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«¿Ser salvo, yo...?» P. 2

  • Fecha de publicación: Sábado, 28 Enero 2023, 20:19 horas

La presente columna dominical es en realidad la continuación de la anterior.  En aquella se intentó orientar al pecador para que reciba, por la fe, a Cristo Jesús como su Salvador personal.  Ahora, supongamos que quien acaba de dar el paso de fe, tiene nuevas preguntas, algo bastante común para todo aquel que comienza a andar en el camino del Señor.

1. ¿Qué sucedió con mis pecados al recibir yo a Cristo?  ¿Me los traerá el Señor en cara cuando regrese?
La Biblia es muy clara en esto.  Hay noticias muy buenas para usted, porque cada vez que peca, Dios tiene un recurso tan eficaz que jamás podrá traerlos en cara.

Note bien lo que dice sobre esto Dios mismo: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad?  No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Mi. 7:18).  ¿Puede Dios olvidar algo?  Tal vez sería mejor decir que «Dios puede no recordar el pecado de quien arrepentido le implora su perdón».  Los dioses paganos no hacían esto, porque no eran dioses, sino ídolos inventados por los hombres, los cuales muchas veces (según sus seguidores) debían ser aplacados con víctimas de bebés.  Pero fíjese lo que dice en el versículo siguiente: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Mi. 7:19).

Si teme que algún día el Señor expondrá públicamente todo lo que tal vez a usted le avergüenza, recuerde que él no se deleita en exponer los pecados del que ya es su hijo.  Dios desea que el pecador arrepentido acuda inmediatamente buscando Su perdón y la restauración de su comunión con él.  Al decir que Él “sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”, lo hace para que sepamos que es imposible traerlos a la superficie.  Bien expresó alguien: «El Señor echó tus pecados en lo profundo del mar y colocó un cartel allí, que dice: ‘Prohibido pescar’».

2. ¿Qué pasa si, cuando peco, me siento mal?  ¿Cómo lo resuelvo?
Confiese ese pecado al Señor, pídale que se lo perdone, acepte su perdón y aléjese de ese pecado.  No peque más.  Usted descubrirá qué es lo que más fácilmente le obliga a pecar.  ¿Será la soledad, las malas amistades, la pornografía, la codicia, la soberbia, la falta de una vida de oración, el descuido de la iglesia, el rencor, la envidia?  Esto es lo que usted pierde cuando peca:

• La comunión con el Señor.

• El gozo.

• El deseo de leer la Biblia y de orar.

• El entusiasmo por llevar el evangelio a otros.

• El privilegio de servir al Señor en la propia congregación donde usted es miembro.

3. ¿Qué gano cuando el pecado en mi vida no fue reconocido, confesado ni abandonado?
Gana la amargura, la falta de interés en todo lo espiritual y divino.  Gana el aislamiento de sus hermanos.  Muy probablemente se enferme, pensando que necesita atención médica y, sin embargo, todo el problema bien puede ser el desajuste en su relación con Cristo.

¿Cómo, pues, se resuelve esto?  Nunca olvide que el Señor le sigue amando mucho y se entristece más que usted por la forma cómo se aleja de él para su propio mal.  No necesita confesar a nadie sus pecados, sino únicamente a Dios.  Pero si pecó contra algún hermano de la iglesia, o incluso contra alguna persona que no es cristiana, debe pedirle perdón si realmente está arrepentido. 

¡Cuántas enfermedades evitaríamos si tomáramos este camino cada vez que algún pecado se anida en nuestro ser!  Tal vez haya alguien que le ofende con demasiada frecuencia, ¿tendrá que seguir perdonándole indefinidamente?  Esta pregunta, aunque no exacta, le formularon al Señor y es bueno que usted sepa lo que él dijo: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mt. 18:21, 22).

4. ¿Qué siente el cristiano cuando el Señor le perdona?
No es importante comenzar el asunto del perdón con los sentimientos.  Es mucho mejor SABER uno que ha sido perdonado, no tratar de sentirse perdonado: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.  Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo.  Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Jn. 5:19, 20).

¿Se da cuenta?  Nosotros SABEMOS que somos salvos, aunque no nos sintamos tales.  Sabemos que somos perdonados, que tenemos vida eterna, que Él oye nuestras oraciones y que las contesta: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.  Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Jn. 5:14, 15).  Este texto NO dice que nosotros estamos seguros de que Él nos oye porque siempre obtenemos exactamente lo que pedimos.  Es Él quien se reserva el derecho de cómo contestarnos, qué darnos y cuándo. 

Nosotros, por ejemplo, pedimos que algún familiar se sane de alguna grave enfermedad.  Pero el familiar empeoró y está cercano a la muerte, ¿se puede decir que se trata de la respuesta a la oración que hicimos?  Efectivamente, porque la verdadera oración NO ES UNA ORDEN QUE LE HACEMOS A DIOS. 

Por supuesto que muchas veces obtenemos lo que pedimos.  Otras tantas veces obtenemos lo mejor sin jamás habérselo pedido: nos protege en algún viaje, obtenemos alguna ayuda que no hemos solicitado, se nos abre la puerta para algún trabajo que nunca le hemos pedido, aumento de sueldo que tampoco le habíamos pedido, etc.

5. ¿Está bien pedir que Dios le ayude a uno a NUNCA PECAR?
¡Por supuesto!  Y esta debería de ser la oración más frecuente: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:1, 2).

6. ¿Necesitamos abogado porque alguien nos está acusando?
Sí.  En Apocalipsis 12:10 dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.

¡Imagínese las veces que el diablo lo acusó a usted y con mucha razón!  Porque fue él mismo quien lo tentó y luego lo acusó debido a que usted cayó en el pecado. 

El diablo sabe cuán poderoso abogado tiene usted, pero de todos modos hace su trabajo de tentarlo porque desea que siga siendo un cristiano infeliz.  ¡Qué tremendo es todo esto!

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