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¿Próximos a partir? - P III

  • Fecha de publicación: Sábado, 08 Agosto 2020, 14:06 horas

Este mensaje que fuera escrito por el Pastor José Holowaty a finales de la década de 1980, fue muy importante y esclarecedor en ese tiempo, pero hoy lo es mucho más.  Al leerlo se advertirá de cómo Dios facultó a su siervo para que hiciera una proyección de lo que estaba ocurriendo entonces, permitiéndole por medio del estudio de su Palabra, que anticipara lo que está sucediendo ahora.

¿Está listo para el Rapto?

Hay algunas cosas serias que debe considerar antes de pretender estar listo  para el arrebatamiento:

1.  Cuando llegue el momento ya no tendrá tiempo de enmendar nada.
2.  Nadie más le pedirá ayuda para evangelizar.
3.  Dejará todo detrás de sí y nunca más necesitará esas cosas que ahora tanto mima.
4.  Las personas ofendidas con usted quedarán así.
5.  Los hijos no salvos se quedarán.
6.  Ya no podrá influir más sobre otros.
7.  Las oraciones que no hizo ya no serán necesarias.
8.  Las almas que no ganó, ya nunca las ganará.
9.  El dinero que no dio para la obra, ya no será necesario que lo dé.
10.  Las promesas que le hizo al Señor y que no cumplió, ya no podrá cumplirlas.

Sin duda alguna hay cosas que arreglar en la vida de cada uno de nosotros.  Esto es algo que debe tomarse muy en serio, ya que no se llega lejos si uno no está convencido de esta realidad.  Hace muchos años un Rey de Israel recibió la noticia de que moriría dentro de algunos días, por lo cual el profeta de Dios le dijo que pusiera las cosas en orden. 

“En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2 R. 20:1).
-  El profeta Amós le dijo: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (Am. 4:12b).
-  “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mt. 24:44).
“Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana” (Mr. 13:35).
“Y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran enseguida” (Lc. 12:36).

No estoy sugiriendo que el cristiano tiene que tratar de no perder la salvación, porque esto sería herejía, ya que ningún salvo puede perder la salvación.  Pero, no es lo mismo ser salvo, ¡a estar preparado para un encuentro adecuado con el Señor en el momento del arrebatamiento!  ¿Cómo están sus relaciones con sus hijos y padres respectivamente?  ¿Cómo están sus relaciones con los hermanos en la fe?  ¿Es una persona veraz, leal e íntegra?  ¿Qué huellas ha dejado en quienes le conocen y le tratan de cerca?  ¿Ha herido, difamado o murmurado de alguien sin retractarse de ello?  ¿Les ha hablado de Cristo a las personas que sabe que Dios ha puesto en su camino?  Todos los redimidos participarán del arrebatamiento, pero el Señor establece una gran diferencia entre los salvos que le esperan y los que no le esperan.  Entre los que están preparados para partir y los que se están preparando para vivir mejor aquí.

Un misionero que regresó con licencia a su casa fue invitado a una comida en un gran lugar para vacaciones de verano en donde conoció a muchas damas de prominencia y posición.  Después de la comida fue a su habitación y le escribió una carta a su esposa.  Le dijo: «Querida esposa: Hoy he comido en el hotel, la compañía era maravillosa, vi cosas extrañas.  Estaban muchas señoras presentes.  Había algunas, quienes de acuerdo con mi conocimiento, llevaban puesto encima, una iglesia, 40 órganos y 20 bibliotecas».

En su gran anhelo de conseguir dinero para llevar el Evangelio a los millones de almas hambrientas, no pudo refrenarse y comparó el valor de las sedas, satines y diamantes que llevaban las invitadas a la comida, en función de lo que la gente necesitaba.

Sí, mi Hermano, cuando nos presentemos ante el Tribunal de Cristo, lo único que importará es qué hemos hecho con los dones, talentos y oportunidades que el Señor nos dio.  Más adelante veremos muchas otras cosas relacionadas con este singular evento que conocemos como el Arrebatamiento de la Iglesia.  Hasta ahora hemos insistido en la necesidad de prepararnos para el día y la hora final para nosotros aquí.  A continuación vamos a contestar unas cuantas preguntas relacionadas con el arrebatamiento; ellas son:

1.  ¿Qué es el Rapto?
2.  ¿Por qué es necesario?
3.  ¿Cómo ocurrirá?
4.  ¿Quiénes serán arrebatados?
5.  ¿Cuándo tendrá lugar?
6.  ¿Cómo debemos prepararnos para este maravilloso evento?

Como estamos a punto de partir, nos encontramos como los israelitas antes de cruzar el río Jordán.  Es en este lado donde debemos recibir algunas instrucciones y saber qué es lo que nos espera más allá, cuando crucemos la línea divisoria entre este reino de los hombres y el Reino de nuestro Señor.  No entraremos en muchos detalles, pero trataremos de hacer del Rapto un evento verdaderamente deseado, esperado, querido por todos aquellos que ya somos hijos de Dios mediante la fe en Jesucristo.

El Rapto, su tema y la doctrina de este gran acontecimiento, deben servirnos de estímulo en estos días.  Esto es exactamente lo que dice Pablo al dar algunas descripciones de este evento: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:16, 17).

Y dice la Paráfrasis sobre esto mismo: «El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los cristianos que estén muertos serán los primeros en levantarse e ir al encuentro del Señor. Luego, los que de nosotros vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados y llevados con ellos al encuentro del Señor en el aire, y permaneceremos con él para siempre. Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras.

Hay dos pasajes más que deseo agregar.  Estas palabras son del Señor Jesucristo: “Padre, aquellos que has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn. 17:24).  “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos  que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2). 

¿Qué es el Rapto?

Cuando uno lee algunos de los pasajes bíblicos que hablan sobre este tema, son tan claros, que a mi juicio aun aquellos que no son salvos pueden entender de qué se trata.  No estoy diciendo que lo crean, pero sí pueden entender perfectamente bien:

1. Se escuchará una “voz de mando” de parte del Señor.
2. Se producirá en un momento, sin previo aviso.
3. Abarcará a todo el mundo.
4. Todos los muertos en Cristo resucitarán y desaparecerán.
5. Todos los cristianos que estén vivos serán transformados y se elevarán junto con ellos en las alturas.
6. Al instante se encontrarán con su Salvador, como dice la Biblia serán “arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire”.  Y me pregunto: «¿Tendrá lugar este encuentro en algún planeta que los astrónomos todavía no han descubierto?»
7. Ocurrirá en un tiempo tan breve que ninguno de los que se quedan, podrá percatarse de ello, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Co. 15:52).  Esta doctrina era desconocida.  Sólo se conoció cuando Pablo recibió la revelación y se la comunicó por primera vez a los Corintios.  En los evangelios, Jesús habló del arrebatamiento, pero nunca especificó un detalle, de que habría una generación que no vería la muerte.  Dice por ejemplo el Salmista: “¿Qué hombre vivirá y no verá muerte?” (Sal. 89:48a).  A esta pregunta, Pablo contesta diciendo: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Co. 15:51, 52).
8. En el momento del rapto tendrá lugar un gran despertar en todos los cementerios del mundo, y los cuerpos de los cristianos de todos los tiempos se levantarán y desparecerán de sus tumbas.  ¡Será algo tremendo!  ¡Dejará petrificados a millones de creyentes nominales, quienes incrementarán sus actos religiosos atemorizados por lo que ha ocurrido en el planeta!  Debo aclarar que esta doctrina es solamente para las personas regeneradas.  Cualquiera puede decir que es creyente y aceptar algunas doctrinas de la Biblia, sin ser regenerado.  El cristiano cree en todo lo que enseña la Escritura, aunque muchas veces haya cosas que no entienda y por lo tanto, no pueda explicar.
9. Todos los que participen del arrebatamiento serán los primeros en ver al Señor Jesús cara a cara, porque dice Juan que “le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2b).  No le veremos en visión, tampoco le visualizaremos, ni será un sueño, imitación, o “algo resplandeciente”, sin saber exactamente quién es.  Sabremos muy bien que es el Salvador, el mismo Señor Jesucristo en quien hemos creído sin jamás haberlo visto.
10. El rapto trasladará a la Iglesia a la presencia del Señor.  Mientras millones de militantes en la falsa iglesia seguirán aquí.  Los templos estarán colmados de personas, levantando sus manos, cantando, llorando, orando, clamando, haciendo milagros, tumbando, soplando, tirándose al suelo, sanando enfermos... ¡Pero la Iglesia de Cristo habrá desaparecido del planeta! ¡No se encontrará una sola persona regenerada en todo el mundo!

¿Por qué es necesario el Rapto?

Pero... ¿No podría haber hecho el Señor las cosas de otra manera, para que no fuera necesario el arrebatamiento?  Sí, seguramente que sí, pero ese es Su plan y nosotros no lo podemos alterar, no importa cuántos proyectos diferentes imaginemos para él.  El rapto es necesario para que el pecado llegue a su clímax.  Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt. 5:14a).

Debemos entender que la Iglesia de Cristo, no Israel, lleva hoy ese título.  El puñado de hombres y mujeres fieles a la Palabra de Dios, impiden que el mal llegue a su máxima expresión.  Tenemos el ejemplo en el Antiguo Testamento cuando Dios le dio la promesa a Abraham concerniente a la tierra prometida.  Dijo: “Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Gn. 15:16).  Dios es justo, por eso cuando llegó el momento del castigo, usó a Israel para borrar a los amorreos del mapa.

Son terribles los juicios que le espera a toda la humanidad después que la Iglesia haya partido.  Es cierto que hay mucha maldad, inmoralidad, engaño y blasfemia contra Dios y los principios cristianos, pero Él asegura que las cosas irán mucho más allá.  Tal como está profetizado en 2 Timoteo 3:13: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”.

Juan nos muestra un cuadro verdaderamente estremecedor de lo que ocurrirá después que la Iglesia haya partido: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Ap. 6:15, 16). 

Este texto resulta aún más claro si leemos la Paráfrasis: «Los reyes de la tierra, los dirigentes del mundo, los ricos, los militares de la más alta graduación, buscaban refugio en las cuevas y entre las peñas de las montañas.  Y la humanidad entera, esclava o libre, gritaba a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero! ¡El gran día de la ira ha llegado! ¿Y quién podrá sobrevivir?»

A pesar de las terribles amenazas de destrucción que percibimos hoy, esto es apenas una pálida muestra de lo que ocurrirá cuando el Señor comience a juzgar al mundo, porque Su Iglesia ya estará en un lugar seguro.  Uno pensaría que cuando tanta gente esté muriendo debido a las catástrofes, plagas, guerras y anarquía total, las personas acudirán a Dios arrepintiéndose por millones y entregándose a Cristo, pero este no es el caso que describe Juan en Apocalipsis: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Ap. 9:20, 21).

Los que hoy en día practican la idolatría con sus santos patronos y vírgenes, lejos de abandonar tan abominable idolatría, la incrementarán.  Aquellos que tienen sus círculos demoníacos, continuarán sus danzas, seguirán quemando las víctimas sobre sus altares y la búsqueda de experiencias esotéricas aumentará.  Las basílicas, los templos, las procesiones religiosas y los confesionarios, se verán colmados de personas que seguirán buscando en gran manera nuevas experiencias religiosas.  Mientras tanto, Dios seguirá derramando sus juicios sobre el mundo y sus habitantes continuarán ciegos y sordos al sonido de su voz.  Una de las descripciones más terribles de lo que sucederá entonces la tenemos en Apocalipsis 16:9-11: “Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.  El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras”.

Pero... ¿Qué sucederá realmente entonces?  ¿Cuál será ese dolor tan agudo que experimentará la humanidad?  ¿Cómo se explica esto de que “mordían de dolor sus lenguas”?  Creo que Juan está hablando aquí de lo mismo que se repite en las profecías, especialmente en el Antiguo Testamento, aunque Jesús también se refirió a ello, al igual que Pedro en sus epístolas.  Isaías dice: “Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que vendare Jehová la herida de su pueblo, y curare la llaga que él causó” (Is. 30:26).  La palabra “día” en este pasaje, no se refiere a un día de 24 horas, sino al periodo de la Gran Tribulación, el día del juicio de Dios que abarca siete años en total.  Durante esos años, los pueblos y las naciones del mundo experimentarán el gran castigo Divino, mientras que el remanente de Israel sentirá su liberación.

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