Oswald J. Smith
- Fecha de publicación: Miércoles, 29 Enero 2020, 00:30 horas
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“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).
Cuando Oswald Smith tenía 16 años, los periódicos de Toronto, Canadá, registraban la noticia de una gran cruzada evangelística, conducida por el doctor Reuben A. Torrey, además de cada día publicaban sus sermones palabra por palabra. Los artículos narraban como 3.400 personas colmaban el salón cada noche durante sus predicaciones, mientras muchos otros no podían entrar.
Después de estar leyendo sobre esto por varios días, Oswald y su hermano menor le preguntaron a su madre si podían viajar para asistir a una reunión. Ella les dio el permiso, y los dos hermanos abordaron un tren llegando al lugar de la asamblea. Fue un servicio especial para muchachos jóvenes, pero ellos ignoraban que su madre le había escrito al predicador, pidiéndole que orara para que sus hijos se convirtieran.
El salón estaba colmado de personas. El doctor Torrey después de concluir su predicación leyó Isaías 53:5: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”, y a continuación hizo la invitación para que aceptaran a Cristo como Señor y Salvador. Oswald se sentía convertido en un pedazo de plomo. Él no sabía entonces acerca del poder de Satanás, pero lo descubrió en ese momento. Su hermano que estaba a su lado suavemente le dio un codazo, lo cual rompió el hechizo. Se paró de un salto del asiento y con un rostro serio se dispuso a dar un paso de gran importancia. Fue conducido hasta el cuarto de los interrogatorios en el sótano, y se sentó en una silla. Un hombre llegó y le habló y luego salió. Pero no veía ninguna luz y no iba ningún lugar, de tal manera que pensó que todo había concluido.
De súbito ocurrió, y él nunca pudo explicar lo que pasó. Inclinó la cabeza, puso el rostro entre las manos y las lágrimas empezaron a deslizarse a través de sus dedos. Cristo había entrado en su corazón y era una nueva criatura. Eso fue el 28 de enero de 1906, cuando tenía 16 años.
Oswald se convirtió en pastor de la iglesia más grande en Toronto, Canadá. A lo largo de su ministerio, escribió 1.200 himnos, publicó 35 libros traducidos a 128 idiomas diferentes. Sus himnos y poemas lo convirtieron en uno de los escritores de alabanzas más reconocidos. Recaudó 23 millones de dólares para las misiones y ayudó a enviar a cientos de misioneros. Desde ese primer paso en Toronto, Oswald caminó con el Señor durante 80 años.
La jornada más larga comienza con un paso. Para Oswald Smith, fue una vida de servicio en el ministerio de Dios. ¿Ha dado usted su primer paso hacia su Señor y Salvador?