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Boletin dominical - 22/09/13

  • Fecha de publicación: Viernes, 11 Octubre 2013, 00:39 horas

El Angel de Budapest

     Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar el Holocausto Nazi que asesinó a miles de judíos.  Sin embargo, en medio de esa barbarie surgieron hombres de valor que consiguieron salvar a unos pocos de estos condenados de una muerte segura y digo a unos pocos porque, tratándose de la vida humana, por muchos que sean siempre son pocos.

Steven Spielberg nos dio a conocer a uno de ellos en su película La Lista de Schindler; pero hubieron muchos más.  Uno de ellos fue un español, diplomático en Budapest en aquella época, que consiguió salvar a más de 5000 judíos de su traslado a los campos de concentración y, posiblemente, de una muerte segura. Su nombre: Angel Sanz Briz.

El anonimato de Sanz Briz frente al caso conocido de Schindler, ha hecho que parezca que el segundo fue el acaparador de la salvación del mayor número de vidas.  Pero nada más lejos de la realidad, pues si bien ambos fueron ángeles salvadores, Schindler contribuyó a salvar a 1200 personas frente a las más de 5200 que Sanz Briz salvó con sus actos.  Pero olvidemos quién salvó más y quién salvó menos, eso es lo menos importante, realmente lo notable es que todos ellos arriesgaron su propia vida para salvar a cuantos pudieron y si uno salvó más, fue porque el otro no pudo salvar a más de los que salvó.

     Angel Sanz Briz nació en Zaragoza el 28 de Septiembre de 1910.  Procedente de una familia de comerciantes y militares, después de estudiar Derecho, ingresó en la Escuela Diplomática en 1943.  Una vez finalizada la Guerra Civil Española, obtuvo su primer destino diplomático como Encargado de Negocios en El Cairo (Egipto).

En 1942 abandona El Cairo y es destinado a la delegación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano.  Pero por ese tiempo, a las puertas del país centroeuropeo a que había sido destinado, se libraba la Segunda Guerra Mundial.  Poco duró la serenidad, y la vida de Sanz Briz cambió completamente.  Las barbaridades que estaban llevando a cabo los nazis contra la indefensa población de etnia judía, impidieron que Sanz Briz pudiese ejercer su gestión de manera tranquila.  El zaragozano no pudo mirar hacia otro lado y comportarse como un espectador indiferente ante aquel terrible espectáculo.

Indignado por los planes nazis, Sanz Briz decidió, al margen del gobierno español, proporcionar documentos españoles a los judíos sefardíes que pudiese encontrar y negociar con las autoridades húngaras (títeres de los ocupantes alemanes) el traslado a un lugar seguro de dichas personas.  Sanz Briz procedió a proteger las vidas de unos 5.200 judíos, usando su influencia y contactos (también su dinero, con el que sobornó al gauleiter alemán), así como edificios alquilados con los fondos de la embajada que rotuló como «Anexo a la delegación española».  Los métodos que siguió los describió él mismo en el libro Los judíos en España:
«Conseguí que el Gobierno húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (…) Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias; y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior al 200».

Así, de los 5.200 judíos cuyas vidas pudo salvar, sólo unos 200 eran de origen sefardí.

En agosto de 1944, envió al Gobierno español un informe en francés realizado por dos presos fugitivos, que detallaba el genocidio que estaba siendo cometido en el campo de concentración de Auschwitz.  El informe iba acompañado de una carta de Sanz que confirma la autenticidad de lo relatado.

Su origen, pues, le hace sospechoso de apasionamiento.  Sin embargo, por los informes que he podido obtener de personas no directamente interesadas en la cuestión y de mis colegas del cuerpo diplomático aquí acreditado, resulta que una gran parte de los hechos que en él se describen son, desgraciadamente, auténticos.

A finales de noviembre de 1944, el gobierno español, ante la inminente caída de Budapest en manos del Ejército Rojo, le ordenó abandonar el puesto y trasladarse a Suiza.  Giorgio Perlasca, un veterano italiano de la Guerra Civil Española, ciudadano español honorario, que había estado ayudando a Sanz Briz en sus tareas de protección de los judíos, continuó su labor utilizando documentos de identidad españoles falsificados por él mismo, en los que declaraba ser el cónsul español en Budapest.  Perlasca consiguió que los judíos «españoles» siguieran a salvo, hasta que el 16 de enero de 1945 los soviéticos entraron en Budapest.

Si Giorgio Perlasca continuó su labor y fue el primer colaborador de Sanz, no sería fiel a la historia si no relatáremos aquí a otros muchos de sus colaboradores.
Mientras estaban organizando su estrategia liberadora, Sanz Briz colabora, entre otros, con el embajador sueco Raoul Wallenberg. Este diplomático sueco había logrado convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores de su país, para que lo enviasen a Budapest con una misión clara: salvar judíos.  A Wallenberg se le atribuye la vida de unos 40.000 judíos húngaros.  Fue arrestado por los soviéticos tras la entrada del Ejército Rojo en Budapest, alegando que era un espía de la Office of Strategic Services (OSS).  Falleció estando aún bajo su custodia y su muerte es hasta el día de hoy motivo de controversia.

Sanz Briz cooperó también con el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que atendían una red clandestina de salvamento.  Lutz había creado unos salvoconductos llamados «schutzbriefe», unos suerte de visados de protección que, entre los judíos, tomó el nombre de «certificado de vida». Éste fue el modelo que inspiró al zaragozano Angel Sanz Briz.

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