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Robert Haldane

“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”
(Romanos 11:33)

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De las yemas de los dedos a los labios

En Francia vivió una vez una pobre muchacha ciega que consiguió el Evangelio de Marcos escrito en letras abultadas y aprendió a leerlo con las yemas de sus dedos.  De tanto leerlo, sus yemas se tornaron callosas y su sentido del tacto se redujo a tal punto que no podía distinguir los caracteres.   Un día se cortó la piel de la punta de los dedos para aumentar su sensibilidad, sólo para terminar destruyéndola.

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