El último en ser ejecutado
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Nacido en 1662 en Moniave en Dumfriesshire, Escocia, James Renwick fue el único hijo sobreviviente de padres cristianos. Se graduó en la Universidad de Edimburgo en 1681, y en ese mismo año fue testigo de la ejecución de Donald Cargill, un predicador presbiteriano firmante del pacto nacional escocés, el que se oponía a la interferencia de los reyes en los asuntos de la iglesia presbiteriana y el que además trataba de mantener la fe reformada en Escocia. La lucha de ellos era contra la imposición de la iglesia de Inglaterra, con sus obispos en un territorio de presbiterianos.
El martirio de Cargill, motivó a Renwick a alinearse incondicionalmente con los firmantes del pacto. Con la asistencia de ellos estudió teología en Holanda en la Universidad de Groningen y fue ordenado en 1683. Regresó a Escocia cuando fue llamado para ser ministro de las Sociedades Unidas de los Firmantes del Pacto congregados en el suroeste de Escocia.
El período de 1684 a 1688, conocido como el tiempo del conflicto, fue el clímax de la persecución en contra de los pactantes. Esto coincidió con el ministerio de Renwick, quien más que ningún otro, fue responsable de guiar la resistencia de este grupo.
Jacobo Séptimo, un católico romano, se convirtió en rey de Escocia en 1683. Él expidió indulgencias garantizando la libertad de adoración si las reuniones se celebraban en hogares privados, capillas o lugares dedicados a este propósito. Los conventículos y todos los otros servicios de adoración, especialmente en lugares secretos y en el campo abierto, estaban en contra de la ley y eran considerados rebelión organizada. Muchos ministros cansados de la lucha aceptaron las condiciones de las indulgencias, pero Renwick y unos pocos otros se rehusaron a consentir que les impusieran dónde podían predicar y dónde no, y continuaron predicando en los campos y en las villas a hombres, mujeres y niños que estaban escondidos y vagando en las montañas para sobrevivir. En un año Renwick bautizó seiscientos niños. Pronto el gobierno lo identificó como un traidor y expidió una orden para arrestarlo. Protegido por tantos amigos, pudo seguir predicando sin que lo capturaran por más de tres años.
Finalmente una noche de invierno fue detenido en casa de un amigo en Edimburgo. El Concilio de Privy lo condenó a muerte por rehusarse a reconocer la autoridad del rey y por decirle a sus seguidores que acudieran armados a las reuniones. Él estuvo de acuerdo con el concilio de que era culpable de esos cargos. El concilio, tratando de tentarlo para que cambiara su lealtad, pospuso su ejecución una semana esperando que se retractara.
Durante el tiempo de la suspensión de su ejecución, su madre le preguntó cómo estaba, y su respuesta fue: “Estoy muy bien, desde mi último examen, casi no puedo orar porque estoy demasiado ocupado en la alabanza, y demasiado extasiado con el gozo del Señor”.
La noche antes de su ejecución obtuvo una pluma, tinta y un papel y le escribió así a sus amigos cristianos: “Él me ha fortalecido para que me enfrente a los hombres y enfrente la muerte, y ahora estoy anhelando la hora gozosa de mi partida. No hay nada en el mundo que me duela dejar, excepto ustedes”.
La mañana de su muerte les dijo a su madre y a sus hermanas jóvenes: “La muerte es el rey de los terrores, pero no para mí ahora, tal como era en esas ocasiones en que me escondía. Hoy alegrémonos y regocijémonos... ¡Jamás habría pensado que el temor al sufrimiento y a la muerte podía ser quitado de mí!”.
Una gigantesca multitud se reunió en Grssmarket en Edimburgo, el 17 de febrero de 1688, para ser testigo de los minutos finales de la vida de James Renwick. Desde el patíbulo cantó el Salmo 103, leyó el capítulo 19 de Apocalipsis y oró con estas palabras: “Señor, muero en la fe de que no abandonarás a Escocia, sino que harás que la sangre de tu testigo se convierta en semilla de tu iglesia, que retornarás nuevamente y serás glorioso en nuestra tierra. Y ahora Señor, estoy listo”.
James Renwick, de sólo 26 años, fue el último firmante del pacto que fue ahorcado en público. Un año después el rey católico Jacobo Séptimo fue exilado y la persecución acabó.
Reflexión
Si hubiera vivido en Escocia entre los años 1684 a 1688, ¿habría sido un firmante del pacto? Si hubiera estado en la posición de James Renwick, ¿habría hecho algo diferente? ¿Qué pudo aprender de su vida?
“Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” (1 Timoteo 1:19).