precónsul finalmente dijo:   “Tenemos fieras a las que te arrojaré si no te arrepientes.  Pero como no les temes, serás quemado vivo”.   El procónsul ordenó, que un heraldo lo condujera en medio del circo, y anunciara por tres veces que Policarpo había confesado que era cristiano.  Furiosa la muchedumbre, daba gritos diciendo “¡Quemadle! ¡Quemadle!”. 

La multitud corrió a la calle, buscando las tiendas donde vendían maderas, y la hoguera quedó formada en pocos instantes. Policarpo se quitó los vestidos y desabrochó su cinto, y como querían sujetarlo con clavos al madero, dijo: “¡Déjenme Aquel que me da fuerzas para resistir el fuego, me las dará también para consumirme inmóvil en la hoguera”.

Entonces le ataron con sogas, y Policarpo dirigiendo la mirada al cielo dijo: “¡Señor, Dios Todopoderoso, Padre de Jesucristo, tu Hijo amado y bendito, por quien hemos recibido la ventura de conocerte!  ¡Te doy gracias porque me has juzgado digno de este día y de esta hora, para contarme entre el número de tus mártires, y haciendo que participe con ellos del cáliz de Jesucristo, para resucitar alma y cuerpo a la vida eterna y gozar de la incorruptibilidad por Tu Santo Espíritu! ¡Pueda yo ser recibido hoy en medio de tus elegidos como víctima agradable! ¡Oh, Dios verdadero y fiel! Como lo habías preparado y manifestado de antemano, así lo has cumplido! Yo te alabo ¡oh, Dios! por todas estas cosas; te bendigo, te glorifico al igual que a Jesucristo, Tu eterno Hijo, Divino”.

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Padre Celestial que el celo y valor de todos estos mártires que a lo largo de los siglos hasta este día, prefieren morir por Ti, antes que negarte, sea una inspiración para que estemos dispuestos a servirte con cada minuto de nuestras vidas.

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