John Calvino
- Fecha de publicación: Viernes, 03 Abril 2020, 07:39 horas
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“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pd. 2:1)
El teólogo y jurista francés John Calvino, nació en Noyon, Francia, el 10 de julio de 1509, contrajo matrimonio en 1539, y murió en Ginebra, Suiza, el 27 de mayo de 1564. Fue considerado como uno de los padres de la Reforma Protestante. Más tarde, sus doctrinas fueron llamadas Calvinismo. Fue el principal reformador de la generación posterior a Lutero y Zuinglio.
Pero eso no fue todo lo que hizo el señor Calvino. Hay una parte importante de la historia de la iglesia del periodo de la Reforma, que ha sido encubierto hasta nuestros días, tanto que muy pocas personas tienen conocimiento de los hechos verdaderos. Sin embargo, cuando uno escudriña en diversas colecciones de la Historia de la Iglesia Cristiana, tanto en archivos en inglés como en otros idiomas, se asombra al descubrir el lado tenebroso de Calvino, el que la gran mayoría en el mundo ignora.
Está registrado en los libros publicados en inglés Historia de la Iglesia Cristiana de Philip Schaff, que en Ginebra, la que contaba en tiempos de Calvino con una población de 16.000 habitantes, se llevaron a cabo 57 ejecuciones y 76 expatriaciones en un periodo de cinco años por órdenes del señor Calvino.
Dice en el libro en inglés de Earle E. Cairns, titulado Cristianismo a través de los siglos, que para preparar un sistema eficaz, Calvino hizo uso del estado a fin de infligir penas más severas. Dichos castigos demostraron ser excesivamente violentos. Luego en el año 1546, ordenó la ejecución de 58 personas y el destierro de 75.
Desde 1541 hasta 1559 tuvieron lugar los actos oficiales del Concilio, establecido por el Calvinismo que exhibieron un oscuro capítulo de censuras, castigos, encarcelamientos y ejecuciones. Durante los estragos de la peste en 1545, más de 20 hombres y mujeres fueron quemados vivos acusados de brujería, y de una perversa conspiración para propagar la horrible enfermedad. Desde 1542 hasta 1546 se llevaron acabo 58 juicios de muerte y 76 decretos de destierros. Durante los años 1558 y 1559 los castigos infligidos por diversas ofensas sumaron 414, una proporción muy grande para una población de 16.000 habitantes.
Leemos en las páginas 492 y 493 del volumen octavo de la Historia de la Iglesia Cristiana de Philip Schaff, edición revisada, “Que los oponentes de Calvino, Bolsec y Audin Galiffe - padre e hijo - recurriendo a la mayoría de estos hechos, y pasando por alto todo lo bueno que él había hecho, condenaron al gran Reformador como un despiadado y cruel tirano”.
Asimismo está registrado en la Historia de la Iglesia, que el 27 de Octubre de 1553, John Calvino, el fundador del Calvinismo, tenía a Miguel Servet, un médico español clavado con estacas en las afueras de Ginebra, siendo consumido en las llamas por causa de sus herejías doctrinales.
Roland H. Bainton, dice en la página 207 de su libro en inglés Hereje Perseguido “Que Servet fue condenado a muerte por dos herejías - a saber el anti-trinitarianismo y el anti-paidobautismo” - es decir el bautismo de los niños, que era parte de la teología que enseñaba Calvino. Luego sigue diciendo en la página 186: “Si bien Servet admitió que estaba equivocado sobre la Trinidad, con respecto a su rechazo del bautismo de los infantes, dijo, ‘es una invención del diablo, un engaño infernal para la destrucción de toda la cristiandad’”.
A esta declaración sobre el bautismo infantil, todos los cristianos verdaderos hoy en día, habríamos respondido “Amén”. Sin embargo, por esta afirmación que contradecía la doctrina de Calvino, Servet fue condenado a muerte.
Obviamente, en ese tiempo, Calvino tenía la autoridad final en Ginebra, Suiza. Es por esto, que algunos historiadores se refieren a Ginebra como la “Roma del Protestantismo” y a Calvino como el “famoso ‘Papa’ Protestante de Ginebra”.
La Biblia también aconseja que los falsos maestros sean mencionados abiertamente por nombre, así como Pablo nombró a Himeneo y Fileto, que estaban trastornando la fe de algunos cristianos que el apóstol conocía, y dijo sobre ellos: “Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Timoteo 2:17–18).
Por muy desagradable que esto le pueda parecer a algunos, Pablo nos exhorta que debemos mencionar los nombres de los falsos maestros para alertar a los fieles sobre el veneno espiritual de ellos.