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La navidad

  • Fecha de publicación: Domingo, 20 Diciembre 2020, 04:53 horas

La polémica, respecto a si los cristianos debemos o no celebrar la Navidad, ha estado en discusión por siglos.  Hay creyentes dedicados y sinceros que apoyan uno de los dos lados, pero... ¿qué es lo que dice la Biblia?  ¿Nos ofrece la Palabra de Dios una instrucción clara sobre si debemos conmemorarla o no?

Primeramente examinemos brevemente las razones por las que algunos cristianos no celebran la Navidad.  La principal en contra, es que las tradiciones que rodean esta festividad tienen su origen en el paganismo, y que la búsqueda de información sobre este tema es difícil, porque los orígenes de algunas tradiciones son tan oscuros que sus fuentes de información a menudo se contradicen entre ellas.

Por ejemplo, las campanas, las velas, el muérdago, la estrella, el árbol de Navidad y otras decoraciones se mencionan en la historia del culto pagano, pero el uso de estas cosas en los hogares, no indica necesariamente un retorno al paganismo.  Mientras que hay definitivamente raíces paganas en algunas tradiciones, hay otras más asociadas con su verdadero significado y es el nacimiento del Salvador del mundo en Belén.

-  Las campanas que tañen, son para anunciar las buenas nuevas del nacimiento del Salvador de la humanidad.
-  Las velas que se encienden, son para recordarnos que Cristo es la Luz del Mundo: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Jn. 1:4-9).
-  La estrella que se coloca en la punta del árbol trae a la memoria la estrella de Belén.
- Mientras que los regalos que se intercambian, evocan los presentes que le llevaron los magos del oriente al niño Jesús, el don más grande de Dios a la humanidad.

Los cristianos que prefieren ignorar la Navidad, indican el hecho de que la Biblia no proporciona la fecha del nacimiento de Jesús, lo cual es cierto.  Existe un sinnúmero de argumentos en ambos lados, algunos refiriéndose al clima en Israel en el mes de diciembre, las costumbres de los pastores en invierno y las fechas de los censos efectuados por los romanos.  Todos estos argumentos encierran cierto grado de ambigüedad, lo cual es verificado por el hecho de que la Biblia no nos dice cuándo nació Jesús.

Algunos ven en ello la prueba de que Dios no desea que celebremos el nacimiento del Señor, mientras que otros ven en esta omisión de la Biblia, una aprobación tácita.

Hay creyentes sinceros que piensan que puesto que el mundo celebra la Navidad, los cristianos no deberíamos hacerlo.  Pero este mismo es el argumento que usan las falsas religiones que rechazan totalmente al Señor Jesucristo, al igual que ciertas sectas como los Testigos de Jehová, quienes niegan Su Deidad.

Sin embargo, los creyentes verdaderos debemos ver en esta celebración la oportunidad para proclamar a Cristo.  No hay realmente una razón bíblica para no celebrarla, pero al mismo tiempo tampoco hay un mandato bíblico para que lo hagamos.  A fin de cuentas, conmemorarla o no, es una decisión personal.

Sin importar la opción que los cristianos elijamos con relación a la Navidad, nuestros puntos de vista personales no deben ser usados como un arma para atacar o denigrar a aquellos con criterios opuestos, tampoco debemos utilizarlos como un galardón de orgullo si decidimos celebrar esta festividad o no.  Como en todo, debemos pedir sabiduría a Aquel que la otorga gratuitamente a todo aquel que la busca: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg. 1:5).

Aceptémonos unos a otros en gracia y amor cristianos, independientemente de cuáles sean nuestras opiniones sobre la Navidad.  La razón por la que Jesús nació como un bebé y no apareció simplemente como un hombre maduro de 30 años, se debió a que como es el Mesías tenía que cumplir con todas las profecías dadas en la Palabra de Dios.

Siempre que nos sintamos abrumados por el caos y la dificultad de la vida, podemos volvernos a Dios en oración por paz y serenidad.  En este tiempo de incertidumbre, miedo, reclusión y separación de lo que llamamos “normal”, nuestra solución humana es tratar de manejarlo nosotros mismos.  Pero eso no es lo que nuestra Biblia nos dice, porque buscar al Señor debe ser nuestra primera respuesta, no nuestro último recurso.

Filipenses 4: 6 nos dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6). 

Nosotros como cristianos debemos regocijarnos siempre en el Señor, sean cuales fueren nuestras circunstancias.  Incluso en medio de esta pandemia que está azotando al mundo entero.  Nuestro Padre nos llama a regocijarnos en Él, y no se trata de una sugerencia, sino de un mandato.  Es un llamado a la acción para honrarlo. 

Pero... ¿qué es el regocijo?  ¿Son gritos fuertes elevando nuestras manos y agitándolas?  ¡No!  Regocijarnos, es estar dispuestos a servirle, a proclamar su Evangelio y a hablar a todos cuanto podamos de la salvación y gozo que encontramos en Él.

Nuestra alegría no está determinada por las luchas actuales, sino por la anticipación de que pronto vamos a llegar a la Tierra Prometida.  A que vamos estar por la eternidad con nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.  Todos los que nos rodean, pero especialmente los no regenerados, deben ver nuestra gentileza en nuestras acciones diarias. 

El covid-19 no debe afectarnos negativamente, ni cambiar nuestro comportamiento y llenarnos de amargura y temor.  Por el contrario debemos considerarlo como la oportunidad de explicar a quienes no lo saben, que todo lo que está ocurriendo fue declarado por los profetas hace miles de años y que aunque se avecinan días terribles, al final, si el Señor Jesucristo es nuestro Señor y Salvador, nuestro futuro será glorioso.

Estas palabras de nuestro Padre Celestial, son para Su pueblo Israel y también para Su Iglesia: “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados. Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme” (Is. 60:19-21).

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