James Chalmers - Misionero de los Caníbales
- Fecha de publicación: Viernes, 20 Marzo 2020, 07:24 horas
- Visitado 1940 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Rom. 14:8)
James Chalmers nació en un pequeño pueblo de Escocia en 1841, era hijo único de un humilde albañil. Su familia se mudó a Inveraray cuando James tenía 7 años. Allí fue a la escuela local y terminó la primaria. Luego trabajó en una oficina de abogados, y antes de los 20 años decidió convertirse en misionero. En 1861, se unió a la Misión Glasgow City como evangelista. Allí conoció a George Turner, quien le sugirió que se postulara como candidato para las misiones.
Ocho meses después, la Sociedad Misionera de Londres lo envió al Colegio Cheshunt cerca de Londres para que continuara sus estudios. Era un buen estudiante, aunque no brillante, pero sí mostraba capacidades de liderazgo. El 17 de octubre de 1865 se casó con Jane Hercus y dos días después fue ordenado en el ministerio cristiano. Se había decidido que debía ir a la isla de Rarotonga, en el Pacífico Sur, en el archipiélago de las Islas Cook, aunque esperaba trabajar en África.
El 4 de enero de 1866, abordó el barco misionero con destino a Australia, llegando en el mes de mayo. Después de una estancia de tres meses, partió para las Nuevas Hébridas, lo que hoy se conoce como Vanuatu. El barco chocó contra una roca no detectada y tuvo que regresar a Sydney para ser reparado. Navegó de nuevo y naufragó en enero, aunque todos a bordo se salvaron. Llegó a Rarotonga el 20 de mayo de 1867.
Inicialmente, se sintió decepcionado al encontrar la isla parcialmente cristianizada, pero pronto descubrió que había mucho trabajo por hacer, tal como combatir la embriaguez y ayudar a los nativos para que utilizaran sus energías en prácticas más sabias. Aprendió el idioma, enseñó mucho y en poco tiempo se hizo muy popular. El nombre que le dieron en la lengua raratongano fue Tamate. También redactaba e imprimía un periódico mensual. Adquirió mucha experiencia que fue utilizada en su trabajo posterior, pero sintió un fuerte impulso por dedicar su vida a los hombres menos instruidos.
En 1877, se le cumplió su deseo de desempeñar un trabajo pionero en nuevas tierras y fue enviado a Nueva Guinea, la cual era entonces un territorio casi desconocido. Él y su esposa llegaron a Port Moresby el 22 de octubre de 1877. Durante los siguientes nueve años exploró gran parte del sur de Nueva Guinea en condiciones peligrosas, y a todas partes donde iba era un pacificador.
Después de regresar de Nueva Guinea, llevó a cabo una gran exploración del territorio y obtuvo un conocimiento detallado de gran parte del país y sus habitantes. Cuando la Nueva Guinea británica se convirtió en colonia en 1888, él y su compañero misionero, el reverendo William G. Lawes, les explicaron a los jefes el significado de las funciones que desempeñaban. Se había decidido que la colonia se gobernara en el mejor interés de los nativos. Sin duda, fue en gran medida la influencia de los misioneros, lo que hizo ilegal tanto deportar a los nativos como introducir sustancias tóxicas, bebidas intoxicantes, armas de fuego y explosivos.
Lo que no sabía este misionero, es que en breve sería parte de la galería de héroes de la fe, quienes “Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados” (Hebreos 11.37)
Pasados unos días, mientras estaba parado en la playa cerca de la orilla del agua, escuchó un ruido espantoso. Al darse la vuelta, vio su casa rodeada por una multitud de salvajes pintados de aspecto feroz, armados con lanzas, palos, arcos y flechas. El líder del grupo, con una quijada humana como brazalete y un pesado garrote de piedra, corrió hacia el hombre blanco como para golpearlo. “¿Qué desean?”, les preguntó, mientras lo miraba a los ojos. “Queremos halcones, cuchillos, arcos de metal y cuentas; y si no los conseguimos, los mataremos...” “Puede matarnos” - le respondió “porque nunca llevamos armas. Pero tampoco damos regalos a personas que nos amenazan. Recuerde que hemos venido a vivir entre ustedes como amigos y sólo para hacerles bien”. Después de hacer muchas amenazas terribles, los salvajes se retiraron al monte con un humor hosco.
Al anochecer, un nativo amistoso se arrastró a través de la selva hasta la casa y dijo: “Hombre blanco, debes escapar esta noche si puedes, a medianoche. Mañana por la mañana, cuando la gran estrella se levante, los matarán a todos”. ¿Estás seguro?” - le preguntó. “Sí, acabo de llegar de una reunión en la casa del jefe y esa ha sido su decisión”.
Se produjo una conferencia seria. “¿Qué haremos?” - dijo el misionero. “¿Nos quedaremos los hombres, y las mujeres escaparan, ya que no hay suficiente espacio en el bote para todos nosotros?”. Su valiente esposa respondió con calma: “Hemos venido aquí para predicar el evangelio. Nos quedaremos, ya sea que vivamos o muramos”. Y las esposas de los maestros dijeron: “Vivamos juntos o muramos juntos”. Y se acordó que todos se quedarían. El misionero escribió: “Simplemente, decidimos confiar en Aquel que sólo podría cuidar de nosotros”. Y oro: “Señor, cuando teníamos sed... escuchamos Tu dulce invitación. Habiendo saciado nuestra sed con 'El Agua de la Vida', llegamos a esta tierra para señalarle a estas miserables personas a la misma Fuente de limpieza, refrescante y curativa, que nos diste a nosotros. Protégenos, para que podamos cumplir la misión a la que nos enviaste”...
Tal fue la experiencia constante de este embajador de Cristo durante 24 años en las costas de Nueva Guinea. En abril de 1901, Chalmers se dispuso a visitar el distrito alrededor del cabo Blackwood, en el lado este del delta del río Fly. Sabía que esta área estaba habitada por una tribu de salvajes particularmente feroces que eran tanto cazadores de cabezas como caníbales. Lo acompañaba el reverendo Oliver Tomkins, un prometedor colega joven recién llegado de Inglaterra. En un lugar llamado Risk Point en la isla de Goaribari, un enjambre de nativos, con todo tipo de armas, llegó en canoas y tomó posesión de la nave de la misión mientras estaba anclada en la costa, nunca más los volvieron a ver. Esto fue el 8 de abril de 1901.
Unos días más tarde, el mundo cristiano quedó atónito por un cablegrama que decía que James Chalmers y su joven colega habían sido asesinados y devorados por los caníbales de Fly River. Como se descubrió más tarde, cuando Chalmers, Tomkins y varios niños de la escuela misionera desembarcaron, fueron invitados a la aldea para comer algo. Tan pronto como entraron, se dio la señal y se desató una masacre general. Los dos misioneros y todos sus acompañantes fueron golpeados en la cabeza por la espalda con palos y piedras. Sus cabezas fueron cortadas y distribuidas como trofeos entre los asesinos, mientras que los cuerpos fueron entregados a las mujeres para que los cocinaran. La carne se mezcló con el sagú y fue comida el mismo día por los caníbales.
¡James Chalmers, el Gran Corazón de Nueva Guinea, estaba muerto, pero los creyentes sabemos exactamente, que fue lo contrario!