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Boletin dominical - 02/06/13

  • Fecha de publicación: Sábado, 01 Junio 2013, 18:23 horas

Todos los pastores debiéramos de saber algo más sobre los hermanos que pueden o no asumir la dirección de una congregación.
Es muy frecuente escuchar... «yo tengo la seguridad de que el Señor me llama al ministerio. De esto estoy seguro, porque así lo siento».

Este mismo argumento lo usaron y siguen usando las “pastoras” que repentinamente aparecieron en muchas iglesias.  ¿Cómo responder a estos tan seguros de su... “llamamiento”?  ¡Cuán clara es la respuesta en las Escrituras!  En lo que respecta a las damas lo mismo que a los varones.  Pablo fue muy claro cuando escribió a Timoteo a quien le tocó nombrar a algunos de los que encabezarían una iglesia.

Mientras hablamos de las hermanas en la iglesia, debemos recordar lo que el Espíritu Santo comunicó a Pablo y éste luego lo derivó a Timoteo: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.  Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.  Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.  Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1 Ti. 2:11-15).  Dios no se contradice.  Podemos estar seguros de que ninguna hermana, por capaz y consagrada que sea, está en condiciones de asumir el pastorado.  Notemos especialmente lo que aparece en el versículo 12.  Ellas pueden y deben asumir responsabilidades con los niños y con las hermanas, pero jamás deben enseñar donde la congregación es mixta, porque esto significaría “ejercer dominio sobre el varón”.  Nunca olvidemos que el varón es la cabeza de la mujer (su esposa) y ella debe reconocer esto, tanto en su diario vivir como en el manejo de la familia y las  decisiones que deba tomar.  El papel de la mujer cristiana en una congregación mixta es... “estar en silencio”.  La única “pastora” que yo encontré en la Biblia es Raquel: “Mientras él aún hablaba con ellos, Raquel vino con el rebaño de su padre, porque ella era la PASTORA (Gn. 29:9).  Ciertamente no se trataba de una iglesia, sino de un rebaño de ovejas.  Ese era un “pastorado” fácil, porque las ovejas no protestaban, mientras su “pastora” les proporcionaba suficiente alimento y agua.  Pero... ¿y qué se puede decir a una hermana que dice que el Señor le hizo ver que ella debe asumir el pastorado y que cursó estudios teológicos y que más de una hermana la animó a que se dedicara al pastorado?  Ella debe oír estas palabras: Si el Señor te llamó, sin lugar a duda no fue el Señor Jesús.  Si oyó o sintió y le parece tener todas las pruebas para el ministerio.  Puede la tal “autollamada para el ministerio” estar segura de que el Señor, el Dueño mismo de nuestra vida y cabeza de la iglesia jamás se contradice.  Si no está satisfecha con lo que dice Pablo a Timoteo, note lo que escribió él a otra iglesia: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice” (1 Co. 14:34).  Las damas de muchas iglesias no se dan cuenta del daño que hacen a muchas familias, ya que debido a ese... “pastorado femenino” son muchos los matrimonios que no desean ser parte de semejante asalto al púlpito.  El pastorado no es solamente asistir los domingos, desarrollar un tema a la congregación, saludar a los hermanos y ya está.  Pero... ¿qué ocurre con los varones que suelen apresurarse a convertirse en pastores?  Notemos los requisitos que el mismo Pablo enumera para que un hermano sea pastor, alguien que puede tener buen testimonio, pero probablemente se trate de un nuevo en la fe, al que Pablo llama “neófito”.  Notemos cuán claros son los requisitos: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.  Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.  También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:1-7).  En el versículo 1 dice que anhelar obispado (pastorado que es lo mismo), está bien.  Luego de una serie de requisitos leemos... “no un neófito”.  A mi me tocó ver varios de estos neófitos que se autonombraron pastores.  Debido a esto Pablo dice cuál es el peligro del neófito... “no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”.

Pero... ¿cuál es esa “condenación del diablo”?  Fue ni más ni menos que su enaltecimiento, a tal grado que tenía intenciones de dar un “golpe de Estado” al mismo Creador.  ¿Qué méritos tenía este personaje, el querubín grande?: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad… Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Ez. 28:15, 17).  ¿Es posible que alguien que tiene tan buenas intenciones para servir al Señor, caiga en la misma trampa de este querubín?  Sin duda Pablo advierte a Timoteo a que evite permitir el obispado, el pastorado a quien bien puede ser arrastrado por el mismo Satanás.

El pastorado requiere bastante conocimiento de las Escrituras, dependencia total del Señor, humildad y en muchos casos quejas por todas partes.  Podemos ver que el descalificado para estar al frente de una iglesia, no es solamente el neófito.

Pablo menciona varias otras cualidades que debe tener el varón que desea obispado, tales como, esposo de una sola mujer, prudente, decoroso, hospedador, APTO PARA ENSEÑAR.  ¡Cuán importante es esto, ya que el 90% del pastorado es enseñanza!  Que no codicie el dinero o riquezas materiales.  Que tenga su familia bien en orden y que sus hijos le estén sujetos.

Tengamos presente que muchos de esos pastores que nos avergüenzan por la enseñanza que difunden, son los que se dejaron llevar por el profundo deseo que tenían para ser algún día hombres destacados, hablando a miles que los escuchen.  Satanás no lo soltó, porque vio en él un buen colaborador para asaltar a las pocas iglesias fieles a la sana doctrina que quedan aún.

Pator, J. A. Holowaty

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